Mateo 21

 

          21:1  Cuando se acercaron a Jerusalén (la última vez; ya empiezan los eventos de la semana final de su ministerio), y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos,  2  diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella (este es otro ejemplo de la omnisciencia de Jesús); desatadla, y traédmelos.  3  Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará.  4  Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: 5  Decid a la hija de Sion:  He aquí, tu Rey viene a ti,  Manso, y sentado sobre una asna,  Sobre un pollino, hijo de animal de carga. {Zac. 9. 9, “9  Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”} – Jesús no entró en la ciudad como militar para conquistar a los romanos. 6  Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; 7  y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. (Mar. 11:7, “Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él”).

          21:8  Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino.  9  Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna {Sal. 118. 25.} al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! {Sal. 118. 26.} ¡Hosanna en las alturas!  10  Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste?  11  Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea. – El pueblo estaba listo a proclamarle rey. Jn. 12, “19  Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él”.  “Hijo de David” equivalía a “Mesías”.

          21:12  Y entró Jesús en el templo de Dios, -- No entró en el lugar santo. El templo (santuario) no era sitio donde la gente se congregara para adorar como lo hace la iglesia ahora. Solamente entraban en el lugar santo los sacerdotes; Jesús no entró porque no era sacerdote según el orden de Aarón, (era de la tribu de Judá). Tampoco entró Jesús en el lugar santísimo (solamente el sumo sacerdote entraba, y éste solamente una vez por año). En el templo había varios atrios, pero la palabra templo (hieron) incluía los atrios y cámaras, etc., todo lo que estaba encerrado dentro de la muralla del templo. En el atrio de los israelitas solamente entraban varones israelitas. Había también atrio de las mujeres, y el atrio de los gentiles. El atrio de los gentiles era el sitio ocupado por los vendedores. En este atrio entraba cualquiera. Por lo tanto, los gentiles estaban completamente despreciados por el negocio escandaloso de los judíos avaros. Mar. 11:16, Jesús “no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno; esto indica que esta parte del templo había llegado a ser una vía pública para cargar utensilios de aceite, vino, etc. ¿Qué esperanza había de que los gentiles creyentes (p. ej., Cornelio) pudieran adorar a Dios?

          -- y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; -- Lev. 14:22; Luc. 2:24, sacrificio ofrecido por los pobres. Esta práctica comenzó como una práctica inocente de beneficio para los que venían de lejos al templo, y no era práctico traer animales y palomas, pero abrió la puerta para los avaros y llegó a ser una condición escandalosa como descrita aquí. Ahora en lugar de recibir beneficio, los pobres eran víctimas de la avaricia de los vendedores. El impuesto del templo era medio ciclo y los peregrinos tenían que cambiar su dinero para pagarlo.

          ¿Por qué los echó fuera? ¿Por qué volcó las mesas de los cambistas? Porque eran hombres fraudulentos (ladrones) que cobraban doble o triple por las palomas. ¿Por qué no las compraban en otra parte? Porque tenían que ser sin defecto, y los “inspectores” rechazaban las palomas que se compraban en otra parte, de esta manera obligándoles a comprar en el templo. Tenían que ofrecer sacrificios “autorizados” por los ladrones. Todos (los sacerdotes, oficiales del templo, comerciantes) estaban involucrados en la conspiración de robar la gente. Fue un verdadero monopolio.

          Jesús entró, pues, en su propia casa y la limpió. Era la pascua y El quitaba la vieja levadura (1 Cor. 5:8). En esto vemos el poder y autoridad de Jesús. Cf. Juan 18:6. Habló con voz de autoridad, voz de mando.

          ¿Por qué no lo resistieron? Jesús tuvo el derecho de hacerlo; la conciencia de los culpables les condenaba (si es que todavía tenía conciencia). También la gente apoyaba a Jesús (esto ocurrió después de la entrada triunfal), porque sabían que Jesús era, por lo menos, un profeta y creían que un profeta tenía mucha autoridad.

