Mateo 23
23:1 Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: -- Habiendo contestado las preguntas capciosas de sus detractores, exponiendo su ignorancia de las Escrituras que enseñaban (a su modo), y habiéndoles hecho una pregunta sobre el Hijo de David que ellos no podían contestar, ahora delante de todos El comienza a denunciar el carácter depravado de ellos.
23: 2 En la cátedra (asiento, silla) de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. 3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; -- Primero El los reconoce como los maestros de la ley de Moisés. Recuérdese que desde el principio de su ministerio Jesús insistía en completa obediencia a la ley de Moisés. Mat. 5: 19 “De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos”. Por lo tanto, puesto que los escribas y fariseos eran los reconocidos maestros de la ley de Moisés, cuando enseñaban la ley era necesario obedecerles. (Pero esto no se refiere a las tradiciones de los hombre, sino a lo que estaba escrito en la ley de Moisés).
-- mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. -- Aunque Jesús refutaba los errores doctrinales de ellos (12:1-8; 15:1-20; 19:1-12), el pueblo estaba obligado a obedecer la ley de Moisés enseñada por ellos. En este texto Jesús no denuncia sus errores doctrinales, sino su falta de practicar lo que enseñaban.
23:4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. – Estas “cargas pesadas y difíciles de llevar” no eran los mandamientos de la ley escrita, sino las tradiciones (reglamentos humanos) que ellos agregaban a la ley de Moisés. Lo que Jesús dice no se debe confundir con Hech. 15:10, “Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” La ley de Moisés era un “yugo”, pero también la ley de Cristo es un yugo (Mat. 11:29, 30). Pedro simplemente afirma lo que Pablo afirma en Rom. 3:23 que todos habían pecado; es decir, solamente Cristo guardó la ley de Moisés perfectamente, pues todos los demás pecaron. Pero Cristo no se refiere a esa ley, sino a las tradiciones que El había condenado (p. ej., Mat. 15:1-20). Los escribas y fariseos tenían unas treinta reglamentos sobre la guarda del sábado. Sin embargo, inventaban salidas (p. ej., Mar. 7:11; Mat. 23:16-22) cuando ellos mismos no querían guardarlos.
23:5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. {Mat. 6:1-18} Pues ensanchan sus filacterias, -- (“Hebreo, ‘señal’, ‘recuerdo’). Interpretando literalmente Ex. 13:9, 16; Dt. 6:8; 11:18, se escribían en tiras de pergamino algunos preceptos de la ley; estos preceptos se encerraban en cajitas que eran atadas al brazo izquierdo o a la frente con filacterias o lazos. Jesús criticó que los fariseos hicieran las filacterias llamativamente anchas (Mt. 23:5).Mucha gente piadosa de su tiempo llevaba las filacterias no sólo para la oración, sino durante todo el día … llegaron a convertirse en una especie de amuletos contra toda clase de amenazas y por ello Cristo echa en cara a los fariseos el hecho de que ‘ensanchen tanto sus filacterias’, o sea, que extreman la celebración externa de los actos de piedad” (Dicc. V-E). (Deut. 6:6, 8 dice, “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; … 8 Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos”.
-- y extienden los flecos de sus mantos; -- Núm. 15, “38 Habla a los hijos de Israel, y diles que se hagan franjas en los bordes de sus vestidos” (también Deut. 22:12, “Te harás flecos en las cuatro puntas de tu manto con que te cubras”). Estos servían para recordar al pueblo de su relación con Dios y sus leyes, que ellos eran su pueblo escogido, pero la ley no especificaba lo largo de los flecos. Los fariseos, movidos por el orgullo y el deseo de ser reconocidos como muy piadosos, alargaban los flecos. De esa manera, en lugar de cumplir el propósito original de Dios, llegaban a ser exhibición de su orgullo y su deseo de ser alabado por los demás.
23:6 y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, -- (Mar. 12:38, 39; Luc. 11:43; 14:78-11; 20:46). Este problema existía en la iglesia también (Sant. 2:1-4).
23:7 y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. 8 Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. 9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. 10 Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. – La explicación de Jesús identifica el mal de llevar títulos como el usurpar a Dios como Padre y a Cristo como Maestro. Desde luego, hay maestros en la iglesia (Hech. 13:1; Heb. 5:12; 1 Tim. 3:2; 2 Tim. 1:11), y por implicación Pablo se refiere a sí mismo como el padre de los corintios (1 Cor. 4:15), pero lo que se condena es el uso de títulos religiosos. Pablo nunca se refiere a sí mismo como Padre Pablo, y nunca llamó a los otros apóstoles el Padre Pedro o el Padre Juan, mucho menos el Reverendo Padre fulano de tal. El uso de tales títulos entre los que profesan ser seguidores de Cristo es innegablemente una marca de apostasía.
23:11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo {Mat. 20. 26-27; Mar. 9. 35; 10. 43-44; Luc. 22. 26} . – La prueba de grandeza no se ve en el uso de títulos, sino en el servicio humilde. 12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. – Prov. 16, “18 Antes del quebrantamiento es la soberbia, Y antes de la caída la altivez de espíritu”; Prov. 29, “23 La soberbia del hombre le abate; Pero al humilde de espíritu sustenta la honra”. Véanse Luc. 14:11; 18:14.
23:13 -- Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando. – En su comentario sobre Mat. 23:13-29 el Sr. Matthew Henry pone los ocho ayes en contraste con las ocho bienaventuranzas de Mat. 5, y agrega que los ayes son como los truenos y relámpagos del Monte Sinaí. En Mat. 23 Jesús expone la falsedad de aquellos que siempre insisten en la "predicación positiva". Desde luego, tales hermanos son en realidad muy negativos, porque denuncian fuertemente a los que son negativos. Debaten mucho con otros afirmando que no se debe debatir, critican mucho a otros diciendo que no se debe criticar, etcétera. ¡Nadie es tolerante! Los más intolerantes son los que profesan ser tolerantes, porque éstos son muy intolerantes de los que tildan de intolerantes. Lo importante es que tengamos la intolerancia de Jesús. El decía la verdad y al concluir expresó tristeza sobre la condición de estos líderes judíos (23:37-29).
La condición lamentable de la iglesia en muchas partes se debe en gran parte a la falta de no condenar el pecado y el error. La iglesia está absorbiendo la filosofía de la sociedad general en ser cada vez más tolerante del crimen, la homosexualidad, el divorcio y nuevas nupcias, el aborto, las drogas y toda clase de maldad.
La palabra "ay" es "una interjección, se usa (a) en denuncia, Mt 11:21; 18:7 (dos veces); ocho veces en el cap. 23; 26:24 ..." (WEV). Dice Larousse, "Denota admiración, aflicción o dolor", y así es en Apoc. 18:10,16,19 (WEV), pero en Mateo significa una denuncia solemne del juicio. Implica que grandes calamidades les esperan a los culpables. Jesús pone "ayes" en contraste con "bienaventuranzas", Luc. 6:20-26.
El conocimiento de la verdad es la puerta por la cual se entra en el reino, y los escribas y fariseos se oponían a la verdad. Hicieron todo lo posible por evitar que la gente creyera en Jesús. Estos no podían literalmente cerrar el reino, porque solamente Dios tiene esta autoridad, pero éstos eran los líderes del pueblo y, en un sentido figurado, cerraron el reino al enseñar error acerca del Mesías y al negar a Jesús y contradecir sus enseñanzas (Mat. 12:24; Jn. 9:13-41; 12:42; 1 Tes. 2:14-16). Cerraron el reino con la fuerza de su ejemplo (Juan 7:48) y por su autoridad (Luc. 6:22; Juan 7:13, 45-52; 9:22, 34). Luc. 11:52, "¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis". Estos maestros no enseñaban la ley de Dios, sino sus tradiciones; aun invalidaron la ley de Dios con ellas (Mat. 15:1-9). Quitaron la llave del conocimiento del Antiguo Testamento (la ley, los profetas y los salmos) porque no explicaron la naturaleza típica de los sacrificios y otras cosas de la ley, ni tampoco las muchas profecías que apuntaban hacia Cristo (su nacimiento, su ministerio, su muerte, resurrección, ascensión y coronación).
"¡Qué descripción tan viva del clero romanista, quienes son los sucesores legítimos de aquellos escribas!" (JFB), pero no solamente el clero romano, sino los mormones, los testigos, los adventistas, los carismáticos y otros evangélicos hacen todo lo posible por evitar que la gente escuche y obedezca al evangelio puro. Hacen lo mismo muchos hermanos liberales al representar mal a los que se oponen a su liberalismo.
Muchos padres rehúsan entrar en el reino e impiden a sus propios hijos. También muchos esposos incrédulos hacen todo lo posible por evitar que sus esposas e hijos asistan a los servicios. Recuérdese Mat. 18:6,7.
