Mateo 11

          11:1 -- Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos. 2 Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos,  3  para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir (Gén. 49:10; Deut. 18:18, 19; Isa. 9:6; 11:1-5; 35:4-6; 53; Dan. 9:24-27), o esperaremos a otro? – (Véase también Luc. 7:18-35). “Aquel que había de venir” era el Mesías.  Después de haber proclamado que Jesús era el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29), nos sorprende que Juan haya hecho esta pregunta. La Biblia no revela la razón por la cual la hizo, pero el lenguaje mismo indica que él había comenzado a tener dudas acerca de Jesús, porque aun pregunta, “¿o esperaremos a otro?” Si no tenía dudas acerca de Jesús, estas preguntas no tienen sentido.

          ¿Cómo podría Juan dudar? Algunos, queriendo defender a Juan, suponen que Juan solamente quería que Jesús declarara más abiertamente que en realidad El era el Mesías para acabar con las dudas e inquietudes del pueblo acerca de su identidad (compárese 16:14), pero si eso hubiera sido su pensamiento o motivación, habría enviado discípulos a Jesús animándole a hacerlo, pero simplemente no fue así.

          Recordemos que aunque Juan era profeta y el gran precursor del Mesías, la inspiración de ciertos hombres no evitó que tuvieran flaquezas y faltas. Este texto ilustra otra vez que la Biblia habla con toda franqueza de las flaquezas de sus más grandes héroes, y la explicación más razonable de esta pregunta es que Juan tenía dudas acerca de Jesús de Nazaret. Por lo menos quería tener su confianza reafirmada (ATR).

          Cuando Dios llamó a Moisés, éste le resistió con excusas, indicando su falta de fe en Dios (lo hizo otra vez en Núm. 20:12). Solamente con milagros se convenció Gedeón. La confianza que Elías tenía en Dios prácticamente desapareció y él se escondió en una cueva. Jeremías y Job denunciaron el día de su nacimiento. El ejemplo “clásico” de esto era Pedro quien, después de andar con Jesús por más de tres años, lo negó con juramentos.

          Sin duda el estar confinado en la cárcel tuvo algo que ver con su flaqueza, porque cuando él estaba predicando y bautizando a mucha gente, su fe era muy viva y fuerte. Sea lo haya sido el caso de Juan, aquí cabe una advertencia para nosotros. Recuérdese que Juan estaba encarcelado. Esta puede ser aun para los más fuertes una experiencia deprimente. Juan ya no estaba en el sol del desierto, sino que su vida había pasado por debajo de una nube obscura. La advertencia para nosotros es esta: tengamos cuidado de no perder la fe o caer en dudas cuando estamos afligidos y angustiados. Hay toda clase de experiencia que deprime y debilita.

          Al volver a leer Mat. 3:10, “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”, tenemos que preguntar, ¿está mostrando algo de impaciencia ahora porque Jesús no había cortado el árbol corrupto? ¿No habría compartido el concepto de los otros judíos y aun de los apóstoles que el Mesías había de establecer un reino terrenal? Y ¿dónde estaba ese reino? ¿Por qué no lo había establecido? Jesús enseñaba y hacía milagros, pero aparentemente no había hecho nada para establecer tal reino.

          No estamos afirmando que Juan tenía tales pensamientos. La verdad es que no sabemos por qué él hizo esta pregunta. Sin embargo, podemos tomar en cuenta todo lo que está revelado acerca de Juan y Jesús y por lo menos tratar de entender algo de los pensamientos o dudas de Juan.

          11:4 -- Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis (para que él las interpretara para contestar su propia pregunta, pues ningún profeta había hecho lo que Jesús hizo por su propio poder y por su propia autoridad (p. ej., 9:6, “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados”). 5  Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, {Isa. 35: 5-6.} los muertos son resucitados (Mat. 9:25; Luc. 7:15, acabó de levantar a dos muertos), y a los pobres es anunciado el evangelio; {Isa. 61:1} –   (Luc. 7, “21  En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.  22  Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio”). Esto ocurrió “en esa misma hora” y probablemente al mencionar estos que fueron sanados, Jesús podía apuntar hacia ellos; es decir, es como si El hubiera dicho, “Aquí mismo está mi respuesta, mírelos”.

          ¿Pero qué tiene que ver esta respuesta con la pregunta de Juan? Las respuestas de Jesús casi siempre son muy indirectas. Me imagino que muchas veces al oír la respuesta de Jesús a sus preguntas los oyentes quedaron bien perplejos, frunciendo cejas y mirándose los unos a los otros y queriendo hacer otra pregunta para que Jesús aclarara su respuesta a la primera pregunta. ¿Por qué Jesús no contestó de forma más directa? Obviamente para hacernos pensar y razonar. El no nos trata como si fuéramos pajarillos con la boca abierta, sino como hombres creados a la imagen de Dios con la facultad mental como para entender asuntos de considerable importancia.

          Al meditar en estas obras de Jesús los sinceros deberían recordar lo que los profetas decían del Mesías (Isa. 35:5-6; 61:1, etc.) Si Jesús hacía lo que, según los profetas, el Mesías (el que había de venir) haría, entonces ¿cuál es la conclusión lógica (la inferencia necesaria) acerca de la persona de Jesús? Por lo tanto, Jesús mismo citó a Isaías 61:1, 2 cuando enseñó en la sinagoga de Nazaret: Lucas 4: “16  Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.  17  Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:  18  El Espíritu del Señor está sobre mí,  Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;  Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;  A pregonar libertad a los cautivos,  Y vista a los ciegos;  A poner en libertad a los oprimidos;  19  A predicar el año agradable del Señor. 20  Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.  21  Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” .

