Juan 5
Mateo, Marcos y Lucas no narraron la señal de la curación del paralítico de Betesda, porque ellos se concentraron más en registrar el ministerio de Jesús en Galilea.
Este capítulo narra el principio de una nueva etapa en el ministerio de Jesús. Al sanar a este enfermo en el día de reposo, (1) provocó abiertamente un enfrentamiento con los principales de los judíos, por causa de sus muchas tradiciones con respecto a la guarda del sábado, y (2) aprovechó esta oportunidad para afirmar su deidad (que Cristo es igual a Dios, vers. 18), una afirmación que, para sus oponentes, era blasfemia. Todavía habría creyentes, pero ahora empieza el odio severo de los judíos y el conflicto continuo entre ellos y Cristo que en poco tiempo sería consumado en la cruz.
5:1 Después de estas cosas había una fiesta (LBLA, margen, Algunos mss. dicen: la fiesta; i.e., la Pascua) de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. -- ¿Qué fiesta? Si esta fiesta no era la Pascua, era la fiesta de Pentecostés o la de Tabernáculos. Algunos se refieren a la fiesta de Purim (basada en el libro de Ester). "Esta fiesta no es mencionada por nombre en el NT, aunque hay exegetas que suponen que es la aludida en Jn. 5:1" (V-E), pero The International Standard Bible Encyclopedia dice que "Ninguna referencia se hace a esta fiesta en el NT, puesto que era celebrada localmente, y por lo tanto no ha de ser conectada con ninguno de los peregrinajes festivos a Jerusalén. Por esta causa la suposición de algunos de que la fiesta de Jn 5:1 era Purim ha de ser rechazada, la mención de ella siendo seguida por las palabras, 'y subió Jesús a Jerusalén'".
Esta fiesta de 5:1 no era "la fiesta de la dedicación" porque de esa fiesta Juan habla claramente (10:22).
Algunos afirman que la fiesta de este texto no era la Pascua, porque en el siguiente capítulo (6:4) Juan habla de la Pascua y que si la fiesta de 5:1 era la Pascua, entonces Juan estaría omitiendo un año del ministerio de Jesús. Es posible que lo haya hecho, porque en cuanto a registrar los eventos del ministerio de Jesús este libro no está completo, sino que suplementa a los otros tres. Al comparar los cuatro libros se puede observar que hay varios capítulos de la historia del ministerio de Jesús entre los capítulos 5 y 6 de Juan. Según The Fourfold Gospel (JWM), Mat. 12, que sigue a Juan 5, narra la crítica de los fariseos de los discípulos de Jesús por arrancar espigas en el día de reposo, lo cual indica que era tiempo de la cosecha, la cual comienza con la Pascua.
5:2-4 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, (compárese Neh. 3:1, 32) un estanque, llamado en hebreo Betesda, ("casa de misericordia") el cual tiene cinco pórticos (para indicar el gran número de enfermos). En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, (que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese). (LBLA, margen, Los mss. más antiguos no incluyen el resto del vers. 3 y todo el vers. 4). -- Probablemente estas palabras hayan sido agregadas por algún copista para explicar la creencia de la gente. La eficacia de estas aguas curativas se debía en parte a sus elementos minerales (aguas medicinales, pues en casi todos los países hay agua de esta clase), y en parte a la imaginación de la gente. Muchísimas enfermedades "físicas" son más mentales que físicas. La superstición acerca de esta agua nos recuerda de los santuarios, relicarios, etc., de la Iglesia Católica Romana, de todos los medios "benditos" de la Ciencia Cristiana, y de los curanderos carismáticos. ¡Cualquier persona o cosa en que la gente crea fervientemente le puede ayudar, aun físicamente!
5:5-6 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, -- ¿Qué hacía Jesús en ese lugar? Siempre buscaba a los enfermos, tanto a los enfermos físicos como a los espirituales (Luc. 5:31, 32; 19:10).
-- y supo que llevaba ya mucho tiempo así, -- En ese lugar había "una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos". Juan no explica cómo Jesús supo esto; desde luego, una explicación se encuentra en 2:24, 25 (es decir, conoció a este hombre como conoció a Natanael y a la mujer samaritana). ¿Por qué escogió Jesús a este paralítico? (1) Porque "supo que llevaba ya mucho tiempo así" y, por eso, era uno de los casos más patéticos, lo cual haría el milagro más evidente e impresionante (compárese Hech. 3:2, "cojo de nacimiento"; 4:22, "tenía más de cuarenta años"). (2) Porque al sanar a este paralítico él tendría que llevar su camilla, lo cual provocaría un encuentro con los judíos y dar ocasión para un discurso poderoso sobre la deidad de Jesús y sobre el error de las tradiciones de los judíos con respecto al día de reposo (Mat. 15:8, 9).
-- le dijo: ¿Quieres ser sano? -- Es decir, ahora. No le pregunta si quiere en algún tiempo futuro sanar. Compárese Mar. 10:51, Jesús pregunta al ciego, "¿Qué quieres que te haga?" ¿Con qué propósito le hizo esta pregunta? Desde luego, Jesús no lo habría sanado si hubiera dicho que no quería sanar, pero otro propósito fue para hacer que el paralítico fijara su atención en Jesús (compárese Hech. 3:4). También al contestar la pregunta enfatizaría lo desesperado de su caso. (Todos estaríamos en una condición desesperada si Cristo no hubiera venido).
Dirá alguno que sin duda el hombre quería ser sano, pero hay personas desesperadas que ni siquiera buscan remedios y si esto sucede con respecto a la salud física, ¡cuánto más con respecto a la salud espiritual! Muchísimas personas, conscientes de su enfermedad espiritual, no quieren saber nada de perdón y santidad, porque "aman el pecado y para ellos la vida de santidad y pureza no es nada atractiva" (CRE). "Si se curaba, tendría que enfrentarse con todo el peso de ganarse la vida y asumir una vez más todas sus responsabilidades. Hay inválidos para quienes su enfermedad no es del todo desagradable, puesto que algún otro hace todo el trabajo y asume todas las responsabilidades" (WB). Esto es muy cierto porque el mundo está lleno de personas que no quieren ser responsables; solamente quieren que el gobierno u otros cuiden de ellos.
Muchos ciegos y otros afligidos se ganan la vida pidiendo ayuda a otros. ¿Querrán todos estos sanar?
5:7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en (que me eche dentro, ATR) el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. -- Al oír la pregunta de Jesús el paralítico habló de la única sanidad que conocía, y de lo muy desesperado del caso, porque pensaba que iría al sepulcro antes de bajar al agua sanadora. ¿Por qué decir que sí quería ser sano, cuando no había esperanza de sanar? De lo que dice se deduce que ni siquiera esperaba que Jesús le pudiera bajar al agua. (¡Qué buena ilustración de la condición espiritual de todos antes de venir Jesús!)
5:8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. -- Estos actos bien ilustraban lo perfecto del milagro. Jesús requiere que los que reciban sus bendiciones actúen, que no sean pasivos sino activos. "Cristo es el gran Sanador. El puede sanarnos de las enfermedades que paralizan nuestras almas. Para que El nos sane debemos (1) escucharle; (2) creer en sus palabras; (3) obedecerle" (BWJ).