Sin embargo, es necesario enfatizar que todo el mundo es responsable delante de Dios y debe aprender la verdad y obedecerla. Nadie puede decir a Dios, "Yo soy inocente porque otros cerraron el reino y yo no podía entrar". En el día de juicio no solamente todos los falsos maestros darán cuenta a Dios, sino también todos los seguidores (15:14).
23:14 -- ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por eso recibiréis mayor condenación. -- Véanse Mar. 12:40; Luc. 20:47. Este versículo fue omitido por los mejores manuscritos, pero que en Marcos y Lucas es genuino (JWM). Las "casas" de las viudas significa su propiedad y posesiones. Lucas dice que los fariseos eran "avaros" (Lucas 16:14). En Mat. 23:14 se ve un ejemplo de esa avaricia. Significa que ellos defraudaban a las viudas. Éstos conspiraban con los hijos de sus madres viudas para ganar la herencia (HLB). Convencían a las viudas y a otros pobres a entregar la administración de su propiedad a ellos como guardianes y luego se aprovechaban de este arreglo para defraudarles. Entonces para evitar que los tales sospecharan su conducta perversa, se dedicaban a largas oraciones (hasta tres horas de duración, incluyendo el tiempo de meditación) (AB).
Los escribas y fariseos eran típicos de todo el comercialismo en el mundo religioso. Después de los primeros siglos se desarrolló el sistema comercial de la iglesia romana. La iglesia mormona es riquísima, más rica que muchas empresas principales de Los Estados Unidos. Los testigos del Atalaya abusan de todos sus "publicadores" y otros, no pagándoles por su trabajo, sino exigiendo cada vez más ventas para enriquecer la organización. Los televangelistas defraudan a sus feligreses de multiplicados millones de dólares. Televisan fotos de niños hambrientos, moscas y familias sin casas para pedir dinero, pero los directores de estos proyectos viven en mansiones y llevan vidas de puro lujo. Todos los tales darán cuenta al Señor por los abusos de la religión de Cristo (1 Tim. 6:5).
23:15 -- ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros. -- El prosélito es el que se convierte a cierta religión. Entre los judíos había "prosélitos de la justicia" que se circuncidaban, aceptaban la ley de Moisés. Los "prosélitos de la puerta" eran los que renunciaban la religión pagana, y aceptaban algunas cosas de la ley de Moisés y aun oraban a Dios, pero no se circuncidaron.
La implicación clara aquí es que los escribas y fariseos eran hijos del infierno. En la expresión "hijo del infierno" la palabra "hijo" se refiere al destino de tales prosélitos; por lo tanto, significa "listos para el infierno". Compárese "hijo de perdición" (Juan 17:12; 2 Tes. 2:3). Esto se pone en contraste con los hijos del reino (Mat. 13:38). Los hijos del infierno son los "hijos del malo".
Muchos gentiles se convirtieron a la verdadera adoración de Dios y aceptaron la ley de Moisés aun siendo circuncidados. Otros, como Cornelio, aprendieron del Dios verdadero y aun oraban a El con toda sinceridad. Sin embargo, los escribas y fariseos solamente los convertían al fariseísmo, y al dejar las supersticiones de su religión pagana, sus conversos solamente aceptaban los aspectos peores de la religión de los judíos. Estos llegaban a ser peores que sus instructores, porque cada generación se alejaba más lejos de la ley y se apegaba más a las tradiciones humanas.
Muchos confunden la práctica de evangelizar a los de otras religiones con la práctica de los escribas y fariseos que ganaron prosélitos a su religión. El cristiano debe enseñar la verdad a todos, incluyendo a los que creen que ya están salvos (que ya son cristianos), aunque sean miembros de iglesias humanas. Al enseñar a los que son miembros de alguna denominación el cristiano no es un "hipócrita" que anda "robando ovejas", ni ganando "prosélitos", como algunos suelen acusarle, sino que está enseñando y convirtiendo a los que todavía no han obedecido al evangelio verdadero de Cristo. Muchos que profesan ser cristianos no tienen la décima parte del celo de los escribas y fariseos para recorrer "mar y tierra para hacer" discípulos para Cristo.
Hay peligro de que muchos no se conviertan a Cristo, sino que se ganen para que sean miembros de algún partido. Esto fue el problema de los judaizantes que Pablo tenía que resistir tenazmente. Estos tenían celo sin ciencia (Rom. 10:3). Los hermanos convertidos del paganismo estaban "habituados hasta aquí a los ídolos" y a duras penas se les convenció acerca de lo sacrificado a los ídolos. También la cultura influye en algunos después de su conversión al evangelio. Por lo tanto, este texto (Mat. 23:15) debe servir como advertencia a todos de que la comisión de Cristo significa evangelizar, es decir, convertir al mundo a Cristo, y no ser proselitistas que imponen las ideas, prácticas y prohibiciones predilectas de hermanos facciosos. Resta preguntar: ¿A qué o a quién convertimos a la gente?
23:16 -- ¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor. -- La palabra juramento, horkos es en sentido primario equivalente a herkos, una valla, un cercado, aquello que contiene a una persona; de ahí, un juramento" (WEV). "Afirmación o negación de una cosa que se hace tomando por testigo a Dios" (Larousse). Perjurar significa jurar en falso.
Conviene aquí un repaso de Mat. 5:33-37. En cuanto a la prohibición de este texto, The Expositor's Greek Testament explica que la conjunción griega mete, traducida ni, se usa "para conectar estos diferentes juramentos evasivos que forman un grupo homogéneo (de la misma naturaleza)". Por lo tanto, la prohibición "No juréis en ninguna manera" se refiere solamente a la clase de juramentos identificados por las partes que siguen, las cuales no incluyen el juramento judicial, sino solamente los juramentos evasivos que los judíos usaban en la conversación ordinaria.
Sant. 5:12 nos hace ver lo serio de los juramentos hipócritas de los fariseos: "Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación".
El juramento es para confirmar lo que se dice, sea promesa o advertencia. Es como una garantía de que es cierto lo dicho. Véanse ejemplos de juramentos en el Nuevo Testamento: Mat. 26:63; Rom. 1:9; 2 Cor. 1:23; Gál. 1:20; Fil. 1:8. Lo que Jesús dice en Mat. 5:33-37 y en Mat. 23:16-22 no prohibe el jurar solemnemente en el nombre de Dios ante algún tribunal formal, sino el jurar a la ligera, jurar con hipocresía y el no cumplir con la palabra. Los escribas y fariseos jugaban con esta práctica solemne. A través de los siglos los hombres insinceros han querido jurar por alguien o algo para dar más fuerza a su palabra que no vale, pero no quieren cumplir con el juramento (o voto o promesa) que hacen. Pero dice Ex. 20:7, "No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano". Esto es precisamente lo que hacían los escribas y fariseos. Dice Núm. 30:2, "Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca".
Lo que se condena no es un solo pecado sino varios. Los que practican lo que Jesús condena en estos textos son hipócritas, mienten, insultan a Dios, toman en vano el nombre de Dios (Ex. 20:7), insultan a la persona a quien jura, no son dignos de confianza, son insinceros, etcétera (otros males se pueden agregar a la lista). ¿Cómo se puede describir a la persona que simple y sencillamente no quiere cumplir lo que dice? Véase también Ecles. 5:4,5. ¿Por qué prometemos algo si no pensamos hacerlo? Toda relación humana se basa en la confianza. Es indispensable en el hogar. ¿Qué pasa cuando los esposos no toman en serio sus votos? ¿Cuando la esposa ya no confía en su marido o el marido ya no confía en su esposa? ¿Cuando no hay confianza en los hijos o en los padres? ¿Qué tan importante es la confianza en el trabajo o en los negocios? ¿Qué tan importante es pagar lo que se promete pagar? ¿Importa si los oficiales elegidos cumplen con sus promesas? Aun en la iglesia es necesario recordarnos de la importancia de cumplir la palabra; si se acepta alguna carga, es una promesa y si no se cumple, hay desconfianza entre hermanos. En toda relación y en toda actividad humana es necesario que seamos confiables. Al describir la nueva vida en Cristo Pablo dice, "Por lo cual, desechando la mentira hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros" (Efes. 4:25). Cuando no hay confianza, hay duda, sospecha, y aun temor. En el cielo no habrá mentirosos (Apoc. 21:8).
¿Qué significa la palabra perjurar? Jurar en falso, afirmar o negar algo que no es cierto. Se considera más serio que el mentir, porque es mentir bajo juramento. El perjurar ante el tribunal civil es un acto criminal.