          -- y a los pobres es anunciado el evangelio (un punto culminante, ATR; una característica única y especial del Mesías). -- ¿Por qué se incluye la predicación a los pobres entre los milagros de Jesús? Se incluye y con buena razón, pues tiene mucho que ver con la identidad del verdadero Mesías. ¿Cuántos grandes líderes mundiales se fijan en los pobres para servirles y ayudarles? Para muchos líderes de renombre los pobres no valen nada; son despreciados y hasta pisoteados. No había “evangelio” para los que no podían pagar (BWJ). Sólo valen para los propósitos egoístas de los grandes y famosos. No fue así con Jesús y no es así con verdaderos cristianos. Aquí está una marca de identidad del verdadero discípulo de Cristo: ama y sirve a los pobres.

          Los hechos tienen poder para convencer. Compárense Mat. 5:16; Jn. 13:34, 35; 1 Ped. 3:1-2, etc.

          11: 6 -- y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí.  –  Isa. 59, “2  Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.  3  Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos”. Nació en un pesebre. Fue criado en Nazaret, un pueblo despreciado (Jn. 1: 46). Sus apóstoles eran, por la mayor parte galileos, hombres humildes. Los discípulos de Jesús eran los “pequeños” del mundo (los insignificantes). 1 Cor. 1, “26  Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles;  27  sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;  28  y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es,  29  a fin de que nadie se jacte en su presencia”.

          Los líderes entre los judíos habían hecho precisamente esto (hallaron tropiezo en El). Jesús de Nazaret no era la clase de Mesías que ellos esperaban y, por eso, tropezaron. “He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída” (Rom. 9:33). No convenía que Juan siguiera el ejemplo de los demás judíos que hallaron tropiezo en Cristo.

          11:7 -- Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?  -- Tales cañas crecían en abundancia cerca del Jordán donde Juan bautizaba; alcanzaban tres o cuatro metros de altura y siendo muy frágiles se doblaban con el viento. Juan no era así; no era hombre inconstante (cambiable, sin convicción, sin valor). No era doblado ni por el aplauso ni por el desagrado del pueblo. Si hubiera tenido ese carácter, habría elogiado al rey Herodes (compárese Hech. 12:22) en lugar de condenar su pecado. ¿Por qué estaba en la cárcel? Herodes estimaba a Juan. “Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana” (Mar. 6:20); por eso, si Juan hubiera aprovechado ese aprecio que Herodes sentía por él, habría estado en el palacio en lugar de estar en la cárcel (JWM). Pero no era así. No se podría comparar, pues, con una caña sacudida por el viento. Más bien debería ser comparado con “árbol plantado junto a corrientes de aguas” (Sal. 1:3).

          11:8  ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. – Tal ropa es emblema de riquezas, pero “Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre” (Mat. 3:4; 2 Reyes 1:8). Era hombre robusto, fuerte, que podía aguantar tribulación y oposición.

          11:9 --  Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? (“Y muchos venían a él, y decían: Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste, era verdad”, Juan 10:41). “Juan tenía todas las grandes cualidades de un verdadero profeta: ‘Una vigorosa convicción moral, integridad, fuerza de voluntad, un celo intrépido por la verdad y la rectitud’ (Bruce, ATR).

          -- Sí, os digo, y más que profeta.  10  Porque éste es de quien está escrito:  He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz,  El cual preparará tu camino delante de ti. {Mal. 3:1}. – Era más que profeta y más que reformador, pues era el mismo precursor de Jehová (Cristo); Isa. 40:3, la profecía, “Preparad camino a Jehová”; Jn. 3:28, el cumplimiento, “No soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él”. ¡Qué honor más grande para Juan!

          11:11 --  De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer (toda la raza humana) no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; -- Para Jesús los más grandes hombres del mundo no son los reyes, generales, ni mucho menos los más famosos artistas o deportistas.  Si alguien tuviera la más mínima duda acerca de la grandeza de Juan, seguramente este elogio debería haber borrado esa duda. Lo que Jesús dice en estos versículos “Puede casi ser considerada como el elogio funeral del Bautista, porque no mucho después Herodías logró su muerte” (Plummer, citado por ATR).

          Como Cristo alabó a Juan, también alabó al centurión (8:10, “ni aun en Israel he hallado tanta fe”); a la mujer cananea (15:28, “Oh mujer, grande es tu fe”) y a María (Mar. 14:8, “Esta ha hecho lo que podía”).

          --  pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él. – ¿Cuáles son algunas cosas que el cristiano más pequeño sabe que Juan no sabía? No sabía de la crucifixión, sepultura, y resurrección de Jesús. No sabía nada de los eventos del día de Pente­costés. Ignoraba los grandes eventos registrados en Hechos de los Apóstoles. No tuvo la dicha de leer las epístolas del Nuevo Testamento. Nunca participó de la cena del Señor. No gozaba de las  bendiciones es­pirituales que tenemos en Cristo; es decir, los más pequeños en el reino  disfrutamos de bendiciones y privilegios que no existían en el tiempo de Juan. ¡Cuán grande es, pues, la bendición de ser ciudadano en el reino de Cristo!

          De lo que Jesús dice aquí es lógico concluir que Juan no estaba en el reino, y si él no estaba en el reino nadie estaba en el reino en ese tiempo. Además, si Juan no estaba en el reino tuvo que ser porque aún no existió el reino. El ministerio del profeta ocurrir en los días finales del Antiguo Pacto, la ley de Moisés. El mismo había predicado que el reino “se acerca” (Mat. 3:2). ¿Por qué no fue posible que el reino se estableciera antes de morir Jesús? ¿Cuándo ascendió Jesús a su trono? Si el reino se estableció antes de morir Jesús, se estableció sin tener rey.                           

