LA IMPORTANCIA DE OÍR EL EVANGELIO
Introducción.
A. Siempre hemos enfatizado la importancia de predicar la palabra de Dios, pero debe haber más sermones y estudios sobre el oír, porque sin el oír, la palabra no puede salvar. Sin el oír no habrá conversión, Mat. 13:15, “con los oídos oyen pesadamente .. para que no .. oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, Y se conviertan”.
B. Rom. 10:13-17. En un sentido todo depende del oír, porque el proceso de salvación según este texto es lo siguiente: enviar predicador, el predica, la gente oye, el oír produce la fe que nos lleva a obedecer al evangelio para ser salvo. Pero ¿si no oyen?
C. Jer. 10:23, el hombre no puede dirigir sus propios pasos; por eso, Dios le ha hablado para revelar su voluntad, pero esto requiere que el hombre ponga atención a lo que Dios dice.
D. Uno de los problemas más grandes de la humanidad es que no queremos escuchar o poner atención. Es problema en el hogar, en la escuela, en el empleo (o negocio), etc. Pero el problema más serio con respecto al oír es que cuando Dios habla, la mayoría de la gente no le escucha. Por eso, como es indispensable que se predique el evangelio puro, también es indispensable que la gente lo escuche con toda reverencia.
I. Moisés y los profetas decían repetidas veces que el pueblo debería oír a Dios. Deut. 6:3, “Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel”; 31:11, “leerás esta ley delante de todo Israel a oídos de ellos”; Isa. 7:13, “Dijo entonces Isaías: Oíd ahora, casa de David”. Ezeq. 18:25, “oíd ahora, casa de Israel”. Miqueas 6:1, “Oíd ahora lo que dice Jehová”.
II. Ahora debemos oír a Cristo
A. Moisés dijo que debemos oír a Cristo: Deut. 18:15; Hech. 3:22, 23.
B. Heb. 1:2, “en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo”.
C. Dios dijo (Mat.17:5), “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd”.
D. Los apóstoles habían de predicar el evangelio a todas las naciones (Mat. 28:19; Mar. 16:15). Esto implica que todos deben escuchar a los apóstoles, como embajadores de Cristo.
III. Mirad lo que oís.
A. Mar. 4:23, “Si alguno tiene oídos para oír, oiga. 24 Les dijo también: Mirad lo que oís”.
B. Muchos judíos escuchaban a los escribas y fariseos, pero estos enseñaban las tradiciones de los hombres y otros errores. Mat. 15:1-9.
C. Otros escuchaban a los saduceos que negaban la resurrección, Mat. 22:23.
D. Gál. 1:6-9, algunos predicaban un evangelio pervertido en el primer siglo. Hoy en día hay muchos “evangelios” pervertidos (catolicismo, calvinismo, mormonismo, russelismo, etc.) Hay que amar las almas de todos, pero debemos aborrecer el error, Rom. 12:9; Heb. 1:9.
E. 2 Cor. 11:11-13, Los ministros de Satanás se transforman en ministros de justicia.
G. Hoy en día a muchos les gusta oír la predicación de evangelios pervertidos, doctrinas humanas, fábulas religiosas, testimonios acerca de sueños y visiones, supersticiones, etc, pero lamentablemente muy pocos están interesados en escuchar el evangelio puro.
H. Por eso, tenemos las siguientes advertencias: Mat. 7:15; 1 Tes. 5:21; 1 Jn. 4:1. ¿Cómo debemos probar a los maestros? 1 Tes. 5:21; 1 Ped. 4:11; Hech. 17:11.
IV. Mirad cómo oís, Luc. 8:18. ¿Cuándo fue el último “chequeo” de los oídos?
A. Algunos escuchan al predicador con admiración, fijándose en su voz, su personalidad, su lógica, su elocuencia. Muchos escuchan para ser divertidos. Quieren emoción.
B. Marcos 12:13, Otros escuchan al predicador para atraparle en su hablar o para buscar algo que criticar.
C. Hech. 17:21, “Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo”. Motivados a oír por la curiosidad.
D. Hech. 24:26, “Esperaba también con esto, que Pablo le diera dinero para que le soltase; por lo cual muchas veces lo hacía venir y hablaba con él”. Motivado por el dinero.
E. 2 Tim. 4:3, “teniendo comezón de oír” significa que quieren oír cosas agradables. Ven al predicador como especie de “actor” en el púlpito que debe divertirles como los de la TV.
F. Heb. 5:11, “Acerca de esto tenemos mucho que decir, y {es} difícil de explicar, puesto que os habéis hecho tardos para oír”. Así son muchos. No asisten fielmente, llegan tarde, son distraídos, echando vistazos por acá y por allá, jugando con niños, masticando chicle, durmiendo. Estos están presentes en cuerpo, pero no están adorando a Dios en espíritu.
H. ¿Cómo debemos oír durante los servicios? Estar atentos y participar durante la clase bíblica, y buscar textos y hacer apuntes durante el sermón, escuchar con el propósito de aprender y recordar el estudio para poder aplicarlo a la vida y para enseñarlo a otros.
I. Hech. 8:26-31, Hay personas como el eunuco que escuchan porque aman la verdad y están dispuestas a obedecerla.
V. La parábola de las cuatro clases de oyentes.
A. Luc. 8:18, “Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará”; es decir, si alguno escucha la verdad y la obedece, Dios le ayudará a entender más de Su palabra, pero los que no aman la verdad y prefieren el error (la mentira) serán condenados.
B. La parábola del sembrador es en realidad la parábola de cuatro clases de oyentes:
1. Luc. 8:5, “El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron”. V. 12, “los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven”. La palabra no entra en su corazón indiferente. Hay resistencia contra el evangelio como hay resistencia contra la propaganda de la TV. Satanás quita la palabra con cualquier distracción. Mat. 15:10, “Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended”.
2. Luc. 8:6, “Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad”. V. 13, “ Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan”. Pronto acepta la palabra y pronto tropieza. Estos aceptan con las emociones pero no hay profundidad de convicción. No hay compromiso firme. Todo es superficial y no pueden soportar pruebas y tentaciones.
3. Luc. 8:7, “Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron”. V. 14, “La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto”. Son de doble ánimo. Son engañados por Satanás con respecto a placeres y cosas materiales, pero también son “ahogados” por los afanes diarios de la vida. Estos afanes no son necesariamente pecaminosos, pero aunque inocentes en sí nos pueden destruir, Luc. 21:34.
4. Luc. 8:8, “Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno”.
V. 15, “Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia”. Estos, como los 3000 el día de Pentecostés (Hech. 2:41), los samaritanos (Hech. 8:12), el eunuco (Hech. 8:36-38), Cornelio (Hech. 10:48), Lidia (Hech. 16:14, 15) y el carcelero (Hech. 16:34) reciben la palabra con mente abierta, aman la verdad y la obedecen. Es terreno fértil. Retienen la palabra y llevan fruto.
Conclusión.
A. Debemos oír, poner atención a, la palabra con corazón abierto como los de Berea y con el propósito de obedecer como el eunuco, Cornelio, Lidia y el carcelero.
B. Porque la fe viene por el oír. Esto no se aplica solamente a los que no han obedecido al evangelio, sino a los miembros también. Oremos, “Señor, auméntanos la fe”. ¿Cómo lo hace?
C. Recordemos la amonestación de Sant. 1:22-25, “sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. 23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. 24 Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. 25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”.
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