Los Hijos

Introducción:

      A. Gén. 1:28, "Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla".

      B. Sal. 127:3, "Herencia de Dios son los hijos..."

      C. No hay falta de hijos en el mundo, pero sí hay una gran escasez de hijos bien criados, obedientes y respetuosos.

I. Es normal querer hijos.

      A. "Sin afecto natural", una característica de los depravados, Rom, 1:31; 2 Tim. 3:3.

          1. La mujer tiene instinto materno. Le duele suprimirlo.

          2. El aborto es homicidio y una abominación delante de Dios. En Estados Unidos se matan cada año un millón y medio de infantes en la matriz. Es una muerte horrible, una tortura de las más crueles.

      B. Sara, Raquel, Ana, Elisabet querían más que nada tener hijos.

      C. 1 Tim. 2:15, "la mujer ... se salvará engendrando hijos".

      D. 1 Tim. 5:14, "que ... se casen, críen hijos, gobiernen su casa".

II. Debe haber amor intenso por los hijos. Tito 2:4, "amar a ... sus hijos".

      A. Aun los recién nacidos saben si hay amor, y aun pueden morir sin ello.

      B. El amor provee todo lo necesario: alimento, abrigo, edu­cación secular y espiritual, disciplina, diversión, protección, aliento, y actividad social.

      C. El amor requiere mucho de los padres: mucho tiempo, mucha atención personal, mucho sacrificio, mucha paciencia y mucho valor.

      D. El amor aprueba y alaba al hijo bueno y obediente. Esto le alienta mucho y promueve la obediencia.

III. Debe haber desarrollo completo de los hijos.

      A. Luc. 2:52 "Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia".

      B. Deben desarrollarse intelectualmente. Esto incluye la edu­cación práctica de algún oficio. Para los judíos el no enseñar al hijo algún oficio equivalía a enseñarle a ser ladrón.

      C. El desarrollo físico requiere que se abstenga del alcohol, de las drogas, del tabaco, del exceso de comer, y de la flojera.

      D. Es también importante el desarrollo social; los hijos deben sostener una buena relación con otros, y los padres deben guiarles en esto.

IV. El desarrollo espiritual de los hijos.

      A. Efes. 6:4, "criadlos en disciplina y amonestación del Señor".

          1. La enseñanza espiritual es  la responsabilidad de los padres.

          2. La iglesia ayuda, y los hijos deben estar en todas las reu­niones y clases bíblicas, pero la iglesia no substituye a los padres en la dirección espiritual de los hijos.

      B. El ejemplo de los padres es la enseñanza más importante.

          1. Deben poner buen ejemplo en su vida diaria, en su conducta, en su forma de hablar, en el trabajo, en la adminis­tración del dinero, y en todo.

          2. En el hogar debe haber un ambiente de paz y amor, de armonía y cooperación, de madurez y responsabilidad. El ejem­plo habla, y enseña.

          3. Deben poner buen ejemplo en la asistencia a los servi­cios y clases bíblicas, en su participación en el culto y en la obra del Señor, y en ofrendar generosa y alegremente.

          4. Una actitud buena es de suma importancia. Aunque los padres hayan llevado a sus hijos a los servicios toda su vida, és­tos pueden apartarse del Señor si la actitud de los padres ha sido mala; por ejemplo, si criticaban a los hermanos, si se que­jaban de todo, y hablaban solamente de problemas y disgustos en la iglesia.

      C. Los padres son los maestros de sus hijos.

          1. Gén. 18:19, Abraham "mandará a sus hijos ... después de sí".

          2. Deut. 6:5-9, "Y estas palabras que yo te mando hoy, es­tarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes".

          3. 2 Tim. 1:5; 3:14, 15, "trayendo a la memoria la fe no fin­gida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también ... persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas  Escrituras".

          4. Es muy importante que los padres tengan clases bíbli­cas en el hogar con sus hijos, y que les animen a participar con comentarios y preguntas. Los hijos deben entender la voluntad de Dios y tener convicciones. Si los padres no sostienen estu­dios y conversaciones con sus hijos, no se puede saber si hay en ellos entendimiento y convicción. Los hijos deben expresarse.

