Mateo 14

 

          14:1 -- En aquel tiempo Herodes  (Antipas, hijo de Herodes el Grande) el tetrarca  (gobernador de Galilea y Perea) oyó la fama de Jesús,  2  y dijo a sus criados: Este es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes. -- Otros decían, “Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado”, Luc. 9:8; no se podía decir que Elías había resucitado, pues no murió, 2 Reyes 2:11. Durante su ministerio Juan no había hecho milagros (Mat. 10:41), pero atormentado por su conciencia el supersticioso Herodes creía que Juan había resucitado y que ahora, en la persona de Jesús, sí los hacía. Luc. 9, “9 Y procuraba verle”, pero que sepamos no logró su propósito de verle hasta el día de la crucifixión de Cristo, Luc. 23:1-12.

          14:3 --  Porque Herodes había prendido a Juan, y le había encadenado y metido en la cárcel (en el castillo de Maquero según Josefo), por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano;  4  porque Juan le decía: No te es lícito tenerla. – En esto Juan cumple lo que el angel Gabriel dijo a Zacarías (Luc. 1:17), que Juan “irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías”. No sólo reprendió a los fariseos y saduceos que venían a su bautismo (Mat. 3:7-10), sino que sin parcialidad también reprendió al rey Herodes (1 Tim. 5:21), aunque entendía que por ese motivo el rey podía matarlo.

          Le “decía” (no una sola vez, sino repetidas veces) que no era lícito “tenerla” (estar casado con ella) porque la esposa de Herodes y el marido de Herodías todavía vivían (Rom. 7:2, 3), y aparte de eso, la unión de Herodes y Herodías era incesto.  Lev. 18, “16  La desnudez de la mujer de tu hermano no descubrirás; es la desnudez de tu hermano”; Lev. 20, “21  Y el que tomare la mujer de su hermano, comete inmundicia; la desnudez de su hermano descubrió; sin hijos serán”.

          14: 5 -- Y (aunque LBLA) Herodes quería matarle, pero temía al pueblo; porque tenían (consideraban, LBLA) a Juan por profeta. -- Dice Luc. 3, “19  Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho”.

          Mar. 6, “19  Pero Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía;  20  porque Herodes temía a Juan, (es decir, temía la influencia de Juan sobre el pueblo, sabiendo que podría promover una insurrección) sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana”. El pobre Herodes estaba entre la espada y la pared o peor. Sabía que Juan era varón justo y santo y le escuchaba de buena gana, pero si su perplejidad indicaba que consideraba la posibilidad de arrepentirse, no tenía suficiente fuerza para hacerlo, pues por todo lado había problemas y no veía salida. Temía a Juan, temía al pueblo y sobre todo temía a su mujer.

          14:6 -- Pero cuando se celebraba el cumpleaños de Herodes, (Mar. 6:21, Pero venido un día oportuno -- para Herodías, pues le acechaba, y deseaba matarle, y no podía, Mar. 6:19) la hija (misma, LBLA; parece que otras personas ya habían danzado) de Herodías (y Felipe; según Josefo ella se llamaba Salomé) danzó en medio, y agradó a Herodes (y a los que estaban con él a la mesa, Mar. 6:22),  (tales danzas indecentes, con sus movimientos exóticos, eran del todo vuluptuosas, sensuales, seductoras) 7  por lo cual éste le prometió con juramento darle todo lo que pidiese. -- “Aquellos en quienes las pasiones y el lujo han destruido el dominio de ellos mismos, en un momento de capricho dirán y harán lo que en un momento de juicio lamentarán amargamente” (JFB).

          14:8 -- Ella, instruida primero por su madre, dijo:  (Mar. 6:25, Enseguida ella se presentó apresuradamente ante el rey, LBLA; para evitar que él tuviera tiempo para cambio de mente) Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista. – No la quiero mañana sino ¡ahora mismo! No quería correr el riesgo de que otro día el rey se olvidara del juramento hecho delante de varios testigos. Herodías quería aprovechar al máximo esa oportunidad dorada de acabar con las palabras de Juan que tanto le molestaban y enfurecían. Quería la cabeza de Juan en un plato para que su madre tuviera la plena seguridad de que su atormentador ya no vivía.

