Juan 18
18:1 Habiendo dicho Jesús estas cosas, -- Las palabras de despedida (capítulos 13-16, y la oración del capítulo. 17). Ha llegado "la hora" del Señor en la cual glorificará a Dios. La palabra copa y la palabra hora significaban todo lo que Jesús iba a sufrir desde ese momento y hasta el momento en que por fin dijera, "Consumado es". A través de este libro Juan ha narrado los eventos que señalaban esta hora, y en los capítulos 18 y 19, escribe los detalles de la traición de Judas, el arresto, los "juicios", la muerte y la sepultura de Jesús.
-- salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, ("un lugar que se llama Getsemaní", prensa de aceite, Mat. 26:36) en el cual entró con sus discípulos. -- "Muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos" (Jn. 18:2). Mateo (26:36-46), Marcos (14:32-42) y Lucas (22:39-46) ya habían narrado la experiencia de Jesús en Getsemaní. Entró en este huerto, no para escapar de la muerte, sino para prepararse para la muerte. "Comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera", diciendo, "Mi alma está muy triste, hasta la muerte". La expresión "hasta la muerte" no era figura, pues la angustia que Jesús sentía era suficiente para matar a cualquiera. Esta angustia sería lo que llamamos postración nerviosa, que es una condición mental que puede ser fatal. Primero, se arrodilló (Luc. 22:41, "y puesto de rodillas oró"); luego "cayó sobre su rostro" (Mat. 26:39), indicando la intensidad de su súplica al Padre. No solamente oró, sino que "estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra" (Luc. 22:44).
Tres veces oró, "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú" (Mat. 26:37-39). No debemos pensar que Jesús haya experimentado tal agonía simplemente por contemplar la muerte en la cruz, sino más bien por estar plenamente consciente de que sería la expiación (la víctima sacrificial) por los pecados del mundo (2 Cor. 5:21; Isa. 53:4-6, 10). Los pecados míos y los suyos lo oprimían en esos momentos.
Por eso, "se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle" (Luc. 22:43).
No podemos comprender la súplica ni el sufrimiento de Jesús, porque nunca ha habido y nunca habrá otra muerte semejante. El no cargó la culpa, sino la pena (el castigo) de los pecados del mundo, (Isa. 53:4-12; 1 Ped. 2:24; 2 Cor. 5:21). Muchos discípulos de Jesús se enfrentaron a la muerte por El con valentía, pero éstos no murieron por los pecados del mundo. Jesús gustó "la muerte por todos" (Heb. 2:9).
Jesús dijo, "pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras". Debemos estar sumamente agradecidos a Jesucristo por ese pero, porque a pesar de lo que significaba para El -- la muerte cruel de la cruz -- El dijo pero que se haga la voluntad del Padre. Jesucristo estaba completamente sumiso al Padre, "obediente hasta la muerte" (Jn. 5:30; 6:38; Fil. 2:8). El vino al mundo para hacer la voluntad del Padre, Heb. 10:5-9.
Jesús oró, "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa". Jesús bien conocía las perfecciones del poder y sabiduría del Padre, y por eso pidió que si hubiera otra manera de llevar a cabo el plan divino para salvar al hombre, entonces que "pase de mí esta copa", pero no había otra manera de efectuar nuestra salvación. Si hubiera habido otra manera de hacerlo, sin lugar a dudas Dios la habría aceptado y Jesús habría escapado del sufrimiento de la cruz. Es indispensable que todos entiendan que no había y no hay otro medio de salvación. Para los que quieran volver a Dios, el camino de la cruz -- el camino del Cristo crucificado (1 Cor. 2:2) -- es el único camino (Jn. 14:6).
18:2 Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos. -- Luc. 22:39, "se fue, como solía, al monte de los Olivos". Jesús sabía que Judas llevaría a los judíos a ese lugar para prenderle (13:2, 11, 18, 21, 27); ¿por qué, pues, fue allí? Si hubiera querido esconderse, no habría ido a este huerto. Es obvio que fue a este lugar precisamente con el propósito de ser prendido. Fácilmente pudiera haber frustrado el plan de Judas, pero en lugar de frustrarlo, cooperó perfectamente con ese plan. Esto muestra claramente que Cristo voluntariamente dio su vida por nosotros (10:17, 18).
18:3 Judas, pues, tomando una compañía de soldados (con el tribuno, 8:12), y alguaciles (la policía del templo, los que en otra ocasión no lo prendieron, porque "¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!" 7:45, 46) de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas. -- Se unieron los saduceos (sacerdotes) y fariseos, los judíos y los gentiles, para llevar a cabo el plan de Dios de ofrecer a su Hijo por los pecados del mundo. "Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el Pueblo de Israel para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera" (Hech. 4:27, 28).
No había ninguna necesidad de esta compañía de soldados y alguaciles para prender a Jesús, porque se entregó voluntariamente a ellos. De otro modo, sin su voluntad, ni siquiera con todo el ejército romano lo habrían prendido.
¿Habrán pensado que la multitud que gritaba "¡Hosanna!" (12:13) cuando Jesús entró en la ciudad acudirían en su defensa? Sea cual fuera su motivo, querían defender su puesto a toda costa delante de los romanos (11:50); no querían que la nación (es decir, ellos mismos) pereciera. Siempre durante las fiestas había peligro de alborotos entre el pueblo. "Buscaban los principales sacerdotes y los escribas cómo prenderle por engaño y matarle. Y decían: No durante la fiesta, para que no se haga alboroto del pueblo" (Mar. 14:1, 2). Pilato ya estaba enterado acerca de Jesús, como también de la creencia de algunos de que El era o sería el rey de los judíos (Mateo 27:11).
"En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis" (Mat. 25:55). Esto indicaba que Jesús era inocente de todo crimen, porque si hubiera sido criminal en sentido alguno, le habrían prendido públicamente cuando estaba enseñando en el templo. Con esto les reprocha por su conducta vergonzosa. Concluye diciendo, "mas esta es vuestra hora" (Luc. 22:53), es decir, en estos momentos ellos se creían plenamente victoriosos, por haber logrado (según ellos) su propósito.