          5. "Cuando sus hijos pregunten ..." Ex. 12:26; 13:14; Sal. 78:5-7. Desde luego, cuando los hijos pregunten, los padres deben estar preparados y dispuestos a darles una buena expli­cación de las cosas de Dios.

      D. Los hijos deben obedecer a sus padres, Efes. 6:1-3.

          1. La lección primordial para los hijos es que deben obe­decer y respetar a sus padres.

          2. El ejemplo de Jesús, Luc. 2:51; Heb. 5:8.

          3. La obediencia es "mejor que los sacrificios", 1 Sam. 15:22.

          4. La obediencia de los hijos es "Para que te vaya bien"; es decir, es para el beneficio de los hijos mismos, Efes. 6:3; Deut. 21:18-21; 1 Ped. 3:10-12.

          5. El hijo obediente es el hijo sabio, Prov. 10:1; 13:1.

      E. Otros "maestros" (influencias fuertes sobre nuestros hi­jos).

          1. Los amigos, Prov. 1:10-18; 1 Cor. 15:33.

          2. Maestros incrédulos en las escuelas de todo nivel, desde la primaria hasta la universidad, que hacen burla de la Biblia y enseñan la evolución. Estos, por ser muy "educados" (en sentido académico) ejercen una fuerte influencia sobre los niños y jóvenes, a veces antes de que éstos puedan distinguir entre la verdad y el error. Tales maestros son los peores traidores del mundo, porque traicionan a los niños y jóvenes que confían en ellos. Tales maestros son verdaderos agentes de Satanás.

      F. Los padres son responsables por sus hijos. Tienen que prepararse y defender a sus hijos contra todos los enemigos de su vida y su alma; por ejemplo, la mala influencia de sus "amigos", la mala enseñanza de los maestros en la escuela, el cine, la televisión, los libros y revistas carnales, canciones mun­danas, etc.

Conclusión:

      A. Los hijos son una gran bendición de Dios, y daremos cuenta a Dios por ellos. Recuérdese, "si alguno no provee para los suyos ... ha negado la fe, y es peor que un incrédulo" (1 Tim. 5:8).

          1. Este texto se refiere al cuidado físico, pero ¿qué pen­sará Dios de los padres que no cuidan de sus hijos espiritual­mente?

          2. Los padres deben proveer para sus hijos en todo sen­tido.

      B. Prov. 22:6, "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él"; es decir, instruirle según su mentalidad, su carácter, su disposición y aptitudes; entrenarle con atención individual, y este entrenamiento llegará a ser su se­gunda naturaleza para que no se aparte de él.

          1. Esto da énfasis a lo que se ha presentado aquí: la necesidad de la atención individual a cada hijo para enseñarle y entrenarle conforme a su naturaleza individual. Cada hijo es único, es distinto, y requiere atención personal para su desa­rrollo integral.

          2. Si practicamos con nuestros hijos esta clase de en­señanza y entrenamiento, llega a ser para ellos su manera nor­mal de vivir y de pensar. Difícilmente se apartarán de ello, porque estarán habituados o acostumbrados a ello. Lo harán casi sin pensar. Así como después que hemos aprendido algo bien (por ejemplo, nadar, escribir a máquina, conducir un auto), lo hacemos casi sin pensar, porque ya estamos bien acos­tumbrados a hacerlo, y el subconsciente se encarga de todo el proceso.

      C. Los padres no deben dejar de preocuparse por sus hijos. Job 1:5, Job ofrecía sacrificios por sus hijos todos los días, "Porque ... Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones".

Disciplina de los hijos

I. La "Disciplina" abarca todo el proceso de entrenar.

      A. Incluye el buen ejemplo de los padres. Requiere que haya en el hogar un ambiente de amor, paz y armonía.

          1. Debe haber mucha expresión de estas cualidades, tanto en hechos como en palabras.

          2. Los padres no disciplinados no pueden disciplinar a sus hijos.

      B. Incluye la enseñanza. Debe haber en el hogar un pro­grama sistemático de enseñanza bíblica para los hijos. Es im­portante apartar tiempo para esto, y no descuidarlo. No es cosa secundaria. No es cosa opcional. Debe ocupar el primer lugar en las actividades familiares.