          14:9 -- Entonces el rey se entristeció; -- Pero fue la tristeza del mundo (2 Cor. 7:10). Herodes cometió un error grave pero con valor podría haber evitado otro peor. Había manera de corregir su juramento necio. Todavía sabía que Juan era hombre justo y santo y que le había escuchado con buena gana (Mar. 6:20). También sabía que si él concediera la petición de la hija de Herodías tal acto sería homicidio. “Se puede alegar que la forma de salir del dilema era haber dicho a Salomé: ‘Prometí favorecerte con un regalo, no te prometí cometer un crimen’. O también, ‘Yo te prometí un regalo a ti, no a tu madre”. Lo mejor hubiera sido: ‘Ahora veo que pequé al hacer esta promesa, por lo tanto me retracto’. Pero a Herodes le faltaban el valor, la humildad, y quizás también la sobriedad o claridad mental como para considerar tales respuestas. Para él era de suprema importancia el juramento hecho en presencia de los invitados y la necesidad de no desprestigiarse delante de ellos” (GH).

          -- pero a causa del juramento (como si el no cumplir con el juramento necio sería peor que el cometer homicidio), y de los que estaban con él a la mesa, (la presión de complacer a los malos compañeros es una de las pruebas más grandes, 1 Cor. 15:33. Por esta causa muchos rechazan a Cristo y el evangelio).

          -- mandó que se la diesen, -- Este lenguaje implica que los compañeros no hubieran aprobado el curso de conducta correcto, sino que por causa de ellos fue impulsado a llevar a cabo el crimen.  10  y ordenó decapitar a Juan en la cárcel.  11  Y fue traída su cabeza en un plato, y dada a la muchacha; y ella la presentó a su madre. -- Ahora no sólo eran adúlteros, sino también homicidas. Con este crimen hicieron callar la voz de Juan, pero ¿qué ganaron? ¿Ya no era cierto lo que Juan les decía acerca de su vida pecaminosa? ¿Qué lograron, pues, con su crimen? Todavía eran adúlteros. Ahora son más que adúlteros, porque agregaron otro pecado: el homicidio. Todavía no era lícito que Herodes tuviera la mujer de Felipe su hermano. Además, su conciencia era más intranquila que nunca, pues ahora cree que Juan ha resucitado en la persona de Jesús. Los tales hombres mueren mil muertes.

          14:12 -- Entonces llegaron sus discípulos, y tomaron el cuerpo y lo enterraron; y fueron y dieron las nuevas a Jesús. 13  Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; -- Muchos de los judíos querían que Jesús iniciara un movimiento revolucionario contra tales injusticias. Algunos aun querían obligarle a ser rey (Jn. 6:15), pero “oyéndolo Jesús, se apartó de allí”, porque El no permitiría que lo usaran como bandera de revuelta.  No sólo quería evitar problemas con Herodes, sino que también quería encontrar un lugar más solitario donde podrían comer, descansar y conversar sobre la obra. Mar. 6, “30  Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado. 31  El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer”.

          -- y cuando la gente lo oyó, le siguió a pie desde las ciudades. – Otra vez la gente les interrumpió, pero ¿qué fue la reacción de Jesús? ¿Estaba impaciente con ellos? ¿Despidió a la gente? Véase el siguiente versículo. Dice Rom. 15, “3  Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo”. No buscó su propia conveniencia. El apóstol Pablo imitó a Cristo en esto: 2 Cor. 12, “15  Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas”; Fil. 2, “17  Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros”. De esa manera Jesús daba (dedicaba) su vida al servicio de la humanidad. Como El explica en Mat. 20, “28  como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.

          14:14 -- Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos. – Mar 6, “34  Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor” (Mat. 9:36). Los líderes judíos eran pastores corruptos, arrogantes y abusivos; con razón, pues, se acercaron al Buen Pastor. Véase Jn. 10:11-15.