18:4 Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir (a través de este libro Juan registra la prueba de la omnisciencia -- y, por lo tanto, la Deidad -- de Jesús: 1:42, 47; 2:24, 25; 4:18; 5:6; 6:64; 13:31; 16:19, 30; 21:17), se adelantó (al salir del huerto de Getsemaní diciendo, "Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega", Mat. 26:46) y les dijo: ¿A quién buscáis? -- ¿A quién buscaban como si Jesús se hubiera escondido de ellos? En lugar de esconderse se adelantó con toda valentía. Desde estos momentos y hasta que dijera "Consumado es", Cristo era el Comandante de estos eventos. No los judíos y no los romanos, sino Cristo Jesús tenía la voz de mando y estaba controlando todos los eventos relacionados con su muerte. Los judíos creían tener mucha autoridad, y los romanos creían tener aun más autoridad, pero Jesucristo es el que en verdad ejercía toda la autoridad.
También con esta pregunta Jesús muestra su inocencia, pues los fugitivos emplean todo medio posible para evitar el arresto: se esconden, mienten, engañan y, si es posible, huyen para escapar de ellos. ¿Cuántos se presentan de esta manera delante de los oficiales? El tomó la iniciativa, diciendo primero a sus discípulos, "Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega" (Mat. 26:46). ¿Vamos para escapar de ellos? No, vamos para que me entregue en manos de ellos. Aquí, otra vez, toma la iniciativa preguntando, "¿A quién buscáis?" Habló a sus enemigos como hablaba a sus amigos: "¿Qué buscáis?" (1:38).
18:5 Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy (8:58; Ex. 3:14, el nombre de Dios). Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. -- Juan no habla del beso de Judas (Mat. 26:50; Luc. 22:48), y después de esta frase que lo identifica no con Jesús y los apóstoles, sino con los enemigos de Jesús, no vuelve a mencionarlo.
18:6 Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra. -- ¿Quiénes retrocedieron y cayeron a tierra? El antecedente de estos verbos se encuentra en el versículo 3, "una compañía de soldados, y alguaciles". Estos soldados romanos y alguaciles judíos perdieron su equilibrio y se cayeron. ¿Cómo se explica esto? ¿Cómo se explica lo que pasó con los de Nazaret cuando "le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte ... para despeñarle" y "él pasó por en medio de ellos, y se fue"? (Luc. 4:29, 30). Esto nos extraña porque varios hombres le llevaron hasta la cumbre del monte, pero Jesús simplemente se escapó de sus manos. Dice Juan (2:15-18), "Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas" y en lugar de prenderle o apedrearle, sólo preguntaron, "¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?" También Juan nos dice (10:39) que los judíos "Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos". ¿Cómo lo hizo? Juan no explica. Tampoco aquí (18:6). Si Jesús hubiera sido un mero hombre, actuando de esta manera como un mero hombre, tales fenómenos serían inexplicables. La única explicación lógica es que en estas ocasiones Jesús no era un mero hombre, sino Dios ("Yo soy", 8:58; Ex. 3:14).
Era necesario en esta ocasión que Jesús les convenciera de que ellos no podían quitarle la vida, sino que El, voluntariamente, la entregaba (10:17, 18). Les hizo ver que todo sería llevado a cabo no conforme a los planes de los judíos y los romanos, sino conforme al plan de Dios.
18:7, 8 Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno. Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; -- De esta manera Jesús mostró que El fue voluntariamente a su muerte. Cuando Pedro sacó su espada y cortó la oreja de Malco, el siervo del sumo sacerdote, Jesús le dijo que volviera su espada a su lugar, que si quisiera ayuda podría haber pedido al Padre y le hubiera dado más de doce legiones de ángeles, "¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?" (Mat. 26:52-54). Estaba listo para entregarse "en manos de pecadores" (Mat. 26:45).
-- pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos; -- Jesús tenía control sobre los eventos de esa noche. De acuerdo con sus palabras, los apóstoles no fueron prendidos. Todo se llevó a cabo no según la voluntad de los judíos y romanos, sino de acuerdo con la voluntad de El.
Jesús había dicho, "El asalariado ... ve venir al lobo y deja las ovejas y huye ... Yo soy el buen pastor ... y pongo mi vida por las ovejas" (10:12-15). Dijo, "dejad ir a éstos" para que los apóstoles no fueran juzgados y condenados con El. Como Jesús quería que sus discípulos fueran puestos en libertad física en esos momentos, también dio su vida para que todos los que obedezcan al evangelio sean puestos en libertad espiritual (Rom. 6:4, 17, 18).
Juan narra la negación de Pedro, pero no dice que "todos los discípulos, dejándole, huyeron" (Mat. 26:56)
18:9 para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno. -- 6:39; 17:12. El plan de Dios para los apóstoles era que ellos sobrevivieran a esta crisis y que llevaran el evangelio a todas las naciones.
18:10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. -- 13:37. Aprendemos en Luc. 22:38 que los discípulos tenían dos espadas. Ahora preguntan: "Señor, ¿heriremos con espada?" (Luc. 22:49). Pedro tenía una de ellas (él que tenía la otra no era tan valiente o imprudente). Había dicho que estaba dispuesto a morir por Jesús (Luc. 22:33) y aquí muestra que no era cobarde, pues hizo frente a "una compañía de soldados, y alguaciles". Con esto confirmó la sinceridad de lo que él había dicho. Cuando preguntaron, "¿heriremos con espada?" Pedro -- siempre impulsivo -- no esperó la respuesta de Jesús, sino que, al ver que "se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron" (Mat. 26:50), sacó su espada y cortó la oreja derecha del siervo del Sumo Sacerdote, y Jesús, "tocando su oreja, le sanó" (Luc. 22:50, 511). Si Pedro hubiera cortado la cabeza de Malco (como seguramente pensaba hacer), habría sido necesario que Jesús hiciera un milagro aun más notable.
18:11 Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; -- El acto impulsivo de Pedro sometió al grupo a gran peligro, porque a no ser por la intervención de Jesús, seguramente los soldados los habrían destruido, pero Jesús sanó a Malco (Luc. 22:51), y prohibió que sus discípulos resistieran más a los oficiales. De esta manera pasó la crisis.