          1. Durante las clases bíblicas en el hogar, es muy impor­tante que los hijos participen en todo: en leer la Biblia, en co­mentar, en hacer preguntas y en expresarse libremente. De otro modo, los padres no sabrán si en realidad sus hijos entienden y aceptan la verdad.

          2. Es imperativo que cada hijo ame a Dios y que tenga fuertes convicciones. Durante las clases en el hogar, como en las conversaciones en general, los padres pueden saber y estar seguros si sus hijos están entendiendo y aceptando la verdad sobre todo asunto bíblico.

          3. Si cada hijo tiene convicciones y ama a Dios, los padres no tendrán tantos problemas con respecto a la disciplina correctiva.

      C. Los padres deben aprobar y alabar toda obediencia de sus hijos; cuando no lo hacen, los niños se desalientan. La mala conducta de los hijos debe producir siempre una actitud de des­aprobación en los padres, y esa desaprobación debe expresarse, pero en la misma manera la buena conducta de los hijos debe producir siempre una actitud de aprobación en los padres, y esa aprobación debe expresarse también.

      D. Toda desobediencia debe ser corregida. La palabra "disciplina" incluye la corrección (el castigo).

      E. Cada hijo debe ser enseñado, entrenado, y corregido, con­forme a su propia individualidad. Prov. 22:6 enseña esto: "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él". El énfasis en este texto está en la palabra "su", en su camino; es decir, según su propia mentalidad, capacidad y disposición.

          1. Muchos padres fracasan en criar a sus hijos por no darles atención individual. Es bueno tener muchos hijos con tal que haya fuerza, tiempo y dinero para criarlos bien. No digo criarlos en lujo, sino criarlos bien. Hay muchísimos niños que no reciben la atención que merecen de sus padres.

          2. No podemos criar a los hijos en grupos. Cada uno es único. En la misma familia, un hijo será tímido, otro agresivo; un hijo tendrá capacidad e inclinación para ser mecánico, otro para ser profesor; un hijo será siempre feliz, otro llorón.

          3. Se puede creer que el niño muy tímido es el mejor niño, porque nunca causa problemas, pero éste puede causar aun más problemas que los otros, porque es posible que guarde en su corazón toda clase de complejos y rebeliones. Los otros, más expresivos, harán sus males para ser corregidos oportuna­mente. ¡Mucho cuidado con la rebelión pasiva en los hijos!

II. ¿Cuándo corregirles?

      A. Prov. 13:24, "El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano corrige".

          1. Se dice a veces, "Lo voy a corregir cuando pueda en­tender". La verdad es que los niños nacen muy inteligentes. "Desde temprano" -- muy temprano -- deben ser corregidos.

          2. Deben ser corregidos "desde temprano", porque nacen queriendo imponer su propia voluntad. Quieren salirse con la suya. Quieren manipular y esclavizar a sus padres para que les sirvan. Quieren ser consentidos en todo. Quieren que todo de­seo de ellos sea ley y mandamiento para su familia.

          3. ¿Estoy exagerando? Escuche bien el llorar y el gritar de un nene y diga sinceramente que estoy exagerando. No lo hago. Es verdad. ¿Nacen depravados? En ningún sentido. ¿Nacen con pecado original? Nada de eso. Simplemente nacen todos con su propia voluntad y la quieren imponer sobre otros.

          4. Si el bebé de brazos, enojado y con mala cara, dice "no" a su madre, debe ser corregido y no solamente con palabras. Debe aprender de una buena vez que eso no se permite.

          5. El llorar es un arma fuerte que los mas chiquitos em­plean para imponer su propia voluntad y para castigar a los que se atrevan a oponerse a ellos.

                    a. Aquí precisamente empieza el "mal genio". Los que no son frenados, los que lloran y gritan hasta que la familia se rinda, persisten en esto toda la vida. El mundo está lleno de vio­lencia debido a esta terrible falla en el hogar. El problema es que en la mayoría de los casos los mismos padres son del mismo genio, y creen que es conducta normal.

                    b. Muchos padres temen el llorar y el gritar de sus hijos más que cualquier plaga. En un caso inolvidable (observado por este servidor) cuando un chiquillo martillaba clavos en la pared de la sala, el papá dijo a un muchacho mas grande, "Quita el martillo al niño", y luego inmediatamente canceló la orden, diciendo, "No, déjalo, porque va a llorar".