          Aquí Lucas (7:29) agrega otro detalle importante: “Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.  30  Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan”. El pueblo común y aun los publicanos aceptaron el bautismo de Juan como la voluntad de Dios, pero los líderes religiosos lo rechazaron. ¿Qué aprendemos de esto en cuanto a la importancia del bautismo? Si el bautismo de Juan era “el consejo de Dios” cuánto más el bautismo mandado por nuestro Señor Jesucristo (Mat. 28:19; Mar. 16:16).

          11:12 -- Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. – Esto se explica en el texto paralelo en Luc. 16:16, “La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él”. Algunos querían entrar en el reino antes de que Dios abriera las puertas. Luc. 19:11, “Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente”. Jn.6:15, “Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo”. Desde luego los tales ignoraban la verdadera naturaleza del reino de Cristo, pensando que sería otro reino terrenal como el de David (compárense Mat. 20:21; Hech. 1:6, etc.).

          Jesús emplea la ilustración de poner sitio a los muros de una ciudad fortificada. De esta manera la gente estaba agitada, in­quieta, ansiosa, contendiendo, preguntando, discutiendo con respecto a Juan y Jesús, debido a su gran deseo de ver el reino del Mesías. Querían que el reino de Israel dominara el mundo entero como en los días de David y Salomón. Los judíos querían aprovecharse de la popularidad de Juan y de Jesús, para establecer el reino y levantar un movimiento contra Roma. Muchos judíos querían tomar control del reino. Querían crear el reino en su propia imagen. Querían los honores, privilegios y poderes de un reino terrenal. Recuérdese la contienda entre los apóstoles (Mat. 18:1-3; 20:20,21). Por lo tanto, Jesús quería evitar las multitudes, y dijo a los que sanaba que no lo contaran a nadie. Le sobraba fama.

          El reino de Cristo fue establecido el primer Pentecostés después de la resurrección de Cristo (Hech. 2). En ese día Dios abrió sus puertas y tres mil personas entraron (Hech. 2:41, 47), porque el reino de Cristo es su iglesia. Esta es una inferencia necesaria que se debe sacar de los siguientes hechos: (1) el reino y la iglesia fueron establecidos el mismo día; (2) fueron establecidos en el mismo lugar (Jerusalén); (3) tienen la misma Cabeza; (4) los que están en el reino y los que están en la iglesia son el mismo pueblo; (5) la cena del Señor está en el reino (Luc. 22:30) y está en la iglesia (1 Cor. 11:23-27); en fin, Pablo dice a la iglesia de Tesalónica que Dios “os llamó a su reino y gloria” (1 Tes. 2:12); es decir, los que son llamados (la definición de la iglesia) están en el reino. Todos los que obedecen al evangelio son trasladados al reino de Cristo: Col. 1:13, “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,  14  en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”.

          11:13 -- Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. 14  Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. {Mal. 4: 5). -- Mat. 17:10, “Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? 11  Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas.  12  Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos.  13  Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista”.

          ¿Por qué, pues, dijo Juan que él no era Elías? Juan 1:21, “Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy”. Porque no era literalmente Elías. Este Elías, el mismo del cual leemos en 1 Reyes, sí vino (Mat. 17:3) pero Malaquías no habló de esa venida de Elías. Más bien habló de aquél (Juan el bautista) quien “irá delante de él (Cristo) con el espíritu y el poder de Elías” (Luc. 1:17). De esta manera Juan cumplió la profecía de Malaquías.

           11:15 --  El que tiene oídos para oír, oiga. -- Luc. 8:8; Apoc. 2:7. El que tiene facultad de entendimiento, entienda que Juan el bautista es el profeta Elías, el precursor del Mesías.

          11:16 --  Mas ¿a qué compararé esta generación? -- ¿Dónde buscar para ilustrarlo? Mar. 4:30; Lam. 2:13. Es semejante a los muchachos (caprichosos, inconstantes, volubles, inconsecuentes) que se sientan en las plazas, (“Aquí se reunían los ciudadanos, se sentaban los jueces, se arreglaban los negocios, y los mercados se establecían … y los muchachos se reunían para jugar”, JAB) y dan voces a sus compañeros,  17  diciendo: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos (9:23), y no lamentasteis (p. ej., golpear el pecho, Luc. 18:13). – Los niños imitan a los adultos en todo. Es algo común ver a los niños jugando a iglesia (predicando, dirigiendo himnos, etc.). Primero tocaban flautas como si fuera fiesta de bodas, pero esto no les agradó a sus compañeros desagradables y malhumorados, ni tampoco cuando jugaban a funeral. Nada les complacía.

          Desde luego, Jesús no incluye en esta denuncia a todos de esa “generación”, porque en el texto paralelo (Lucas 7:29-35) leemos, “29  Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.  30  Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan”. Por eso, parece que esta denuncia se dirige principalmente a los líderes religiosos de los judíos (escribas, fariseos, saduceos).

          11:18  Porque vino Juan, que ni comía ni bebía – Luc. 1, “80  Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel”. Mat. 3, “4  Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; {3.4:-2 R. 1. 8.} y su comida era langostas y miel silvestre”. Juan no solamente vivió aparte de la sociedad hasta que empezara su ministerio, sino que aun cuando comenzó a predicar, “salía a él Jerusalén, y toda Judea y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados” (Mat. 3:5, 6); es decir, él no se mezcló con la gente en las ciudades, sino que todos salieron “a él”. Juan no llevaba vida social, pues vivía como ermitaño. Por eso lo veían como fanático), y dicen: Demonio tiene (Jn. 7:20; 8:48-52; 10:20; este insulto equivalía decir “está loco”. Mat. 8, “27  Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros”. Había muy poca semejanza entre Juan y los endemoniados, pero algunos de éstos también vivían aparte de la sociedad (“ni moraba en casa”) y los tales tenían que comer lo que había en esos lugares desiertos.