-- la copa que el Padre me ha dado (Mat. 26:39; Mar. 14:36; Luc. 22:42), ¿no la he de beber? -- Jesús no había "caído" en esta situación, sino que deliberadamente se adentró en ella. Estuvo allí porque sería "obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil. 2:8). Esta fue la copa que el Padre le había dado que beber. Por eso, estaba entregándose a los judíos y romanos para morir por nosotros (10:16, 17). Había dicho a los apóstoles "que le era necesario ir a Jerusalén y padecer ... y ser muerto" (Mat. 16:21), pero Pedro no entendió en esa ocasión (Mat. 16:22) y todavía no entendió y, por esa causa, pensaba pelear y aun morir para evitar que prendieran a Cristo. Cristo no quería esa clase de "ayuda", porque en esos momentos El comenzaba a beber la copa que el Padre le había dado.
Aparte de este propósito principal de Cristo, El explica otro detalle a Pilato: "Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí" (18:36); Pilato no podía negar lo que Jesús decía, porque no había resistido cuando los oficiales le prendieron. El evangelio del reino no había de ser defendido de esa manera. La única espada que sirve para este propósito es la espada que sale de la boca de Cristo (Apoc. 2:16; Efes. 6:17; 2 Cor. 10:3-5).
Cuando Jesús dijo a Pedro, "Vuelve tu espada a su lugar", El explicó que "todos los que tomen espada, a espada perecerán" (Mat. 26:52). La prueba más clara de esta verdad se ve en la violencia que prevalece en la actualidad en todas partes del mundo. Las pandillas que día tras día siguen matándose unos a otros bien ilustran lo que Jesús dijo. Al decir esto Jesús no contradice lo que Pablo dice en Rom. 13:1-4, pero es cierto que aun los oficiales que llevan la espada para tomar la venganza de Dios frecuentemente son heridos y aun asesinados. Lo que Jesús dijo era mensaje importante para los judíos también, porque tomaron la espada de los romanos para prender y crucificar a Jesús, pero poco después ellos mismos fueron destruidos por la espada de los romanos.
18:12, 13 Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron, -- "Le ataron" aunque voluntariamente se entregó en sus manos. ¿Cuántos hombres se requerían para realizar este trabajo tan "peligroso" de prender y atar a Jesús? Tanto gentiles y judíos tomaron parte en este asunto (Mat. 20:19). Los oficiales aceptaron lo que Jesús dijo: "si me buscáis a mí, dejad ir a éstos"; "entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron" (Mat. 26:56), porque estaban confusos acerca de la misión de Jesús y también porque El prohibió que le defendieran. En su confusión simplemente "huyeron", como Jesús había profetizado: "seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo" (16:32). Esto muestra "que ellos simplemente no estaban preparados psicológicamente para los eventos de esa trágica noche" (GNW).
Otro detalle interesante fue grabado por Marcos (14:51, 52): "Pero cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con una sábana; y le prendieron; mas él, dejando la sábana, huyó desnudo" (llevando puesta su ropa interior). Es muy posible que ese joven haya sido el autor del libro que lleva este nombre, puesto que Mateo y Lucas no relatan este detalle. Es posible que él tuviera la actitud de Juan de referirse a sí mismo sin mencionar su propio nombre.
-- y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año. -- Ahora comienza el "juicio" de Jesús. En realidad el "juicio" ante Anás y Caifás, ante el Sanedrín, ante Pilato y ante Herodes fue una burla a la justicia, pues "en su humillación no se le hizo justicia" (Hech. 8:33). Ya estaba condenado antes del primer "juicio" (11:50). Al leer acerca de Anás y Caifás, la cuestión de cuál de ellos era el verdadero sumo sacerdote, etc., es fácil ver que en realidad los dos eran uno solo en cuanto a su propósito. Por eso, Jesús sabía qué clase de "justicia" le esperaba al aparecer ante los dos. "Cuando alguien ha emprendido un mal camino lo único que quiere es eliminar a cualquiera que se le opone" (WB).
Anás había sido el sumo sacerdote (Luc. 3:2) por siete años, y todavía lo era para los judíos, porque según la ley de Moisés (Núm. 35:25 y otros textos) el puesto del sumo sacerdote era de por vida. Era importante, pues, que los judíos tuvieran la aprobación de Anás en lo que hacían con Jesús. Los romanos, sin embargo, le habían quitado de su puesto y, oficialmente (para los romanos) su yerno Caifás servía en su lugar. Hech. 4:6 habla de "el sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes".
La expresión "aquel año" no quiere decir que hubiera cambio de sumo sacerdote cada año, sino que Caifás era el sumo sacerdote aquel año tan significativo (¡aquel año tan horrible!), el año en que crucificaron al Señor. (Caifás sería el sumo sacerdote por doce años, desde el 25 hasta el 37 d. de J.C.).
18:14 Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo (véase 11:49, 50, notas). -- Es decir, ya habían juzgado a Jesús y decidido que era necesario que muriera.
Jesús había dicho, "He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará" (Mat. 20:18, 19). Ahora empieza el cumplimiento de esta profecía de Jesús. También había dicho que los apóstoles serían esparcidos (Mat. 26:56), pero este detalle se omite en el relato de Juan.
¿A qué hora se reunieron? ¿Por qué había tantos líderes reunidos a esa hora (más o menos a media noche)? Parece que se desvelaron esperando este momento. La casa del sumo sacerdote que debería haber sido el santuario de protección para los oprimidos era el trono de malicia e iniquidad. El Sanedrín quebrantó sus propias reglas: (1) de que debieran juzgar crímenes capitales solamente de día (no de noche); (2) de que no debiera haber tal juicio durante alguna fiesta; (3) de que no debiera terminar el juicio en una sola sesión (no terminarlo el mismo día a menos que el acusado fuera juzgado como inocente); (4) de que antes de juzgar se presentara toda la evidencia para establecer la inocencia del acusado.
"Estaban reunidos los escribas y los ancianos" (Mat. 26:57); probablemente se reunieron al saber que Judas y los oficiales fueron para prender a Jesús. Dice Lucas 22:66, "Cuando era de día, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y le trajeron al concilio", es decir, ahora se reunió formalmente todo el concilio.
18:15, 16 Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo (el apóstol Juan, 20:2, 3, 4, 8, 24). -- Los cuatro escritores dijeron que Pedro siguió a Jesús después de su arresto. Seguramente era muy duro para él el hecho de separarse de Jesús. Dice Mateo (26:58) que Pedro siguió a Jesús "de lejos", y tal vez esto tuviera mucho que ver con su caída. Por lo menos le siguió; esto indica su amor por Jesús como también su preocupación por El, pero siguió de lejos indicando su temor (y confusión). Hoy en día muchos miembros de la iglesia siguen a Jesús "de lejos". No quieren abandonar al Señor, pero aman al mundo y no quieren nada de crítica ni burla del mundo; por eso siguen a Cristo, pero desde muy lejos y se calientan al fuego del enemigo. Por esta causa tropiezan y caen en muchos lazos del diablo. Podemos medir nuestra piedad y fidelidad por nuestro deseo de estar cerca de Cristo.
-- Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote; mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro. -- Cuando Pedro llegó a la casa, ya habían cerrado la puerta, pero Juan ("el discípulo que era conocido del sumo sacerdote") habló con la portera para que Pedro también entrara.
Pedro "entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin" (Mat. 26:58). ¿Qué fin esperaba ver? Si hubiera recordado y creído las palabras de Jesús (Mat. 16:21, etc.) no habría estado nada confuso acerca de lo que sería el fin de todo aquello. Jesús había dicho claramente lo que sería el fin, porque había explicado su muerte y resurrección, como también el establecimiento de su reino o iglesia, y la conversión tanto de gentiles como de judíos.
18:17, 18 Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy. -- No había importancia alguna en la pregunta de la criada, pues no había peligro de que los apóstoles fueran prendidos (18:8). No molestaron a Juan quien "era conocido del sumo sacerdote" y, por la intervención de él, la criada admitió a Pedro en el patio del sumo sacerdote; ¿por qué, pues, molestarían a Pedro, amigo de Juan? No había peligro. Parece que Pedro imitó al impío que huye "sin que nadie lo persiga" (Prov. 28:1). Si los principales sacerdotes o los romanos los hubieran querido prender, ya lo habrían hecho cuando prendieron a Jesús. Las negaciones de Pedro indican su gran confusión durante esa severa prueba. Sin causa se escandalizaban. Parece que Juan estuvo a la puerta cuando Pedro negó a Jesús. ¿Le habrá oído? Y si le oyó ¿qué habrá pensado?
La construcción griega de la pregunta de la criada indica que se esperaba una respuesta negativa ("¿Tú no eres también de los discípulos de este hombre, verdad?"), porque la palabra no es më; por eso, sería más fácil que Pedro dijera "No lo soy" ("No sé lo que dices", Mat. 26:70) (esta forma de preguntar es "un instrumento favorito del diablo para hacer atractiva la tentación", ATR).
-- Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego (Juan ya no habla de soldados, pues evidentemente habían regresado a su cuartel en la torre de Antonia); porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose. -- Parece que todavía no se preocupaba por la mentira que había contado, sino solamente por calentarse. Pedro estaba con los siervos y los alguaciles "para ver el fin" (Mat. 26:58). El apóstol tan poderoso -- el que había confesado a Jesús como el Hijo de Dios -- llegó a ser en esta ocasión un mero espectador. Todavía estaba muy interesado en lo que pasaría con Jesús, pero en esos momentos no quería compromiso alguno con El; no quería estar involucrado con ese asunto tan confuso y peligroso.
18:19 Y el sumo sacerdote (Anás, porque después de interrogarle "le envió atado a Caifás", 18:24) preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. -- ¿Con esta pregunta habrá querido sugerir que los discípulos de Jesús eran culpables de alguna conspiración contra los judíos o contra los romanos?
En esto el sumo sacerdote mostraba su hipocresía, porque sus espías habían seguido a Jesús por meses (años) buscando ocasión contra El. El ya sabía todo lo que había que saber acerca de Jesús, sus discípulos, su enseñanza y sus señales. Le hizo preguntas, pues, sólo con la esperanza de atraparle en sus palabras y, de esa manera, hacer acusaciones formales contra El. Como Jesús ya había indicado, no quería que sus discípulos estuvieran involucrados en ese proceder; por eso, no dijo nada acerca de ellos. Pero en cuanto a su doctrina, sí tuvo algo que decir.
18:20 Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo (8:26; 10:24, 25); siempre he enseñado en la sinagoga (6:59; Luc. 4:16 y muchos otros textos en los sinópticos) y en el templo (2:16; 7:14, 28; 8:20), donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto. -- No tenía nada que ocultar de los judíos, pues El no había formado una sociedad secreta. Como Pablo diría después acerca del rey Agripa, "No pienso que ignora nada de esto; pues no se hecho esto en algún rincón" (Hech. 26:26). Jesús no sólo enseñaba a sus discípulos (Mat. 13:10, 11) y a otros en privado (Nicodemo, la samaritana, etc.), sino que públicamente había enseñado en la sinagoga y en el templo, y no tuvo razón alguna para ocultar del público lo que había enseñado en privado. "Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas" (Mat. 10:27).
18:21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído (no sólo a los discípulos, sino al público en general), qué les haya yo hablado; he aquí, ellos (éstos, LBLA) saben lo que yo he dicho. -- Recuérdese lo que la policía del templo decía acerca de la enseñanza de Jesús (7:45, 46). Sin lugar a dudas, en ese momento, en su presencia, había personas que le habían escuchado.
18:22 Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, -- Este alguacil, queriendo congraciarse con su jefe, se constituyó a sí mismo en juez y castigador de Jesús. "La palabra bofetada, rapisma, proveniente de rapizo, golpear con una caña o con la palma de la mano (Mt. 26:67). Aparece sólo tres veces en el N. T. (Mr. 14:65; Jn. 18:22; 19:3), en cada una de las cuales ocasiones hay incertidumbre de si se trata de con una caña o si con la palma de la mano (probablemente esto último, un acto de lo más insultante)" (ATR).
-- diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote? -- Se dieron cuenta de que las palabras de Jesús expusieron la hipocresía del sumo sacerdote, pero lo que Jesús dijo no era una violación de Ex. 22:28 ("No injuriarás a los jueces, ni maldecirás al príncipe de tu pueblo"), pues nunca podían acusarle de pecado (8:46; 15:25). Lo que Jesús dijo era muy apropiado y el sumo sacerdote no pudo contestarle; la bofetada o algo semejante es la manera de responder de los que no tienen la verdad. Esta bofetada fue el primer acto de violencia contra Jesús esa noche.