-- el oro del templo. "Este oro significaría las planchas de oro con las que gran parte del templo estaba cubierta, y las vasijas de oro del templo; y probablemente también las monedas de las contribuciones. Josefo afirma que Crassus tomó del templo ocho mil talentos de oro" (JAB). Desde luego, el oro no tenía significado religioso alguno aparte del templo.
Enseñaban los escribas y fariseos que algunos juramentos eran más solemnes que otros, que era necesario cumplir algunos pero no todos. Usaban la palabra deudor para indicar obligación, es decir, que estaban obligados a cumplir ciertos juramentos. Enseñaban que la obligación de cumplir el juramento dependía de lo sagrado del objeto por el cual se juraba; por ejemplo, decían que el oro del templo era más sagrado que el templo mismo. La palabra templo en este texto es naos (el santuario) y no simplemente el templo con todos sus atrios (hieron). Parece que todo el mundo juraba por el templo y que pocos se sentían obligados a cumplir su palabra; por lo tanto, se inventó algo para dar más fuerza al juramento: agregaron el concepto del "oro" del templo, diciendo que esto sería más obligatorio.
Lo que hacían los escribas y fariseos era simplemente un rodeo o un juego. La ley (Lev. 19:12; Núm. 30:2;
Deut. 23:21) era muy clara, pero los insinceros buscaban salidas. Todas las tradiciones de los hombres son salidas. Compárese Mat. 15:1-8. Son puros pretextos para no obedecer la ley de Dios.
Jesús expone la hipocresía de estos maestros y nos hace ver que cualquier juramento es un juramento obligatorio. El que jura está obligado a cumplir, pero los escribas y fariseos se atrevían a decir acerca de cierto juramento que "no es nada", es decir, no es necesario cumplirlo.
En primer lugar, como Jesús ya había enseñado (Mat. 5:33-37) no debe haber distinción entre la palabra sola y la palabra confirmada por un juramento. Nuestra palabra debe ser la verdad y no una mentira, y si es la verdad no necesita apoyarse con juramento. (Si no es la verdad, el juramento no la ayuda).
Los escribas y fariseos hacían distinciones insensatas entre el templo y el oro, entre el altar y la ofrenda, etcétera. Esta práctica condenable substituía al Creador con cosas creadas (MH).
-- guías ciegos. -- Todos los maestros falsos son "guías ciegos", y los que se dejan engañar por ellos también se llaman "ciegos". Véanse Mat. 15:14; Isa. 9:16; 56:10. Nos duele ver a los millones que son engañados por el clero romano, los testigos del Atalaya, los televangelistas, etcétera, pero la única esperanza para los tales es que comiencen a estudiar su Biblia y pensar por sí mismos. Parece que a muchas personas les gusta ser engañadas.
23:17 -- ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica el oro? -- Jesús explica que tales distinciones son absurdas, que tales enseñanzas humanas son insensatas y que los que las enseñan son ciegos. Este mismo juicio se puede aplicar a todos los mandamientos y enseñanzas de los hombres. Todos los líderes religiosos deben tomar nota de esto. Sus ideas parecen muy sabias a ellos, pero ante los ojos de Dios son insensatas. ¿Por qué? Véanse Isa. 55:8,9; Jer. 10:23. Por lo tanto, se puede decir que todos los mandamientos y enseñanzas de los hombres son puros rodeos y salidas para no obedecer y practicar la enseñanza del Nuevo Testamento.
Es muy obvio que el templo mismo era más sagrado que el oro que lo adornaba.
23:18 -- También decís: Si alguno jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor. -- Es otra distinción humana e insensata.
23:19 -- "¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?" 20 Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él -- Ex. 29:37, "Por siete días harás expiación por el altar, y lo santificarás, y será un altar santísimo: cualquiera cosa que tocare el altar, será santificada". Por eso, la palabra "necios" bien describe a estos maestros falsos, porque tenían el asunto al revés: la ofrenda no santificaba el altar, sino que el altar santificaba la ofrenda.
23:21 -- y el que jura por el templo, jura por él, y por él que lo habita -- Ex. 25:22; Núm. 7:89; 1 Reyes 8:10,27; Sal. 80:1.
23:22 -- y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel está sentado en él. -- Isa. 66:1. No conviene substituir a Dios el Creador por las cosas creadas por El. Los que juran por el cielo, la tierra, su propia cabeza u otra cosa bien saben que estas cosas están relacionadas con Dios. Siempre se jura por algo considerado importante y hasta sagrado, algo relacionado con Dios. De esta manera el juramento lleva más peso. Jesús explica que precisamente por esto es incorrecto jurar por tales cosas. Todo juramento es un juramento solemne y obligatorio y está fuera de orden jurar por las cosas o personas creadas por Dios. El cristiano debe evitar los juramentos en la conversación diaria, y mayormente cuando esté irritado, asustado o enojado, y limitar el uso del juramento al testimonio delante del tribunal civil.
23:23 – ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, {Lv. 27. 30.} y dejáis lo más importante (de más peso, LBLA) de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. -- Los escribas y fariseos eran escrupulosos con respecto al diezmar pero descuidaban “lo más importante de la ley”. "Diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios" (Luc. 11:42).
-- diezmáis -- La palabra diezmar significa pagar la décima parte. Gén. 14:20, "le dio Abram (a Melquisedec) los diezmos de todo"; 28:22, Jacobo dice, "de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti".
-- la menta, el eneldo y el comino -- plantas aromáticas. La menta, de dulce olor, el eneldo y el comino (con semillas aromáticas) se usaban tanto como medicina como condimento. Las semillas del comino se usa, desde luego, para dar sabor a la comida. Para los escribas y fariseos todos los actos externos eran muy importantes y, por eso, obedecían la ley del diezmo en las cosas más pequeñas.
-- la justicia, la misericordia y la fe. – El diezmar para sostener a los levitas (Núm. 18:20, 21) era importante, pero la ley de diezmo era ley provisional, necesaria para un tiempo limitado y para ciertas personas en particular, pero “la justicia, la misericordia y la fe” son de más peso porque siempre han afectado a toda la familia humana, y lo harán hasta el fin. La justicia tiene que ver con el tratamiento correcto del prójimo; la misericordia significa la disposición de mostrar compasión y ayudar al prójimo, siendo paciente y tolerante en imitación de Cristo, y la fe en este contexto no sólo se refiere a la fe en Dios, sino también a la expresión de esa fe en la vida diaria (fidelidad, véase Gál. 5:22). Estas cualidades no tenían importancia para los fariseos (como se ve principalmente en su actitud hacia Jesús).
¡Compárense las tres cosas que eran tan importantes para los escribas y fariseos con las tres cosas que son tan importantes para Cristo! Hoy en día, ¡cuántos de los que asisten cumplidamente a los servicios religiosos son deshonestos, egoístas y duros en su trato de la gente! Véanse Sal. 82:3; Isa. 1:17-23; Oseas 6:6; Miqueas 2:2, 9; 3:2,3; 6:6-8; Mat. 5:7). Los Proverbios hablan mucho sobre la justicia (Prov. 31:8,9; el peso falso, etcétera). Cristo practicaba la misericordia sanando a los enfermos, dando la vista a los ciegos, etc. ("Ten misericordia" significaba "ayúdame"). Col. 3:12, 13 y otros textos enfatizan la necesidad de la misericordia entre hermanos.
Dios es el Amigo y Protector de los oprimidos. Los escribas y fariseos condenaban a los discípulos por no lavar las manos antes de comer, pero su corazón estaba endurecido hacia los pobres, enfermos, ciegos, leprosos y pecadores. El Nuevo Testamento habla mucho del amor fraternal, pero los escribas y fariseos no sabían nada de esta virtud. Muchos religiosos entienden y practican los actos externos mejor que "la justicia, la misericordia y la fe". Cristo dice claramente que "lo más importante de la ley" son estas cualidades internas, las características de un corazón convertido al Señor.
El diezmar correctamente -- de acuerdo al plan y propósito de Dios -- era practicar la justicia hacia Dios (Lev. 27:30; Núm. 18:21), la misericordia hacia los pobres (Deut. 14:28) y la fe o fidelidad hacia sus semejantes (y, desde luego, tener completa confianza en Dios, compárese 2 Cor. 9:8-10). Pero al diezmar los escribas y fariseos solamente cumplían con un requisito externo sin tomar en cuenta el significado del acto.