          Los que no querían aceptar el mensaje y bautismo de Juan, tenían que justificarse de alguna manera; por eso, atacaban su vida ascética y rústica, diciendo que estaba loco, que él no era digno de enseñar ni bautizar ni mucho menos reprender (Mat. 3:7)  a estos hombres tan sabios y tan elevados. ¿Qué decía Jesús de Juan? ¿Que tenía demonio (que estaba loco)? Mat. 11, “11  De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista”. ¿Qué decía Jesús de los escribas y fariseos? ¿Que eran muy sabios? Mat. 23: 19, “¡Necios y ciegos!”.

          11:19 -- Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, -- Jesús no compartió la vida ascética de Juan. El asistía a los eventos sociales (Jn. 2:2), y comía con toda clase de gente (Luc. 7:36; 15:1, 2; Mat. 9:10), pero era acusación diabólica tildarle de “comilón”, que quiere decir “glotón”, y “bebedor de vino”, que quiere decir “borracho”.

          -- amigo de publicanos y de pecadores. -- Con esto querían insultar a Jesús, pero en este caso decían la verdad, Luc. 15:2. Jesús, el Buen Médico, quería ser conocido como “amigo de publicanos y de pecadores”, Luc. 5:29-32.

          Los que no querían aceptar a Jesús como el Mesías (Jn. 5:40) tenían que menospreciarlo para justificar su rechazo de El. Según ellos, estos hombres – Juan y Jesús – no eran “dignos” de enseñar a los exaltados fariseos e intérpretes de la ley. Juan estaba loco y Jesús era hombre frívolo e irresponsable que no respetaba el buen decoro (“Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora”, Luc. 7: 39).  Si alguno no quiere aceptar la verdad, cualquier excusa sirve (Luc. 14:15-20).

          -- Pero la sabiduría es justificada por sus hijos -- por sus obras, sus resultados. Esta parábola indica que Dios había llamado a su pueblo tanto por el ministerio de Juan como por el ministerio de Jesús. Desde luego, había llamado a su pueblo por medio de los profetas a través de los siglos, pero el pueblo de Israel, como niños malcriados, consentidos y rebeldes, no respondían ni a uno ni a otro de los mensajeros de Dios.

          Había diferencia entre el ministerio de Juan y el de Jesús, porque el propósito de cada ministerio era único. El mensaje de Juan era muy sencillo y también limitado: “arrepentíos porque el reino se ha acercado”. Les dio ejemplos específicos de cómo arrepentirse (Luc. 3:10-14). Aparte de esto el único mensaje de Juan fue el mensaje de juicio (Mat. 3:10-12). En un sentido, pues, fue mensaje de “endecha”.

          Aunque Jesús predicó mucho sobre el arrepentimiento, su mensaje incluía muchas promesas de bendiciones y gozo para los que acepten el reino espiritual que El iba a establecer. Sus parábolas reflejan este gozo: p. ej., Luc. 15, el gozo del pastor que encontró la oveja perdida, el gozo de la mujer que encontró la moneda perdida, el gozo del padre cuando el hijo pródigo volvió, y el gozo en el cielo entre los ángeles de Dios cuando el pecador se arrepiente, como también las parábolas que hablaban de la fiesta de bodas. Había mucha solemnidad en la enseñanza de Jesús, pero también abundan las palabras de gozo y alegría. El sermón del monte comienza con bienaventuranzas (“bienaventurado” quiere decir “dichoso”), Mat. 5:1-12.

          Toda esta enseñanza fue la invitación del cielo ofrecida primeramente a los judíos, pero la rechazaron. “No queréis venir a mí para que tengáis vida” (Jn. 5:40). Aparte de rechazar la invitación, mataron a Juan y después a Jesús mismo.

          Los predicadores (evangelistas) deben preocuparse por agradar a Dios y no a los hombres (Gál. 1:10), pero aunque quisieran agradar al pueblo (aun a los hermanos), por más capacitados que sean para predicar, no pueden agradar a todos. Si es hermano muy serio, le acusan de ser malhumorado. Si es alegre y optimista de espíritu, le acusan de ser frívolo. Debe estar resuelto, pues, a no fijarse en lo que la gente quiera, sino solamente en lo que agrade a Dios. De todos modos, la obra es de Dios y los resultados están en manos de Dios. Dios sabe lo que la gente necesita.

          11:20 -- Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros (la mayoría, LBLA, de sus hechos poderosos, LBLA, margen), porque no se habían arrepentido, diciendo:  21  ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida (Jn. 1:44)! Porque si en Tiro y en Sidón {Isa. 23:1-18; Ezeq. 26:1—28:26; Joel 3:4-8; Amós 1:9-10; Zac. 9:2-4} se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio (material grueso y rústico usado para hacer costales para cargar mercancía y otros artículos sobre los camellos) y en ceniza (se echaba ceniza sobre la cabeza para indicar gran aflicción; es decir, se hubieran arrepentido de todo el corazón).

          11:22 -- Por tanto os digo que en el día del juicio (¡habría juicio!), será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras (porque gozaban de menos oportunidades que vosotras, y los que han tenido oportunidades y las han descuidado serán juzgados con más severidad; según esto obviamente los perdidos serán castigados con distintos grados de severidad).