Estos mandamientos ("Levántate, toma tu lecho, anda") requerían una determinación fuerte de parte del paralítico. Jesús requería que hiciera algo que no había hecho por treinta y ocho años. "¡Anda!" (Es lo que El nos dice a nosotros. ¡Anda en nueva vida! Rom. 6:4).
El cargar la cama en las calles de Jerusalén en el día de reposo sería provocar abiertamente a los judíos. Cualquiera preguntaría el significado de tal acto. Por eso, Jesús entendía muy bien que tal conducta provocaría la oposición de los judíos.
5:9 Y al instante (en un instante toda la enfermedad de treinta y ocho años desapareció) aquel hombre fue sanado, (independientemente del agua), y tomó su lecho, y anduvo. -- No dijo que lo que el Señor mandó era imposible, sino que le obedeció. Si alguno no camina por treinta y ocho años tendrá que aprender otra vez a andar (compárese Hech. 3:8).
-- Y era día de reposo aquel día. -- Este es el texto clave, porque uno de los conflictos más graves entre Jesús y los judíos era su desafío a sus tradiciones con respecto al día de reposo.
5:10 Entonces los judíos (los líderes de los judíos, 1:19; 7:17; 9:22; 13:12, 14) dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho. -- Los oponentes de Jesús daban su testimonio de que este paralítico caminaba y llevaba su camilla. La ley de Moisés prohibía que los israelitas trabajaran en el día de reposo (Ex. 20:9-11; Núm. 15:35, un hombre "recogía leña en día de reposo" y lo apedrearon; Jer. 17:21-22, "Guardaos por vuestra vida de llevar carga en el día de reposo"; Neh. 13:19, "para que en día de reposo no introdujeran carga"). El contexto de lo que dicen Jeremías y Nehemías indica que se condenaba el comerciar y el trabajar para ganancia. Los judíos siempre eran tentados a comerciar con los incrédulos que no respetaban el día de reposo.
Para entender lo serio del conflicto entre Jesús y los judíos es necesario recordar que éstos habían inventado muchísimas prohibiciones (tradiciones) con respecto a la guarda del sábado. Por ejemplo, se prohibía que se llevaran zapatos clavados (porque el clavo era una carga), que un solo hombre cargara pan (se permitía que lo cargaran dos hombres), que se usara muleta, que la mujer cargara bolsa, que llevara aguja en la ropa, y aun discutían si era lícito llevar pierna de madera o dientes postizos. (Había treinta y nueve de tales reglamentos necios).
"De acuerdo con la Mishna, se podía llevar un lecho únicamente si un hombre estaba acostado en él" (NCB). Así pues, en este caso, para satisfacer a los judíos el hombre sanado hubiera tenido que quedarse con su cama el resto del día para que nadie se la robara, pero "el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo" (Mat. 12:8) y le dijo que cargara su camilla. Cuando Jesús sanó al hombre de la mano seca, dijo a los judíos, "¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante? Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo" (Mat. 12:11, 12). Ninguno de los judíos se atrevía a contestar estas preguntas.
5:11 El les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda. -- El que le sanó tenía el derecho de decirle que llevara su camilla. ¿No sería lógico y razonable concluir que si alguno pudiera sanarle, también tendría autoridad para mandarle de esa manera? (¿Dejó de cargar su cama? Que sepamos, no les consintió en ello).
5:12 Entonces le preguntaron: ¿Quién es el (hombre, LBLA) que te dijo: Toma tu lecho y anda? -- ¿Los judíos ignoraban quién era? Es muy probable que ellos supieran exactamente quién era (recuérdese 2:23). Solamente querían oír el testimonio de boca del hombre sanado para poder expulsarlo de la sinagoga (9:22; 12:42) y para usarlo contra Jesús. Estos hipócritas endurecidos no preguntaron, "¿Quién te sanó?" que hubiera sido una pregunta razonable. Este hombre que estaba enfermo por treinta y ocho años acaba de sanar y ahora anda. ¿Quién no se hubiera regocijado al ver tan estupenda y maravillosa sanidad? Cualquier hombre, mayormente algún líder religioso, debería estar lleno de gozo y alegría al observar este fenómeno, pero estos solamente querían la identidad de aquel que se atreviera a quebrantar una de sus reglamentos necios. Con razón el nombre de Dios era blasfemado por causa de tales judíos (Rom. 2:24).
5:13 Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. -- Jesús dejó que el milagro (su obra) testificara por El (vers. 36), y dejó que el hombre se enfrentara a los judíos armado solamente con su conocimiento del milagro.
5:14 Después le halló Jesús en el templo, (Sal. 66:13, 14) y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más -- Conocía al hombre que nació ciego como conocía a la samaritana (4:18). El decir, "no peques más" (8:11), puede implicar que su enfermedad había sido causada por una vida desordenada. La paga del pecado es la muerte y enfermedades a veces son el pago parcial (JWM). Desde luego, esto no implica que toda enfermedad es causada por el pecado (9:2, 3, acerca del ciego Jesús dijo, "No es que pecó éste, ni sus padres". Compárese también Luc. 13:1-5). También la prohibición, "no peques más", implica que el Señor le perdonó (de otro modo, ¿por qué decirle, "no peques más"?) "Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil" (Mat. 26:41). Para vencer el pecado recuérdese que "has sido sanado".
-- para que no te venga alguna cosa peor. -- El infierno seguramente, pero también cosas peores aun en esta vida. Véase 2 Ped. 2:20-22. En efecto Jesús le dice, "Para vencer el pecado, no solamente recuérdese que has sido sanado, sino también que hay castigos aun más severos que esperan a los que persisten en una vida de pecado".
¿No era suficiente el sufrimiento de treinta y ocho años para convencerle que debería evitar el pecado? Lamentablemente por causa del pecado muchísimas personas sufren no solamente treinta y ocho años sino cincuenta o setenta años, y siguen así porque nunca aprenden a aborrecer el pecado.
5:15, 16 -- El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado. -- Con esas palabras tenían lo que querían: la evidencia legal contra Jesús. El testimonio del hombre sanado por Jesús dio testimonio del poder de Jesús y, al mismo tiempo, dio testimonio que los judíos podían usar en su contra.
-- Y por esta causa los judíos perseguían (en el sentido de cazar animales) a Jesús, (y procuraban matarle, omitido en los mejores manuscritos, véase LBLA, pero genuino en el vers. 18), porque hacía estas cosas en el día de reposo. -- En su primera visita a Jerusalén Jesús purificó el templo (2:13-16) y en su segunda visita quería purificar al pueblo de sus falsas tradiciones (RCHL).
5:17 Y Jesús les respondió: Mi Padre -- Jesús no dice nuestro Padre, sino mi Padre. Declaraba que Dios era su Padre en un sentido especial y único.