Parece que no se daban cuenta de su inconsecuencia. Profesaban estar dedicados a la ley de Moisés (Juan 8:1-5), pero la quebrantaban para apoyar sus tradiciones (Mat. 15:3). Los cristianos deben ser consecuentes (1 Tim. 5:21) y no dar preferencia a ciertas leyes al descuidar otras (Sant. 2:1-13). Deut. 5, "31 te diré todos los mandamientos y estatutos y decretos que les enseñarás, a fin de que los pongan ahora por obra en la tierra que yo les doy por posesión. 32 Mirad, pues, que hagáis como Jehová vuestro Dios os ha mandado; no os apartéis a diestra ni a siniestra”; 6:24, "Y nos mandó Jehová que cumplamos todos estos estatutos"; 8:1, "Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis"; 11:22, 23, "si guardaréis cuidadosamente todos estos mandamientos que yo os prescribo ... Jehová también echará de delante de vosotros a todas estas naciones". Existe el peligro de que tengamos mucho celo por algunos requisitos más fáciles y poco celo por otros mandamientos que no nos conviene.
La ley de Moisés requería que los israelitas pagaran el diezmo de los frutos de la tierra y del ganado (Lev. 27:30-33). El diezmo era entregado a los levitas para el sostén de ellos y el culto (Núm. 18:21-32; Deut. 12:17-19; 14:22, 27; Heb. 7:5). El pueblo descuidaba la práctica en los días del profeta Malaquías (Mal. 3:7-11). Los levitas también tenían que diezmar (Núm. 18:26-29; Neh. 10:38).
Aparte de diezmar los israelitas habían de observar las siguientes leyes: (1) Lev. 19:9,10; 23:22; Deut. 24:19-22, habían de dejar una parte de la cosecha para los pobres; (2) los primogénitos del pueblo, como también del ganado, eran posesión peculiar de Dios; el pueblo podía redimirlos dando dinero a los levitas (Ex. 13:12,13; Núm. 3:46-48; 18:15,16); (3) hacían votos de pagar ofrendas voluntarias (Deut. 23:21-23); (4) cualquiera podía arrancar espigas de la cosecha del prójimo, sólo que no aplicara hoz (Deut. 23:25); (5) el pueblo hacía muchas ofrendas voluntarias para el tabernáculo y el templo (y a veces daban de más; véase Ex. 36:1-6, "Ningún hombre ni mujer haga más para la ofrenda del santuario. Así se le impidió al pueblo ofrecer más; pues tenían material abundante para hacer toda la obra, y sobraba"; 1 Crón 29:9,14; Neh. 12:43).
Luc. 18:12, "doy diezmos de todo lo que gano". Los judíos se sentían muy piadosos por ser cumplidos en diezmar.
¿Prohibió Jesús el diezmar? No, por el contrario, dijo que no dejaran de hacerlo (Mat. 23:23). ¿Es parte del evangelio, pues? No lo es, sino que Jesús enseñaba el diezmo para los judíos, porque les enseñaba a guardar toda la ley, incluyendo el guardar el sábado y diezmar (Mat. 5:18-20).
¿No enseña Mat. 5:20 que debemos dar más que los judíos? ("Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos"). En primer lugar, el diezmar no era “ofrendar”; aparte de pagar el diezmo para sostener a los levitas (Núm. 18:20, 21), los israelitas ofrendaban voluntariamente. En segundo lugar, Jesús no hablaba aquí del diezmar, sino de la sinceridad. Eran hipócritas los escribas y fariseos (Mat. 6:1-18; 23:13-29). Nuestra justicia tiene que ser mayor que la "justicia" de ellos (es decir, la "justicia" que Jesús describe en estos textos). Sin embargo, es bueno comparar el ofrendar del cristiano con las ofrendas de los judíos, porque a veces éstos eran muy generosos bajo una ley imperfecta. Nos conviene ser aun más generosos porque vivimos bajo la perfecta ley de libertad. Debemos estar sumamente agradecidos por la gracia de Dios demostrada en la muerte de Cristo.
La ley del Nuevo Testamento con respecto a ofrendar se halla en tales textos como Hech. 11:27-30; 1 Cor. 16:1-4; 2 Cor. 8:1-9; 9:6-10, etc. Los que imponen el diezmo ahora imponen un mandamiento de hombres (Mat. 15:9; Col. 2:14-17), porque no es una ley de Cristo. Dios no especifica un porcentaje que debiéramos ofrendar, sino que quiere el corazón y, por eso, dice, "Cada uno dé como propuso en su corazón" (2 Cor. 9:7). El caso de los macedonios es un buen ejemplo de esto (2 Cor. 8:4-5). El cristiano pertenece al Señor cuerpo y alma (1 Cor. 6:19,20). ¿Qué porcentaje debemos ofrendarle, pues? La única respuesta correcta es: ¡Ciento por ciento! ¡Qué triste es cuando los que profesan ser cristianos abusan de la libertad en Cristo! ¡Qué triste caso es cuando los que profesan ser cristianos son menos generosos que los israelitas!
El diezmar estas pequeñas semillas mostraba "la escrupulosa conciencia de los fariseos, siendo bienes susceptibles de comercialización" (ATR). "El Talmud habla del asno de un cierto Rabí que había sido tan bien instruido que rehusaba grano que no hubiera sido aún diezmado" (MRV).
Por último, ¡tengamos mucho cuidado de no usar mal este texto! Algunos hermanos que promueven la llamada “unidad en la diversidad” están citando este texto para minimizar los mandamientos y requisitos del evangelio con respecto a la organización y obra de la iglesia, el divorcio y nuevas nupcias y otras doctrinas que ellos no quieren respetar y practicar. Si se cita este texto para tal propósito, pregúntese “¿se refiere a un mandamiento o un ejemplo apostólico o una inferencia necesaria? ¿Tiene que ver con la “forma (patrón) de las sanas palabras” (2 Tim. 1:13)? Si alguien quiere aplicar Mat. 23:23 a tales cosas, será obvio que tiene concepto sectario y que ya no ama la verdad, sino que busca su propia conveniencia.
Si alguien aplica Mat. 23:23 a las opiniones de Rom. 14, está bien, pero si se aplica al plan de salvación, pregúntese cuál de los pasos de obediencia se puede clasificar como de menos peso? O si se aplica este texto a la doctrina del Nuevo Testamento sobre la iglesia (el culto, la naturaleza, organización, obra, disciplina, etc.), ¿cuál de estas cosas no tiene importancia? ¿Qué doctrinas son más importantes o de más peso? Tengamos mucho, pero mucho cuidado con la mala aplicación de este texto.
Queremos unidad, sí, pero unidad basada en la palabra de Cristo (Jn. 17:8, 14, 21, 23; 1 Cor. 1:10; Efes. 4:4-6).
23:24 -- ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello! -- A los mosquitos les gusta el vino y muchos caen en él. Los escribas y fariseos querían convencer al pueblo que no querían cometer faltas de las más pequeñas y que la transgresión, por ejemplo, del mandamiento de diezmar habría sido para ellos un pecado muy grande. Su ceguedad increíble se ve en varias actividades en las que colaban el mosquito y tragaban el camello: (1) "devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones" (ver. 14); (2) criticaban a los discípulos de Jesús por comer sin lavar las manos, pero instruían al pueblo a descuidar sus padres ancianos (Mat. 15:1-20); (3) "Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron para no contaminarse, y así poder comer la pascua" (Juan 18:28), pero estaban afuera insistiendo en que los romanos crucificaran a Jesús, que claramente era un acto de homicidio judicial (Juan 19:15); (4) pagaron dinero para la traición de un hombre inocente, pero entonces cuando el dinero se les devolvió rehusaron echarlo en el tesoro diciendo que era dinero de sangre (Mat. 26:15; 27:6).
La hipérbole de este texto (“coláis el mosquito y tragáis el camello”) es como la de 5:29, 30; 7:3-6; 19:24. Decía uno de los rabinos que el que mata una pulga en sábado es tan culpable como si matara un camello. Tanto el camello como el mosquito eran animales inmundos (Lev. 11:4, 20, 23, 41, 42).
Jesús no enseña que las leyes "pequeñas" no son importantes, ni que los "pecados" no condenan. Tampoco enseña que las cosas pequeñas no importan (Mat. 10:42; Luc. 16:10; Mat. 25:21). Más bien, enseñaba que los escribas y fariseos eran inconsecuentes (hipócritas) en su actitud hacia la ley de Dios. Por lo tanto, eran "guías ciegos". Tales maestros no pueden guiar a la gente sino a la perdición.
23:27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, {Hech. 23. 3.} que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. 28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. – Aunque tenían corazones corruptos, hacían mucha profesión de piedad. Por eso, Jesús les compara con hermosos sepulcros blanqueados que están llenos de corrupción.