          11: 23 -- Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida – Jesús emplea el lenguaje de Isaías acerca de la caída del rey de Babilonia: Isa. 14, “11  Descendió al Seol tu soberbia … 12  ¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero  … 13  Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte;  14  sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.  15  Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo.  16  Se inclinarán hacia ti los que te vean, te contemplarán, diciendo: ¿Es éste aquel varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos”. ¿Supone alguien que el rey de Babilonia literalmente pensaba subir al cielo (el hogar de los redimidos)? Es lenguaje que describe el orgullo exagerado del rey de Babilonia; pensaba exaltarse “al cielo”, pero en realidad sería “derribado hasta el Seol”. El “cielo” no tiene que ver con el hogar de los salvos, y el Seol es simplemente la morada de los muertos. Como el rey de Babilonia había hecho tantas conquistas en la tierra, él habla como si pudiera hacer conquistas aun en los cielos. Es lenguaje figurado que describe cómo este gran rey sería destruido con toda su fama y gloria. Esa bajada o humillación se describe como la caída de una estrella (Lucero) y como descendiendo al Seol. “Sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo” (vv. 14, 15).

          Sin lugar a dudas las palabras de Jesús en esta ocasión se basan en las palabras de Isaías, porque los dos tienen el mismo propósito. Desde luego, todos los que van al juicio final sin haberse arrepentido serán castigados (y, desde luego, el v. 24 habla de esto), pero en estos textos (Isa. 14:11-13 y Mat. 11:23) se usa lenguaje poético que describe la exaltación (subir al cielo) de los hombres, y la consecuente humillación (descender al Seol) efectuada por Dios.

El Hades

          El hades es la región de los espíritus sin cuerpo. “La palabra Hades denota el mundo invisible, la morada de los finados” (JAB). La palabra “castellana”, Hades, es la misma palabra griega, hades; es decir, la palabra no está traducida sino solamente transliterada (las letras griegas representadas por las letras castellanas). No está traducida porque no hay palabra castellana (ni inglesa) que sea su equivalente. En algunas versiones se ha traducido infierno (hell en inglés), porque cuando salieron esas versiones estas palabras (infierno, hell) significaban la morada de los muertos, pero en la actualidad esta traducción es incorrecta y sólo causa confusión. Cristo mismo estuvo en el hades (Hech. 2:27, 31), pero desde luego no estuvo en el infierno.       

          Hay algo de confusión sobre el uso de esta palabra en el “Diccionario expositivo” del Sr. W. E. Vine. El dice  que Hades es “la región de los espíritus de los muertos perdidos (pero incluyendo los de los muertos bienaventurados en los tiempos anteriores a la Ascensión de Cristo)”. El Sr. Vine implica que después de ascender Cristo, el Hades ya no era la región de los espíritus de los muertos bienaventurados (los que mueren en Cristo). ¿Quiere decir que al morir van directamente al cielo? Si está afirmando esto, ¿por qué, al definir la palabra cielo, dice que “Ha de ser la morada eterna de los santos en la gloria de la resurrección, 2 Co 5:1”. Si ya lo es, ¿por qué decir “ha de ser”? ¿Qué dice este texto que el Sr. Vine cita? “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.  2  Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial;  3  pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos.  4  Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida”. Si los que mueren en Cristo están en el cielo, están desnudos, porque todavía no tienen sus cuerpos celestiales (1 Cor. 15:44).

          Los comentaristas Lenski y Hendriksen afirman que el Hades equivale al infierno. Al comentar sobre la palabra Hades en Mat. 11:23 Lenski dice, “Aquí ‘hades’, el lugar invisible es sin lugar a dudas lo opuesto al ‘cielo’ y de esa manera tiene que significar infierno. Aquí ‘hades’ no es traducción de ‘seol’”. Esta es otra conclusión arbitraria (afirmación sin prueba) de Lenski. Hendriksen hace lo mismo: “Aquí, como probablemente en todo lugar en los Evangelios, pero no en todo lugar del Nuevo Testamento, Hades significa ‘infierno’”. Pero dice Marvin Vincent (Word Studies in the New Testament): “En el Nuevo Testamento, Hades es la esfera de los muertos. No se puede mantener con éxito que es, en particular, el lugar para pecadores (como dice Cremer, “Biblico-Theological Lexicon). Las palabras acerca de Capernaum … es meramente una expresión retórica de una caída de la altura de la gloria terrenal a la degradación más profunda, y no tienen más que ver con el carácter moral de Hades que las palabras de Zofar (Job 11:7, 8) acerca de la perfección del Todopoderoso”. Este texto dice, “7  ¿Descubrirás tú los secretos de Dios?  ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?  8  Es más alta que los cielos; ¿qué harás?  Es más profunda que el Seol; ¿cómo la conocerás?”

          Al hablar así Lenski y Hendriksen (y otros) siguen la corriente de aceptar lo que la palabra “ha llegado” a significar en nuestros tiempos sin apegarse a su significado en el tiempo de Cristo y los apóstoles.