          21:13  y les dijo: Escrito está: -- otra vez vemos la fuerza de las Escrituras. Jesús siempre citaba textos bíblicos. Esto indicaba que Dios Mismo era su autoridad.

          -- Mi casa, casa de oración será llamada; {Isa. 56. 7.} mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. {Jer. 7. 11.} – Hay mucho contraste entre “casa de oración” y “cueva de ladrones”. 2 Cor. 2, “17  Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios” (“comercian con la palabra de Dios”, LBLA). Ezeq. 34, “2 .. ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos!”. 1 Tim. 6, “5 .. toman la piedad como fuente de ganancia”. 2 Ped. 2, “3  y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas”.  Así es hoy en día. El mundo religioso hace mercadería del evangelio. Muchos pastores y evangelistas enfatizan lo material mucho más que lo espiritual.

          La práctica de los judíos que profanaban el templo es repetida ahora por muchas iglesias: La Iglesia Católica Romana tiene sus reliquias sagradas, cintas con inscripciones, velas de colores, crucifijos decorados, botellas con agua santa (agua del Jordán). Los evangélicos  (1) hablan sin cesar de ofrendas, de diezmos, de recaudar fondos para su salario y sus proyectos (tienen número incalculable de ofrendas especiales); en cuanto al diezmo, cualquier estudiante sincero (como los de Berea, Hech. 17:11) sabe que el diezmo pertenece a la ley de Moisés (Lev. 27:30-34; Núm. 18:21; Deut. 14:22-29, etc.) pero los líderes religiosos lo imponen sobre sus feligreses como si fuera ley de Cristo; (2) venden pasteles, tacos, tamales, ropa, etc. para sufragar gastos; (3) piden ayuda de los comerciantes (y de todos en la calle);  (4) venden pañuelos y otros artículos “ungidos” (bendecidos) por el pastor; (5) los televangelistas animan a la gente a escribir sus enfermedades, etc. en un papel para enviárselos, siempre con su ofrenda, para que oren por ellos; (5) en las campañas usan tácticas psicológicas de las más vergonzosas para sacar dinero de la gente; (6) venden discos, casetes, y toda clase de literatura (como “Atalaya” y “Despertad”); (7) todos saben de los juegos de bingo y rifas de las iglesias católicas, pero los evangélicos tienen sus rifas también; (8) celebran fiestas y programas de toda clase con orquestas, coros y toda clase de diversión, compitiendo con el teatro mundano, etc. (la lista es interminable). (Algunos de estos puntos tomados del estudio “Mercaderes del sectarismo” por Dewayne Shappley H.).

          Recuérdese siempre la actitud de Jesús ante tales actividades. Jn. 2, “15  Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos”. Como Pablo dice en Rom. 16:18, “no sirven a nuestro Señor Jesucristo sino a sus propios vientres” y como dice Judas 11, “se lanzaron por lucro en el error de Balaam”.

          ¿Qué enseña la Biblia? 1 Cor. 16, “2 Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado”; 2 Cor. 9, “7 Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”. Léase 2 Cor. 8:1-5 para ver el espíritu generoso que Dios quiere ver en sus hijos.

          21:14  Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó. –  4:23, 24;  14:14; 19:2. Estos fueron los últimos que fueron sanados por Jesús antes de su muerte. Obsérvese el contraste entre lo que Jesús hizo en el templo y lo que los mercaderes hacían en el templo.    

          21:15  Pero los principales sacerdotes (en estos últimos capítulos los “principales sacerdotes” se mencionan repetidas veces, porque eran los que instigaron a los romanos a crucificar a Jesús) y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron,  16  y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis (12:3, 5; 19:4; 21:42):  De la boca de los niños y de los que maman  Perfeccionaste la alabanza {Sal. 8. 2.}?   17  Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y posó allí. – Los oficiales se indignaron porque obviamente Jesús hacía el papel de un poderoso líder, encargándose de limpiar el templo, de sanar a los enfermos, y enseñar con toda autoridad no lo que los escribas y fariseos enseñaban, sino lo que El mismo enseñaba. Por eso, cuando los muchachos gritaban “¡Hosanna al Hijo de David!”, se molestaron mucho y protestaron. Con toda hipocresía condenaron lo que deberían aprobar y aprobaron lo que deberían haber condenado (la práctica de los mercaderes en el templo).

