El camino
En el Nuevo Testamento se presenta "El camino". Hay nada más un solo "camino". Jesús lo revela.
Mateo 7:13, 14 "Entrad por la puerta estrecha: porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan".
Hebreos 10:19, 20, "Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne".
Hechos 24:22, "Mas Félix, oídas estas cosas, estando bien informado de este Camino ..."
Hechos 18:26 Apolos "comenzó a hablar confiadamente en la sinagoga; al cual como oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte, y le expusieron más exactamente el camino de Dios".
Hechos 16:17 "Esta ("una muchacha que tenía espíritu pitónico") siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, los cuales os anuncian el camino de salvación".
2 Pedro 2:2, "Y muchos seguirán sus disoluciones, por los cuales el camino de la verdad será blasfemado".
Isaías nos dio una descripción profética de este camino cientos de años antes del ministerio personal de Cristo. Isa. 35:8, "Y habrá allí calzada y camino, y será llamado camino de santidad; no pasará por él inmundo".
El mismo profeta Isaías dijo (Isa. 40:3), "Voz de uno que clama en el desierto: aparejad el camino del Señor, enderezad sus veredas," hablando de Juan el bautista.
Volver al camino
Debe ser el deseo de todos volver a la Biblia para seguir este glorioso camino revelado en ella. Debemos volver a la Biblia para saber el plan de salvación, para informarnos de la iglesia y de la vida que el cristiano debe llevar. No nos interesan las teologías de los hombres, las de los seminarios.
El camino olvidado
Aunque la Biblia nos revela el camino, para muchos el camino es ignorado. Que triste condición que los hombres lo hayan considerado como sistema de filosofía, como una sucesión de credos, como caos de dogmas, y como otra religión más entre las muchas del mundo. Los que pretenden ser los amigos del camino lo han substituido con el denominacionalismo y la consecuencia es que el mundo no cree (Juan 17:21-23), y los incrédulos tienen ocasión de burlarse del camino. La verdad es que los incrédulos no pueden hallar ninguna base para criticarlo, aunque ellos sí pueden criticar el denominacionalismo.
Camino de santidad
Este camino es camino de santidad. "No pasará por él inmundo". El hombre que no quiere limpiarse en la sangre de Cristo no puede entrar en este camino. Los redimidos andarán en él; no los absolutamente perfectos sino los redimidos, los obedientes, los que aman al Señor y que procuran imitar a Cristo. Todos han pecado (Rom. 3:23), todos han dejado el camino, "todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino" (Isa. 53:6), pero podemos entrar en el camino por la obediencia al plan de Dios para nuestra salvación. Los que por la sangre son lavados -- los redimidos -- pueden andar en el camino de santidad. Efesios 1:7, "En el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados por las riquezas de su gracia". Hebreos 9:12, "Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, mas por su propia sangre, entró una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención".
Conduce para arriba
Este camino es el que conduce para arriba. La vida de un cristiano es una vida de crecimiento. "Hermanos, yo mismo no hago cuenta de haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús", Filipenses 3:13, 14. Pablo escribió esto cuando era un anciano, después de muchas batallas y victorias, después de haber establecido muchas iglesias y después de haber escrito muchas epístolas; es decir, aunque ya había hecho grandes cosas en la obra, de todas maneras él siguió muy activo.
Cristo mismo expresa este principio en una parábola en Marcos 4:26-28 "Así es el reino de Dios, como si un hombre echa simiente en la tierra; y duerme, y se levanta de noche y de día, y la simiente brota y crece, sin que él sepa cómo. Porque de suyo fructifica la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga".
Primeramente somos "niños", "recién nacidos" en el camino, tomando la sincera leche de la palabra, 1 Ped. 2:2. Pero después comemos alimento sólido, que es para los que por la costumbre tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal, Heb. 5:14.
Camino angosto; puerta estrecha
Este camino es angosto, según Cristo (Mateo 7:14), y la puerta estrecha, y hay pocos que lo hallan. Lo que no cuesta nada no vale nada. Una religión que no cuesta nada no vale nada; no vale nuestro tiempo y dinero y amor. Lo bueno y lo precioso puede poseerse solamente por medio de la industria, la perseverancia y el sacrificio. Todo camino de progreso es también camino de gozo. Dice Isaías, "Y los redimidos de Jehová volverán y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y retendrán el gozo y alegría, y huirá la tristeza y el gemido", Isaías 35:10.
Entramos por la puerta estrecha
Entramos en este camino angosto por la puerta estrecha. No por lo que parezca bueno a los hombres, sino por lo que Cristo requiere, (Juan 14:6). Por su propia potestad El nos manda y guía. ¿Qué es necesario hacer para entrar por esta puerta estrecha?
Oír el evangelio de Cristo (Romanos 10:17; 1 Corintios 15:1-4). No es cuestión de contar alguna "experiencia de gracia"; no es cuestión de pedir la salvación, ni de pedir que el Señor le mande el Espíritu Santo. Todos deben oír el evangelio.
Creer el evangelio de todo corazón (Juan 8:24; Rom. 10:10).
Arrepentirse, porque "si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente"(Lucas 13:3). Debemos arrepentirnos, porque Dios nos juzgará. Hechos 17:30, 31, "Pero Dios habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan".
Confesar la fe en Jesús como el Hijo de Dios (Mat. 10:32, 33; Rom. 10:10; Hechos 8:37).
Ser bautizado para remisión de pecados (Hechos 2:38), "Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros ... para perdón de los pecados".
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