18:23 Jesús le respondió: Si he hablado mal (ahora mismo delante del sumo sacerdote o en el pasado en el templo o en la sinagoga, etc.), testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas? -- Es decir, el alguacil estaba obligado a especificar el cargo contra Jesús por el cual le golpeó, pues el golpe era un castigo, aunque el sumo sacerdote no había hecho cargo alguno contra El. Si había causa para golpearle, primero deberían nombrar la acusación ("testifica en qué está el mal"). El golpe del alguacil era ilegal. Casi siempre cuando los hombres mundanos están equivocados, acuden a la violencia para defenderse.
Jesús no se defendió con golpes (Mat. 5:39), pero sí se defendió con la boca. Compárese Hech. 23:1-3. Es correcto que los hijos de Dios denuncien toda injusticia.
18:24 Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote. -- El juicio preliminar ante Anás no logró nada y él entendía lo injusto (ilegal) del golpe del alguacil. Terminó, pues, su interrogación y lo envió a Caifás. Los soldados y alguaciles habían atado a Jesús (18:12), pero véase Hech. 22:30 ("le soltó de las cadenas, y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio"); probablemente Jesús estaba desatado durante la interrogación de Anás y, por eso, "le envió atado a Caifás".
Ahora Jesús estaba delante del Sanedrín (el concilio). Mat. 26:57 (paralela a Jn. 18:24) dice, "Los que prendieron a Jesús le llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos", y Mar. 14:55 dice, "y los principales sacerdotes y todo el concilio".
Los del concilio "buscaban testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte; pero no lo hallaban. Porque muchos decían falso testimonio contra él, mas sus testimonios no concordaban" (Mar. 14:55, 56). Entonces citaron mal lo que Jesús dijo (2:19), "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré", "pero ni aun así concordaban en el testimonio". Por eso, legalmente su testimonio no valía, porque la ley requería el testimonio de dos o tres testigos y, por supuesto, era necesario que hubiera acuerdo entre los testigos.
Entonces el sumo sacerdote dijo, "Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios" para poder acusarle de la blasfemia. "Jesús le dijo: Tú lo has dicho" (respuesta afirmativa, significando "Lo que tú has dicho es la verdad") (Mat. 26:63, 64). Entonces Caifás dijo, "¡Ha blasfemado!" y los otros dijeron, "¡Es reo de muerte!" (Mat. 26:65, 66). "Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y le golpeaban; y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro" (Luc. 22:63, 64). "Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban" (Mat. 26:67).
18:25 Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. -- La primera vez que negó a Cristo "Pedro se sentó también entre ellos" (Luc. 22:55), pero ahora está "en pie".
-- Y le dijeron: ¿No eres tú (también, LBLA) de sus discípulos? (otra vez la palabra no es më; por eso, es una pregunta que espera respuesta negativa) El negó, y dijo: No lo soy. -- Pedro estaba dispuesto a pelear por Cristo (18:10) y aun morir por El (Mat. 26:35), pero Jesús le había dicho que metiera su espada en la vaina (18:11). Cuando Jesús fue prendido, Pedro mostró valor al seguirle (aunque "de lejos") hasta el palacio del sumo sacerdote, pero parece que él esperaba que, estando entre los siervos y alguaciles, nadie le reconociera como un discípulo de Jesús. Después de la primera negación, él salió "a la puerta" (Mat. 26:71; "salió a la entrada", Mar. 14:68).
18:26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él? -- Esta vez la palabra no no es më, sino ou, indicando que se esperaba una respuesta afirmativa, porque, a no ser así, negaría el testimonio de un testigo ocular, pues el acusador había visto a Pedro con Jesús en el huerto. Por eso, este caso es mucho más serio y tal vez explica los juramentos y maldiciones empleados por Pedro en esta última negación (Mat. 26:73; Mar. 14:71), pues al hombre siempre le parece que cuando dice una mentira, de alguna manera los juramentos y maldiciones la convierten en verdad.
Esta reacción de Pedro le sujetaría al peligro de ser prendido no tanto por haber asaltado a Malco, sino por su lenguaje que parecería amenazante, pero entonces "el gallo cantó. Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro ... Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente" (Luc. 22:60-62). Esa mirada le hizo reconocer lo enorme de su pecado, como también la tristeza que había causado para Jesús a quien todos habían desamparado.
18:27 (Lit., entonces, LBLA, margen) Negó Pedro otra vez; y en seguida cantó el gallo. -- 13:38. Entonces, o por eso, siendo tentado otra vez, negó otra vez, dando a entender que el que empiece a negar a Cristo, seguirá haciéndolo.
"Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente" (Luc. 22:61, 22). Gracias a Dios, no imitó la tragedia de Judas (Mat. 27:5).
Juan no relata el arrepentimiento de Pedro, pero lo implica en 20:3-10; 21:7, 15-17.
Al leer estos relatos acerca de la negación de Pedro, nos conviene recordar que solamente Juan y Pedro siguieron a Jesús; es decir, los otros nueve apóstoles ni siquiera se sometieron a la prueba que Pedro sufrió. No olvidemos -- por causa de la negación de Pedro -- todo el resto de la historia, cómo había confesado a Jesús, cómo anduvo sobre el agua, cómo desenvainó su espada para pelear y aun morir por Jesús, y que ahora le sigue hasta el palacio del sumo sacerdote. ¿Cuál era el verdadero Pedro? ¿El que negó a Jesús y el que cometió el error en Antioquía (Gál. 2:11) era el verdadero Pedro? ¿Debe ser recordado principalmente por esos momentos de debilidad? O ¿lo hemos de recordar por todo el cuadro que vemos de él en Hechos de los apóstoles?
18:28 Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio -- La residencia oficial de Pilato, el gobernador romano, en Jerusalén). -- El Sanedrín había acusado a Jesús de la blasfemia y lo condenaron diciendo que "¡Es reo de muerte!" (Mat. 26:66). Según la ley (Lev. 24:16) habían de apedrear al blasfemo, pero Jesús no había profetizado que sería apedreado sino crucificado (12:32, 33). Los judíos querían darle muerte legalmente, pero también querían que fuera crucificado, y sólo los romanos podían crucificar (18:31).
Les convenía a los judíos llevar a Jesús a los romanos por varias razones: porque de esta manera (1) habría menos peligro de un alboroto por los discípulos de Jesús; (2) aumentarían la humillación de Jesús (la crucifixión era la muerte más vergonzosa); y (3) ellos tendrían menos responsabilidad de la muerte de un hombre bueno que había ayudado y bendecido a tantas personas. Al entregar a Jesús a los romanos para ser crucificado, su "conciencia" no les molestaba, pero les importaba su propia posición y reputación con el pueblo.