-- hasta ahora trabaja, y yo trabajo. -- Todos saben que el Padre trabaja todo el tiempo y dice Jesús que El es "Mi Padre", somos uno (10:30) y somos iguales, lo que El hace es lo que yo hago. ¿Quieren ustedes acusar al Padre de quebrantar el día de reposo?
"Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación" (Gén. 2:3). Reposó de la obra de crear, pero nunca ha dejado de obrar, porque cada momento El dirige y sostiene el universo. "El Sol brilla; los ríos fluyen; los procesos de nacimiento y muerte continúan durante el día sábado como durante cualquier otro día; y esa es la obra de Dios" (WB). El hace mucha obra de benevolencia y misericordia día y noche. Dios sana todos los días de la semana (nunca ha dejado de sanar en el día de reposo). La obra de amor y compasión no era, pues, una violación del cuarto mandamiento. Los judíos entendían esto porque sin demora en día de reposo sacaban la oveja del hoyo y aun desataban en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo llevaban a beber (Luc. 13:15). El problema de los judíos era que tenían cuidado de los animales pero no de los hombres.
5:18 Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba (violaba, LBLA) el día de reposo, -- En primer lugar, " el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo" (Mat. 12:8) y no quebrantó su propia ley. Jesús profanaba el día de reposo solamente como los sacerdotes lo profanaban al llevar a cabo su trabajo en el día de reposo (Mat. 12:5). Como estos estaban sin culpa también Jesús estaba sin culpa al llevar a cabo su obra.
-- sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios. -- Muchas personas que profesan ser seguidores de Cristo no creen este texto. Los testigos del Atalaya aceptan la herejía de Ario quien afirmaba que Cristo era un ser creado. También los pentecostales, de la rama llamada "apostólica", siguen a Sabelio quien enseñaba que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son idénticos y que son una sola y la misma persona. Esta sección del libro de Juan (el cap. 5) registra mucho testimonio para demostrar claramente que Cristo es Dios el Hijo.
Algunos hermanos (véase 1:14) enseñan que aquí en la tierra Cristo no era igual a Dios, pues tuercen Fil. 2:6, 7 para enseñar que aunque Cristo había sido igual a Dios, cuando vino a la tierra se despojó a sí mismo de esa igualdad, pero Pablo no dijo que Cristo "existía" (como dice LBLA), sino "existiendo" (gerundio, tiempo presente). Dios (Deidad) es inmutable. Como Dios el Padre o Dios el Espíritu Santo no pueden cambiar, tampoco puede cambiar Dios el Hijo. Son uno en esencia (substancia), en propósito y en obra. "Hijo" de Dios no indica inferioridad sino identidad.
Los enemigos de Cristo entendían lo que El decía y, por eso, le querían apedrear por blasfemar (10:30-33); sabían que cuando Jesús hablaba de sí mismo como el "Hijo de Dios", quería decir que era Dios, igual a Dios, y en base a esto demandaban que Pilato le crucificara (19:7). Obsérvese con cuidado esta verdad: al decir Jesús que "Dios era su propio Padre" daba a entender que "Hijo de Dios" significa "igual a Dios".
Cuando Jesús dijo, "El Padre mayor es que yo" (14:28) no se refería a su naturaleza o esencia (Deidad), ni a los atributos divinos (omnipotencia, omnisciencia, etc.), sino a su papel de subordinación al Padre, su humillación al llegar a ser hombre, para poder morir por nosotros (Fil. 2:6-8). Durante esta gran humillación El era Emanuel, Dios con nosotros. Demostró esto repetidas veces, demostrando su omnipotencia, su omnisciencia, perdonando pecados y siendo adorado. El mismo había dicho, "Al Señor tu Dios adorarás" (Mat. 4:10). Por eso, al ver que El mismo (Jesús) aceptó la adoración, la conclusión ineludible es que El es Dios.
En cuanto a su relación con Dios Jesús afirmaba (1) que había venido del Padre, 6:33, 38; 8:23; y que volvería al Padre; (2) que El solo había visto al Padre, 1:18; 6:46; pero que "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre", 14:6; (3) que El conoce al Padre, 7:29; 8:55; 10:14, 15; 17:25; (4) que El revela al Padre, 1:18; 8:19; 12:44, 45, 49-50; 14:7-9; (5) que es igual a Dios, 5:18; 10:30; Heb. 1:3; (6) que El hace las obras de Dios y, por eso, posee el poder de Dios, 5:19; (6) que posee los atributos de Dios: eterno, 8:58; 17:5; omnipotente, 11:11; omnisciente, 2:24; 4:16-18; 7:29; 12:32, 33; podía leer los pensamientos de la gente; omnipresente, 14:14-18, 28.
5:19 Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, -- Cuando Jesús sanó al paralítico (5:8, 9), demostró la voluntad y el poder de Dios. No dijo que era igual al Padre con espíritu independiente o jactancioso; por el contrario, sigue afirmando que El no tenía voluntad aparte de la voluntad del Padre y, por eso, que no hacía nada aparte de su voluntad. Siempre estaban unidos en todo.
-- sino lo que ve hacer al Padre; -- Jesús no solamente observaba lo que el Padre hacía, sino que El tenía conocimiento sobrenatural (divino) de todo lo que el Padre hace. Esta frase es otra afirmación de la omnisciencia de Cristo.
En los vers. 19-23 Cristo presenta pruebas de lo que dijo en el vers. 18. El no afirma que el Hijo imita al Padre, sino que la voluntad y acciones del Hijo y la voluntad y acciones del Padre son idénticas. Para probar o ilustrar esta verdad introduce cuatro afirmaciones con la palabra porque: porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente, porque el Hijo es amado por el Padre, porque el Hijo tiene autoridad para levantar a los muertos, y porque el Hijo juzgará al mundo.
-- porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. -- Este texto afirma enfáticamente que Jesucristo era omnipotente: ¡todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente! También afirma que sus obras son las mismas. Cuando Jesús sanaba en el día de reposo, en realidad el Padre estaba sanando en el día de reposo. Jesús no dijo que El podía hacer lo que el Padre hace, es decir, que El tenía el mismo poder, sino que las acciones de Jesús son las acciones del Padre; por eso, las acciones de Jesús siempre están en perfecta armonía con la voluntad del Padre. Como niño de doce años de edad Jesús había expresado este mismo pensamiento: "¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?" (Luc. 2:49). Lo que Jesús hacía, de principio a fin, era la obra del Padre.
Algunos hermanos que profesan ser conservadores en sus creencias tuercen Fil. 2:7 para enseñar la herejía de que cuando Cristo vino a la tierra, se despojó a sí mismo de los atributos de deidad (omnipotencia, omnisciencia, inmutabilidad, etc.), y que solamente tenía el poder o autoridad que recibía del Padre o del Espíritu Santo; es decir, que inherente o intrínsecamente Cristo no poseía los atributos de Dios. Tal doctrina contradice este texto y muchos otros y niega la deidad de Cristo.
