¿Qué requiere la gracia de Dios de nosotros?
Tito 2:12-14
I. La gracia de Dios es un maestro, un gran instructor.
A. Básicamente paideuo quiere decir disciplinar y castigar, Luc. 23:22, “le castigaré, pues, y le soltaré”. Se traduce “enseñado” en Hech. 7:2, “Fue enseñado Moisés”; 2 Tim. 2:25, “corrija”; se usa de disciplina en Heb. 12:9-11; 1 Cor. 11:32; 2 Cor. 6:9; Apoc. 3:19. Dice Pablo en 1 Tim. 1:20, “a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar” (obviamente está involucrada la disciplina en el aprender de este texto). Por lo tanto, debemos reconocer que este verbo incluye más que el sencillo impartir conocimiento. Más bien este “Instructor” fiel y competente nos disciplina para que seamos buenos discípulos y seguidores de Maestro.
B. Nos enseña ampliamente que Cristo no nos salvó en los pecados sino de los pecados. No hay salvación para los que quieren persistir en sus pecados. Cristo nos redimió con el propósito de que dejemos el pecado y que seamos vasos útiles en el servicio de Dios, 2 Tim. 2:20-22.
C. Por lo tanto, los que rechazan las instrucciones de la gracia rechazan la gracia misma (JBC).
D. Tito 3:3, “Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros”. La gracia enseña que tales personas tienen que arrepentirse. Tienen que cambiar. No pueden seguir viviendo de esa manera. Tienen que convertirse en cristianos. Así “éramos en otro tiempo”, pero ahora todo ha cambiado. Ya no vivimos de esa manera.
II. Repudiar, negar o renunciar a la impiedad. Rom. 1:18-32; Gál. 5:19-21, etc.
A. El pecado de hecho, de palabra y de pensamiento. Y a los deseos mundanos, Rom. 13:14; Sant. 1:14; 1 Jn. 2:15-17; 1 Ped. 2:11.
B. Es imposible renunciar a la impiedad si no limpiamos el corazón de los deseos mundanos. Prov. 4:23, “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida”; Sal. 24:4, “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? 4 El limpio de manos y puro de corazón”; Mar. 7:21, 22; Mat. 5:8, “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”.
C. Todos pueden ver que la impiedad sólo produce fruto amargo. Rom. 6:21, “¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte”. La “muerte” de la cual Pablo habla no es simplemente la muerte física, sino la separación eterna de Dios. Es la “segunda muerte”, Apoc. 20:14.
III. Que vivamos sobria, justa y piadosamente.
A. También la gracia enseña que debemos vivir sobria, (cumplir su deber personal, lo que debe a sí mismo), justa (cumplir su deber hacia su prójimo) y piadosamente (cumplir su deber a Dios). El borracho (el que no vive sobriamente) no cumplirá su deber hacia su esposa e hijos y vecinos, pero el es dueño de sí mismo (vive sobriamente) puede cumplir con sus deberes hacia otros (DL).
B. Llevar una vida sobria, justa y piadosa indica que es ser creado conforme a la imagen del que lo creó (Col. 3:10), que se está transformando a la imagen de Cristo (Rom. 8:29), y que es participante de la naturaleza divina (2 Ped. 1:4).
1. Sobrios (1:8, 2:2, 4, 5, 6). Todos deben llevar vidas sobrias, sensatas, juiciosas.
2. Justos en todos sus tratos con otros, comenzando con la familia y los hermanos.
3. Piadosos. Imitadores de Dios (Efes. 5:2). El cristiano incluye a Dios en todos sus planes (Sant. 4:15). Los piadosos son los que están conscientes de la presencia de Dios con ellos día y noche (Sal. 139:7-12).
C. Y que seamos celosos de buenas obras, 2:14; 3:1, 8; Mat. 25:34-46; Sant. 2:14-26; 1 Jn. 3:18.
IV. ¿Cuál es la motivación y esperanza de los salvos? Las dos “venidas” de Cristo.
A. Los cristianos son motivados a renunciar a la impiedad, llevar una vida piadosa y hacer buenas obras, porque saben que Cristo ha venido para salvarnos (v. 11) y también que El volverá la segunda vez en cualquier momento (v. 13) para juzgar a todos.
1. Cuando Cristo venga, todos los esfuerzos, sacrificios y sufrimientos de sus seguidores serán recompensados. “La dinámica de esta vida es la expectativa de la venida de Jesucristo” (WB).
2. Por eso, debemos amar su venida como Pablo la amaba, 2 Tim. 4:8.
B. Jesucristo es “nuestro gran Dios y Salvador”. Este texto no se refiere a dos Personas sino a una Persona, Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros. Compárese Jn. 1:1; Rom. 9:5; 2 Ped. 1:1; 1 Jn. 5:20. Estos textos dicen enfáticamente que Cristo es Dios. El no es Dios el Padre sino Dios el Hijo.
Conclusión.
A. El encargo solemne (2:15): Con toda autoridad sigue (1) hablando; deje que otros hablen del tiempo, la política, la economía, pero tú habla de estas cosas; (2) exhortando, para que los oyentes acepten, obedezcan y hagan aplicación de estas enseñanzas; y (3) reprendiendo, a los que resistan esta enseñanza y persistan en enseñar el error, las fábulas y todo aquello que sólo cause confusión y disensión.
B. Nadie te menosprecie, “implica la posibilidad de que uno haga círculos mentales alrededor de otro” (ATR). No lo harán si el evangelista cumple con estos requisitos. El predicador del evangelio no es inferior a nadie, pues habla las palabras del Dios Todopoderoso.
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