          Los muchachos repiten lo que la gente decía cuando Jesús entraba en Jerusalén (21:9). El templo era el lugar más apropiado para alabar a Jesucristo y proclamar que El era el Hijo de David, el Mesías.

          21:18  Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre. 19 Y viendo una higuera cerca del camino ("viendo de lejos una higuera que tenía hojas", Mar. 11:13), vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente ("pues no era tiempo de higos", Mar. 11:13). -- Comúnmente la fruta aparece antes que las hojas. Aunque no era tiempo de higos, éste parecía ser un árbol excepcional, dando fruto más temprano que de ordinario. “No era tiempo de higos”, pero tampoco era tiempo de hojas. No era natural o normal. Tenía la apariencia de tener fruto. Prometió dar fruto, pero no podía hacerlo. Profesó ser excepcional, superior a las demás higueras. Esta higuera era como Jerusalén y los judíos que hacían mucha profesión de la piedad. Había mucha actividad religiosa, pero no había fruto para justicia.

          -- y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. ("Nunca jamás coma nadie fruto de ti", Mar. 11:13). Jesús no solamente hizo milagros de misericordia, sino también de juicio (cf. Hech. 13:10). Este es el Cristo desconocido aun por las religiones que profesan seguirlo. Hay muchas pinturas supuestamente de Jesús, pero nadie lo pinta maldiciendo la higuera, ni limpiando el templo. Nadie lo pinta reprendiendo a los que corrompieron el templo o a los hipócritas (Mat 23). Mat. 3, “10  Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”. Mat. 21, “43  Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él”. El acto de maldecir la higuera corresponde perfectamente con estos textos.

          -- Y luego se secó la higuera.  20  Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera? – Los discípulos habían visto muchos milagros, y de distintas clases, pero no habían visto esta clase de milagro.

          21:21  Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. – Mar. 11, “23  Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho” (“En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte: "Quítate y arrójate al mar", y no dude en su corazón, sino crea que lo que dice va a suceder, le será concedido LBLA).

          -- si tuviereis fe – Jesús no habla a todos sus discípulos. Compárese 10:19,20, no todos serían inspirados. El se dirige a sus apóstoles, porque El “les dio autoridad” para hacer milagros (10:1). Entonces, ¿de qué fe está hablando? ¿Fe en quién o en qué? “Aquí vemos lo que era la fe por la cual los milagros se hacían. No es meramente fe en Dios o en Cristo, sino la creencia de que cuando se le mande a un monte que sea quitado o que se haga otro milagro, ‘lo que dice va a suceder, le será concedido’. Por supuesto, nadie que no poseía dones milagrosos podría creer esto racionalmente; pero un hombre podría tener estos dones y fallar en hacerlos efectivos por falta de esta fe. (Véanse como ejemplos Mat. 14:30, 31; 17:19,20)” (JWM). Entonces Jesús no está hablando simplemente de la fe que los apóstoles tuvieran en Dios o en El. Ellos habían recibido poder de Cristo para hacer milagros, pero tener tal poder y tener la fe necesaria para ejecutar ese poder eran dos cosas distintas. Cristo le concedió poder a Pedro para caminar sobre el agua, pero se hundió. Cristo les dio poder para echar fuera a los demonios, pero no siempre podían hacerlo.

          21:22  Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.  – Los fieles deben orar con fe (Sant. 1:6) en el nombre de Jesucristo (Jn. 14:11-14; 16:23) de acuerdo a la voluntad de Dios  (1 Jn. 3:22; 5:14), y El promete oírles. Contestará de acuerdo a su divina voluntad.

          21:23  Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo -- un comité o grupo oficial del Sanedrín o Concilio. Ahora empiezan los cinco debates principales entre Jesús y los líderes religiosos.