          14:15 -- Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud (15:23, “despídela”), para que vayan por las aldeas y compren de comer. – De esta manera los discípulos querían resolver el problema, pero Jesús pensaba de otro modo:  16  Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; – Jn. 6, “5  Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?  6  Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer.  7  Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco”. Jesús no hizo esta pregunta para obtener información de Felipe, ni para tentarle, sino para probarle. ¿Qué haría para resolver este problema? A estas alturas los apóstoles deberían haber tenido mucha fe en el poder de Cristo, habiendo visto tantos milagros. Si Jesús podía cambiar el agua en vino en Caná de Galilea, ¿no podría proveer pan para esta multitud? “Felipe contempla la enorme multitud, e inmediatamente empieza a calcular, olvidando completamente que el poder de Jesús sobrepasa todo cálculo” (GH). No tomaba en cuenta que en ese momento él hablaba con el Creador del mundo (Juan 1:3).

          -- dadles vosotros de comer. -- 

          14:17 --  Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces – Jn. 6, “9 mas ¿qué es esto para tantos?” Núm. 11:21-23; 31; 1 Reyes 17:13-16. Andrés y los otros no pensaban en el poder de Cristo, sino solamente en lo imposible de alimentar una multitud con cinco panes y dos pececillos. Ellos pensaban solamente en los recursos materiales disponibles en ese momento. Los panes eran muy pequeños y los pececillos eran del tamaño de sardinas, pues esto era simplemente el alimento para el muchacho, pero al multiplicarse, llegó a ser suficiente para alimentar a cinco mil hombres, aparte de las mujeres y los niños. 

          14:18 -- El les dijo: Traédmelos acá. – Aunque había sólo cinco panes y dos pececillos, con ese poco Jesús podía alimentar a los cinco mil. ¡Qué lección tan valiosa para nosotros! Que si entregamos nuestra vida tan insignificante a Cristo, El puede hacer grandes cosas con ella. 2 Tim. 2, “21  Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra”. Es un consuelo tremendo saber que somos útiles al Señor si dejamos que El nos santifique para su servicio. Recuérdese la pregunta que el Señor hizo a Moisés: Exodo 3, “2 ¿Qué es eso que tienes en tu mano?” Con esa vara en la mano de Moisés Dios podía hacer grandes maravillas en Egipto para sacar su pueblo de la esclavitud. Consideremos lo que Jesús podía hacer con los pescadores que El escogió para apóstoles. ¿Cuáles son los recursos que tenemos? Jesús dice, “Traédmelos acá”.

          14:19  Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; -- El recostarse era la postura normal para comer. ¿Qué habrían pensado los apóstoles de este mandamiento? La gente no había comido. ¿Por qué, pues, hacerles recostar? Se requería fe en Cristo para llevar a cabo este mandamiento que no entendían. Y ¿qué habría pensado el pueblo cuando le dijeron que se recostaran? ¿Recostarse para qué? Por la fe se recostaron, sin entender el propósito del mandamiento.

          Mar. 6, “40  Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta”. Este buen orden hizo posible la distribución ordenada del alimento; de esa manera podían servir a cada persona, sin pasar por alto a nadie. Además, de esa manera fue más facil contar la multitud. Nuestro Dios es Dios de orden, como se puede observar en Gén. 1 (la creación del mundo); Ex. 13:18; Lev. 1:8; Núm. 2; Josué 1:14; 1 Cor. 11:20-34; 1 Cor. 14:40.

          -- y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, -- es decir, dio gracias. Mateo, Marcos y Lucas dicen que Jesús “bendijo” el pan, y Juan dice que “dio gracias”. Al dar gracias bendijo el pan. 1 Cor. 10, “16  La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo?” Nosotros mismos “bendecimos” la copa cuando damos gracias por ella. 1 Tim. 4, “4  Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias;  5  porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado”. Cuando damos gracias por los alimentos que Dios nos da, éstos quedan “santificados” para nuestro uso. Sin faltar, pues, antes de comer debemos dar gracias por la comida. Rom. 1, “21  Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido”. Este pecado se encuentra en el católogo de las más perversas actividades que el hombre pueda cometer. Luc. 17, “17 ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?  18  ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?” ¡Imagínese! Diez hombres sanados de la lepra (la muerte viviente) y sólo uno de ellos vuelve para dar gracias. Todos los días demos gracias al Señor. Antes de comer, no dejemos de “bendecir” la comida dando gracias por ella.

