Pablo defiende su ministerio a los corintios

(Segunda carta)

Introducción.

            A. Todo evangelista debe valorar y apreciar su ministerio.

            B. En esto nos conviene ser imitadores de Pablo. A través de la segunda carta a los corintios él describe su ministerio.

            C. Por eso, estas lecciones se publican con el estudio de las cartas a Timoteo y Tito.

El ministerio sincero

2 Corintios 1:12

I. “Con sencillez y sinceridad de Dios”.

            A. 1:12, “Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros”; 7:2, “Admitidnos: a nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos engañado”.

            B. La vida de Pablo era un “libro abierto”. Todos podían testificar de su fidelidad. Hech. 20:18, “Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia,  19  sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos”; Hech. 23:1, “Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy”; 24:16, “Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres”; 1 Tes. 2:10, “Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes”.

            C. Así debe hablar todo predicador del evangelio. Todo cristiano debe ser sincero, pero los maestros de la palabra “recibiremos mayor condenación” (Sant. 3:1).

            D. ¿Por qué predicamos? ¿Cuál es nuestra motivación? Si no somos sinceros, no somos nada. Predicadores insinceros hacen mucho daño a la obra de Cristo. Muchos evangelistas se han aprovechado de su influencia con la gente para obtener “ganancias deshonestas” y aun para engañar a sus hermanas en Cristo. Muchas iglesias han tenido que pagar las deudas de predicadores que no cumplieron con sus compromisos.

II. Pablo predicó el evangelio puro.

            A. 2:17, “Pues no somos como muchos, que medran falsificando (comercian con, LBLA) la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo”.

                        1. Algunos predican un “evangelio” de conveniencia, un evangelio “barato”, como si fuera mercancía descontada del supermercado. Son puros vendedores o mercaderes y el producto que venden es un evangelio pervertido (Gál. 1:6, 7). Para los tales el predicar es puro comercio. Toman “la piedad como fuente de ganancia” (1 Tim. 6:5).

                        2. 11:13, “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo.  14  Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.  15  Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras”.

            B. 4:1, “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos.  2  Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios”. Algunos adulteraban la palabra como los vendedores del vino lo adulteraban añadiendo agua para sacar más dinero. Pablo, sin embargo, recibió su ministerio de Dios y con toda sinceridad y honestidad predicaba el evangelio puro (no adulterado).

            C. Los discípulos de tales maestros insinceros “compran” un evangelio barato que no salva. Hay muchísimos “evangelios” pervertidos; por ejemplo, el “evangelio” de los llamados “evangélicos” que predican la salvación por la fe sola;  el “evangelio” de los mormones; el “evangelio” de los testigos de Atalaya; el “evangelio” de los carismáticos. El mundo religioso cree fábulas sin cuenta: fábulas católicas, fábulas carismáticas, fábulas mormones, fábulas Atalaya (de un “nuevo mundo”), etc.

III. Pablo escribió exactamente lo que quería decir.

            A. 1:13, “Porque no os escribimos otras cosas de las que leéis, o también entendéis; y espero que hasta el fin las entenderéis”.

            B. Sus detractores sí engañaban a los corintios. 2:17, “Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo”; 4:2, “Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios”.

Para los corintios que se oponían a Pablo el evangelio era pura “mercancía”. Tomaban “la piedad como fuente de ganancia” (1 Tim. 6:5). Eran mercaderes que ofrecían su mercancía por un precio de “descuento” para ganar más gente

Tal “evangelio” estaba sin valor alguno

            C. Pero Pablo no era así. No escribió una cosa queriendo dar a conocer otra cosa. No era evasivo, sino que escribió con claridad y sencillez precisamente lo que quería decir. No tenían que “leer entre los renglones”; no tuvieron que usar su propia imaginación o suposiciones para entender lo que Pablo quería decir. El dijo lo que quería decir. No hubo engaño en sus escritos.

IV. Pablo se recomendaba a la conciencia de todo hombre.

            A. 4:2, “Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios”. Manifestaba (predicaba, proclamaba) la verdad misma de la manera más pública.

            B. Esta es la prueba de la sinceridad. Si alguno no está dispuesto a obrar abierta y públicamente, ¿qué está escondiendo?

            C. El trabajo del predicador es precisamente esto: presentar el evangelio y recomendarlo a toda conciencia humana delante de Dios. El predicador no toma decisiones por la gente, pero da a conocer el evangelio puro para despertar la conciencia de los hombres para que ellos mismos puedan tomar decisiones.

            D. Es “delante de Dios”. De otro modo no vale la conciencia, pues el papel de la conciencia es tenernos responsables delante de Dios. Al oír el evangelio, el hombre se da cuenta de la voluntad de Dios y del juicio final, y entonces su conciencia le dice que debe obedecer y si no lo hace, será castigado eternamente.

Conclusión.

            A. El ministerio de Pablo era, pues, de Dios, y él lo llevaba a cabo con toda sinceridad y honestidad.

            B. Su vida le apoyaba en su predicación. Practicaba lo que predicaba.

            C. El no era como los líderes religiosos que eran (y son) más bien mercaderes que se aprovechan de su puesto e influencia para engañar al pueblo y para sacar beneficios personales. Lamentablemente, mucha gente prefiere el “evangelio barato” de tales falsos maestros.

            D. En fin, Pablo no predicó a sí mismo: 4:5, “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús”.  No predicaba sus propios pensamientos, ideas, opiniones. No buscó el favor de los hombres (Gál. 1:10). 1 Cor. 2:1, “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.  2  Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”.

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