La dirección de nuestros hijos

Introducción:

      A. Sal. 119:9, "¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra".

      B. En este estudio se investigan algunos de los problemas que los jóvenes tienen que en­frentar. Es necesario que los padres, predi­cadores y maestros comprendan a los jóvenes para poder ayudarles.

      C. Efes. 6:4, "Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor". Los padres deben criar a sus hijos y no simple­mente provocarles a ira. Lamentablemente mucho de lo que se llama "disciplina" es más bien "provocación".

I. Nuestros hijos nacen en un mundo perverso.

      A. Léanse Hech. 2:40, "perversa ge­neración"; Fil. 2:15, 16.

      B. Rom. 1:18-32; Gál. 5:19-21; Col. 3:5-8. Estos textos describen el mundo en el cual la juventud tiene que criarse.

      C. La condenación de los pecados men­cionados en estos textos se disminuye año tras año.

      1. La llamada "Nueva Moralidad" (que no es "nueva" ni "moralidad") enseña que todo es relativo, que no es correcto decir que cierta práctica es mala o buena. Se nos dice que todo depende de las circunstancias, porque lo que es malo para alguna persona no es necesaria­mente malo para otra.

      2. Se enseña ahora la "Sicología Experi­mental" que dice a los jóvenes, "Pruébelo usted mismo (por ejemplo, el alcohol, el tabaco, la marihuana, etc.), no deje que otros decidan por usted". Esta "sicología" se basa en la idea de que no hay leyes absolutas en cuanto a lo que es bueno y lo que es malo.

      D. La hipocresía. Otro problema que los jóvenes tienen que enfrentar es la hipocresía de los que profesan seguir lo bueno. Los jóvenes pueden detectar fácilmente la hipocre­sía. No es posible engañarles. Observan que hay una regla para ellos y otra para los adultos, y que muchos de los que les quieren instruir y guiar no son llevados por convicción, sino por la pura conveniencia. Por ejemplo, bajo el pre­texto de la "competición", se emplean medios deshonestos y engañosos, y se justifican porque "todo el mundo lo practica" y "es lo que uno tiene que hacer en el negocio para sobrevivir". Tales actitudes producen el disgusto en los jóvenes; por eso, no respetan a tales adultos, y no los quieren imitar.

      E. Falta de enseñanza buena. En nuestra época muchos jóvenes han llegado a ser muy rebeldes, y tal conducta no es justificable, pero si no reciben enseñanza adecuada en el hogar y en la iglesia, entonces quedan confusos, per­plejos y desanimados.

      F. Las escuelas complican el problema. Hablando en forma general, tenemos que decir que las escuelas no ayudan a los jóvenes a su­perar sus problemas. Al contrario, muchos de los profesores complican el problema. En Los Estados Unidos no es legal enseñar la Biblia en ninguna forma, pero es legal criticarla, y se en­seña que la evolución es científica. Esta filosofía humana dice que el hombre no fue creado por Dios, sino que es el producto de un proceso largo de evolución, que es hermano del chango y es simplemente un animal que habla.

      ¿Tenemos que preguntar, pues, por qué tantos jóvenes se portan peores que los ani­males?

      Las escuelas enseñan "La Educación Sexual", empleando la pornografía para ilustrar la materia. Dicen algunos, "¿No es mejor que se enseñe en la escuela que en los callejones?" ¿Cuál es la diferencia? En estas clases se pro­mueve la fornicación. Son cursos de "Cómo hacerlo". No se condena la fornicación, no se condena el sexo prenupcial ni el sexo fuera del matrimonio. Se habla libremente de varios con­traceptivos, y reparten información sobre el aborto. El sexo (la sexualidad), que debe ser asunto privado y delicado, se enseña solamente como proceso biológico del hombre como si fuera cualquier animal.

      G. Nacen en un mundo de violencia. Nuestros jóvenes nacen en un mundo de vio­lencia, de temor, y de inseguridad. Los jóvenes de hoy han oído de guerra -- o la amenaza de guerra --  toda la vida. Siempre existe el temor de la guerra termonuclear, y de guerra química. La palabra principal del vocabulario de las noticias diarias es la palabra "crisis". No son asuntos remotos, sino son del diario, de la tele­visión y de la conversación de casi toda la gente. Muchos jóvenes no quieren estar involu­crados en tales cosas. Dicen éstos, "No somos la causa de estos problemas, no son nuestros, son de otros", y se rebelan contra lo que ellos llaman "The Establishment" (el establec­imiento).

