Levítico 1

 

      Este capítulo trata acerca de los holocaustos (véanse también 6:8-13; Ex. 29:38-46), los sacrificios quemados por entero.

      1:1 -- "Llamó" - de esta palabra viene el nombre del libro en hebreo: "Vaiyikra". La palabra "Levítico" viene de la versión griega (la Septuaginta).

      -- "Llamó Jehová a Moisés, y habló con él ..." Esto indica el origen divino de los sacrificios prescritos en este libro. Aunque Moisés subió al monte Sinaí y estuvo allí por cuarenta días para recibir leyes y estatutos, Dios también se le apareció y le habló "desde el tabernáculo de reunión". Sobre el monte Dios reveló su gran majestad, su santidad, y lo que demandaba de Israel. Jehová se acercó a Israel, hablando con Moisés en el monte y cuando el tabernáculo se construyó, Dios se acercó a ellos, hablando con los representantes de la nación desde el propiciatorio en el lugar santísimo. Por medio de estos sacrificios el pueblo podía acercarse a Dios. El lenguaje de Sant. 4:8 se basa en este concepto: "Acercaos a Dios, y El se acercará a vosotros".

      Dios habló directamente con Moisés, "cara a cara" (es decir, sin profeta, sueños ni visiones, etc. "Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras" (Núm. 12:8).

 

      1:2 -- "Cuando alguno ... ofrece". Esto indica la naturaleza voluntaria de estos sacrificios. Ciertos sacrificios fueron re­queridos para cierto tiempo; por ejemplo, los sacrificios prescritos para el día de ex­piación (cap. 16), pero los sacrificios men­cionados en el cap. 1 habían de ser ofreci­dos voluntariamente y no había tiempo designado para hacerlo.

      -- "de ganado vacuno u ovejuno", ani­males limpios, animales de valor. Les costó algo. (Compárese 2 Sam. 24:24). Por supuesto, se hizo provisión para los más pobres, pero es importante notar que los sacrificios eran, generalmente hablando, ofrendas de mucho valor y costo. La ex­piación no es barata. El sacrificio usual según la ley fue tomado del ganado va­cuno u ovejuno, animales útiles al hombre por ser domésticos y limpios.

 

      1:3 -- "Si su ofrenda fuere holocausto". La palabra "holocausto" significa literal­mente "lo que asciende". Se distingue el holocausto de los demás sacrificios en que toda la carne se consumía sobre el altar. Dice Larousse, "m. (gr. holos, todo, y kaustos, quemado). Sacrificio, sobre todo entre los judíos, en que se quemaba com­pletamente la víctima ... la víctima así sacrificada. Fig. Ofrenda generosa, sacrifi­cio". Las ofrendas de Abel, Noé, Abraham y otros de tiempos más antiguos eran de esta clase. Ex. 29:42 habla del "holocausto continuo" porque se ofrecían cada mañana y cada tarde. Véanse los varios holocaustos mencionados en Núm. 28 y 29. El altar de bronce en el atrio del tabernáculo a veces se llamaba el altar del holocausto, porque allí fue ofrecido.

      Los sacrificios eran el centro y corazón del culto del Antiguo Testamento. Véanse Gén. 4:4 y Heb. 11:4. El primer acto de Noé después del diluvio fue ofrecer sacri­ficio a Dios, Gén. 8:20.

      La idea del holocausto fue el entre­garse totalmente al Señor. Cuando Abra­ham rindió su corazón enteramente al Señor (y lo demostró ofreciendo a Isaac) entonces Dios permitió que se ofreciera el carnero en su lugar. En su corazón (su in­tento) Abraham ofreció a su hijo Isaac como Dios ordenó. Todo sacrificio debía tener este significado; de otro modo no era sacrificio acepto y agradable.