5:20 Porque el Padre ama (philei, amor tierno, afecto) al Hijo (3:35, agapao, el amor de comprensión y propósito) -- El Padre ama al Hijo y quiere que todos los hombres se sometan a El, y le muestra todas las cosas que él hace; -- como el resto del versículo indica, "le muestra" y "le mostrará" quiere decir que a través de Cristo Dios lleva a cabo sus obras. No puede haber otra expresión más clara que Jesús es igual a Dios, y no solamente muestra igualdad, sino también identidad. Obviamente si el Padre mostró todas las cosas que El hace al Hijo, entonces el Hijo era omnisciente, y si el Hijo hacía todas las obras del Padre, tenía que ser omnipotente.
-- y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis -- Parece que esta expresión introduce lo que sigue, que Cristo tiene poder para levantar a los que están muertos en pecados (Efes. 2:1, 5; Col. 2:13; Apoc. 3:1) y a los que están en los sepulcros (5:28, 29).
5:21 Porque como el Padre levanta a los muertos (Deut. 32:39; 1 Sam. 2:6), y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida. -- En esa ocasión Jesús dio vida (vitalidad) a un enfermo, y en cuanto a la resurrección física, la Escritura revela que Jesús resucitó a tres personas: Mar. 5:41, 42, a la hija de Jairo; Luc. 7:14, 15, al hijo de la viuda de Naín; y Jn. 11:43, 44, a Lázaro.
También la palabra vida se refiere a la vida espiritual; desde el principio de su ministerio Jesús levantaba a muchos que estaban muertos en pecados. Los muertos son los que están separados de Dios (Isa. 59:1, 2; Efes. 2:12).
5:22 Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo (Hech. 17:30, 31; 2 Cor. 5:10; 2 Tim. 4:1; Mat. 25:31-46), -- Como El hablaba de la resurrección en dos sentidos (la física y la espiritual), así también habla del juicio en dos sentidos, porque no solamente juzgará a todos en Aquel Día, sino que aquí en la tierra juzgaba a los hombres (p. ej., vers. 38-46). Aunque Dios es el Creador del universo, Juan dice que "Todas las cosas por él (Cristo) fueron hechas" (1:3). Muchos textos afirman que Dios es el Juez, pero "juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos" (Hech. 17:31). Este texto es, pues, paralelo a las otras afirmaciones aquí de la unidad del Padre y el Hijo. A través de todo el texto el pensamiento sobresaliente es que "No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre" (5:19); es decir, son uno y sus acciones son las mismas. "No puedo yo hacer nada, por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre" (5:30).
Jesús había dicho, "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para juzgar (LBLA) al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él" (3:17) y luego explica que el mundo se condena solo (3:18-20). Pero Jesús no dijo que nunca juzgaría al mundo. En 12:47 repite lo que dice en 3:17 y luego dice, "El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero".
5:23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. -- El Hijo tiene la autoridad para hablar las palabras del Padre (revelar la voluntad del Padre, 17:8, 14), hace las obras del Padre y es la manifestación del Padre (8:19; 14:9); por lo tanto, debe ser honrado como el Padre y esto implica que todos deben someterse a la voluntad de Cristo, y que sea adorado como Dios es adorado. Dios dice (Isa. 48:11), "mi honra no la daré a otro"; por eso, Cristo es Dios.
Los hijos deben honrar a sus padres (Efes. 6:2), los ciudadanos deben honrar al rey (1 Ped. 2:17), etc., pero Jesús habla de la honra especial que pertenece solamente a Dios, y en este texto equivale a adorar. "El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos" (Apoc. 5:12, 13). Entonces, ¿cómo es honrado Dios? De esa misma manera el Hijo debe ser honrado.
Por lo tanto, puesto que todos deben honrar al Hijo como honran al Padre, entonces en ese momento le convenía a la gente honrar a Cristo como honraba al Padre. Los que rehúsan honrar al Hijo no pueden honrar al Padre.
5:24 De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, -- El oír y creer la palabra de Cristo equivalen a creer a Dios ("al que me envió"). Creer a Cristo es creer a Dios.
-- tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida -- Tener vida eterna es tener a Cristo (1 Jn. 1:2), o "tener al Padre y al Hijo" (2 Jn. 9). La vida espiritual que Jesús nos da es "la vida de Dios" (Efes. 4:18); es vida eterna porque es vida divina. Al decir "tiene vida eterna; y no vendrá a condenación", Jesús no enseña que desde el momento de creer se entre en la vida como si fuera un parque del cual nadie le pueda expulsar. El creyente no está en posesión de la vida eterna, como si ya estuviera en el cielo viviendo con Dios, sino que tiene la promesa de la vida eterna (1 Jn. 2:25).
Los bautistas y otros sectarios enseñan que desde el momento de creer el hombre está en posesión de la vida eterna y que no la puede perder. Por ejemplo, dicen los comentaristas: "'tiene vida eterna' -- inmediatamente al creer, comp. 3:18; 1 Jn. 5:12, 13" (JFB); "Posee ahora esta vida espiritual que no tiene fin" (ATR); "El verbo está en perfecto, indicando un hecho cumplido y permanente. Por esa razón el creyente que está desde aquí en posesión de la vida eterna no va a juicio" (B-S).
En otra ocasión Jesús dijo, "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano" (10:27, 28); este es uno de los textos favoritos de predicadores bautistas, pero las ovejas pueden dejar de oír la voz del Pastor y pueden dejar de seguirle, y cuando lo hacen, pierden la vida eterna. Cuando el hombre llega a ser creyente, no pierde su libre albedrío y, por eso, puede dejar de seguir a Cristo. También Jesús dijo, "El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden" (15:6). Es imposible que alguno deje de permanecer en Cristo si nunca estaba en Cristo.
Pablo dijo a los hermanos gálatas, "De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído", Gál. 5:4. Véanse también 1 Cor. 9:27; 2 Ped. 2:20-22; Heb. 6:4, etc.).
Entonces, ¿cómo es que el creyente tiene vida eterna? Juan explica esta frase en 1 Jn. 2:25, "Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna". La vida eterna no puede ser una promesa (esperanza) si desde ahora estamos en posesión de ella, porque "la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos" (Rom. 8:24, 25).
"El que no cree, ya ha sido condenado" (3:18). Por eso, desde ahora algunos están condenados, pero esto no significa que no puede haber cambio de su condición. Los condenados pueden llegar a ser salvos y los salvos pueden llegar a ser condenados.
Jesús dice que el creyente tiene vida eterna para dar énfasis a que Dios siempre cumple sus promesas. No solamente se usa el tiempo presente, sino también aun se usa el tiempo pasado, para este propósito. Por ejemplo, Gén. 17:5, Dios dijo a Abram, "te he puesto por padre de muchedumbre de gentes". Desde luego, en ese momento Abram no era padre de muchedumbre de gentes, pero la promesa de Dios es tan segura que desde ese momento habló de su cumplimiento como una realidad.
"Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó" (Josué 6:2). Le dijo esto antes de darle los mandamientos que deberían obedecer para obtener la victoria. ¿Por qué dijo, "yo he entregado en tu mano a Jericó" antes de hacerlo? Porque la promesa de Dios era tan segura que desde ese momento habló de la toma de Jericó como si fuera un hecho histórico. Isaías usa el tiempo pasado para hablar del Cristo, como si ya hubiera dado su vida en expiación por los pecados (Isa. 53).