Luc. 11:44, "sois como sepulcros que no se ven". Este texto se refiere a Núm. 19, “16 y cualquiera que tocare algún muerto a espada sobre la faz del campo, o algún cadáver, o hueso humano, o sepulcro, siete días será inmundo”. Por eso emblanquecían los sepulcros para evitar que la gente los tocaran. De esa manera corregían el problema, pero Mat. 23:27 es otro tema, porque el sepulcro emblanquecido servía de advertencia para que la gente no se acercara, pero aquí hay simplemente un contraste entre sepulcros hermosos y la corrupción adentro. En todos los países hay muchas tumbas hermosas que exhiben el arte y escultura de distintos pueblos (p. ej., las tumbas muy costosas de los indios caciques). Parece que la gente piensa que si el sepulcro es bonito por fuera, entonces lo que contiene debe ser bonito, pero no es así.
A veces hay contraste entre la reputación y el carácter verdadero de algún individuo “importante”. Lo que la persona es en privado, lo que hace, lo que piensa, es la verdadera persona. La diferencia que existe entre lo que la persona es en privado y lo que es en público es la medida de su hipocresía (WB). Tito 1:16; Rom. 12:3, 16. La lección para nosotros, pues, es que haya verdadero nuevo nacimiento (Jn. 3:5), que no seamos conformados al mundo (Rom. 12:2), sino que seamos transformados a la semejanza de Cristo; es decir, que haya un cambio genuino de corazón como también de vida (Rom. 8:29; 2 Cor. 3:16; Efes. 4:22-32). El hipócrita solamente quiere la aprobación y elogio de los hombres, Jn. 5:44; Mat. 6:1-18.
23: 29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, 30 y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. 31 Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. -- Profesaban honrar la memoria de los profetas fieles que sufrieron por la causa de justicia. Querían la reputación de identificarse con esos profetas, pero al mismo tiempo rechazaron el ejemplo y enseñanza de los profetas, y conspiraron contra Jesucristo quien enseñaba como aquellos profetas. Si querían identificarse con los profetas, les convenía vivir de acuerdo a sus enseñanzas y apoyar a Cristo, pero, por lo contrario, pensaban y hacían precisamente como sus padres al odiar el mandamiento de Dios de que se arrepintieran. Dios quería que se convirtieran, que nacieran otra vez del agua y del Espíritu, que hubiera transformación por medio de la renovación de la mente, pero los fariseos odiaban esta enseñanza y en ese momento estaban conspirando contra Jesús para hacer callar su boca. ¿Cuál sería más fácil, embellecer los sepulcros de los profetas o seguir su enseñanza?
Hablan bien de los profetas, porque éstos ya estaban muertos. No temen a los profetas muertos porque ya no les condenaban, no exponían su hipocresía. Era popular honrar a los profetas, edificar y embellecer monumentos para honrarles. Lo hacían con todo gusto, porque los profetas ya no hablaban. Sin embargo, se identificaban a sí mismos como hijos de los perseguidores, diciendo, "nuestros padres". Compárese Hech. 7:51, "vuestros padres". Bien decían "nuestros padres" porque tenían el mismo carácter que ellos. Por eso Jesús les llama “generación” (descendencia; "camada”, LBLA) de víboras (3:7; 12:34), porque estaban llenos de veneno (malicia).
23:32 ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! -- Israel maltrató a sus profetas: a Moisés (Ex. 14:11; 16:1-12; 17:1-7; 32:1-; Núm. 11:1sig.; 12:1sig. ; 14:1sig.; 16:1sig.; 20:2-13; 21:4sig; a Micaías (1 Rey. 22:1-28, encarcelado por Acab); a Jeremías (Jer. 26; 36; 37:1sig.; 38; a Amós (7:12); a Zacarías (2 Crón 24:21); Hech. 7, “52 ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores”.
-- la medida -- Gén. 15:16 ("maduros" para el juicio). Sus antepasados comenzaron a llenarlo con maldad y ellos lo terminaron. Los hijos no están obligados a seguir a sus padres (Ezeq. 18), pero los judíos estaban a punto de hacerlo al crucificar a Cristo. Jn. 2:19; 13:27, "lo que vas a hacer, hazlo más pronto"; 26:50 (LBLA, "Amigo, haz lo que viniste a hacer".
23:33 ¡Serpientes, generación de víboras! {Mat. 3. 7; 12. 34; Luc. 3. 7.} ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? – No hay palabras más cortantes que estas. Tajantemente Jesús, el Juez justo, pronuncia sentencia sobre estos líderes religiosos. Hech. 6, “7 Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe”. Solamente de esta manera podían escapar de la condenación del infierno.
23:34 Por tanto, -- En base a lo que ha dicho en este capítulo, concluyendo con la acusación de que eran “hijos” de sus padres perseguidores, es decir, que ellos seguirían persiguiendo a los siervos de Dios,
-- he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; -- apóstoles, profetas, evangelistas. Jesús emplea estos términos para indicar que Dios no dejaría de enviar mensajeros a los judíos, seguiría enviando siervo tras siervo para traer la cosecha que quiere y merece. Es un tremendo acto de misericordia. Dios es Dios de venganza, pero primero que todo, es Dios de amor, 1 Tim. 2:4; 2 Ped. 3:9. Leemos de profetas en Hech. 11:27; 13:1, etc. Los ancianos de las iglesias locales son hombres sabios (1 Tim. 3:1-7). Todos los escritores del Nuevo Testamento eran escribas.
-- y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; -- 10:16-28; Hech. 5:40; 7:58; 12:2; 13:45, 50; 14:2, 5, 19; 22:19; 26:11; 2 Cor. 11:24-27; 1 Tes. 2:14-16.
23:35 para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, -- Dios seguía enviando mensajeros aunque sabía que los iban a rechazar y maltratar y que de esa manera traerían sobre sí mismos la ira de Dios. Dios siempre ha querido salvar. A través de los años había enviado mensajeros a su pueblo con el propósito de restaurarles; sin embargo, el resultado de su rechazamiento de estos mensajeros era que iban aumentando su culpa. "Los hombres hacen propia la culpabilidad de los siglos pasados, reproducen sus atrocidades, se identifican con ella; y así es que lo que parece al principio un decreto arbitrario, el visitar sobre los hijos los pecados de los padres, viene a ser en semejantes casos un juicio recto. Si se arrepienten cortan el terrible vínculo de pecado y castigo; pero si se endurecen en su mal, heredan el castigo aplazado de los pecados de su padres a la vez que el suyo propio" (JAB, citando a Plump).
-- para que indica, pues, la consecuencia ineludible de este plan de salvación. Nadie está obligado a obedecer. Nadie está obligado a rechazar. Todos tienen libre albedrío. Tienen el derecho de escoger entre dos caminos, dos maestros, y dos destinos. Pero todo camino lleva a cierto destino.
-- desde la sangre de Abel el justo – Obediente, Gén. 4:4-8; Heb. 11:4. Es el primer ejemplo del hombre que confiaba en Dios, hacía la voluntad de Dios, y Dios dijo que estaba aprobado. Por el buen ejemplo de Abel, su hermano, Caín, lleno de envidia y odio, lo mató. 1 Jn. 3, “12 No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas”.
-- hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar.– Posiblemente se refiere al Zacarías de 2 Crón. 24:20, 21, quien fue asesinado por el rey Joás, porque este es el último libro de la Biblia hebrea y, por eso, este Zacarías sería el último de los mártires del Antiguo Testamento. Hay duda en cuanto a su identidad porque el Zacarías de este texto era el hijo del sacerdote Joiada. Es posible que Joiada tuviera otro nombre (Berequías). También es posible que Jesús se refiera a la muerte de “Zacarías, hijo de Berequías” de Zacarías 1:1; aunque el Antiguo Testamento no registra tal evento, Jesús podía revelar cosas no mencionadas en el Antiguo Testamento. Además, Jesús dijo, “a quien matasteis”, indicando la posibilidad de que ellos mismos lo hubieran muerto (v. 35, “a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas”). Sobre todo, lo importante es que se evite la acusación de alguna posible contradicción en el texto sagrado.
23:36 De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación. -- ¿Por qué sobre esta generación?
Porque eran cómplices. Estaban de acuerdo con sus padres. Eran "hijos" de sus "padres". Dieron la bienvenida a ellos. Pecaron sabiendo del castigo de Dios sobre sus padres. Por lo tanto, eran más responsables, más culpables. Duplicaron los pecados de sus padres con los ojos bien abiertos.
En la parábola de los labradores malvados (21:33-45), Jesús habla del juicio sobre los judíos, y ahora dice cuándo; vendría sobre esa misma generación. Compárese 24:34.
De esa manera se cumplió las advertencias de Moisés (Levítico 26; Deuteronomio 28).