      El holocausto aceptable procuraba para el oferente la comunión con Dios. El pecado destruye esta comunión y por medio del sacrificio se restaura. La comu­nión con Dios se realiza ahora si aprovechamos el sacrificio de Cristo (1 Juan 1:7). Porque El se ofreció a sí mismo, su cuerpo, su vida, por nosotros. Léase Heb. 10:1-10, notando especial­mente los vers. 5-7, "Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu volun­tad, como en el rollo del libro está escrito de mí". Es decir, aquellos holocaustos y expiaciones no cumplieron el plan de Dios, no eran eficaces para hacerlo, "Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados" (ver. 4).

      Sin embargo, Dios quería borrar los pecados para siempre; quería perdonarlos y olvidarse de ellos. Al venir Cristo para morir por nosotros, entonces Dios podía decir, "seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades" (8:12; 10:17).

      Los israelitas ofrecían diferentes holo­caustos: 1) vacuno, el más costoso, 2) del rebaño, ver. 10, y 3), de aves, ver. 14, para los que no podían hacer ofrendas más cos­tosas. Nadie podía decir que por la po­breza no ofrecía nada.

      -- "macho sin defecto". El macho siendo el más fuerte; y "sin defecto" para indicar la perfección que Dios siempre requiere. Léase Mal. 1:6-14 para ver el descuido del pueblo y la denuncia de Dios por la boca del profeta Malaquías. Cristo, nuestro perfecto sacrificio, "no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca" (1 Ped. 2:22). Dice Heb. 7:26, "Porque tal sumo sacer­dote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y he­cho más sublime que los cielos".

      También nosotros tenemos que apartarnos de toda iniquidad si esperamos la aceptación con Dios como "sacrificios vivos" (Rom. 12:1, 2). Dios siempre ha re­querido el mejor servicio que el hombre puede darle, Mat. 6:33. "Da lo mejor al Maestro" dice el himno.

      -- "lo ofrecerá a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová".

      A. La presentación de la víctima se des­cribe en los vers. 4-6; todo fue hecho con­forme a la voluntad revelada de Dios. Al presentar la víctima el oferente reconocía sus pecados y su confianza en los medios provistos por Dios para expiarlos.

      B. El tabernáculo no era sitio de reu­nión como una casa de oración de la igle­sia, sino más bien era el lugar donde los sacerdotes hacían los servicios requeridos por Dios. El pueblo no entraba en el tabernáculo mismo, sino que solamente llegaba al atrio, al altar de bronce dentro del atrio. Ex. 29:42 "en el cual me reu­niré con vosotros, para hablaros allí".

 

      1:4 -- "Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya".

      A. El hombre ha pecado, es culpable, y debe morir (Rom. 6:23). El pecador no puede disfrutar de la comunión con Dios; no puede estar en su divina presencia (porque "no hay ningunas tinieblas" en Dios, 1 Jn. 1:5). La consecuencia ineludible, pues, de nuestros pecados sería la separación eterna de la presencia de Dios y la gloria de su poder (2 Tesal. 1:9), pero gracias a Dios, El en su gran misericordia hizo posible un remedio eficaz, una manera de escapar de esta sentencia de muerte.

      B. El poner su mano sobre la cabeza del animal era símbolo de identificación; es decir, el oferente indicaba que el animal era suyo y que lo ofrecía para el propósito indicado (sea para holocausto, o para ofrenda de paz, o para expiación). Es importante observar que había de poner su mano sobre la cabeza del animal si era ofrenda de paz (3:2, 8, 13).

      C. Es cierto que cuando se ofrecía el sacrificio para expiación se confesaban pecados, pero cuando era sacrificio de paz, en lugar de confesar pecados, se ofrecían palabras de alabanza y gratitud hacia Dios. Pero en ambos casos el oferente ponía su mano sobre la cabeza del animal para identificarse con su sacrificio.

    D. La conclusión ineludible es que el mero acto de poner las manos sobre el animal no indicaba que sus pecados eran transferidos al animal.

    E. Sin estudiar a fondo este tema algunos hemos cometido el error de enseñar que Cristo fue nuestro sustituto, tomando nuestro lugar cuando murió por nosotros, pero la Biblia no enseña esto.