Jesús dijo, "esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados" (Mat. 26:28); no dice "será derramada", sino que aquí también usa el tiempo presente para enfatizar la certeza de su muerte.
De esta misma manera dice "tiene vida eterna" para dar énfasis a la certeza de las promesas de Dios. Sin embargo, esta promesa de Dios tiene condiciones o requisitos: "El que oye mi palabra, y cree al que me envió". Como Jesús enseña en Luc. 8:13, el que oye su palabra puede dejar de oír, y el que cree puede dejar de creer (véanse también 1 Tim. 1:19; 5:8, 12, 15; 6:10, 21). Jesús no enseña que el que deja de oír y creer tiene vida eterna. Por lo tanto, Pablo dice, "El que piensa estar firme, mire que no caiga" (1 Cor. 10.12) y Pedro dice, "Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás" (2 Ped. 1:10).
Los que están en pecado están muertos, es decir, separados de Dios (Efes. 2:1; 5:14). Compárese Luc. 15:32, el hijo pródigo "era muerto" y al volver "ha revivido". Cuando obedecemos al evangelio tenemos vida (estamos reconciliados con Dios). "Como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva" (Rom. 6:4). La vida eterna es nuestra herencia (Rom. 8:17) y esta esperanza nos motiva a transformarnos a la imagen de Cristo. "Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro" (1 Jn. 3:2, 3).
5:25 De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es (4:23), cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios ("mi palabra", 5:24); y los que la oyeren vivirán. -- El hombre no nace muerto en pecado, pero todos pecan (Rom. 3:23) y al pecar, mueren; es decir, están separados de Dios, pues la palabra muerte significa separación. Según el calvinismo los hombres nacen muertos y no pueden hacer nada hasta que el Espíritu de Dios les mueva para que puedan creer. Pero Jesús dice que los muertos pueden oír el evangelio y obedecerlo para ser vivos en lugar de muertos.
Por eso, obviamente los muertos tienen libre albedrío, y pueden aceptar o rechazar el evangelio. Muchos muertos rehúsan oír, porque no toman en serio lo horrible que es el pecado. No quieren pensar en la consecuencia de sus hechos. Muchos ya tienen la conciencia cauterizada y el corazón endurecido y, por eso, viven en pecado todos los días sin remordimiento ni arrepentimiento porque han perdido toda sensibilidad (Efes. 4:19).
Muchos citan Juan 3:16 y otros textos que basan la salvación en la fe y la interpretan como si fuera salvación por la fe sola. Según ese modo de interpretar las Escrituras, este versículo (5:24) enseña que la salvación se basa en el oír solo. Desde luego, las palabras oír y creer, como se usan en estos textos, abarcan la obediencia al evangelio. "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen" (10:27). No somos salvos por el arrepentimiento solo, pero Hech. 11:18 dice, "también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida"; aquí el único requisito nombrado es el arrepentimiento, pero nadie cree que somos salvos por el arrepentimiento solo, sino que este mandamiento abarca los otros requisitos. No somos salvos por la confesión sola, pero Rom. 10:10 dice, "con la boca se confiesa para salvación"; aquí el único requisito nombrado es el confesar, pero nadie cree que somos salvos por la confesión sola, sino que este mandamiento abarca los otros requisitos. No somos salvos por el bautismo solo, pero 1 Ped. 3:21 dice, "El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva"; aquí el único requisito nombrado es el bautismo, pero nadie cree que somos salvos por el bautismo solo, sino que este requisito abarca los otros requisitos.
Esta construcción gramatical se llama sinécdoque, "una figura de retórica que consiste en tomar una parte por el todo, o el todo por una parte" (Larousse). En cada uno de estos textos (Jn. 3:16; 5:24; Hech. 11:18; Rom. 10:10; y 1 Ped. 3:21) se emplea esta figura, pues una parte del plan de salvación se toma por el todo. Los que no quieren reconocer esta verdad seguirán torciendo la Escritura, enseñando que la salvación es por la fe sola. La mejor refutación de este error es Juan 5:25, porque si se puede afirmar que Jn. 3:16 enseña la salvación por la fe sola, entonces se puede enseñar que Jn. 5:25 enseña la salvación por el oír solo.
No todos los muertos oyen la voz de Cristo (el evangelio). Su voz no es irresistible (Apoc. 3:20; 22:17). En ese momento Jesús hablaba con algunos muertos que rehusaban la vida que El les ofrecía.
5:26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, -- Tiene vida en el sentido de que es una fuente de vida para otros.
-- así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo (1:4; 11:25; 14:6); -- En esto sigue estableciendo su identidad con el Padre. "Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar" (10:17, 18).
También Jesús tiene vida en sí mismo (El es la vida, 14:6), en el sentido de ser la fuente de vida espiritual para todos los que le obedezcan Heb. 5:8, 9. Esta vida se obtiene a través del evangelio. El tiene vida en sí mismo y, por eso, nos puede regenerar (3:5; Tito 3:5).
5:27 y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. -- Algunos comentaristas creen que se debe enfatizar aquí la humanidad de Cristo: "Porque el hombre debe ser juzgado por su semejante y aun por el más humilde y más amante de los hombres, que ha llevado el pecado de la humanidad y puede tener compasión de sus hermanos, de modo que es la gracia misma quien juzga (Heb. 2:17, 18; 4:15). Por su humillación voluntaria el Hijo de Dios ha adquirido la prerrogativa de juzgar a aquellos a quienes vino a salvar" (HAWM).
Otros enfatizan que "Hijo del Hombre", es título mesiánico (Dan. 7:13; Mat. 12:8; Luc. 21:27; Apoc. 1:13). Jesús afirma que El da vida (física y espiritual), resucita muertos (físicos y espirituales) y que juzgará a todos; es decir, El hace el papel del Mesías. "El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder ... " (Apoc. 5:12).
5:28, 29 No os maravilléis de esto; porque vendrá hora (no agrega "y ahora es", ver. 25, porque habla de la hora de su segunda venida) cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno (practican las cosas buenas; hacen la voluntad del Señor, Mat. 7:21; 12:50; es decir, obedecen al evangelio, andan como Jesús, "haciendo bienes", y perseveran en la doctrina de los apóstoles hasta la muerte), saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, phaulos, lo que no vale nada, despreciable; compárense Rom. 2:11; 2 Cor. 5:10. Estos son los que aborrecen la luz, 3:20; "lo malo" (perverso) es compañero de celos, contiendas, y perturbación en Sant. 3:16. Tales personas serán perdonadas si obedecen al evangelio, pero si mueren en pecado, saldrán a resurrección de condenación (juicio, LBLA; "Habría sido áspero decir, 'la resurrección de muerte", aunque esto es lo que se quiere decir, porque los pecadores resucitarán de la muerte a la muerte" (Bengel, citado por JFB). Jesús no habla de gracia y misericordia para los que hacen lo malo, sino de salir de los sepulcros para condenación y sufrimiento. En lugar de tener cuerpos gloriosos como el de Jesús (1 Jn. 3:3, 4), tendrán cuerpos incorruptibles que sufrirán "tribulación y angustia" (Rom. 2:9), y no serán aniquilados por la lumbre (Mar. 9:43-48). La palabra destruir de Mat. 10:28 ("destruir el alma y el cuerpo en el infierno") no significa aniquilar sino arruinar. Estarán arruinados, excluidos de la presencia de Dios (2 Tes. 1:9). Los que saldrán a resurrección de condenación no dejarán de existir, sino que perderán su bienestar.