II. Les urge a los padres dar instrucción a sus hijos.

      A. Al reflexionar sobre la situación de los jóvenes modernos, podemos ver claramente que mu­cho depende de los padres. El hogar es una institución divina que debe enseñar la palabra de Dios (Efes. 6:4). Recuérdese el ejemplo de Timoteo (2 Tim. 1:5; 3:14,15). Las escuelas no enseñan la palabra de Dios, sino muchas cosas contrarias a la Biblia. Aunque la iglesia ayuda en gran manera, los padres no pueden depen­der únicamente de la iglesia para la instrucción de sus hijos.

      1. Los padres deben enseñar a sus hijos que Dios vive y reina ahora sobre los gobiernos del mundo; que Dios no ignora nada; que siempre ha habido pecado en el mundo; que cada generación nace en un mundo perverso; que el pecado es la causa de toda guerra y de toda injusticia; y que siempre ha habido hipócritas. Los jóvenes no deben disgustarse y desanimarse, como si su generación fuera única. Deben estudiar Ecles. 1:4-7, "Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta, etc."

      2. Los jóvenes deben aprender y recordar que Dios nos ha dado libertad para hacer el mal o para hacer el bien. Con esta libertad los hombres han causado las condiciones que prevalecen en nuestro mundo. Pero ¿quién quiere vivir sin tal libertad?

      B. Los jóvenes sinceros no perderán su perspectiva. No se llenarán de temor, de dis­gusto ni de confusión. Si buscan las cosas de Dios, vencerán sus problemas.

      C. Es necesario que los padres siempre es­tén sinceramente interesados en sus hijos, en sus actividades en la escuela, en sus problemas, y en todo lo que afecte el bienestar de ellos. Lamentablemente muchos niños y jóvenes han sido rechazados por sus propios padres, pero también otros se sienten rechazados porque aunque todos vivan bajo el mismo techo, los padres no tienen tiempo para ellos.

      1. Cuando sucede esto, muchos jóvenes se llenan de resentimiento y quieren alejarse más de sus padres. A veces hay falta de comuni­cación entre padres e hijos, y los hijos no con­fían en los padres para contarles sus proble­mas. A consecuencia de esta falta de comuni­cación, los hijos se rebelan en varias maneras contra sus padres.

      2. Es muy triste cuando los hijos piensan que sus padres son indiferentes hacia ellos, que no los entienden, que no hay nada de simpatía, y que no les interesa qué pasa con sus hijos. Tal niño o joven se siente abandonado y recha­zado. Se ha dejado solo, aunque viva en la misma casa con sus padres.

      3. Existe hoy día una crisis en el hogar, una crisis de indiferencia. En muchos hogares el hombre trabaja día y noche -- aun tiene dos o tres empleos -- pero, aparte de eso, si hay algo de tiempo libre, lo pasa con sus amigos, en los deportes, etc. y no hay tiempo para la familia.

      4. También parece que muchas mujeres disponen de muy poco tiempo para su familia, mayormente las que trabajan fuera de la casa o que tienen algún negocio (aunque esté en la casa). Por lo tanto, muchos niños se dejan con los abuelitos, con niñeras, en algún jardín de niños, y aun se dejan solos para ser criados por los hermanos mayores o por el televisor.

      5. Tales padres no deben sorprenderse si sus hijos van al mundo o llegan a ser "hippies" u otra clase de rebeldes.

III. El ejemplo de los padres es muy importante.

      A. La enseñanza de la iglesia no basta. Muchas veces los hijos van al mundo y los padres lo lamentan diciendo, "¿Cómo es posi­ble que nuestros hijos hayan ido al mundo, pues siempre los llevamos a la iglesia?" No basta con llevarlos a las clases bíblicas y a las reuniones de la iglesia. Los padres tienen gran responsabilidad no solamente de ser buenos maestros de sus hijos, sino también deben ser buenos ejemplos para sus hijos.

      1. Según Efes. 5:22-32, el padre debe ser cabeza de la familia, y debe amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella; y la madre debe estar en sujeción, como la iglesia está sujeta a Cristo (Efes. 5:22-32). Si la mujer manda en el hogar, el resultado será desastroso, porque Dios no le da el derecho ni la capacidad para ser cabeza de la familia.

      2. Unidad en lugar de conflicto. En el hogar debe haber amor, y si hay amor en el hogar, no habrá enojos, disgustos, disensión y pleitos. ¿En qué ambiente se han criado nuestros hijos? ¿En un ambiente de orden o de confusión, de paz o de guerra? Un ambiente de confusión, desorden y pleitos produce desobe­diencia, rebelión y una disposición completa­mente negativa en los hijos. Si no hay paz en el hogar, no habrá paz en el corazón de los hijos.