    F. Entonces ¿qué significa el texto en Isaías que dice que "ciertamente llevó El nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores" (Isa. 53:4-6). El v. 10 es muy claro: "cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado". Dejemos que Mat. 8:17 nos ayude con esta pregunta. Cuando Jesús llevó las enfermedades de la gente ¿se enfermó Él mismo? No, más bien, las sanó. Igualmente, cuando "El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero" (1 Ped. 2:24) no llegó a ser pecador. Los pecados del hombre no fueron "imputados" (contados, cargados, transferidos) a Él, sino que los "llevó" en el sentido de hacer posible el perdón (sanidad espiritual).

    G. 2 Cor. 5:21, "Al que no conoció pecado, por nosotros Dios le hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en Él". ¿En qué sentido? Obviamente llegó a ser el ofrenda o expiación por el pecado. En Levítico 4:21, 25; 6:25 y varias veces más el texto dice "pecado" pero quiere decir "expiación por el pecado". Heb.10:8, la palabra "expiaciones" es simplemente "pecado".

      -- "expiación", de la palabra "cubrir". Los pecados deben ser cubiertos. En el Nuevo Testamento la palabra que corresponde es "propiciación" (Rom. 3:25; Heb. 2:17; 1 Jn. 2:2; 4:10). Cristo es nuestro "propiciatorio" (Heb. 9:5). Su sangre cubre nuestros pecados. Rom. 4:6-8.

 

      1:5 -- "Entonces degollará el becerro en la presencia de Jehová". Esto lo hace el oferente mismo; es el último acto de él. Lo hace "al lado norte del altar" (ver. 11). Entonces el sacerdote se encargaba del servicio.

      -- "y los sacerdotes hijos de Aarón ofre­cerán la sangre, y la rociarán alrededor so­bre el altar". Sin duda, este acto es el más importante del servicio entero, porque de esta manera se indicaba que el sacrificio se hacía a Dios con el propósito de hacer expiación por los pecados.

      A. Los sacerdotes levíticos eran media­dores entre Dios y el pueblo. Aarón y sus hijos fueron escogidos para ser sacerdotes. Toda la tribu de Leví fue tomada por Dios para servir en asuntos sagrados, y de esta tribu Dios escogió a Aarón, hermano de Moisés, para ser sacerdote. (Véase Intro­ducción, II, A, p. 1).

      B. La sangre (la vida, Gén. 9:4, 5; Lev. 17:11) fue derramada y rociada alrededor sobre el altar. La vida del animal fue en­tregada a la muerte y Dios la aceptó para "cubrir" (hacer expiación de) los pecados del adorador.

      C. La palabra "expiación" significa li­teralmente "una cubierta" (kaper). Por medio del holocausto presentado volun­tariamente y administrado por el sacer­dote, el israelita tenía sus pecados cubier­tos y él mismo fue cubierto (protegido) de la pena que sus pecados merecieron. El holocausto "será acepto en favor suyo para hacer expiación por él" (ver. 4, VM).

 

      1:6 -- "Y desollará el holocausto". Cuando alguien ofrecía sacrificio de holo­causto, el sacerdote se quedaba con la piel, 7:8.

 

      1:7 -- "pondrán fuego". Esto se refiere solamente a la primera vez porque el fuego sobre el altar nunca se apagó, 6:13.

      -- "compondrán la leña". Es interesante notar en estos versículos, como en varios otros textos, que nuestro Dios es Dios de orden. Dice el ver. 8, "pondrán en or­den las piezas"; el ver. 12, "El sacerdote entonces los pondrá en orden". Gén. 1 y 2 describe la creación ordenada del mundo (la misma palabra "cosmos" significa "orden"). En Gén. 6:14-16 notamos que las dimensiones del arca se prescribieron con cuidado. En Exodo 25-28 observamos orden en la construcción del tabernáculo y todas las cosas conectadas con su servicio. En Núm. 2 vemos los campamentos de las doce tribus, todo en orden, cada tribu acampada en su lugar designado.