23:37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas (Deut. 32:11; Rut 2:12; Sal. 17:8; 36:7; 57:1; 91:4), y no quisiste! (Este es el obstáculo principal; Jesús ofrece la salvación a todos, pero la mayoría simplemente no la quiere. Hech. 13, “46 A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; más puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles”. Juan 5, “40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida”.
23:38 He aquí vuestra casa os es dejada desierta (queda desolada, 1 Reyes 9:7, 8; Jer. 12:7; 22:5; 26:6). Muy pronto Dios iba a abandonar no solamente el templo, sino también la ciudad misma. Compárese Ezeq. 10:18, 19; 11:22).
23:39 Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor. {Sal. 118. 26.} – En el versículo anterior Jesús habla de la destrucción de Jerusalén y en el siguiente capítulo (24:30) habla de su venida para este propósito. Por lo tanto, en este versículo (23:39) sería razonable pensar que todavía hablara de eso, y que su venida sería para ese propósito. Sin embargo, en la venida de 24:30 “lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” y en 23:39 Jesús habla de los que dirán “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.
“El que viene en el nombre del Señor” es el Mesías o el Hijo de David (21:9). Los únicos que dicen esto son los que creen en El y obedecen al evangelio. Estos “ven” a Cristo (compárese Jn. 3, “3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”).
Desde luego, todos los que obedecen a Cristo deben amar su segunda venida. 2 Tim. 4, “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”. Todos estos (judíos y gentiles) dirán, “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.
La Biblia no explica el texto (23:39). Si el “ver” es literal, será hasta el fin del mundo. Si es figurado sería la conversión de algunos de los judíos comenzando el día de Pentecostés.
Pero no puede significar lo que enseñan los milenarios (premilennialistas). Estos son los que enseñan que cuando Cristo venga la segunda vez, establecerá su trono literal en Jerusalén para reinar sobre la tierra por 1000 años. Por ejemplo, dicen los comentaristas B-S, “Con esta expresión solemne y dolorosa, el Mesías Salvador se despide de su pueblo, hasta el momento de su segundo advenimiento, en que será recibido con gozo con esa aclamación que resonó a su alrededor cuando entró en Jerusalén (21:9; Sal. 118:26) y que resonará nuevamente cuando el pueblo de Israel convertido salude al Salvador que vuelve en la gloria (Rom. 11:25 y sig).” Dicen los comentaristas JFB, “Cuando aquellas ‘Hosannas al Hijo de David’ con que las multitudes le dieron la bienvenida en la ciudad, en vez de causar indignación a los escribas y fariseo (cap. 21:15), saldrán de las bocas de toda la nación, como alegre aclamación a su Mesías una vez traspasado, pero finalmente reconocido. Que tal ocasión vendrá es evidente por lo que dicen Zacarías 12:10; Romanos 11:26 … etc.” Y así dicen muchos comentaristas evangélicos, pero Jesús no habla de la regeneración de la ciudad, sino de su destrucción.
Estos enseñan que al decir esto (23:39) Jesús se refiere a la conversión nacional de los judíos poco antes de su segunda venida y que éstos le darían la bienvenida cuando llegara, pero no hay nada en este contexto ni en ningún otro que enseñe tal cosa. El texto predilecto de ellos para “probar” esta teoría es Rom. 11:26, “y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad”, pero la palabra luego debe ser traducida (como dice la Versión Moderna) “y de esta manera”, o simplemente “así” (Versión Hispano-americana y LBLA). ¿De qué manera? V. 23, “Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar. 24 Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?” Pablo explica claramente que los obedientes (sean gentiles o judíos) son injertados y que los desobedientes son cortados. De esa manera, pues, es decir, los que abandonaban su incredulidad y obedecían al evangelio de Cristo serían salvos.
Los milenarios, enfatizando la palabra todo, enseñan que toda la nación de Israel será salva, pero el Nuevo Testamento enseña claramente que la salvación no es asunto nacional sino individual. El evangelio requiere que cada persona obedezca al evangelio. El énfasis, pues, no está en la palabra todo sino en la palabra así, o sea, cómo la salvación se obtiene. La salvación se obtiene de acuerdo a los requisitos del pacto (v. 27, “Y este es mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados”. Véanse Jer. 31:31-34; Heb. 8:6-13). El punto es que Dios no hace acepción de personas y, por eso, los requisitos nombrados para la salvación de los gentiles son los requisitos para la salvación de los judíos. Además, los dos reciben las mismas bendiciones. No hay “salvación nacional” ni para gentiles ni para judíos.
* * * * * * * * * *
Introducción.
A. Mat. 5:20 dice, “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Conviene, pues, saber algo de estos judíos y su “justicia”.
B. Cuando Jesús estuvo en la tierra, sus peores enemigos eran los fariseos, una secta de los judíos. Al leer los libros de Mateo, Marcos, Lucas y Juan vemos el conflicto entre ellos y Jesús.
C. En este estudio examinamos el carácter, la doctrina y práctica de éstos para entender por qué aborrecían a Jesús. ¿Qué clase de personas eran? ¿por qué se le oponían tanto a Jesús? ¿por qué les reprendió tan severamente Jesús? ¿por qué advirtió tanto a sus discípulos que se cuidaran de la doctrina de los fariseos?
D. Frecuentemente a nosotros -- los miembros de la iglesia fiel de Cristo -- que hacemos todo lo posible por enseñar la verdad de Dios y condenar el error, se nos acusa de ser fariseos. ¿Será cierto esto? ¿Cuál era el mal principal de los fariseos? ¿Qué tenemos que ser y hacer para ser semejantes a ellos? (La verdad es que nos llaman fariseos -- o antis -- simplemente para insultarnos, porque exponemos errores religiosos).
E. Es necesario recordar que no todos los fariseos mencionados en la Biblia eran hombres condenables. Juan 3:1 nos dice que Nicodemo era fariseo. Pablo dice (Hechos 23:6), “yo soy fariseo, hijo de fariseo”, y no estaba pidiendo disculpas ni confesando pecados. Con orgullo lo dijo.
F. Tampoco se puede decir que toda la enseñanza de los fariseos era mala. Jesús dice en Mat. 16:6, 12, “Mirad, guardaos de la levadura (doctrina) de los fariseos”, pero Lucas nos dice (Hech. 23:8) que “los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas”. Además, Jesús dice, “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen” (Mat. 23:2, 3).
G. A veces alguna persona le llama “fariseo” a otro por no saber lo que había de mal en los fariseos. En este estudio veremos primeramente lo que Jesús no condenó en ellos.
Parte primera: Los fariseos no se condenaron por lo siguiente:
I. No se condenaron por tener convicciones fuertes.
A. Si alguna persona aprende la verdad, la cree (tiene convicción fuerte), y la defiende, es muy posible que alguien le tilde de fariseo. A muchas personas no les gusta que alguien tenga convicciones fuertes. Esto les molesta, pues prefieren que todos sean tolerantes de los demás, diciendo que todos pueden creer lo que les convenga.
B. Los que tienen convicciones fuertes son criticados como dogmáticos, pero la palabra “dogmatismo” viene de dogma, una enseñanza de hombres que carece de base bíblica; por ejemplo, los dogmas de cierta iglesia. El que es dogmático es el que afirma alguna doctrina sin probarla con la Biblia. No puede probarla porque es un dogma, opinión o enseñanza de los hombres.
C. Pero no hay virtud alguna en la fe débil. No hay piedad en las dudas. Un indicio seguro del modernismo es la incertidumbre; si algún predicador no está seguro de nada -- si todo es vago y no hay nada definido o cierto – sin lugar a dudas el tal es un maestro peligroso. Estos quieren dejar la impresión que son muy humildes, pero por el contrario, el problema es que son rebeldes por no aceptar y afirmar con convicción fuerte lo que la Biblia enseña. Compárese Mat. 21:24-27, ¿por qué no pudieron contestar los líderes de los judíos? ¿Por qué dijeron, “no sabemos”? Así son los modernistas; no saben porque no quieren saber. Dice Efes. 3:3, 4 que podemos entender la doctrina.
D. Es muy popular tolerar toda doctrina religiosa, pero el Señor dice, “Conoceréis la verdad y la verdad os libertará” (Jn. 8:32). El apóstol Pablo dice, “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tes. 5:21). El apóstol Juan dice, “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Jn. 4:1). Y en esta misma carta él dice, “sabemos” (o alguna forma de la palabra) trece veces, dándonos a saber que el cristiano sí debe tener seguridad, confianza y convicciones con respecto a la verdad y su propia salvación.
E. Obsérvese la convicción fuerte de los escritores del NT en los siguientes textos: Luc. 1:1-4; 2 Tim. 2:12; 3:14, 15; 1 Jn. 4:6; Judas 3, “contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”. Recuérdese también que los fariseos no hablaron así.
