¿Dónde está la salvación?

      Dice Jesús, "buscad, y hallaréis" (Mateo 7:7). También, "estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan" (Mateo 7:14). La salvación tiene que ser buscada y hallada. ¿La ha hallado usted? Si no, escuche el consejo de Jeremías (6:16), "preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma."

      "Porque la gracia de Dios se ha manifes­tado para salvación a todos los hombres" (Tito 2:11). Se ha manifestado. Ya se ha revelado. Dios ofrece la salvación a todos los hombres.

      Pero el punto ignorado por muchos es que Dios ha localizado la salvación, y es preciso buscarla. No se descubre en lugares que los hombres escojan o quieran, ni en los arreglos más con­venientes para el hombre. No se halla si no buscamos en el lugar donde Dios la ha localizado. Vamos ilustrando la lección.

      l. No se halla la salvación en la fe sola. Mu­chos la buscan en este lugar y creen que la han encontrado, pero están bien equivocados. Dios no ha puesto su salvación en este lugar. "Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe" (Santiago 2:24).

      Si un hombre cree, bien puede llegar a ser hijo de Dios. Pero Jesús dice en Lucas 6:46, "¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?" La fe sola no es el lugar donde Dios ha colocado la salvación. "En todo lugar donde yo hiciere que esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré" (Exodo 20:24). En la doctrina de "salvación por fe so­lamente" Dios no ha hecho recordar su Nom­bre.

      2. Orar ante algún altar, o aun en casa, no es el lugar donde Dios ha localizado la sal­vación. Todos reconocemos la gran bendición de la oración y el valor de ella. Pero esta lec­ción se trata del lugar donde se halla la sal­vación de los pecados, la redención en Cristo. ¿Dónde? ¿Cómo? No en la fe sola, ni en la oración sola. Si queremos que el Señor oiga nuestras oraciones es necesario buscar y hallar su salvación y aceptarla. "Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones" (1 Pedro 3:12). Los "justos" cuyas oraciones se oyen no son los que sola­mente creen o solamente piden en oración sin buscar la voluntad de Dios para obedecerla.

      3. No en alguna iglesia desconocida por la Biblia. "Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican" (Salmos 127:1). Al hablar Jesús acerca de las religiones, tradi­ciones y costumbres religiosas de la gente de su día, dijo "Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada" (Mateo 15:13). Porque el mismo Señor Jesús dijo en Mateo 16:18, "edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella". Esta igle­sia es su cuerpo como dice Efesios 1:22-23, "Y sometió todos las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo". Y hay un solo cuerpo, una sola iglesia, la de Cristo (1 Corintios 12:20; Efesios 4:4). Es inútil buscar la salvación en al­guna institución humana porque todas éstas son plantas que nuestro Padre celestial no ha plantado y serán desarraigadas.

      4. Mucha gente supone que  han encontrado la salvación si tienen buena con­ciencia. Dios no ha dicho así. Saulo de Tarso tenía buena conciencia cuando perseguía a los cristianos (Hechos 23:1; 26:8, 9), pero él nos dice que "habiendo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad" (1 Timoteo 1:15).

      5. Tampoco se halla la salvación en el arrepentimiento en el lecho de la muerte. No se halla promesa de perdón por medio de la fe sola ni por el arrepentimiento solo, ni tampoco por las dos cosas juntas. Algunos desprecian a Dios toda la vida y luego en el último respiro comienzan a hablar de la salvación. Dios no puede ser burlado (Gál. 6:7, 8). Los que menosprecian su palabra serán castigados. "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él" (Juan 3:36). "Hoy es el día de salvación" (2 Corintios 6:2).

      6. La salvación no se encuentra en el llamado "purgatorio" u otro lugar imaginario de segunda oportunidad. El "purgatorio" es una doctrina que la Iglesia Católica inventó durante la Edad Media. Si el hombre muere des­obediente, él muere en sus pecados y no irá con Cristo. "Otra vez les dijo Jesús: Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis venir" (Juan 8:21). Jesús cierra la puerta cuando uno muere en pecados. "El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea in­mundo todavía" (Apocalipsis 22:11). No hay otra oportunidad para salvación después de la muerte. Léase Lucas 16:19-32, la historia del rico y Lázaro, y que nadie desprecie este texto diciendo que "es solamente una parábola". En las parábolas no se mencionan nombres, pero en este texto sí. Además, las parábolas no son fábulas, sino que se basan en la realidad.

      ¿Dónde, pues, se encuentra la salvación? ¿Dónde la ha localizado Dios? Después de la obediencia. Romanos 6:17, 18, "Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y liber­tados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia". Estos encontraron la salvación. La encontraron cuando oyeron el evangelio y lo obe­decieron. El evangelio es el plan de Dios para nuestra salvación (Romanos 1:16). Ellos lo creyeron (Romanos 1:8; 5:1); se arrepintieron de sus pecados (6:1, 2, "hemos muerto al pecado"); confesaron con la boca que Jesús es Señor, el Hijo de Dios (10:9, 10), se bautizaron en agua para perdón de pecados (6:4, 5; Hechos 2:38).

      Esta salvación, pues, está en Cristo, porque El murió para pagar el precio de nuestro rescate. ¿Cómo entramos en El? "Todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos" (Gálatas 3:27). Los pasos de obediencia son los siguientes: oír el evangelio, creer de todo corazón, arrepentirse de los pecados, confe­sar a Cristo como el Hijo de Dios (como Dios el Hijo), y bautizarse (sumergirse en agua, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, para perdón de pecados). De esta manera el obediente muestra su amor hacia Dios, guardando sus mandamientos.  He aquí el plan de Dios. ¡He aquí la salvación!

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