          -- se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad – Estos hombres augustos sí tenían autoridad, pues representaban la Corte Suprema del pueblo. Tenían a su cargo el control y regulación de los asuntos del templo. Tenían el derecho de pedir los credenciales de cualquier maestro. Tenían la obligación de probar a los que profesaban ser profetas (Deut. 13:1-3; 18:22). ¿Acaso querían estos líderes proteger al pueblo de un falso maestro? Desafiaron a Jesús, pues, que dijera al pueblo con qué autoridad El hacía “estas cosas” (aceptar la alabanza de los que clamaban que El era el Hijo de David, limpiar el templo, sanar gente, enseñar). 

          Estos líderes reconocían la gran influencia que Jesús tenía con la gente (Mar. 11:18;  Luc. 19:48) y, sin duda, querían convencer al pueblo que Jesús obraba sin autoridad alguna. También, como siempre, le hacían preguntas con la esperanza de que pudieran acusarle de blasfemar.

          21:24  Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta (12:11; 15:3), y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.  25  El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo (¿con autoridad divina?), o de los hombres? – Toda doctrina y práctica religiosas deben ser examinadas con esta pregunta: ¿es del cielo o de los hombres? Desde luego, hay una infinidad de doctrinas y prácticas religiosas que no son del cielo, porque son mandamientos de los hombres (15:9).  

          -- Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?  26  Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta. 27  Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.  –  Al hablar Jesús del “bautismo de Juan” se refería al ministerio de Juan. Tal vez los líderes de los judíos hubieran aceptado el bautismo de Juan como otro lavamiento (otro acto de purificación), pero eso no fue el problema. No querían aceptar la predicación de Juan sobre la necesidad del arrepentimiento para seguir a Jesús de Nazaret como el Mesías.

          ¿Qué tuvo que ver el bautismo de Juan con la pregunta de los judíos sobre la autoridad de Jesús? Las dos cosas están íntimamente conectadas. Juan testificaba claramente que Jesús era el Mesías y que era mucho más grande que él. Por lo tanto, si los judíos admitieran que el ministerio de Juan era autorizado por Dios, tenían que admitir que Jesús era el Mesías. Pero al rechazar a Juan cuando todo el mundo lo tenía por profeta, estos oficiales demostraban su prejuicio y ceguedad. También rechazaron los designios de Dios (Luc. 7:29,30). Por lo tanto, ¿con qué propósito debería Jesús contestar la pregunta de ellos acerca de la autoridad? Obviamente no eran competentes para juzgar el tema

          -- Ellos entonces discutían entre sí --  ¿Qué discutían? ¿La verdad? ¿Querían saber la verdad? ¿Querían saber si Juan era profeta o no? Buscaron su propia conveniencia. Jesús les puso en un dilema y cualquier respuesta que le hicieran no les habría servido bien. "Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?" lo que dijo acerca de Cristo. No podían aceptar que Juan fue enviado por Dios, sin admitir lo que Juan decía acerca de Jesús.

          No temieron a Dios, sino solamente al pueblo. La única cosa importante para ellos era su propia conveniencia. Tenían que defender a toda costa su posición como líderes del pueblo. Luc. 20:6, "nos apedreará". Era asunto serio. El pueblo no tuvo miedo de apedrear a sus oficiales.

          21:27 -- No sabemos. -- Estos oficiales contestaban cualquier pregunta religiosa, acerca de la ley y las tradiciones; estaban obligados a saber.

          -- Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas. -- Ellos podían inspeccionar credenciales humanos, pero eran totalmente incapaces de juzgar credenciales divinos. Por ser tan carnales, no estaban nada preparados para juzgar cosas espirituales.