El significado de algunos términos cambia a través de los siglos. Los términos examinados en este estudio (Seol, Hades, infierno, hell) no significan ahora exactamente lo que originalmente significaban. Algunos sacan conclusiones erróneas porque a través de las edades algunas palabras inglesas y castellanas han ido evolucionando según la teología prevaleciente. Estas palabras que estamos estudiando son ejemplos de esto. Por ejemplo, en las versiones antiguas la palabra Seol se traduce hell (inglés) e infierno (castellano), pero aun estas palabras, que ahora claramente se refieren al castigo eterno, originalmente traducían correctamente las palabras Seol y Hades. Según el New World Dictionary  la palabra hell viene de “Hel, la diosa del otro mundo … la base de la palabra helan que significa cubrir o esconder … 1. Biblia, el lugar donde están los espíritus: identificada con seol y hades”. Larousse da varias definiciones de la palabra infierno. Entre ellas son éstas: “Lat. Infernus … inferior … Estancia de las almas … Limbo o seno de Abrahán donde esperaban los justos”.

          En su comentario sobre Mat. 11:23, dice el comentarista James A. Broadus: “La palabra griega Hades, que etimológicamente significa ‘la (tierra) no vista’, ‘el (mundo) invisible’, en conformidad con su uso clásico, y con el de la palabra hebrea Sheol, se emplea en la Septuaginta y en el N. T., para denotar el receptáculo de los espíritus de los muertos, sin hacer referencia a las diferencias de condición entre los buenos y los malos (énfasis agregado) … Con la palabra ‘infierno’ se traducían antes Sheol y Hades, porque originalmente significaba un (lugar) oculto o escondido. Pero ha llegado a asociarse tan exclusivamente con la idea de tormento que la Versión Revisada la emplea solamente para traducir Gehenna y usa Hades siempre que ese término ocurre en el N. T. … Hades se emplea en algunos pasajes del N. T. donde la conexión no sugiere la idea ni de felicidad ni de miseria – es sencillamente la mansión de los finados (Hech. 2:27, 31)”.

          Compárese la palabra bautismo. Nuestras versiones no traducen la palabra según su significado original porque “ha llegado” a significar otras cosas (aspersión, rociamiento, etc.); por lo tanto, no la traducen, sino que simplemente la transliteran (dejando la palabra griega con letras castellanas). Sucede lo mismo en inglés con la palabra baptism.

          En su comentario sobre Mat. 16:18, el comentarista Broadus dice lo siguiente: “La palabra Hades denota el mundo invisible, la morada de los finados. La palabra hebrea Sheol tiene substancialmente la misma significación. Tal era también el sentido original de la palabra inglesa hell, el lugar escondido o invisible, la cual era por lo mismo, en inglés primitivo, una traducción correcta de Hades y Sheol. Pero ha llegado a denotar exclusivamente el lugar de tormento, así como otras muchas palabras han llegado a limitarse al sentido malo, y ahora no traduce sino Gehenna y Hades tiene que usarse en el N. T. … Ni Hades ni Sheol denota alguna vez distintamente el lugar de tormento (énfasis agregado)”. Estos comentarios tienen sentido porque aun los diccionarios confirman el sentido original de infierno y hell. Es obvio que a través de los años los teólogos y comentaristas han corrompido estas palabras para que ya no signifiquen lo que originalmente significaban.

          El problema, sin embargo, no tiene que ver simplemente con el significado de estas dos palabras claves (infierno, hell), sino con la confusión creada con respecto al Seol y Hades; es decir, de que “han llegado” a significar infierno o hell en el sentido de Geenna y, en base a esto, se ha formulado la doctrina errónea de que los que mueren en Cristo no pueden ir al Hades porque es lugar exclusivamente de puro tormento (prácticamente equivalente al infierno). Según esta doctrina calvinista (Calvino, Institutio ii, 16. 8-12), cuando Cristo fue librado del Hades, El “libró” también a todos los justos que estaban en el Hades para que fueran al cielo, y desde entonces todos los que mueren en Cristo van directamente al cielo. (La palabra libró se escribe entre comillas, porque es un concepto erróneo. Los que están en el paraíso no necesitan ser “librados” como si estuvieran en tormento).

          Esta enseñanza ha causado confusión, aun en la iglesia de Cristo, pues hay hermanos que enseñan que cuando Jesús salió del Hades, El libró a todos los justos del Hades y los llevó al cielo, y que el Hades es lugar solamente de tormento.

          ¿En qué se basa la doctrina de que los que mueren en Cristo no van al Hades, sino que van directamente al cielo?

          1. Fil. 1, “23  Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor”. En base a este texto se argumenta que al morir Pablo estaría con Cristo y puesto que Cristo está en el cielo, Pablo también estaría en el cielo. Recuérdese, sin embargo, que Dios está en todo lugar. Véase el Sal. 139, “7  ¿A dónde me iré de tu Espíritu?  ¿Y a dónde huiré de tu presencia?  8  Si subiere a los cielos, allí estás tú;  Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás”. El Seol o el Hades es la región o esfera de los espíritus sin cuerpo. Ecl. 12:7 enseña que el espíritu vuelve a Dios que lo dio. Todo espíritu vuelve a Dios, porque El es el Padre de los espíritus (Heb. 12:9). Algunos hermanos creen que los perdidos van al Hades y que los salvos van directamente al cielo, pero este texto dice que el espíritu (de todos) vuelve a Dios. Por lo tanto, es muy cierto que cuando Pablo murió fue con Cristo, pero eso no es prueba de que fue directamente al cielo. ¿Cristo no está en el paraíso con los que mueren en El?

          Todos están de acuerdo que antes de salir Jesús del Hades estaban allí Abraham, Isaac, Jacob, etc. ¿No estaba Dios con ellos? De la misma manera Dios (Cristo) está con los que mueren fieles. Es necesario armonizar este texto (Mat. 11:23) con los otros textos que hablan de los eventos finales. Por lo tanto, Fil. 1:23 no prueba que Pablo fue directamente al cielo.