          6. Recuérdese que cada persona nace creyendo que es el centro del universo, el eje sobre el cual el mundo gira. Por lo tanto, quiere, espera y demanda que los padres, hermanos, fa­miliares y vecinos le consientan.

          7. Los nenes pequeños pueden ser muy mañosos y astu­tos. Por ejemplo, no quieren estar sentados y quietos durante el culto, y dicen, "Quiero ir al baño". Si no está enfermo, puede fá­cilmente esperar hasta que termine la clase o el servicio; pero no quieren estar sentados y quietos tanto tiempo.

                   a. El movimiento de niños durante el culto, yendo al baño o a tomar agua, etc. causa mucha distracción. Es muy im­portante que los padres se encarguen de que sus hijos vayan al baño y tomen agua antes de empezar la clase o el culto, y luego que aprendan a ser reverentes.

                   b. En algunas congregaciones apartan a los niños du­rante el servicio de predicación para que no estorben a los demás. Es un gran equívoco hacerlo, porque los niños deben aprender a portarse bien en la asamblea.

                   c. Es más, deben escuchar. El evangelio es sencillo. La Biblia contiene muchas lecciones sencillas, y generalmente es­tas son las que se predican. Recuerdo un caso muy significante de un niño de cuatro años de edad que después del servicio preguntó a su madre acerca de la lección. El me había es­cuchado. (El texto que estudiamos fue 2 Ped. 3:10 acerca del fin del mundo). Los niños pueden entender mucho si escuchan.

III. El amor requiere la disciplina. "El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige".

       A. La actitud de algunos padres se expresa así: "No quiero que mis hijos me rechacen cuando estén grandes, y por eso no les castigo ahora".

          1. En realidad es todo lo contrario, porque los hijos no disciplinados no respetan a sus padres. Muchos hijos ya grandes desprecian y hasta abusan de sus propios padres. No solamente no ven por ellos, sino son crueles y abusivos con ellos. No tienen afecto natural.

          2. 1 Tim. 1:10 habla de "parricidas y matricidas". Los no disciplinados son capaces de cometer estos crímenes.

          3. Mateo 15 y Mar. 7 describen la falta de afecto natural de los fariseos al despreciar el cuidado de los padres.

          4. Muchos textos bíblicos requieren el respeto por los padres, y denuncian la falta de él: Efes. 6:1-3; Lev. 19:32; Ex. 21:15, 17; Deut. 27:16; Prov. 20:20, etc.

          5. Considérese Heb. 12:9, "tuvimos a nuestros padres terre­nales que nos disciplinaban, y los venerábamos".

      B. Es muy importante que la disciplina correctiva sea ad­ministrada por ambos padres. Si no están de acuerdo, deben lle­gar a un acuerdo privadamente, y nunca dejar que los hijos sepan que no están unidos. Conocí a un señor que fue criado por padres cristianos que llegó a ser un hombre perverso (adúltero, borracho, etc.). En una ocasión le pregunté qué había causado su caída, y me dijo que su papá era muy estricto y que su mamá no lo apoyaba en la disciplina de sus hijos; es decir, de esta manera la mamá, por oponerse a la disciplina, de­fendía y apoyaba a su hijo rebelde.

          Desde luego, los infieles no pueden culpar a otros y salir justificados; sin embargo, sin lugar a dudas la actitud de esta hermana contribuía al fracaso de su hijo.

       C. No crueles, no abusivos. No castigar para tomar ven­ganza. Efes. 6:4; Col. 3:21; Prov. 19:18, "Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas no se apresure tu alma para des­truirlo". ¿Qué significa la prohibición, "no provocar a ira"?