¿Quién, aparte de Jesucristo, se atrevería a decir esto de sí mismo? Ya había dicho (ver. 21) que "el Hijo a los que quiere da vida"; esto significa que El puede resucitar a los que están muertos física o espiritualmente. La resurrección espiritual es condicional, pero en los vers. 28, 29, El dice enfáticamente que incondicionalmente levantará a todos los que han muerto físicamente, y no solamente los levantará, sino también que los juzgará y les asignará su destino eterno (Mat. 25:46). La conclusión lógica es, pues, que todos deben obedecer a Cristo (compárese 2 Ped. 3:10-13).
Jesús no habla de dos resurrecciones, sino de la resurrección simultánea de los malos y los buenos. Muchos evangélicos y otros creen que cuando Cristo venga, resucitará solamente a los justos, y que mil años después resucitará a los malos. Según esta teoría, cuando Cristo venga, (1) resucitará solamente a los justos; (2) vendrá por sus santos vivos que serán arrebatados de la tierra (un "rapto secreto") para estar con Jesús (3) durante la "gran tribulación" aquí en la tierra; (4) que Cristo vendrá otra vez (una tercera venida) con los santos para derrotar a Satanás y todos sus siervos en la guerra de Armagedón; y (5) reinará por mil años aquí en la tierra; (6) después de los mil años, resucitará a los muertos infieles; (7) todos serán juzgados y (8) los fieles entrarán en el reposo con el Señor y los infieles serán echados al infierno. Es una teoría interesante pero es pura ficción, porque Jn. 5:28, 29 y muchos otros textos enseñan una sola resurrección general de todos los hombres, malos y buenos.
Apoc. 20:5, 6 dice, "Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años". Esta es una resurrección figurada, que se refiere al triunfo de los que mueren en Cristo (20:4). Apoc. 2:11 es paralelo a Apoc. 20:5, 6, "El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte". "El que venciere" equivale a "el que tiene parte en la primera resurrección". Los otros muertos no volvieron a vivir porque no eran vencedores. Esta resurrección no tiene nada que ver con la resurrección literal de Juan 5:28, 29.
Pablo enseña la importancia de la resurrección y las consecuencias terribles para los santos si no hubiera resurrección (1 Cor. 15:12-19), y nos da una explicación amplia del tema en 1 Cor. 15:35-57 y en 1 Tes. 4:13-18. En 1 Tes. 5:1-5 explica que "aquel día" vendrá como ladrón en la noche y que muchos no estarán preparados, pero que los santos no están en tinieblas, para que aquel día les sorprenda como ladrón.
5:30 No puedo yo hacer nada por mí mismo (5:19); según oigo (Cristo oía y entendía perfectamente la voluntad de Dios), así juzgo y mi juicio es justo (7:24), porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre. -- Cristo es el Juez y, en ese momento, estaba juzgando a los judíos (véanse los vers. 38-46). Aunque los judíos juzgaban a Cristo con prejuicio y malicia, en el juicio de Jesús no había odio ni resentimiento (1 Ped. 2:21-23). Era perfectamente justo e imparcial, porque su juicio era la voluntad del Padre.
"Para cualquier hombre es difícil juzgar con justicia a otro hombre. Si nos analizamos con honestidad y franqueza veremos que hay muchos hechos que afectan nuestros juicios, y que éste se basa sobre una cantidad de cosas. Nuestro juicio puede ser injusto porque nos sentimos heridos en nuestro orgullo. Puede ser ciego y deshonesto debido a nuestros prejuicios. Puede ser severo y enconado por la envidia. Puede resultar arrogante debido al desprecio. Puede ser duro por la intolerancia ... Puede verse afectado por nuestra vanidad y basarse sobre la envidia y no sobre la justicia. Puede resultar inválido porque no conocemos, y jamás hemos tratado de conocer, las circunstancias en que actúa la persona que juzgamos" (WB).
Es muy difícil evitar la parcialidad (1 Tim. 5:21).
"No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio" (7:24). Según el prejuicio de los judíos Jesús aparentemente había quebrantado el día de reposo pero, según ellos mismos, no quebrantaban el cuarto mandamiento quienes circuncidaban en el día de reposo (7:22), ni los sacerdotes que ofrecían sacrificios en el día de reposo (Mat. 12:5) ni quienes sacaban una oveja del hoyo en el día de reposo (Mat. 12:1), ni siquiera quienes desataban un buey o un asno del pesebre para llevarlo a beber en el día de reposo (Luc. 13:15). Por lo tanto, Jesús no quebrantaba el cuarto mandamiento al sanar enfermos. Los judíos no juzgaban con justo juicio, sino con prejuicio, envidia e hipocresía, pero nuestro juicio siempre será justo si no buscamos nuestra propia voluntad, sino la voluntad del Padre.
5:31 Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. -- Acaba de decir que no podía hacer nada por sí mismo porque su voluntad estaba perfectamente unida con la del Padre. Si independientemente pudiera dar su testimonio, es decir, aparte de la voluntad del Padre, no sería verdadero. Poco después (8:14) Jesús dice, "Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y adónde voy". Como Jesús no podía obrar independientemente del Padre, tampoco podría dar testimonio independiente del testimonio del Padre.
5:32 Otro es el que da testimonio acerca de mí (8:13-16) y sé que el testimonio que da de mí es verdadero. -- 7:28, 29; 8:26, 55. El Padre es Otro, otra persona. "Yo y el Padre uno somos" (10:30), en esencia (Heb. 1:3) y en propósito y obra, pero son dos personas distintas.
Ahora Jesús introduce otros testigos. Presenta el testimonio del Padre (5:32, 37); el testimonio de Juan el bautista (5:33); el testimonio de las obras que El hacía; el testimonio de las Escrituras (5:39); y el testimonio de Moisés (5:45).
5:33 Vosotros (los líderes) enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio (no simplemente de mí, sino) de la verdad (1:19-28). -- Véanse también 1:6, 7, 29, 34; 3:26; 5:37. Lo que Juan decía era un testimonio fiel y adecuado para guiar al pueblo a Cristo y la salvación.
5:34 Pero yo (en contraste con vosotros) no recibo testimonio de hombre alguno (esta frase es otro ejemplo del negativo hebreo; es decir, "no recibo solamente el testimonio de los hombres") -- Véase el negativo hebreo en 6:27. Desde luego, El recibió el testimonio de Juan (1:6, 7), de Moisés (5:45-47) y de otros hombres, pero no recibió solamente el testimonio de hombres. Tampoco era testimonio de algún hombre no guiado y apoyado por Dios, (Mat. 16:17). Moisés y Juan eran profetas.