          2. 2 Cor. 12, “2  Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo.  3  Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe),  4  que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar”. No conviene hacer ningún argumento basado en este texto, porque ni el mismo Pablo sabía dónde estaba. Posiblemente estaba en el cuerpo y, por eso, no podía haber ido al cielo: 1 Cor. 15, “50 la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción”. En este texto Pablo mismo dice que no podemos ir al cielo en este cuerpo físico. Además, aunque no estuviera en el cuerpo, la Biblia no explica lo que es “el tercer cielo”. Puesto que la palabra paraíso se refiere al lugar donde Jesús y el ladrón fueron (Luc. 23:43) y que al mismo tiempo Jesús estaba en el Hades (Hech. 2:37, 31), entonces no es correcto decir que la palabra paraíso significa solamente el hogar eterno en el cielo.

          3. Apoc. 2, “7 Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios”. Aquí obviamente el paraíso equivale al cielo pero, como se ve en el punto anterior, esta palabra no se usa solamente del cielo, sino también del lugar de reposo en el Hades.

          Considérense los siguientes textos que refutan tal doctrina:

          1. Jn. 20, “17 .. aún no he subido a mi Padre”. Jesús dijo esto después de resucitar de entre los muertos; es decir, después de salir Jesús del Hades ni El mismo fue al cielo. Más bien, estaba aquí en la tierra unos cuarenta días. Si El libró a todos los justos del Hades cuando El salió de allí, ¿dónde estaban durante esos cuarenta días? ¿O acaso ellos fueron al cielo antes de ascender Jesús? No hay texto alguno que afirme tal cosa. Tales ideas que se basan en conclusiones erróneas acerca del significado del Hades sólo causan confusión.

          2.  Hech. 2, “33  Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.  34  Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:  Dijo el Señor a mi Señor:  Siéntate a mi diestra,  35  Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”. Pedro cita el Salmo 110:1 y explica que David no habló de sí mismo, sino del “Hijo de David” (el Mesías). Desde luego, David no hubiera llamado “Señor” a ningún descendiente excepto a Cristo. David murió, fue sepultado, y dice Pedro, “su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy”; es decir, David no había resucitado y no había ido al cielo. Por eso, no habla de sí mismo.

          Cristo, sin embargo, sí resucitó de entre los muertos y sí ascendió al cielo (Hech. 1:9-11). En cuanto a David, diez días después de la ascensión de Cristo, precisamente en el día de Pentecostés Pedro dice que David no subió al cielo. ¿Por qué no? Si Cristo hubiera abierto las puertas del Hades para “librar” a todos los justos cuando El mismo salió, ¿por qué dejó a David en el Hades? Si no “libró” a David, no “libró” a nadie. Si se argumenta que Pedro dice que David no subió al cielo cuando él mismo murió (pero que sí subió al cielo cuando Jesús resucitó o ascendió), obsérvese que Pedro cita Sal. 110:1 que habla de cuándo Cristo se sentó a la diestra de Dios; es decir, David es el que habla en este texto, pero no él, sino Cristo subió al cielo para sentarse a la diestra de Dios.

          Si en realidad Cristo hubiera “librado” a David y todos los justos del Hades cuando El resucitó o ascendió, obviamente Pedro no habría hablado de esta manera, explícitamente diciendo que “David no subió a los cielos”.

          3. 1 Cor. 15, “51  He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,  52  en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 53  Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad”. La Biblia enseña claramente que esta transformación ha de ocurrir cuando Jesús venga la segunda vez; entonces los que van al cielo serán incorruptibles e inmortales. Entran con sus cuerpos espirituales o celestiales (1 Cor. 15:44). Si los que mueren en Cristo van directamente al cielo, no tienen cuerpos espirituales, pero la Biblia no habla de redimidos en el cielo sin cuerpos celestiales.

          4. 2 Cor. 5, “4  Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida”, pero si los que mueren en Cristo van directamente al cielo, están desnudos, porque serán revestidos sino hasta la resurrección”. Es otro fenómeno del que no leemos en la Escrituras. ¡No leemos de redimidos desnudos en el cielo!

          -- porque si en Sodoma {Gén. 19:24-28} se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. 

          Sodoma, Nínive, Babilonia, etc. fueron destruidas por causa del pecado. Por lo tanto, aun el bienestar físico y la prosperidad material de las ciudades (y naciones) dependen de la justicia.

          11:24 -- Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, {Mat. 10:15; Luc. 10:12} que para ti. – En primer lugar, obsérvese que el castigo de Sodoma mencionado en la Biblia en Génesis 19 no es el único castigo que va a sufrir. Judas 7 dice,  sufrieron “el castigo del fuego eterno”; es decir, fueron quemados con fuego literal y ese fuego era tipo del fuego eterno que no se apaga.

          Compárese Luc. 12:48, “Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá”. Estos textos indican que el juicio será más severo para algunos que para otros. El castigo será conforme a las oportunidades que la persona haya tenido para conocer y hacer la voluntad de Dios. Entre más oportunidad tenga la persona para conocer la verdad, mayor será el castigo para ella si la rechaza. Todo pecador está perdido porque ha pecado y si muere en pecado, muere sin esperanza, pero el pecador que, conociendo la verdad y siempre la rechaza, peca también contra las oportunidades que Dios le permitió tener para obedecerla. Entre más oportunidad, más culpa tendrá al rechazar la verdad, y entre más culpa tenga, más castigo habrá. Estos textos revelan que habrá grados de castigo, pero la Biblia no nos proporciona más detalles sobre este tema, pero lo importante es que se entienda lo importante de aprovechar las oportunidades para oír y obedecer la palabra de Dios.