          1. No ser crueles, abusivos, abusando de la fuerza física. (A propósito, se debe evitar el uso de la mano en castigar. Si se usa con sensatez el azote o el cinto, no hay peligro de hacer daño al cuerpo del niño, pero con la mano sí, por ejemplo, a los riñones). Muchos padres son crueles, no solamente con el cas­tigo físico, sino también con palabras; es decir, frecuentemente critican y aun hacen burla de sus hijos. Es posible que lo hagan jugando, pero no es juego para el hijo porque se siente aver­gonzado o lastimado por el "juego". Los padres no deben ser crueles con sus hijos en ningún sentido, sino deben amarlos y ser siempre buenos y bondadosos con ellos. Solamente la corrección necesaria debe ser administrada, y ésta debe hacerse con amor. Dice el Salmo 103:13,14, "Como el padre se com­padece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo". Los padres fieles se acuerdan de que a sus hijos les falta experiencia, y son pacientes con ellos. Se compadecen de ellos.

          2. No ser injustos. Que el castigo sea apropiado, adecuado (muchas veces el "castigo" no castiga) sin ser excesivo; lo impor­tante es que el castigo concuerde con la desobediencia. A veces el llamado castigo es motivado por el enojo o el sentimiento o el capricho. Cuando un niño es castigado de esta manera, él reconoce que no es justo, y que en realidad no es corrección, sino que él es víctima de la inmadurez de sus padres. (El padre, enojado con el patrón, golpea a la mujer; luego la mujer, enojada con el marido, golpea a los niños; los niños, enojados con la madre, golpean el perro). Este proceso no tiene nada que ver con la disciplina bíblica. La justicia demanda que los padres también admitan sus faltas. En algunos casos ellos también estarán equivocados, y deben confesarlo a sus hijos. Sant. 5:16 (“Confesaos vuestras ofensas unos a otros”) tiene aplicación en el hogar, y tanto padres como hijos deben obedecerlo.

          3. No ser parciales. Recuérdese el caso de Jacob y José, y la envidia y el enojo de los hermanos de José. Véase 1 Tim. 5:21.

          4. No usar amenazas huecas. ¡Cuántas mujeres dicen repetidas veces al niño, “te voy a pegar” y nunca lo hacen! Y si lo hacen, es una débil bofetada. El “sí” debe ser “sí” y el “no” debe ser “no”. Evítense las amenazas. Los padres a veces enseñan a sus hijos a reaccionar solamente después de algunas tres o cuatro amonestaciones. Les enseñan que la primer vez que les dicen algo no cuenta; que lo que cuenta es la tercera o cuarta vez, y en voz muy fuerte (casi gritando). Los padres deben ser consecuentes y cumplidos en la disciplina. Es un asunto muy serio.

          5. No humillarlos o avergonzarlos innecesariamente; por ejemplo, delante de sus amigos. El niño que tiene el problema de orinar en la cama necesita ayuda para corregirlo, pero el humillarlo y avergonzarlo agrava el problema.

          6. No usar medios necios para “castigar”. Por ejemplo, asustándoles con encerrarlos en un cuarto pequeño y oscuro, o con contarles mentiras cerca de personas o cosas que les pueden perjudicar. (Por ejemplo, un señor en un lugar público dijo algo a su niñito, apuntando hacia mí, para asustarlo – no pude oír lo que decía, pero ¡tuvo que ser mentira para asustar al niño!) Hay muchos ejemplo de esta clase de “disciplina”. Al parecer, los padres se sienten justificados por grandes que sean las mentiras con tal que haya la esperanza de que sirvan para frenar un poco a sus hijitos. Estas tácticas se emplean para sustituir el castigo físico que Dios requiere.

          7. No hacerles caso. Esperamos que los hijos nos hagan caso cuando les hablamos, pero muchas veces no les hacemos caso cuando ellos nos hablan. Hemos observado casos en que niños o jóvenes se acerca con toda cortesía a sus padres para decirles algo y esperan para no interrumpir, pero sus padres no les hacen caso. Esto no es correcto. Si queremos que los hijos nos hagan caso, conviene que les hagamos caso a ellos. Practiquemos la regla de oro (Mat. 7:12). En un boletín que recibí se relató el caso de un nene de algunos tres o cuatro años de edad que pidió en forma correcta la mantequilla. Pero hubo visitantes y todos charlaban con ánimo y no le hacían caso al niño. La pequeña voz creció un poco cada vez que dijo, “Por favor, pásame la mantequilla”, pero no dio resultado, hasta que por fin se levantó en una silla para pedirla con un grito. Es cuando el padre le hizo caso, pero con una bofetada lo bajó de la mesa. ¡Qué injusticia!

