Amemos a los hijos
Los hijos son una gran bendición de Dios. Al hablar de sus hijos Jacob dijo, "Son los niños que Dios ha dado a tu siervo" (Génesis 33:5). Así debemos pensar y hablar todos. ¡Qué bendición son los hijos! Pero al mismo tiempo ¡qué grande responsabilidad! Porque el mismo Dios que nos da los hijos demandará razón en cuanto a la crianza de ellos.
Los padres deben amar a sus hijos con el amor descrito en la Biblia, el amor de Dios, el amor de Cristo, el amor de los cristianos: es decir, es el amor que desea el bienestar de ellos, el bienestar físico y espiritual. Este amor cuida, dirige, enseña y aun disciplina. "Porque el Señor al que ama, disciplina... tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos... ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados" (Carta a los Hebreos 12:6-11). Los padres deben corregir a sus hijos para que éstos no tengan problemas con la policía.
"Que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa" (Carta de Pablo el apóstol a Tito, capítulo 2, versículos 3 y 4). Las madres demuestran su amor hacia sus hijos al cumplir sus deberes domésticos, pero también el amor requiere que les enseñen el buen camino. Al joven Timoteo Pablo dijo que "desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús" (2 Tim. 3:14, 15). Dice Pablo, "desde la niñez". Los niños pequeños aceptarán la enseñanza buena. Les gusta oír de Dios, de Cristo, de los profetas y apóstoles. La madre debe estar dispuesta a tomar el tiempo para hablarles y para leerles la Palabra de Dios.
Desde luego, los dos padres deben hacer esto. "Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor" (Efesios 6:4). Ha habido muchos homicidios este año aquí en San Antonio. Muchos jóvenes se convierten en criminales y destruyen sus preciosas vidas. Los padres darán cuenta a Dios si no instruyen a sus hijos en el camino del Señor y si no les aplican la disciplina necesaria.
Muchos no distinguen entre la disciplina bíblica y el abuso de niños. Los padres que verdaderamente aman a sus hijos serán buenos con sus hijos, les hablarán con buenas palabras y les alabarán siempre que sean obedientes. En cuanto a corrección, solamente harán lo que sea necesario para que sus hijos obedezcan. Ni más ni menos. Esto es agradable a Dios y es bueno para los hijos, porque de esta manera aprenden el dominio propio y no darán rienda suelta a sus emociones y pasiones.
¡Los que en verdad aman a sus hijos les "harán este favor"!
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