II. No se condenaron los fariseos por obedecer los mandamientos del Señor.
A. La persona que trata de guardar los mandamientos de Cristo no es un fariseo. El hermano que es estricto en esto no es un fariseo. ¿Guardaron los fariseos la ley de Dios? Véanse Mat. 5:18-20; 23:24; Mar. 7:9. Dijo Pablo, “conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo” (Hech. 26:5), pero muchos fariseos eran estrictos en imponer las tradiciones humanas (Mat. 15:1-9; 23:4).
1. Hay personas que critican a los que quieren “guardar todas las reglas”, pero los fariseos nunca fueron condenados por “guardar todas las reglas de Dios”. Por el contrario, fueron condenados por no guardarlos. Dice Cristo, “Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen” (Mat. 23:3).
2. El obedecer los mandamientos de Cristo muestra el amor por El, Jn. 14:15, 21; 15:15; Luc. 6:46; Mat. 7:21; 12:50; Apoc. 22:14.
3. Jesús nació y vivió bajo la ley de Moisés y El insistió en que esa ley fuera guardada por los judíos: “De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos” (Mat. 5:19).
B. Los fariseos diezmaban “la menta y el eneldo y el comino”. ¿Hicieron mal en esto? ¿Les condenó Jesús por hacerlo? No, por el contrario, les dijo que “esto era necesario hacer” (Mat. 23:23). Cuando enseñamos, pues, que se debe guardar toda la ley de Cristo, recuérdese que Jesús no condenó a los fariseos por guardar la ley de Dios (la ley de Moisés).
III. Los fariseos no se condenaron por sujetarse a la ley. Por el contrario, se condenaron por no sujetarse a la ley de Moisés (Mat. 5:20).
A. Aquí está la esencia del problema: se nos dice que somos fariseos y legalistas porque enseñamos que estamos bajo la ley de Cristo y que debemos guardar sus mandamientos. El texto favorito de los evangélicos y otros calvinistas es Rom. 6:14, “no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia”. Se cita este texto para probar que no estamos bajo ninguna ley y que no estamos bajo ley en ningún sentido. Si no estamos bajo ninguna ley, entonces, ¿qué hay de mal en ser fariseo? Si no estamos bajo ley en ningún sentido, entonces nadie es pecador, porque “el pecado es infracción de la ley” (1 Jn. 3:4).
B. Pablo habla claramente en sus cartas a los romanos, a los gálatas y a otros acerca de la ley de Moisés, la ley del Antiguo Testamento. Pablo no dice, “no estáis bajo ninguna ley”, sino que “no estáis bajo la ley”, es decir, la ley de Moisés (véanse Rom. 3:19, 24; 7:4, 7, etc.). El Nuevo Testamento habla con toda claridad de la ley de Cristo: en esta misma carta (Rom. 8:2), como también en 1 Cor. 9:21 (“no estando yo sin ley, sino bajo la ley de Cristo”); en Gál. 6:3 (en contraste con la ley de Moisés, 3:21-24); y en Sant. 1:25; 2:8. Por esta causa insistimos en que se respete el patrón revelado en el Nuevo Testamento (2 Tim. 1:13, 14), aunque los evangélicos y también los hermanos liberales nos llamen fariseos.
C. Si alguien quiere hablar de legalista, tendrá que acusar a Jesús, el más famoso legalista del mundo: Jesús dijo, “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mat. 7:21); dice que el hombre que oye sus palabras y no las hace es como el hombre insensato que edificó su casa sobre la arena (Mat. 7:24-27); que “todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (Mat. 12:50). Obsérvese la palabra hace en estos textos. Si no somos legalistas, ¿qué somos? ¿Ilegalistas? ¿Es mejor ser ilegal que legal? La palabra legalista se ha inventado y se usa exactamente como la palabra fariseo o la palabra anti, pues se usan estos términos para insultar a los que se esfuerzan por ser estrictos y por guardar correctamente los mandamientos del Señor.
D. Los que enseñan que la obediencia a los mandamientos del Jesús y sus apóstoles no tiene nada que ver con la justificación son falsos maestros, porque Jesús dice que si no guardamos sus mandamientos, no entraremos en el reino de los cielos, expresión que sin lugar a dudas quiere decir la salvación. Recuérdese, pues, que los fariseos no se condenaron por sujetarse a la ley de Moisés, y los cristianos que se sujetan a la ley de Cristo no tienen nada en común con los fariseos.
IV. Los fariseos no se condenaron por hacer prosélitos.
A. Trabajamos para convertir almas a la verdad, aunque sean personas religiosas (miembros de iglesias humanas), y por esto algunos nos llaman fariseos. Jesús dijo a los fariseos, “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros” (Mat. 23:15). No era malo hacer prosélitos. Lo malo era que los fariseos hicieron prosélitos (conversos) que eran peores que ellos. Todo judío fiel quería hacer prosélitos y Jesús no condenó esa práctica.
B. Lo que es aun más importante y lo que corresponde a nosotros es que Jesús dijo a sus apóstoles: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19). Los apóstoles convirtieron a mucha gente religiosa; p. ej., predicaron primero a los judíos, un pueblo religioso, pueblo que ya creía en Dios y practicaba su religión.
C. Lo que ofende a los otros grupos religiosos (católicos, evangélicos, otros protestantes) es que nosotros trabajamos pública y privadamente, enseñando y ganando para Cristo a los que son miembros de alguna iglesia humana. Se nos acusa, pues, de “robar ovejas”, y nos dicen, “vayan a los que no tienen iglesia”, pero los tales son muy inconsecuentes, porque ellos mismos hacen todo lo posible por convertir a otros grupos que profesan ser cristianos. Los evangélicos quieren convertir a los católicos, mormones, testigos y adventistas y todos estos quieren convertir a aquéllos.
D. La Biblia no enseña que algunos errores son aceptables y otros no. No hay error que se pueda tolerar. Los cristianos atravesaban el Imperio Romano para ganar almas de entre todas las religiones, comenzando con la religión de los judíos. Aquila y Priscila enseñaron “más exactamente el camino de Dios” a Apolos, pero Lucas no dice que ellos querían robar ovejas. Pablo volvió a bautizar a doce hombres que no se bautizaron correctamente. ¿No se debe bautizar a los que fueron “bautizados” en la infancia? ¿a los que son “bautizados” en alguna secta humana? Lo que importa es la salvación del alma, y la salvación requiere la obediencia correcta. El bautismo válido es el bautismo bíblico. El “bautizo” de infantes no es bautismo bíblico. El bautismo de los que creen que ya fueron salvos por la fe sola antes de bautizarse no es un bautismo bíblico.
E. Recuérdese, pues, que los fariseos no fueron reprendidos por Jesús por tener fuertes convicciones, ni por ser estrictos en guardar los mandamientos de Dios, ni por vivir bajo ley, ni por hacer prosélitos. Cuando alguien nos llama fariseos por estas razones, revela su ignorancia de lo que la Biblia enseña acerca de los fariseos.
Parte segunda: ¿Qué es, pues, el “fariseísmo” que se condena?
I. “Os justificáis a vosotros mismos”.
A. “Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones” (Luc. 16:15). No querían ser justificados por Dios. Esta justificación -- la única justificación -- requiere la humildad, la confesión de pecados, la sujeción a Dios, y la obediencia a sus mandamientos. Los fariseos condenados por Jesús no tenían humildad, no confesaron sus pecados, no se sujetaron a Dios. No eran obedientes a la ley de Dios.
B. Fabricaron su propio plan de salvación, su propio sistema de “justificación”, el cual resultó solamente en la “justificación” de sí mismos y la justificación ante los ojos de los hombres. Véanse Mat. 5:20; Rom. 10:3; Pablo no quería esta clase de “justificación” (Fil. 3:9-11). Es indispensable que se aprenda que los fariseos no querían justificarse por medio de guardar la ley de Dios (la ley de Moisés bajo la cual vivían). No hay ningún texto que indique tal cosa. Querían justificarse a sí mismos por sus propias tradiciones (Mat. 15:8, 9).
II. “Menospreciaban a los otros”.
A. Luc. 18:9-14, “A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: 10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. 11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. Los fariseos no obedecieron la ley de Dios (p. ej., no hurtar, no adulterar) con el propósito de obtener el favor de Dios, sino que, siendo hipócritas, buscaban la gloria de los hombres (Jn. 5:40, 41). Su “obediencia” no era obediencia aceptable.
B. Jesús comía con los publicanos y pecadores (Luc. 15:2), y los fariseos murmuraban contra El por ello. La actitud de los fariseos era mala y condenable. Tanto ellos como los demás eran pecadores. Les convenía ser “pobres en espíritu” (Mat. 5:3) al igual que el publicano pero no querían humillarse.