          21:28  Pero ¿qué os parece? (17:25; 18:12; 21:28; 22:17, 42; 26:66). Ahora Jesús les habla tres parábolas para exponer y condenar a los líderes de los judíos. Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, vé hoy a trabajar en mi viña.  29  Respondiendo él, dijo: No quiero (este hijo representa a los publicanos y las rameras, v. 31, que abiertamente decían “no quiero” a Dios); pero después, arrepentido (metamelomai, lamentar, 27:32; 2 Cor. 7:8; al oír la predicación de Juan y Jesús), fue. 30  Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue.  31  ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. – De esta manera se usa la parábola para que los culpables, al contestar una pregunta o comentar, se condenan solos. Compárese 2 Sam. 12:1-7. Los líderes religiosos decían “Señor, Señor” (Mat. 7:21), pero no hacían la voluntad de Dios.

          -- Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. – El reino todavía no se había establecido, pero los pecadores arrepentidos iban con pasos seguros hacia el reino, porque creyeron a Juan (v. 32); es decir, como dice 3:6, “y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados” y Mar. 1:4, “Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados”. El trabajo de Juan era preparar el pueblo para Cristo y su reino.

          21:32  Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; -- “Juan practicó la misma justicia que la ley demandaba, aquella de la cual los fariseos se jactaban sin practicarla; sin embargo, lo habían rechazado. No podían descubrir en él la más pequeña desviación de la ley, pero aun así rechazaron su mensaje. No podían dejar de ver el significado de lo que Jesús decía” (HLB).

          --  pero los publicanos y las rameras le creyeron; {Luc. 3. 12; 7. 29-30.} y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.  – Aprendemos en Jn. 1:19-25 que los líderes de los judíos investigaron el ministerio de Juan y Luc. 7:30 dice que “los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan”. Cuando vieron la conversión de los publicanos y rameras les convenía “arrepentirse” (sentir tristeza por sus pecados y humillarse delante de Dios), y creer en Cristo, pero no lo hicieron.

          21:33  Oíd otra parábola: (Esta es una de las parábolas de Jesús que son alegorías, pues los personajes de la parábola representan a ciertas personas) Hubo un hombre, padre de familia (representa a Dios), el cual plantó una viña, {Isa. 5. 1-2.} la cercó de vallado, cavó en ella un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos labradores (el pueblo de Israel), y se fue lejos – “Plantó vides en ese terreno, la cercó con vallado como protección contra ladrones y animales y la equipó con un lagar y una torre. El lagar generalmente consistía en dos pozos excavados en la tierra y revestidos con piedras, o labrados de un risco. La cavidad superior, ancha y de poca profundidad, servía como receptáculo para las uvas. Aquí eran exprimidas bajo los pies de los pisadores (cf. Is. 73:2, 3). A través de un tubo el jugo fluía a un compartimiento más bajo, más angosto, pero más profundo. Después de vaciaba en tinajas o cántaros (cf. Hag. 2:16) … En la torre tenía que estar un atalaya a fin de avisar de todo peligro de pillaje, de chacales y zorras (Cnt. 2:15)” (GH).

          21: 34  Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos (los profetas) a los labradores, para que recibiesen sus frutos.  35  Mas los labradores, tomando a los siervos, a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon (23:27; 2 Crón. 24:20, 21; Heb. 11:32-38).  36  Envió de nuevo otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera.  37  Finalmente les envió su hijo (Jesús), diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.  38  Mas los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad.  39  Y tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron.  40  Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?  41  Le dijeron: A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, que le paguen el fruto a su tiempo. – Otra vez “los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo” pronuncian la sentencia de condenación sobre sí mismos, aun admitiendo que aquellos labradores (que representaban a ellos mismos) eran “malos” y que deberían ser destruidos. Esto es precisamente lo que les pasó en el año 70 d. de JC cuando los romanos sitiaron la ciudad de Jerusalén, la quemaron y destruyeron a muchos judíos.

          Jesús habla primero de la viña del Señor (Isa. 5), y entonces deja esa figura y en los siguientes versículos habla de la construcción de un edificio. En las dos figuras El habla del rechazamiento del Mesías por los judíos. Pablo emplea estas dos figuras en 1 Cor. 3:9.