      B. Los padres deben ser fieles, constantes, consecuentes. Es necesario que los hijos vean claramente que sus padres aman a la iglesia y que no hay otra cosa más importante (Mat. 6:33). No es posible engañar a los hijos.

      1. No criticar a los hermanos. Los padres deben apoyar los esfuerzos del predicador, los ancianos, los diáconos, los maestros, los direc­tores de los cantos, y otros activos en la iglesia. Muchos niños y jóvenes oyen puras críticas de los líderes de la iglesia. Los padres los llevan al culto, pero al despedirse comienzan a criticar el servicio, al predicador, al director de cantos, a los que se encargaron de la cena, etc.

      2. No envenenar sus mentes. Con tal acti­tud negativa hacia la iglesia los padres enseñan a sus hijos a despreciar a la iglesia. Con tales críticas continuas los padres son culpables de envenenar la mente de sus propios hijos. Con razón éstos dejan de asistir a las reuniones cuando son grandes, y los padres no deben sor­prenderse por ello.

      3. Examínese la actitud. ¿Cuál es la actitud de los padres hacia los cantos, la cena, la ofrenda? Si no cantan los padres, si no ofren­dan con alegría, si no escuchan al sermón, etc., los hijos reconocen que ellos, aunque asistan a las reuniones, no dan importancia a estos actos de culto. Si hay dinero para todo menos la igle­sia, si cualquier cosa estorba la asistencia, si un miembro de la familia se enferma y toda la fa­milia se aprovecha de esta excusa para no asis­tir, etc., es evidencia clara que para sus padres la iglesia es cosa secundaria en sus vidas. En tal caso los padres no deben quejarse cuando sus hijos no obedecen al evangelio ni asisten a los servicios, porque los que tienen la culpa princi­pal son los padres mismos. Recuérdese siem­pre que los padres enseñan por palabra y tam­bién por hecho.

IV. "Criadlos en disciplina y amonestación del Señor", Efes. 6:4.

      A. Ganar el amor y el respeto. Es necesario que los padres ganen el amor y el respeto de sus hijos si quieren criarlos en disciplina y amonestación del Señor. Si no lo hacen, los hi­jos escucharán e imitarán a otros. Muchos padres en los Estados Unidos no son respeta­dos por sus hijos y el resultado es que éstos an­dan protestando, haciendo demandas y en forma general están rebelándose contra sus padres y otros adultos. Dicen que no quieren imitar a los adultos, porque no los consideran dignos de imitación. Desde luego, no se justi­fica la conducta mala de los jóvenes, pero esto ilustra la necesidad de que los padres se es­fuercen por ganar el amor y respeto de sus hi­jos.

      B. Que la disciplina sea bíblica. El amor bíblico emplea la disciplina necesaria para los niños y jóvenes, según dicten las circunstancias y la conducta de éstos. La expresión "criadlos en disciplina" tiene que ver con el proceso en­tero del desarrollo y entrenamiento de los hi­jos. Es necesario que el hijo se dirija bien, y para hacer esto es necesario que esté sumiso a sus padres. Debe ser controlado por ellos para que después él mismo tenga dominio propio. Los hijos que no son controlados por sus padres no tendrán dominio propio. Esta es lec­ción que muchos padres rehúsan aprender. Los padres deben mandar, y los hijos deben obede­cer, para su propio bien (Efes. 6:1-3). Muchos padres tienen reglas para sus hijos pero sus re­glas no tienen "dientes" (fuerza).

      C. El pecado de Elí (1 Sam. 2:22-24; 3:13). Cuando los hijos de Elí eran hombres, "ellos no oyeron la voz de su padre". Cuando eran niños y jóvenes, ¿les habrá obligado a obedecerle? Los hijos deben aprender la obe­diencia durante su niñez y juventud. Lamentablemente muchos padres cristianos no exigen la obediencia de sus hijos. Permiten y toleran la desobediencia, y en esto pecan con­tra sus hijos. Dice el texto que "sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado". Es muy probable que cuando eran jóvenes no fueron corregidos por su padre, y cuando lle­garon a ser hombres maduros, eran hombres perversos. El texto indica que el padre también tenía culpa.