          8. Esperar demasiado de él. Aun el gran apóstol Pablo dice, “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño” (1 Cor. 13:11). No es justo esperar que el niño entienda, haga o actúe como hombre.

      En fin, para no provocar a ira y para no desalentar a los hijos, los padres mismos deben ser maduros y no dar rienda suelta a sus emociones como lo hacen los niños. Deben amar sinceramente a sus hijos, tener mucha confianza en ellos, y anhelar fervientemente su desarrollo físico, mental y espiritual. Deben enseñarles diligentemente, ser buenos ejemplos para ellos, y luego corregir toda desobediencia con un castigo adecuado(ni de más ni de menos). La corrección adecuada es la que procura la obediencia y el respeto.

      En una palabra, es pecado no hacerles obedecer. Si el padre dice a su hijo, “Cierra la puerta”, que lo haga. Si le dice, “Bájate del sofá”, que lo haga y que lo haga inmediatamente. Si le dice, “Tú no puedes ir”, entonces que no vaya. Pero lo que pasa es que muchos padres dan órdenes y prohibiciones – aun con amenazas – y los hijos no les hacen caso, porque en muchos hogares no los padres sino los hijos mandan. Los hijos mandan, y los padres se sujetan. Este arreglo es rebelión contra Dios y tales padres darán cuenta a El en el Día Final. Los padres que no requieren la obediencia de sus hijos están desobedeciendo a Dios ellos mismos.

IV. Los beneficios de la disciplina correcta.

      A. “No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá” (Prov. 23:13). Los padres no deben permitir que su hijo castigado llore excesivamente; el niño rebelde llora y grita como si estuviera muriendo, pero el llorar y el gritar son tácticas de rebelión. Son armas para regañar (castigar) a sus padres.

      B. Sino “librará su alma del Seol”, Prov. 23:14. Salvará el alma de su hijo. Es pensamiento solemne, y hay muchos textos que lo enseñan. La disciplina tiene mucho que ver con la salvación eterna de sus hijos, porque los hijos rebeldes – los que no aprenden a respetar y a obedecer  sus padres – tampoco obedecen a Dios.

      C. Prov. 29:15, “La vara y la corrección dan sabiduría;  Mas el muchacho consentido avergonzará a su madre”.

          1. Muchos niños y jóvenes son necios, porque sus padres no les enseñaron la sabiduría por medio de la buena disciplina.

          2. Muchos niños son “consentidos” por sus padres, abuelos, hermanos y otros. Todo niño quiere salirse con la suya. Quiere que todos le consientan, y el llorar es su medio de exigirlo. Es un medio sumamente exitoso. La actitud de muchos padres es que se le dé al niño – o que se le haga – lo que él quiera, para que no llore y grite. No aguantan el llorar, y no le aman lo suficiente para hacerle callar; es más fácil consentirle, aunque sea para su ruina. (Muchos niños son más inteligentes que sus padres; éstos no reconocen que aquéllos hacen el papel de chantajista que para salirse con la suya guardan a sus padres bajo la amenaza de gritar y dar patadas”.

          3. La palabra “consentido” quiere decir, “dejado al gobierno de sí mismo”. Job 39:5 dice, “¿Quién echó libre al asno montés, y quién soltó sus ataduras?” Consentir significa “echar libre, dejar sin control o restricción”. Tales niños y jóvenes seguramente avergonzarán a sus padres, pero éstos tendrán la culpa también.

          4. Prov. 29:17, “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma”.

V. Grandes hombres que fallaron en disciplinar a sus hijos.

      A. Elí. 1 Sam. 3:13, “sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado”.

      B. Samuel. 1 Sam. 8:5, “tus hijos no andan en tus caminos”.

      C. David. 1 Reyes 1:6, “su padre nunca le había entristecido (a Adonías) en todos sus días con decirle: ¿Por qué haces así?” Este y otros hijos de David cometieron grandes males. Sin duda, la falta de disciplina contribuyó a su conducta mala.

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