      Todos estos textos, y muchos otros so­bre el tema, contienen lecciones valiosas para nosotros. Es necesario que el hom­bre ponga en orden su vida, buscando primeramente las cosas de Dios, te­niendo buen orden en el hogar, en el tra­bajo, en el estudio y en todo. El caos no contribuye a la justicia. Un sermón desor­denado no convierte ni edifica. Una ofi­cina (biblioteca) desordenada no induce al estudio. Cualquier hombre exitoso es hombre bajo disciplina, hombre que res­peta y practica el buen orden.

 

      1:9 -- "todo". Los intestinos y su grosura (ver. 8), las piernas, como también la cabeza (ver. 8), todo menos la piel (7:8) y el contenido de los intestinos.

      -- "ofrenda encendida". El propósito no era simplemente convertir el animal en ceniza, sino de hacerlo ascender a Dios en su esencia etérea (los gases). La víctima era transformada en humo y aroma que ascendían a Dios.

      -- "olor grato para Jehová". Esto significa placer; Dios se agradaba con tal servicio. Si el israelita ofrecía el holocausto sin de­fecto, con sinceridad y humildad, Dios se agradaba. Los sacrificios ofrecidos con sinceridad indicaban corazón arrepentido, humillado (Sal. 51:17, "los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despre­ciarás Tú, oh Dios".) Pero estos sacrificios solos, no acompañados de un corazón co­rrecto, eran abominables al Señor. Dios no ordenó estos sacrificios como ritos vacíos. No quería el acto solo, sino que buscaba sinceros adoradores, gente fiel y piadosa. Requería estos sacrificios como expresiones apropiadas de dar su corazón y vida a El.

      A. Pero Dios abominaba y rechazaba estos mismos sacrificios cuando su pueblo los ofrecía de la manera insincera. A través de los años el pueblo ofrecía sacrificios aunque se habían rebelado contra la ley de Dios, eran idólatras, crueles, e hipócritas (Isa. 1:10-20; Jer. 6:20; 7:21-23, "esto les mandé, diciendo: Escuchad mi voz"; Oseas 6:6; 8:13; Miqueas 6:6-8; Mal. 1:6-14; 2:13). De esta manera hablaron todos los profetas.

      B. Nos conviene leer y predicar fre­cuentemente estos textos, porque nuestro Dios es el mismo ahora, y el culto vacío todavía se rechaza. Mar. 12:33, "Y al amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con to­das las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holo­caustos y sacrificios". Cristo es nuestro perfecto ejemplo de agradar al Padre: "Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio en olor fragante" (Efes. 5:2).

      C. Aunque el holocausto tenía que ver con la justicia de Dios, también estaba in­volucrada la idea de misericordia, porque si alguno no tenía "ganado vacuno u ove­juno", entonces debería ofrecer aves. "El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es in­justo, también en lo más es injusto" (Luc. 16:10).

      D. Al ofrecer aceptablemente el holo­causto, el israelita se rendía totalmente al Señor. Hundía su alma en la muerte de la víctima que murió por él y después ofrecía sus miembros como consagrados a Dios (véase Rom. 6:13, 16).

      1:11 -- "al lado norte". El lado oriental era "el lugar de las cenizas" (ver. 16).

      1:14 -- "aves" limpias y con hábitos sanos. Estas aves existen en abundancia en Palestina, especialmente los palominos. Los hombres más pobres pueden comer por lo menos esta clase de carne; y al mismo tiempo tenían algo que ofrecer a Jehová por pobres que fuesen. "Ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías" (Ex. 23:15; 34:20; Deut. 16:16).

 

      1:16 -- "cenizas" - Ex. 27:3 habla de los "calderos para recoger la ceniza" y Lev. 4:12 habla de "lugar limpio donde se echan las cenizas". El cap. 6, vers. 10, 11 dicen que "cuando el fuego hubiere con­sumido el holocausto, apartará él las cenizas de sobre el altar, y las pondrá junto al altar. Después se quitará sus vestiduras y se pondrá otras ropas, y sacará las cenizas fuera del campamento a un lugar limpio".

 

 

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