      D. Los hijos de David. Dice 1 Reyes 1:6, acerca de Adonías (hijo de David) que "su padre nunca le había entristecido en todos sus días con decirle: ¿Por qué haces así?" David nunca le contradijo, nunca le llamó a cuentas. No lo resistió en su mala conducta. De esta manera los hijos se destruyen. Los hijos de David eran culpables de conducta escandalosa: Amnón violó a su media hermana; Absalón usurpó el trono de su padre; Adonías quería usurpar el trono. Aparentemente estos hijos se criaron con poca disciplina.

      E. ¿Qué dicen los Proverbios? Nos extraña, pues, que Salomón, el hijo de David, haya di­cho tanto acerca de la disciplina: Prov. 22:15, "La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de corrección la alejará de él"; 23:13, 14, "No rehuses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol"; 29:15, 17, "La vara y la correc­ción dan sabiduría; mas el muchacho consen­tido (dejado solo) avergonzará a su madre ... Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma". Es una gran bendición para el niño si tiene padres que demuestran su amor en la disciplina apropiada. Muchos padres no aman a sus hijos; demuestran esta falta de amor cuando rehusan administrarles la correc­ción que necesitan. Es una forma de egoísmo. Les duele a ellos mismos cuando castigan a sus hijos, y no quieren sufrir. Tales padres se aman a sí mismos y no buscan el bienestar de sus hi­jos.

      F. Todo en amor. Terminamos esta ex­hortación como empezamos, insistiendo en que esta disciplina se haga con amor.

      1. Cristo tiene toda autoridad, y la ejerce, pero siempre con amor.

      2. Los ancianos son los pastores de una congregación y deben dirigir. Tienen autoridad para disciplinar, pero deben hacerlo con amor. Demuestran su amor haciendo grandes sacrifi­cios personales por el rebaño.

      3. El marido es la cabeza de la familia. El manda, pero debe ejercer su autoridad con todo amor (Efes. 5:24-28).

      4. Así también los padres deben disciplinar con amor. Los que practican la disciplina sin amor sólo los provocan a ira.

V. El papel de la iglesia.

      A. No actividades sociales. Los hermanos liberales creen que la iglesia debe proveer toda clase de diversión y actividad social para no perder a los jóvenes, pero la Biblia no enseña tal cosa. La iglesia debe enseñar tanto a los jóvenes como a los adultos y ancianos. Lo que Pablo dice en 2 Tim. 3:16, 17 se aplica a los jóvenes: las Escrituras son adecuadas y apro­piadas para todas sus necesidades y deben es­cucharlas y practicarlas. La Biblia es libro de soluciones, contesta las preguntas y resuelve las dudas tanto de jóvenes como de grandes. Cuando los jóvenes obedecen al evangelio, lle­gan a ser miembros responsables de la iglesia. Deben dedicarse al Señor y emplear sus talen­tos en Su servicio. Muchos jóvenes cristianos son muy activos en la iglesia, enseñando clases bíblicas, haciendo obra personal, etc. Deben participar con ánimo en las varias actividades de la iglesia. Deben cantar con ánimo, estudiar con entusiasmo, dar de lo que ganan, preparar y presentar estudios y en todo sentido aprovecharse de sus oportunidades para servir a Dios. Timoteo y Tito han dejado buenos ejemplos para los jóvenes que quieren predicar. Los jóvenes tienen mucho que decir a la iglesia; las enseñanzas y las exhortaciones de los jóvenes llevan mucho peso y edifican a la iglesia. Todos pueden invitar y enseñar a sus amigos, repartir folletos y tratados, y estar ocu­pados en la viña del Señor, siendo miembros responsables como los adultos.

Conclusión:

      A. Es cierto que este mundo está lleno de maldad, pero siempre ha sido así. Es cierto que hay hipócritas, aun en la iglesia, pero siempre ha habido. Es cierto que los jóvenes no reciben beneficio espiritual en la escuela, sino estorbo, pero esta triste condición viene siendo como desafío a los jóvenes cristianos. Deben ser ver­daderamente la sal de la tierra y la luz del mundo en la escuela, en su empleo, entre sus amigos y en todo lugar.

      B. Los padres deben enseñar a sus hijos y deben ser buenos ejemplos para ellos. Sin lugar a dudas, el ejemplo de los padres -- y esto in­cluye su actitud -- y la enseñanza en el hogar son de suma importancia. Verdaderamente el destino de los hijos, no solamente en este mundo sino en el venidero, es determinado por los padres.

      C. La iglesia también tiene su papel, pero es espiritual. Es el trabajo de enseñar. La igle­sia debe a los jóvenes la dirección espiritual, no la dirección social.

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