La familia es de Dios
Desde el principio del mundo el plan de Dios ha sido que "el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne" (Génesis 2:24). El hombre y la mujer -- unidos en su propia familia -- tienen el poder creativo de tener hijos, hechos a la imagen de Dios como también a la imagen de sus padres. La Biblia claramente explica el papel de cada miembro de la familia (Efesios 5:22-6:4) y este orden es para el bienestar y felicidad de la familia. A través de los siglos este plan divino ha producido muchísimas bendiciones para la humanidad, pero hoy en día por todo lado se observa la falta de respeto por este plan divino.
Muchas parejas se unen sin casarse porque no quieren compromiso. El matrimonio bíblico es un compromiso fuerte, pues se hacen votos de seguir unidos hasta la muerte. Todos -- el hombre, la mujer y los niños -- necesitan de un hogar estable. El hombre necesita de una esposa fiel y cumplida, una compañera y ayuda idónea para él (Génesis 2:18); la mujer necesita de un marido fiel y cumplido, que según el orden de Dios provea para los suyos (1 Timoteo 5:8); y los hijos necesitan de padres fieles y cumplidos, para cuidar de ellos y para proveer la dirección y disciplina necesarias.
El divorcio es uno de los peores enemigos de la familia; destruye casi la mitad de los matrimonios. El divorcio indica que no había compromiso fuerte. No se formó un lazo duradero. No hubo esfuerzo serio por resolver problemas. El matrimonio no fue gobernado por Dios sino por los sentimientos y caprichos carnales. La única causa legítima (bíblica) para divorciarse del cónyuge es el pecado sexual. Jesucristo dice, "Pero os digo: El que se divorcia de su esposa, a no ser por fornicación, y se casa con otra, comete adulterio" (Mateo 19:9). La palabra fornicación significa cualquier acto sexual ilícito. Aunque muchas iglesias son muy tolerantes y no respetan esta enseñanza, Jesús mismo, el que nos juzgará en el Día Final, dice que todos los que se divorcian por otra causa y se vuelven a casar cometen adulterio. Dios aborrece el divorcio (Malaquías 2:16), porque destruye el hogar, el verdadero fundamento de la civilización humana.
Otro problema serio es que el gobierno acepta como conducta normal la revolución sexual y también acepta sostener a los niños nacidos fuera del matrimonio. Según Joycelyn Elders, Cirujano General de Estados Unidos, el gobierno paga 34 billones de dólares anualmente para sostener a los niños de las jóvenes no casadas (San Antonio Express-News, 3-2-94). Esto significa que el gobierno hace el papel de "padre" de estos niños.
El remedio propuesto por Elders es que haya más dinero para clínicas de salud en las escuelas para repartir contraceptivos a los jóvenes. Ella cree que hay que ser prácticos, es decir, es necesario aceptar que los jóvenes serán activos sexualmente y, por eso, lo más indicado es que se les reparta contraceptivos. Dice, "Realmente se tiene que tratar con lo que es correcto y lo que es mejor para el público general". Esta alta oficial del gobierno cree que ella entiende mejor que Dios y la Biblia lo que es correcto y lo que es mejor. Al proponer más clínicas en las escuelas públicas para repartir contraceptivos y para dirigir a las niñas embarazadas a las clínicas de aborto, el gobierno no resuelve ningún problema social, sino que solamente promueve la revolución sexual, el SIDA y otras enfermedades venéreas, más de un millón y medio de abortos cada año y paga los $34 billones para los niños de las jóvenes irresponsables. Todo esto es políticamente correcto, pero diametralmente opuesto a la voluntad de Dios.
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