          21:42  Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras:  La piedra que desecharon los edificadores,  Ha venido a ser cabeza del ángulo.  El Señor ha hecho esto,  Y es cosa maravillosa a nuestros ojos? {Sal. 118:22-23; este salmo está citado también en Hech. 4:11; Rom. 9:33; 1 Ped. 2:7) – Luc. 20:17, “mirándolos" ("fijamente" LBLA) a "los principales sacerdotes y los ancianos" (Mat. 21:23) y "los fariseos" (Mat. 21:45). Jesús "comenzó a decir al pueblo esta parábola" (Luc. 20:9). La enseñanza de Mat. 21:23-46 era para el Sanedrín, los líderes del pueblo, pero también para todo el pueblo. "¿Nunca leísteis en las Escrituras?" "¿Ni aun esta escritura habéis leído"? (Mar. 12:10). Al hacerles esta pregunta era como si Jesús hubiera dicho, "Ustedes se jactan de su conocimiento, ¿no han leído el Sal. 118:22?" "La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo". La piedra principal no solamente es parte integral del fundamento que apoya el edificio, sino también la piedra que unificaba las paredes y da forma a todo el edificio. Todas las demás piedras del edificio tienen que ajustarse y acomodarse a la piedra principal. Los judíos rechazaron a Cristo, el Personaje más importante del mundo.

          Jesucristo siempre apelaba a las Escrituras: Mat. 4:4, 7, 10; 12:3; 19:4; 21:16; 22:29, 40; Luc. 4:21; 6:3; 10:26; 24:44; Jn. 5:39; 10:35; etc. Estas son las Escrituras del Antiguo Testamento, las Escrituras de los judíos (Rom. 3:2). Las Escrituras de los judíos estaban compuestas de veintidós libros, el número que corresponde al alfabeto hebreo (juntaron varios libros en un libro; por ejemplo, los libros de Samuel y Reyes), pero los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento nuestro y los veintidós libros del Antiguo Testamento de los judíos son los mismos. Jesús apeló, pues, a la misma autoridad que los judíos aceptaban y, por lo tanto, estaban obligados a aceptar lo que El les decía, basándose en las Escrituras, pero los principales sacerdotes y fariseos no solamente rechazaron a Juan el bautista y a Cristo, sino que también ignoraron (rechazaron) sus propias Escrituras. Los escribas y "doctores de la ley" estaban obligados a explicar esta profecía y su cumplimiento, pero ¿qué habían dicho sobre ella? La pregunta de Jesús indica que la ignoraban porque no le daban importancia. Ellos eran los edificadores del templo de Dios, pero ignoraban el plano del Arquitecto, y rechazaron la piedra principal del fundamento.

          Sal. 118:22, 23. Esta profecía precede el texto que dice "Bendito el que viene en el nombre de Jehová" (ver. 26; citado en Mat. 21:9). Durante "la entrada triunfal" de Jesús (Mat. 21:1-11), el pueblo citó el Salmo 118:26, pero no entendieron el Sal. 118:22. "El que viene en el nombre de Jehová" es "la piedra que desecharon los edificadores" que "ha venido a ser cabeza del ángulo". Pedro citó este mismo texto cuando predicó al sanedrín (Hech. 4:11) y cuando escribió su primera carta (2:7). En el mismo texto (ver. 6), citando Isa. 28:16, Pedro dice, "He aquí pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado". La principal piedra del ángulo para un templo tiene que ser piedra enorme, muy especial (escogida), preparada (elaborada y probada) y, por lo tanto, muy preciosa (costosa, de gran precio). Esta piedra gobierna todos los ángulos y líneas del edificio. La profecía del Sal. 118:22 habla del concepto que los líderes de los judíos tenían del reino, un concepto que no incluyó a Jesucristo. Los principales sacerdotes y fariseos se representan como edificadores que tratan de levantar las paredes del templo de Dios, pero en lugar de ser arquitectos peritos como Pablo (1 Cor. 3:10), eran más bien edificadores ineptos porque no pudieron unir las piedras en la esquina por haber rechazado la piedra principal del ángulo que estaba preparada (cortada) especialmente para ese propósito. La piedra del ángulo es la piedra principal del fundamento, pero los judíos estaban resueltos a construir el templo de Dios sin la piedra del ángulo. Esta piedra tan importante estaba delante de sus ojos. Podían verla todos los días, pero optaron por rechazarla y seguir en su esfuerzo de construir el templo de Dios sin esa piedra principal del fundamento.