          McGarvey menciona las siguientes verdades enseñadas en estos versículos: (1) que todo oyente del evangelio es dejado más bendecido o más miserable; (2) que los milagros de Jesús tienen el propósito de llevar a los hombres al arrepentimiento porque muestran la autoridad de Jesús para demandar que los hombres se arrepientan; (3) que entre los que estarán condenados en el Juicio habrá diferencia, y que será más tolerable para algunos que para otros; y (4) que Dios toma en cuenta nuestras oportunidades cuando mide nuestra culpabilidad (Mat. 10:15; 13:12; Luc.12:47, 48; Jn. 9:41; 15:22-24; Rom. 2:12).

          11:25 --  En aquel tiempo, respondiendo Jesús (¿respondiendo a qué? probablemente a la situación que acaba de describir de la falta de arrepentimiento en las ciudades donde había hecho muchos milagros), dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos -- Se refiere a los escribas, fariseos, los demás líderes de entre los judíos que se creían ser los sabios y entendidos. 1 Cor. 1, “21  Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”. Muchos de los muy sabios del mundo (egresados de las universidades con títulos) son incrédulos. ¿Cómo se esconde el evangelio de ellos? Solamente en el sentido de que para ellos el evangelio es despreciativo. Esta misma verdad se enseña en Mat. 13, “10 Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?  11  El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.  12  Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 13  Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.  14  De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:  De oído oiréis, y no entenderéis;  Y viendo veréis, y no percibiréis.  15  Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,  Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos;  Para que no vean con los ojos,  Y oigan con los oídos,  Y con el corazón entiendan,  Y se conviertan,  Y yo los sane”. Jesús habló en parábolas y después las explicó a sus discípulos, y los incrédulos (insinceros) no entendían nada porque no querían entender.

          -- y las revelaste a los niños (nepheoi, infantes). 26  Sí, Padre, porque así te agradó. -- Desde luego, Jesús no habla de infantes literales, sino de sus discípulos. Nos llama niños porque como los niños dependen de sus padres para todo, nosotros dependemos de Dios para todo. Mat. 18, “2  Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos,  3  y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. {Mar. 10. 15; Luc. 18. 17.}  4  Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.  5  Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este (es decir, a un discípulo de Cristo, Mat. 25:31; Gál. 4:14; Col. 4:10), a mí me recibe”. Es cierto que los niños tienen características que no debemos imitar (11:16; 1 Cor. 14:20; Efes. 4:14), pero tienen muchas características que sí debemos imitar: la humildad (dependencia), pureza, sencillez, prontitud para perdonar y olvidar ofensas, son dóciles y quieren aprender. Por lo tanto, el evangelio se revela a tales personas de nobleza (Hech. 17:11). La Biblia es para todos. La predicación es para todos. No es que Dios haya rehusado que los sabios de este mundo tengan Biblias. No manda que no prediquemos el evangelio a ellos. Eso no es el punto. Lo que Jesús dice tiene que ver con la recepción de parte de ellos del evangelio. Al rechazarlo ellos es como si Dios no se lo revelara.

          11:27 -- Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; {Jn. 3:35, “El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano”} y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, {Jn. 10:15} y aquel a quien el Hijo quiera revelar. – Nos contentamos con la revelación (las Escrituras) para nuestro conocimiento del Hijo y del Padre y del Espíritu Santo. No conviene afirmar nada acerca de Dios que no sea revelado en las Escrituras. La fe del discípulos de Cristo no se basa en especulaciones y credos humanos, sino en la revelación que Dios nos ha dado.

          Sin embargo, este texto se ha citado para criticar a los que defendemos la Deidad de Cristo, pero la defendemos porque muchos enseñan error (modernismo) sobre este tema. No sólo los testigos del Atalaya y los “sólo Jesús” y otros sectarios, sino también algunos hermanos en Cristo, pues dicen que cuando Jesús vino al mundo se despojó del uso de los atributos divinos y que no usó (demostró) ningún atributo divino ni una sola vez durante su vida aquí en la tierra. Esto niega Jn. 20:31. También niega que Cristo perdonó pecados por su propia autoridad (Mat. 9:6) y niega que Cristo era adorado por varias personas (Mat. 2:2;  28:17; Jn. 9:38, etc.). Es un error grave enseñar que debemos ser indiferentes hacia la controversia sobre la Deidad de Cristo, porque hay modernismo en la predicación de algunos hermanos y si logran destruir la fe de algunos en la Deidad de Cristo, destruyen también su esperanza de la salvación eterna. Véase Jn. 8:24, 58.

          11:28 --  Venid a mí (¡imagínese lo difícil de tener audiencia con algún rey, presidente o gobernador! Pero Jesús, el Rey de reyes, invita a todos) todos los que estáis trabajados y cargados (no sólo con cargados con pecados y preocupaciones, sino también con leyes y tradiciones humanas, Mat. 15:1-9; 23:3, 4), y yo os haré descansar (nos perdona los pecados cuando obedecemos al evangelio y nos da limpia conciencia y paz en el alma).  29  Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; {Jer. 6:16}  30  porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. – En base a lo que Jesús acaba de decir en el v. 27 El tiene autoridad para invitar a todos a su salvación. El “yugo” de Jesús es su autoridad (su ley, su enseñanza). Llevar su yugo significa hacer su voluntad, someterse a su mandamiento. Es un yugo “fácil”, es decir, bien acomodado, porque sus mandamientos “no son gravosos” (1 Jn. 5:3). Cristo es manso y humilde de corazón en su gobierno. No es cruel, abusivo, injusto, opresivo.

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