C. Ahora bien, los que nos llaman fariseos dicen que nosotros también menospreciamos a otros porque decimos que hay solamente una iglesia, que es necesario ser bautizado (sumergido) en agua para el perdón de pecados, y dicen que somos intolerantes de otros grupos religiosos, como lo eran los fariseos. Si la doctrina que enseñamos fuera “nuestra” doctrina (mandamientos de los hombres”, Mat. 15:8, 9), entonces la acusación tendría mérito. Sin embargo, cuando citamos Mar. 16:16, “El que creyere y fuere bautizado será salvo”, no nosotros sino el Señor está juzgando. Asimismo el Señor -- y no nosotros -- dice que el cuerpo es la iglesia y que hay sólo un cuerpo (Efes. 1:22, 23; 4:4)). “Mi iglesia”, dice Cristo en Mat. 16:18. Si uno afirma que hay solamente una iglesia, no es por esto un fariseo, sino un creyente en Cristo y su palabra. No queremos menospreciar a nadie; queremos que todos se salven. Queremos que todos lleguen al conocimiento de la verdad y, por lo tanto, predicamos, publicamos estas lecciones y andamos enseñando de casa en casa rogando que todos estudien y que obedezcan al Señor.
III. La obediencia incompleta.
A. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (Mat. 23:23). Los fariseos sí obedecieron ciertos mandamientos, pero omitieron otros mandamientos. Su obediencia no era completa (como tampoco sincera). Si yo “obedezco” a Dios solamente cuando me convenga o cuando sus mandamientos me gustan o cuando coincidan con mis opiniones, no estoy obedeciendo a Dios. Esta clase de religión no es de convicción, sino de conveniencia.
B. En una ocasión (Jn. 8:5) los judíos citaron la ley de Moisés, como si ellos fueran seguidores fieles de Moisés, pero citaron a Moisés solamente cuando les convenía, y no le hicieron caso cuando no les convencía. Jesús dijo (Jn. 5:45, 46), “No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. 46 Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él”. Su obediencia incompleta se ve también en Luc. 7:30, “Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan”.
C. ¿Quiénes son, pues, los fariseos hoy en día? ¿Quiénes son los que desechan el bautismo, diciendo que no es necesario para la salvación? ¿Quiénes rehúsan el patrón bíblico en cuanto al culto y la organización de la iglesia? Los tales se identifican con los fariseos. ¿Quiénes dejan de tomar la cena del Señor el primer día de la semana? (Hech. 20:7).
D. Pablo dice (Hech. 20:20, 27), “cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas ... porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios”. Cualquier maestro que no enseña todo el consejo de Dios no está imitando a Pablo, sino a los fariseos.
IV. El enseñar las tradiciones humanas (enseñanzas orales) es “fariseísmo”.
A. Había un conflicto grande entre Jesús y los fariseos por causa de la enseñanza y práctica de éstos de las tradiciones humanas; p. ej., preguntaron, “¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan” (Mat. 15:2). Esta enseñanza y práctica no eran de Dios sino de ellos mismos. Con tales leyes humanas ellos se justificaban a sí mismos e ignoraron la justicia de Dios (Rom. 10:1-3). Jesús les contestó, “¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición” (Mat. 15:3). Les citó el caso del quinto mandamiento de la ley (honrar a los padres), que ellos con su tradición quebrantaron, diciendo, “Es Corbán (es decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte” (Mar. 7:11). Con esta enseñanza diabólica invalidaban la ley de Dios y menospreciaban a sus propios padres. Con razón Jesús dijo (Mat. 16:12) que sus discípulos deberían cuidarse de la doctrina de los fariseos. (Sin embargo, recuérdese -- como ya hemos visto -- que no toda enseñanza de ellos era mala. Ya citamos Mat. 23:2, 3, “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen”; recuérdese también lo que Lucas dice en Hech. 23:8, “Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas”. Por eso hay que recordar que no toda la enseñanza de ellos era mala).
B. Cuando Jesús denunció sus tradiciones, ellos “se ofendieron” (Mat. 15:12). La reacción de Jesús a esto fue que “Toda planta que no plantó mi Padre celestial será desarraigada” (Mat. 15:13). Y luego les dijo: “Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mat. 15:14). ¿Por qué dijo “ciegos guías”? Porque las leyes y tradiciones humanas no pueden salvar. “Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mat. 15:9).
C. Otra vez preguntamos, ¿quiénes son los verdaderos fariseos hoy en día? Los que enseñan las doctrinas de hombres, doctrinas que no se hallan en las Escrituras. Y hay muchas: el “bautizo” de infantes, la aspersión (en lugar de la sepultura en agua, Rom. 6:4; Col. 2:12), el uso de instrumentos de música en el culto, nombres religiosos que no aparecen en las Escrituras (1 Ped. 4:11, “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios”), la práctica de dejar predicar a la mujer (cosa prohibida por Pablo, 1 Tim. 2:11, 12; 1 Cor. 14:33, 34). Como Jesús dice (Mar., 7:8), “y hacéis otras muchas cosas semejantes”.
D. ¿Son fariseos los que usan la “espada del Espíritu” (la palabra de Dios, Efes. 6:17) para combatir la tradición humana? Claro que no. Lo curioso es que la misma gente que nos acusa de ser fariseos son los que practican el error de los fariseos: “os aferráis a la tradición de los hombres” (Mar. 7:8). ¿Somos fariseos cuando hablamos de la inferencia necesaria? Algunos piensan que sí. Dicen que la “inferencia necesaria” es razonamiento humano y, por lo tanto, pura tradición humana, pero la verdad de Mat. 22:31, 32 (y muchos otros textos) se aprende sólo por medio de la inferencia necesaria. Jesús no expresó su enseñanza en este texto en tantas y cuantas palabras, sino que entregó una enseñanza por implicación, y la gente tuvo que sacar la conclusión lógica. Por lo tanto, la inferencia necesaria no es enseñanza humana, pues la Biblia enseña tanto implícita como explícitamente, y el hombre tiene que emplear la inteligencia que Dios le da para inferir la verdad.
V. La avaricia, Luc. 16:14; Mat. 23:14.
VI. La hipocresía, Luc. 12:1; 16:15; Mat. 23:5, 14, 23-31.
A. La palabra que da el resumen de lo que es el fariseísmo es la palabra “hipócrita” y Jesús es El que la pronuncia. Lucas 12:1, “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Después de requerir Jesús que sus discípulos guardaran la ley de Moisés enseñada por los fariseos, les da esta advertencia: mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mat. 23:, 3, 4).
B. Luego siguen los siete ayes sobre ellos y siete veces son denunciadas como hipócritas.
-- ver. 13, “Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando”. Véase también Luc. 11:52, “¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis”. Siendo maestros, no enseñaron la verdad para salvar sus propias almas y por enseñar el error, la tradición humana, etc., causaron la caída de aquellos que les escuchaban. ¿Qué indica esto para los que enseñan error hoy en día?
-- ver. 14, “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones”. Siendo líderes gozaban de la confianza de la gente, y abusaban de ella.
-- ver. 15. Ya hablamos acerca de los prosélitos (conversos). Aunque no había mal en convertir a otros, sí había mal en lo que los fariseos hacían, porque “una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros”. ¡Ahí está el mal!
-- vers. 16 - 22. Jesús les condena por jurar a la ligera, jurar sin intención alguna de cumplir su palabra; por esto también les llamó hipócritas.
-- vers. 23, 24. Ya se mencionó la práctica de diezmar las semillas más pequeñas y luego descuidar los asuntos muy importantes de la ley (“la justicia, la misericordia y la fe”). Por eso, les dijo, “Coláis el mosquito y tragáis el camello”.
-- vers. 25-31. Ponían todo el énfasis sobre las cosas externas, mientras que por dentro eran hombres corruptos.
Conclusión. La consecuencia ineludible para ellos era la destrucción, Mat. 23:37-39; 24:1, 2.
A. Jesús concluye su discurso con gran tristeza. No le dio gusto ver tal hipocresía: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! 38 He aquí vuestra casa os es dejada desierta” (Mat. 23:37, 38). Luego sigue la profecía de la destrucción de Jerusalén.
B. Entonces, ¿qué diremos? Evitemos la levadura de los fariseos, su enseñanza y su hipocresía, porque ineludiblemente lleva a la ruina. Estudiemos bien este tema para saber lo condenable que había en los fariseos. Conviene hacer una distinción clara entre lo que es el “fariseísmo” y lo que no es el “fariseísmo”.
(Para un estudio más completo de este tema véase el libro Faith Under Fire por el Sr. James D. Bales, del cual vienen varios de los pensamientos de este artículo).
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