          -- y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud. – Jn. 6, “11  Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían”. Felipe dijo que si compraran “doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco (Jn. 6:7), pero ¿se limitaron a un poco? Dice Juan que Jesús y los discípulos les dieron todo lo que querían. Dios usa las cosas pequeñas y de poca importancia para hacer maravillas. Recuérdese cómo Dios usó la vara de Moisés, la honda de David y la quijada de un asno en manos de Sansón.

          14:20 --  Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas. – Cristo podía haber alimentado cada día  a multitudes, pero “los recursos infinitos, no obstante, no son una excusa para desperdiciar” (GH). Dios no desperdicia nada. Aun los cadáveres de animales y aves son alimento para otr4as de sus criaturas. Este texto es una lección clara sobre la necesidad de no desperdiciar las bendiciones de Dios. No somos dueños de nuestros recursos, sino simplemente mayordomos que darán cuenta a Dios por la administración, buena o mala, de ellos.

          ¿Qué significa el término pródigo? ¿Por qué se habla del “hijo pródigo”? Luc. 15:14, “Cuando todo lo hubo malgastado”.

          14:21 -- Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, (5000 testigos del milagro, compárese 1 Cor. 15:6, “más de quinientos hermanos” que eran testigos de la resurrección de Cristo) sin contar las mujeres y los niños. Jn. 6, “14  Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo”, es decir, “el profeta” del cual Moisés habló en Deut. 18:15 (véase Hech. 2:22, 23). Jn. 6, “15  Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo”. Entonces momentáneamente convencidos de que Jesús era el Mesías, pensaban obligarle a ser su rey.

          ¿Cómo explican este milagro los modernistas (incrédulos)? Dicen que la lección aquí es que un muchacho pobre compartió su comida con otros y que su falta de egoísmo y su espíritu benévolo provocaba a los demás a hacer lo mismo para que hubiera suficiente comida para todos. Esta es la única lección que los humanistas sacan de este texto. Si esto hubiera sido lo que en realidad sucediera, nadie habría pensado que Jesús era el Mesías.

          Dice el modernista William Barclay, "Nunca sabremos con exactitud qué fue lo que sucedió en esa verde planicie de Betsaida Julia. Podemos verlo en tres formas. (a) Podemos verlo simplemente como un milagro ... (b) Puede ser que en realidad se haya tratado de una comida sacramental ... lo que cada persona recibió no fue más que un fragmento, como en el sacramento ... (c) Puede haber otra explicación, muy hermosa. No se debe pensar que la multitud emprendió una expedición de catorce kilómetros sin hacer ningún preparativo. Si entre ellos había peregrinos, sin duda tendrían provisiones para el viaje. Pero puede ser que ninguno de ellos haya querido ofrecer lo que tenía, porque con todo egoísmo -- y muy humanamente -- querían guardar todo para sí. Puede ser que Jesús, con su extraña sonrisa, sacó la pequeña provisión que tenía con sus discípulos, con una fe radiante dio gracias a Dios por ella y la compartió con todos. Conmovidos por su ejemplo, todos los que tenían algo lo imitaron; y al final hubo comida suficiente, y más que suficiente, para todos". Esta "explicación" es pura incredulidad. Barclay admite que "podemos verlo como milagro", pero así hablan los modernistas (incrédulos): para ellos, esta explicación es aceptable, pero luego dan otras dos explicaciones que son incorrectas. De esta manera, rechazan la verdad.

          Con este milagro de alimentar a los cinco mil, Jesús dio otra demostración de su Deidad y

preparaba el terreno para predicar el sermón sobre el “pan de vida” (Jn. 6:25-35).

          14:22 --  En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. – No la despidió cuando los apóstoles dijeron “despide a la multitud” (v. 15). Ahora sí la despide después de alimentarles.          14:23  Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. – Jesús frecuentemente oraba al Padre y El es nuestro ejemplo. Véanse Mar. 1:35; Luc. 5:16; Mat. 26:39; Luc. 3:21, “orando, el cielo se abrió”; Luc. 9:18, “mientras Jesús oraba aparte …”; Luc. 11:1, “estaba Jesús orando”.

          14: 24  Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario.  25  Mas a la cuarta vigilia de la noche, (entre las tres y las seis de la madrugada) Jesús vino a ellos andando sobre el mar.  26  Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo.  27  Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! -- Reconocían la voz de Cristo. “Si Isaac reconoció la voz de Jacob (Gén. 27:22), Saúl la voz de David (1 Sam. 276:17), y Rode la voz de Pedro (Hech. 12:17), cuánto más los apóstoles reconocieron la voz del gran Maestro” (JWM). Jn. 6, “21  Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca”.