Le habían atado en el huerto de Getsemaní y vuelven a hacerlo ahora para llevarlo a los romanos. "Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador" (Mat. 27:2). "Como cordero fue llevado al matadero" (Isa. 53:7). Los sacerdotes aborrecían a Jesús porque El daba más importancia a la obediencia que al sacrificio, y los fariseos y los ancianos le aborrecían porque El condenaba sus tradiciones (Mat 15:3) y exponía su hipocresía (Mat. 23). Ya habían decidido que Jesús era digno de muerte por causa de la blasfemia (Mat. 26:57-66), y le castigaron severamente (Mat. 26:67, 68). La hora de venganza había llegado y el concilio tenía el propósito de decidir cómo matarle. Los líderes de los judíos tenían un problema: le habían acusado de blasfemar, pero deseaban que los romanos lo ejecutaran (crucificaran) y sabían que Pilato, un idólatra, no tomaría en serio tal acusación, porque era totalmente indiferente hacia la religión de los judíos. Tenían que acusar a Jesús de algo que los romanos sí tomarían en cuenta. (Es cierto que después, Jn. 19:7, hicieron la acusación de blasfemia, pero por lo pronto hacen otras acusaciones).
-- Era de mañana, -- "Muy de mañana" (Mar. 15:1). "Cuando llegó la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte" (Mat. 27:1, LBLA). El día era viernes, el día 15 de Nisán, entre las tres y las seis. Tenían a Jesús en sus manos y se apresuraban para ponerlo en la cruz. Parece que el plan de los judíos era acabar con el "juicio" de Jesús y llevarlo a Pilato muy temprano antes de que el pueblo se diera cuenta de lo que pasaba (26:5). Esta acción era de "todo el concilio" (Mar. 15:1); es decir, tomaron acción oficial. (Pero Luc. 23:51 dice que José de Arimatea "no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos").
-- y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua. -- Hech. 10:28; 11:3. Esto fue otro acto de hipocresía, pues no les preocupaba el crimen de matar a su Mesías, pero les preocupaba contaminarse ceremonialmente y el no comer la pascua (Luc. 11:39; Mat. 23:24). El cordero pascual se sacrificaba "entre las tardes" del día 14 de Nisán (entre las tres y las cinco según nuestro modo de calcular el tiempo), y se comía esa noche, al inicio del día 15 de Nisán. Sin embargo, la fiesta de panes sin levadura duraba una semana y se designaba también como la pascua (ver. 39; Luc. 22:1, etc.).
18:29 Entonces salió Pilato a ellos, -- Pilato tenía su residencia en Cesarea, pero acostumbraba estar en Jerusalén durante los días de fiesta para mantener el orden. Ya había sido gobernador por unos seis años y después de otros cuatro años sería depuesto de su cargo. Según los relatos históricos (Josefo, Filón de Alejandría, Tácito, Eusebio, etc.) Pilato hizo grandes injusticias contra los judíos: cometió el sacrilegio de causar que algunos soldados romanos entraran en la ciudad de Jerusalén con emblemas de la imagen del emperador; en una ocasión usó dinero del tesoro del templo para construir un acueducto; cuando la gente protestó, Pilato mandó a los soldados a sujetarlos con garrotes; por último, cuando un grupo de fanáticos comenzaron a subir el monte Gerezim para buscar vasijas sagradas supuestamente escondidas por Moisés, Pilato mandó que los soldados los atacaran y hubo muchos muertos. Por causa de esto él fue destituido como gobernador y, según Eusebio, cometió suicidio. Era hombre muy orgulloso (Juan 19:10) y cruel (Luc. 13:1).
-- y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? -- Ya habrá sabido algo del caso de Jesús, porque "una compañía de soldados" (romanos) acompañaron a Judas y la policía del templo para prender a Jesús, pero ahora tiene que saber la acusación formal que hacen contra El. Parece que los judíos esperaban que Pilato aceptara el veredicto de ellos sin juzgar a Jesús él mismo; esto nos hace pensar que comúnmente -- o en algunos casos -- lo habrá hecho, pero Pilato sabía algo de Jesús, y sabía que por envidia los judíos lo entregaban (Mat. 27:18). Por eso, él quería investigar el asunto.
¿Con qué acusación podrían convencer a Pilato que debería crucificarlo? Jesucristo decía que El era el Mesías y los judíos habían decidido representarle mal diciendo que eso significaba que El quería ser un rey político, implicando que quería usurpar a César. Desde luego, en esto se ve otro acto de hipocresía, porque ellos aborrecían a los romanos y se hubieran regocijado grandemente si Jesucristo habría usurpado a los romanos. Eso fue su sueño dorado. Al hacer esta acusación insultaban la inteligencia de Pilato, porque éste conocía muy bien a los judíos y, por eso, sabía que ellos no hubieran insistido en castigar a nadie por este motivo.
18:30 Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor (criminal, violador de la ley), no te lo habríamos entregado. -- Ellos querían para sí mismos el exclusivo poder judicial, y que Pilato retuviera sólo el poder ejecutivo. ¿No sabía Pilato que estos hombres eran muy piadosos, muy honrados, y que solamente apoyaban la justicia y que nunca serían injustos con nadie, que estos judíos sabían cuándo algún hombre era un criminal que debe ser ejecutado, y que según sus reglas "tan elevadas", Jesús era digno de la muerte?
"Esta es una piadosa actitud de infalibilidad ... Se trataba de una insolente réplica a Pilato" (ATR). De inmediato Pilato podía ver que los judíos no tenían una acusación formal que hacer contra Jesús. Los acusadores sabían que los asuntos religiosos de ellos no llevarían peso delante de Pilato. No querían que Pilato hiciera preguntas, sino que simplemente confirmara la sentencia de ellos y que ejecutara a Jesús sin juzgarle, pero Pilato insistió en juzgarle, y la acusación -- la que llegó a ser el título de la cruz -- fue que Cristo era el rey de los judíos.
18:31 Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. -- En efecto les dijo Pilato, "Muy bien, si ustedes quieren ser los jueces de este hombre, háganlo; ¿por qué lo han traído a mí?" Si los judíos no quisieran hacer una acusación formal contra Jesús que tuviera peso ante el tribunal romano, entonces tendrían que juzgarle ellos mismos.