-- mas digo esto, para que vosotros seáis salvos. -- La fe que nos salva viene por el oír la palabra inspirada de Dios (Rom. 10:17; Hech. 15:7). La salvación de los judíos dependía de que escucharan al testimonio de los profetas, como también al testimonio de Jesús.
5:35 El era antorcha (la lámpara, LBLA) que ardía y alumbraba; -- "No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz" (1:8). Como lámpara que ardía y alumbraba Juan señalaba a los judíos el camino que les llevaría a Cristo.
-- y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo (por una hora) en su luz. -- Por algún tiempo Juan fue muy popular (Mar. 1:5; Mat. 3:5; 11:7; 21:26). Los judíos fueron atraídos a él y le hicieron preguntas, pero "El interés en el bautista era una experiencia emocionante que era frívola, superficial y de poca duración" (MRV). Los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron el bautismo de Juan y decían que tenía demonio (Luc. 7:30-33).
Parece que los líderes de los judíos estaban siendo divertidos por Juan. Para ellos él y su mensaje eran interesantes. Le escuchaban como mucha gente escucha el evangelio. Creen que el motivo principal para escuchar es para ser divertido o para oír algo nuevo. "Un famoso predicador relata que después de haber pronunciado un sermón muy sombrío sobre el juicio, lo vinieron a saludar con un comentario de agradecimiento: '¡Ese sermón fue de veras simpático!' La verdad de Dios no es algo que debe entretenernos" (WB).
5:36 Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, -- Las obras que Jesús hacía testificaban de la aprobación del Padre (3:2; 5:20, 36; 10:25; Mat. 11:4, 5). Los milagros de Jesús eran señales que deberían producir la fe (20:30, 31). Eran muchos, eran maravillosos, no se hacían en un rincón sino públicamente (cualquiera podía examinarlos), y eran obras nobles de amor y de misericordia. Sus obras no eran solamente sus milagros, sino todo lo que hacía para llevar a cabo su propósito como el Mesías y Salvador del mundo.
-- dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. -- Lo mismo se puede decir de las obras de los hijos de Dios (Tito 3:1, 8; Sant. 2:14-26).
5:37, 38 También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí -- Por ejemplo, había dado testimonio de El en las figuras y sombras de la ley, y en las muchas profecías acerca del Mesías y su reino que fueron cumplidas por Jesús. También cuando Jesús se bautizó (Mat. 3:17), y otra vez lo haría en la transfiguración de Jesús (Mat. 17:5).
-- Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto, -- "El testimonio que Dios mismo ha dado en su palabra, en las Escrituras del Antiguo Testamento" (HAWM). Véase también 1 Jn. 5:9-12. Esto concuerda con lo que Jesús dice en el versículo 39. Algunos creen que esto significa que los judíos no podían oír la voz de Dios ni ver el aspecto de Dios en Jesús (14:24; 2 Cor. 4:4; Col. 2:9; Heb. 1:3, etc.), pero esta reprensión tenía que ver con la condición de los judíos aun antes de nacer Jesús. El dice que "nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto". Afirma que los judíos simple y sencillamente no conocen a Dios, que ¡nunca lo han conocido! y que siempre han estado lejos de El y que no pueden oír su voz ni ver su aspecto en la Revelación que les ha dado. Por eso, para ellos El era un extraño, el "Dios no conocido" (compárese Hech. 17:23). Compárese el ver. 42, "no tenéis amor de Dios en vosotros"; también, 8:39-44.
-- ni tenéis su palabra morando en vosotros (1 Jn. 2:14, 24; 3:9, 17); porque a quien él envió, vosotros no creéis. -- Si la palabra de Dios hubiera morado en ellos, habrían creído en Cristo a quien el Padre envió. En este discurso (5:37-45) Jesús lanza cargos severos contra los judíos. Compárese 8:39-44.
5:39 Escudriñad (ereunate, Examináis, LBLA; minuciosamente) las Escrituras; -- Este verbo puede ser traducido por indicativo (afirmación) o imperativo (mandamiento). Un comentarista insiste en el imperativo y afirma que Cristo dice: Aquí está mi Testigo (el Padre que testifica a través del Antiguo Testamento). Ustedes no conocen su testimonio; por eso, ¡Examinadlo! (RCHL). Otro está de acuerdo con esto y cita 7:52 como el único texto en este libro, aparte de éste, que usa este verbo: "Escudriña y ve que de galilea nunca se ha levantado profeta" (AWP). Obviamente en 7:52 es imperativo y, por eso, puede ser en 5:39 también. Si es imperativo, Cristo habló de la confianza que ellos tenían en las Escrituras y les mandó que las examinaran para ver que sí hablaban de El.
Los que creen que este verbo debe ser traducido por el modo indicativo dicen (1) que el indicativo concuerda mejor con lo que Jesús está diciendo; (2) que los demás verbos en este contexto no son imperativos sino indicativos; y (3) que no era necesario mandar que los judíos escudriñaran las Escrituras, porque lo hacían en las sinagogas cada sábado.
-- porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; -- "En ellas", es decir, simplemente por tenerlas, estudiarlas, memorizarlas y discutirlas tendrían vida eterna. La palabra bibliolatría no se encuentra en Larousse, pero bien describe este uso incorrecto de las Escrituras. Los judíos minuciosamente escudriñaban las Escrituras, para saber cuántas letras había, o para ver cuántos textos pudieran memorizar y recitar, o para formular alegorías, y al hacer todo esto creían que con tal uso de la palabra de Dios podían ganar vida eterna. Aparentemente muchos judíos rendían culto a las Escrituras, pero no las estudiaban para entenderlas (2 Cor. 3:16).
-- y ellas son las que dan testimonio de mí; -- Luc. 24:32, 44; Jn. 5:46; Hech. 3:18, 24; 7:52; 10:43; 13:29; 26:22; 28:23; 1 Ped. 1:10, 11, etc. Los judíos no dejaban de escudriñar las Escrituras, pero no encontraban a Cristo en ellas. "¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios" (Rom. 3:1, 2). Los judíos no solamente poseían las Escrituras, sino que se gloriaban en ellas, pero la palabra no moraba en ellos; es decir, solamente tenían los libros o rollos en sus manos para leerlos, pero la palabra leída no entraba en su corazón para morar permanentemente allí. La palabra no controlaba su vida. Así se usa la palabra morar en las Escrituras: por ejemplo, Rom. 7:20, "el pecado mora en mí", tiene control sobre mi vida; Rom. 8:9, "el Espíritu de Dios mora en vosotros", el Espíritu tiene control sobre vuestra vida; Col. 3:16, "La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros", que la palabra de Cristo tenga residencia permanente en el corazón y que tenga control total sobre la mente, la voluntad y las emociones. Los judíos tenían las Escrituras, leían las Escrituras, y discutían las Escrituras, pero la palabra de Dios no moraba en ellos.