          14:28  Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. (Así era el carácter impulsivo de Pedro). 29  Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. – (Pedro literalmente andaba sobre las aguas y si hubiera puesto los ojos solamente en Jesús, habría llegado a El). 30  Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, (lo mismo pasa con nosotros cuando somos distraídos por los peligros o los afanes del mundo. Por lo tanto, la Biblia nos dice, Heb. 12, “1 corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,  2  puestos los ojos en Jesús”. La tremenda fuerza de la tormenta hizo que Pedro dudara y comenzó a hundirse) dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!  31  Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? (dudó porque “tuvo miedo”; por eso, nos urge vencer todos los temores) 32  Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. -- Mar. 6, “52  Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones”. ¿Qué tiene que ver “lo de los panes” con la tormenta? “Lo de los panes” les debiera haber convencido plenamente que Cristo es Dios el Creador, y si El es el Creador de los panes, también es el Creador de los vientos y las olas del mar. Dice Marcos que “estaban endurecidos sus corazones” porque habiendo visto el milagro de alimentar a los cinco mil no deberían sorprenderse al ver otro milagro. Lamentablemente muchos judíos no fueron convencidos por los milagros (Mat. 11:21-23).

          14:33  Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, --  Mat. 2, “1  Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,  2  diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle”; Mat. 28, “8  Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos,  9  he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron … 16  Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.  17  Y cuando le vieron, le adoraron”; Jn. 9, “38  Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró”.

          Los apóstoles no aceptaron la adoración: Hech. 10, “25  Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró.  26  Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre”. Tampoco los ángeles: Apoc. 19, “10  Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios”. Sin embargo, nuestro Señor Jesucristo nunca rechazó la adoración. Por el contrario, El la aceptó. Heb. 1, “6  Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice:  Adórenle todos los ángeles de Dios”. Si aun los ángeles habían de adorarle, ¡cuánto más los hombres! Al recibir la adoración Cristo claramente mostró o manifestó un atributo de la Deidad. Verdaderamente, como Pablo dice en Col. 2, “9  Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”.

          -- diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios. -- Por eso le adoraron porque “Hijo de Dios” quiere decir igual a Dios (Jn. 5:18). Véase Jn. 10, “32  Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?  33  Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios”. Los judíos entendían que cuando Cristo decía “Hijo de Dios”, quería decir que El era Dios. Esto es precisamente lo que confesamos cuando decimos “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”. Aceptamos que El es Dios (Rom. 9:5; Tito 2:13; 2 Ped. 1:1; 1 Jn. 5:20).

          14:34  Y terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret.  35  Cuando le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos;  36  y le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron, quedaron sanos. – Mat. 9, “20  Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto;  21  porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva.  22  Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora”. Probablemente muchos habían oído de esta sanidad y, por eso, “le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron, quedaron sanos”. Vemos algo semejante en Hechos 5, “15  sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos”; también Hech. 19, “11  Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo,  12  de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían”. La gente tenía mucha confianza en Cristo y en los apóstoles y les interesaba el contacto con ellos, que tocaran a sus enfermos o, a lo menos, que pudieran tocar su ropa, o que su sombra cayese sobre alguno de ellos. Si Dios hubiera visto su conducta como pura superstición, habría pronunciado alguna palabra de exhortación o corrección, pero no fue así. Si la ropa de Jesús y Pablo o la sombra de Pedro sanaba, fue por la voluntad de Dios y no por haber virtud en tales artículos. No es necesario menospreciar la importancia de la sombra de Pedro y la ropa de Pablo, porque aun los apóstoles mismos eran simplemente instrumentos en las manos del Señor para sanar. No había poder en la sombra de Pedro ni en la ropa de Pablo, pero tampoco había poder en Pedro mismo o Pablo mismo aparte del poder que el Señor les había conferido. Estas prácticas bíblicas no apoyan en lo más mínimo la práctica de piadosamente conservar las supuestas reliquias (por ej., huesos de santos, astillas de la cruz, etc.). 

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