          -- El que creyere, no se apresure -- ("no será perturbado", LBLA). Dice Pedro, "no será avergonzado". No huirá avergonzado porque su fe está bien fundada. No estará decepcionado. El fin para los que tropiezan en esta piedra (los desobedientes) ha sido, es y siempre será la tristeza amarga.

                   A través del libro de Mateo se han visto claramente las razones por las que esta "piedra" fue rechazada. La rechazaron por lo humilde de Jesús (Mat. 13:55-57), porque El condenó sus tradiciones (Mat. 15:1-12), porque El condenó su hipocresía (Mat. 23), porque le tenían envidia (Mat. 27:18), etc.

                   Sin embargo, los líderes de los judíos no solamente rechazaron a Jesús, sino que también querían acabar con El; querían eliminarlo completamente para que la gente no le viera ni oyera más y para que El dejara de molestarles. Pero al rechazarlo ellos hicieron precisamente lo que no querían hacer; es decir, lo establecieron como la piedra principal del ángulo. Dios vindicó esa piedra rechazada (Cristo) haciéndole la cabeza del ángulo, porque cuando Cristo murió y resucitó al tercer día para ser nuestro Salvador, entonces ascendió a su trono a la diestra de Dios para ser "Señor y Cristo". Cuando los judíos crucificaron a Jesús por manos de los romanos, cumplieron el plan de Dios de que Jesús fuera el sacrificio por los pecados del mundo, y luego cuando ascendió al cielo llegó a ser nuestro Sumo Sacerdote o Mediador (Hech. 13:27; Heb. 4:14-15; 7:15-28; 9:11-28).

                   Cristo es la perfecta piedra del ángulo porque como todas las piedras son unidas por la piedra del ángulo, así también en Cristo están reconciliados (unidos) todos en un cuerpo (Efes. 2:14-16).

          -- El Señor ha hecho esto. -- Cuando los judíos crucificaron a Cristo, ellos solamente pensaron hacerle mal, pero la muerte de Jesús ocurrió para efectuar la salvación del mundo. La cruz de Cristo es el fundamento de Su reino o iglesia (Hech. 2:22-24; 3:17, 18).

          -- Y es cosa maravillosa a nuestros ojos. -- Todo aspecto del plan glorioso de Dios para nuestra redención es maravilloso.

          21:43  Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él. – Ahora “el reino de Dios” no pertenece a los judíos. Ya no son el “pueblo escogido de Dios”. El reino de Dios ahora es la iglesia de Cristo, pues el reino y la iglesia tienen la misma Cabeza, fueron establecidos el mismo día (el día de Pentecostés, Hech. 2), al obedecer al evangelio uno es añadido a la iglesia (Hech. 2:47) (trasladado al reino, Col. 1:13), la mesa o cena del Señor está en su reino (Mat. 26:29) y, desde luego, está en la iglesia (1 Cor. 11:24-27). El reino está compuesto de los obedientes de todas las naciones. 1 Ped. 2, “9  Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”.

          21:44  Y el que cayere (tropiece, Mat. 11:6) sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará (en el juicio final).

          21:45  Y oyendo sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba de ellos.  – Jesús ya había explicado uno de los propósitos de las parábolas (13:13), pero aquí vemos otro propósito; es decir, al oír estas parábolas, los líderes de los judíos “entendieron que hablaba de ellos” y, desde luego, tenían razón.

          21:46  Pero al buscar cómo echarle mano, temían al pueblo, porque éste le tenía por profeta. – Si el pueblo creía que Jesús era profeta, entonces tenía derecho de hablar de esa manera, por más que les provocara a los líderes. Pero todavía no le hacían nada porque su hora no había llegado.

 

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