Al escudriñar las Escrituras, ¿qué buscaban? Buscaban argumentos para probar lo que ya creían, las tradiciones que habían inventado. Tenían su propia teología y escudriñaban las Escrituras para probarla. Escudriñaban las Escrituras para encontrar las promesas de bendiciones físicas para Israel, incluyendo la de independencia y renombre mundial. Frecuentemente los profetas emplearon lenguaje de bendiciones físicas para describir bendiciones espirituales, pero a los judíos no les interesaban las promesas espirituales. Por eso, no encontraron a Cristo.
5:40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida. -- Esto explica el versículo anterior. Al leer las Escrituras esperaban tener vida eterna, pero no querían a Jesucristo. El Autor de la vida estaba excluido de su plan de tener vida eterna.
Jesús hizo muchas señales y los que eran sinceros y querían la salvación creían en El. La salvación del hombre depende mucho no solamente de su entendimiento del evangelio, sino de su deseo de aceptarlo. En el caso del paralítico de este capítulo (5:1-15) aun la sanidad de su cuerpo dependió de su deseo; Jesús le preguntó, "¿Quieres ser sano?" (5:6). Sergio Paulo, el procónsul de Chipre "deseaba oír la palabra de Dios" (Hech. 13:7). Cornelio deseaba oír el evangelio (Hech. 10:33). También el etíope (Hech. 8:31). Por eso, dice Pedro, "Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual" (1 Ped. 2:2). "Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad", es decir, por medio del evangelio (Fil. 2:13).
Dios no quiere que nadie se pierda (1 Tim. 2:4; 2 Ped. 3:9). "Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis" (Ezeq. 18:32). Por eso, Jesús invita a todos, diciendo, "Venid a mí" (Mat. 11:28-30) pero muchos rechazan su invitación. "¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta" (Mat. 23:37, 38,). Al decir esto se refería a la destrucción de Jerusalén por Tito, el general romano que puso sitio a la ciudad en el año 70 d. de J. C.
El profeta Isaías dijo, "Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra" (Isa. 1:19), pero el cautiverio en Babilonia de los judíos sucedió porque "No quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír; y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas" (Zacarías 7:11-12).
Los que pecan lo hacen porque quieren pecar. José no pecó con la mujer de Potifar, porque él "no quiso" (Gén. 39:8). "Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido" (Sant. 1:14), es decir, el hombre peca porque quiere pecar.
Este texto es uno de los muchos textos que enseñan que el hombre tiene libre albedrío. El venir a Cristo depende de que el hombre quiera venir a El para tener vida eterna. Los que están muertos en pecado puede oír la voz de Cristo (5:25) para tener vida.
5:41 Gloria de los hombres no recibo. -- Jesús tenía muchos discípulos, y muchos otros le seguían por distintas razones. A veces durante su ministerio era muy popular, pero El no vino al mundo para ser exaltado por los hombres. Por el contrario, léase Isa. 53:4, 5. Jesús entendía que El sería exaltado por el Padre (Fil. 2:6-8). No le hacía falta, pues, la gloria de los hombres. El no buscaba el aplauso humano, sino verdaderos seguidores.
5:42 Mas yo os conozco (1:47-50; 2:24, 25), que no tenéis amor de Dios en vosotros. -- Jesús escudriñaba corazones y podía ver que estos judíos no amaban a Dios, sino que se adoraban a sí mismos. Si hubieran tenido el amor de Dios en sus corazones habrían aceptado a Jesús como el Hijo de Dios.
¿Cómo sabemos si tenemos el amor de Dios en nosotros? "Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos" (1 Jn. 5:3).
Al acusar a los judíos de no tener el amor de Dios, recalcaba lo que decía en el ver. 37, "Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto". Simplemente no conocían a Dios. Estaban lejos de El.
5:43 Yo he venido en nombre de mi Padre (como verdadero representante del Padre, 14:9), y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis. -- Los judíos siguieron a muchos falsos cristos. Jesús exhortó a sus discípulos a que no hicieran lo mismo (Mat. 24:5, 24). Los hombres siguen a falsos cristos y a falsos maestros porque éstos les enseñan de acuerdo con sus deseos y prejuicios. Los falsos cristos ofrecían a los judíos victoria sobre los romanos, la gloria nacional y riquezas materiales.
5:44 ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, -- Mat. 6:1-18; 23:5-8. ¿Qué tiene que ver el recibir gloria los unos de los otros con el no creer en Cristo? Los que buscan y reciben la gloria humana, se sienten contentos y satisfechos. Los judíos se sentían más santos que los otros y, por eso, se sentían satisfechos. De esto Pablo advierte en 2 Cor. 10:12, "Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos". Si nos comparamos unos con otros y nos sentimos satisfechos, no veremos la necesidad de creer en Cristo, pero si sinceramente nos comparamos con Cristo, veremos nuestra condición verdadera y esto puede ser el principio de la fe.
La gloria que se recibe puede ser aprobación o aceptación. Muchos no obedecen a Cristo por no ofender a su familia (Mat. 10:34-37). Muchos otros no obedecen por no ser criticados por sus amigos y conocidos. Estos no buscan la gloria de Dios sino la gloria (aprobación, aceptación) de los hombres.
-- y no buscáis la gloria que viene del Dios único? -- Era y es fácil ser convencido de que Jesús de Nazaret es el Cristo. Hay mucha evidencia para confirmar esta verdad. Sin embargo, los judíos no creían porque eran rebeldes contra Dios y no buscaban su aprobación, y solamente querían recibir gloria (aprobación) los unos de los otros.
Los que buscan la gloria, aprobación y aplauso de los hombres no tienen la humildad para creer en Cristo y obedecerle. Cuando algún predicador o alguna iglesia tratan de impresionar a los del mundo para tener influencia sobre ellos por medio de cosas materiales, dejan de ser iglesias y predicadores de Cristo. El honor del mundo es incompatible con el honor de Dios; los que buscan el honor del mundo pierden el honor de Dios, y los que buscan el honor de Dios pierden el honor del mundo (DL).
5:45 No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre (otra vez Jesús emplea el negativo hebreo, porque El sí les acusaba, pero no solamente El, sino el mismo Moisés les acusaba); hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. -- Se gloriaban en Moisés, pero lo que era su gloria también era su condenación.
Los judíos apelaban a Moisés cuando les convenía (8:1-10), pero no le hacían caso cuando no les convenía. No son sinceros los que enfatizan ciertos mandamientos o enseñanzas de la Biblia y descuidan e ignoran otros.
5:46 Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. -- Los judíos creían que para ser leales a Moisés, tenían que rechazar a Jesús, pero la lealtad hacia Moisés requería la aceptación de Jesús, porque de El Moisés había testificado.
5:47 Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras? -- Cristo era el tema principal del Antiguo Testamento (Luc. 24:27, 44-46; carta a los Hebreos). Moisés habló de Cristo en Deut. 18:15-18 (Hech. 3:22, 23), pero también habló de El en todos los tipos, figuras y sombras de la ley.
Cristo testifica que Moisés era el autor del Pentateuco. Los que niegan esto y dicen que los cinco libros de Moisés son fraudulentos tienen disputa con Jesús.
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