Este es el principio de una serie de esfuerzos de parte de Pilato para evadir su responsabilidad hacia Cristo y para buscar su propia conveniencia. Sabiendo que Jesús era inocente, estaba obligado a ponerle en libertad, pero para complacer a los judíos tendría que entregarle a los soldados para que lo crucificaran. La perplejidad de Pilato se ve en su pregunta, "¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?" (Mat. 27:22). Para no cumplir con su responsabilidad de poner a Cristo en libertad, Pilato tomó algunos pasos evasivos:
(1) quería que los judíos se encargaran de la responsabilidad de él; les dijo, "Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley". Pilato no quería involucrarse en ese asunto. No quería tomar partido, ni en contra de Jesús ni a favor de Jesús. Así son muchos, pero no es posible evadir la responsabilidad con respecto a Cristo. Todo el mundo tiene que hacerle frente y hay solamente dos alternativas: aceptarlo o rechazarlo. No hay vía intermedia.
(2) "Al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes" (Luc. 23:7); pero pronto Herodes lo devolvió a Pilato. Así sucede en todo caso de los que rehúsen cumplir con su responsabilidad, posponiéndola y tratando de esconder detrás de algún "Herodes". Pronto vuelve Jesús y otra vez está llamando la puerta.
(3) "Tenéis la costumbre de que os suelte uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?" (18:39); pero esta fue otra táctica que no funcionaba, porque no le era posible evadir la responsabilidad personal. Pilato bien sabía que Jesús era inocente, pero no quería enfrentar su responsabilidad de ponerle en libertad.
(4) "Entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó ... Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él" (19:1-4). Con esto quería satisfacer a los judíos para no tener que crucificar a Jesús. Les dio algo de sangre, pero querían más. Fue difícil para Pilato aprender que no hay nada que substituya la responsabilidad personal. El quería servir a dos señores y no le era posible hacerlo.
A pesar de todas las tácticas de Pilato de evadir su responsabilidad hacia Cristo, los judíos prevalecieron y, por fin, "Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros" (Mat. 27:24), y "lo entregó a ellos para que fuese crucificado" (19:16). Pilato creía en la justicia, sólo que no le costara mucho personalmente; en el caso de Jesús el precio habría sido excesivo.
-- Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie; -- Con estas palabras los judíos revelaban su verdadero propósito al llevar a Jesús al pretorio, pero en esta ocasión Pilato no quería que la sentencia judaica fuera también la sentencia romana. Los judíos podían expulsar de la sinagoga y aun azotar, pero no tenían la autoridad legal para ejecutar.
Los judíos dieron muerte a Esteban (Hech. 7:59, 60), pero no en base a un solemne veredicto del Sanedrín, sino más bien como la acción de un tumulto. El propósito de los judíos no era meramente dar muerte a Jesús, sino crucificarle.
18:32 para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir. -- Jesús ya había anunciado que sería crucificado 3:14; 8:28; 12:31-33; Mat. 20:19. Luc. 23:2 especifica las acusaciones formales: "A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohibe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey". Cuando los judíos juzgaron a Jesús, hablaron solamente de blasfemia, pero querían dejar la impresión con Pilato que le habían investigado y hallado este crimen contra César. Cuando Jesús compareció ante Anás y Caifás, no le acusaron de pervertir a la nación y la acusación con respecto a pagar tributo a César era todo lo contrario de lo que Jesús enseñó (Mat. 22:15-22). La hipocresía de los judíos era grande, porque ellos mismos eran los que pervertían a la nación y se oponían tanto a pagar tributos a César.
18:33 Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú (tú enfático, indicando admiración o escarnio) el Rey de los judíos? -- Según Lucas (23:2) "comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohibe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey". Ahora Pilato estaba obligado a examinar al prisionero, porque según esta acusación sería enemigo de Roma.
Esta era, pues, la cuestión principal para Pilato y está registrada por Mateo (27:11), Marcos (15:2), Lucas y Juan. "Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: jesus nazareno, rey de los judios" (19:19). El título era la causa o el crimen por el cual fue crucificado.
Otro detalle que se encuentra en Lucas 23:3 es que cuando Pilato preguntó a Jesús, "¿Eres tú el rey de los judíos?" El respondió, "Tú lo dices", pero los judíos mintieron acerca del tributo y querían plantear la idea de que Jesús era un rey terrenal (político) que quería usurpar a César aunque sabían que Jesús rehusaba ser su rey (6:15). También dijeron (Luc. 23:5), "Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí".
18:34 Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros (p. ej., los judíos) -- Como el gobernador romano, ¿me haces esta pregunta? ¿Me habrá acusado algún romano de causar problemas? Si algún romano hubiera acusado a Jesús de la sedición, habría sido necesario tomarlo muy en serio, pero ¿desde cuándo se oponían los judíos a la sedición contra Roma? Pilato bien sabía que los judíos siempre estaban a punto de rebelarse contra el yugo de Roma y, por eso, si Jesús hubiera sido un sedicionista, no le habrían condenado, sino que más bien le habrían seguido en sus actividades rebeldes.
Jesús no quería que Pilato juzgara como un judío, sino como un romano.
18:35 Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? -- No era judío, pero se prestaba como una herramienta de los judíos. El reconocía que Jesús no había cometido ningún crimen contra Roma; entonces, ¿por qué no lo puso en libertad? El permitía que los judíos lo manipularan para que llevara a cabo, no la justicia de Roma, sino el plan maligno de ellos mismos. No era judío, pero tampoco era un romano imparcial, porque en realidad él se dejó llevar por la presión ejercida sobre él de parte de los judíos.
Pilato era un hombre muy orgulloso, pues al preguntar "¿Soy yo acaso judío?" quería distanciarse de los judíos. Por causa de esta actitud tenía muchos problemas con los judíos. Le convenía humillarse y tratar de conocer y comprender a los súbditos, para entender sus costumbres y actitudes, para poder gobernarles con cordura.
Pilato estaba entre la espada y la pared. Temía a los judíos, sabiendo que ellos tenían el poder para lograr que los romanos lo quitaran de su puesto, pero al mismo tiempo tuvo miedo de Cristo (19:7, 8). Parece que Pilato entendía que el que era juzgado no era Cristo sino él mismo.
-- Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. Por eso, la acusación debería de ser seria, y él, Pilato, tenía que hacerles caso; por eso, quería saber: ¿Qué has hecho? -- Parece que Pilato quería que Jesús le dijera precisamente por qué los judíos estaban resueltos a darle muerte, pero cuando Pilato ofreció liberar a un preso, Mateo (27:18) dice que "sabía que por envidia le habían entregado". Es difícil creer, pues, que aquí (18:35) Pilato no sabía lo que sabía en 18:39.
18:36 Respondió Jesús: (no contesta la pregunta del ver. 35, sino la del ver. 33) Mi reino no es de este mundo; -- El reino de Cristo no es como el imperio romano u otro gobierno humano. No es de la misma naturaleza, y no tiene el mismo propósito. Pilato no tenía comprensión alguna de algún reino no de este mundo.
-- si mi reino fuera de este mundo, -- el reino de Cristo fue establecido aquí en la tierra, pues los seguidores de Cristo son los ciudadanos de su reino, pero el origen de su reino no era terrenal (no era de la voluntad o fuerza humanas).
-- mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; -- Como Rey Jesús tenía servidores pero ¿cómo eran? ¿eran guerreros? ¿andaban por las calles armados, como los soldados romanos? En esto se ve claramente la prueba de que el reino de Cristo no era de este mundo, sino más bien era un reino espiritual y pacífico. Aun los romanos tenían que saber algo de la vida, enseñanza y práctica de Jesús, pues tenía más de tres años enseñando en ese territorio, aun en Jerusalén en el templo. Así, pues, no sólo los judíos, sino también aun los romanos podrían saber con toda seguridad qué Cristo no era un rey terrenal, sino el Rey espiritual. ¡Véanse los servidores de este Rey! ¡Allí está la prueba!
Los reinos del mundo tienen ejércitos y se defienden con armas, pero Jesús no tenía ni quería tener un ejército militar. "No militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Cor. 10:3-5). Si Cristo y sus seguidores hubieran tenido propósitos políticos, se habrían preparado con armas para que El no fuera prendido.
Si Cristo hubiera querido el apoyo de armas físicas, habría promovido este plan durante su ministerio. Si Cristo hubiera dado su permiso, los que querían "apoderarse de él y hacerle rey" (6:15), y muchos de los que lo alababan cuando entró en la ciudad (12:12, 13), y aun sus apóstoles (11:16; 18:10; Luc. 22:49) habrían peleado para defenderlo. Además, El pudiera haber orado a su Padre, y le habría dado "más de doce legiones de ángeles" (Mat. 26:53). Los romanos tenían unos cuantos centenares de soldados y los judíos tenían unos cuantos alguaciles, pero si Jesús hubiera querido tomar el poder, lo habría hecho, aun sin la ayuda de las "doce legiones de ángeles".
-- pero mi reino no es de aquí. -- Por lo tanto, Jesús y su reino no presentaban ninguna amenaza contra los romanos. El refutó el concepto de los judíos y de los premilennialistas de que el Mesías tendría un reino terrenal como el de David. Su reino es espiritual (Col. 1:12, 13). Los que nacen otra vez (3:3, 5) entran en su reino. El apóstol Pedro explicó la naturaleza espiritual del reino de Cristo el día de Pentecostés (Hech. 2:29-36).
Cristo no sólo es un rey, sino más bien es el Rey de reyes, pero su dominio es sobre el corazón del hombre, y el enemigo de este reino son el error y todo pecado, incluyendo los deseos de la carne (1 Ped. 2:11).
18:37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? (¿eres tú -- pobre, solo, abandonado, prendido, acusado y condenado por los judíos -- rey?)
-- Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. -- Si tiene reino, entonces debe ser un rey. La respuesta de Jesús fue afirmativa. La expresión "tú dices" equivale a "sí". Era y es rey, pero sólo en el sentido explicado en el versículo anterior. De esta confesión Pablo habla (1 Tim. 6:13).
-- Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad -- Cristo, el Rey de reyes, ha llevado a cabo su campaña de conquista, pero su único cetro -- su única arma -- ha sido y siempre será la verdad (el evangelio, Rom. 1:16). Su ejército está compuesto de voluntarios que se someten a la verdad. Estos poseen la disposición de recibir y amar la verdad porque quieren hacer la voluntad de Dios (7:17).
"De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos" (3:11). Cristo vino al mundo para dar testimonio a la verdad acerca del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y acerca del plan de Dios para la salvación del hombre (8:32). Pilato pregunta acerca de su reino y al contestarle Jesús dice que nació para dar testimonio a la verdad. Estos no son dos temas diferentes, sino un solo y el mismo tema. Jesús nació para establecer su reino por medio de dar testimonio a la verdad. ¿Cómo estableció su reino? Dando testimonio a la verdad. ¿Cómo reina Cristo? Dando testimonio a la verdad. ¡Cristo vino al mundo para reinar sobre el hombre por medio de la verdad!
El hombre -- con su libre albedrío -- acepta o rechaza la verdad de Cristo. Nadie está obligado por este Rey a obedecer al evangelio. Cristo no obliga, sino que sólo enseña e invita (Mat. 11:28-30). El llama a la puerta, y el hombre puede abrirle o dejar la puerta cerrada (Apoc. 3:20).
-- Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. -- ¿Quién "es de la verdad"? Puesto que Cristo es la verdad (14:6), entonces el que "es de la verdad" es el que acepta a Cristo, cree en El, le obedece y le sigue, practicando la verdad (3:21). El que "es de la verdad" nace otra vez, del agua y del Espíritu (3:5) y adora a Dios "en espíritu y en verdad" (4:24).
"El que es de Dios, las palabras de Dios oye" (8:47). "Nosotros (los apóstoles) somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye" (1 Jn. 4:6). Mat. 5:1-12 es una buena descripción de el que "es de la verdad".
18:38 Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? -- Esta es precisamente la actitud del mundo. Es la actitud no sólo del escepticismo sino también -- y aun peor -- de la indiferencia. A Pilato no le interesaba la verdad sino sólo lo que le conviniera políticamente. Caifás y los judíos tenían la misma actitud, (11:50) y por esta razón se unieron para crucificar a Cristo. La verdad estaba delante de él, pues Jesús es "la verdad" (14:6). Cristo es la fuente de la verdad y es la personificación de la verdad. El es la verdad encarnada. Es el Originador y el Comunicador de la verdad. La palabra verdad se refiere a la realidad o el hecho. El Antiguo Testamento presentaba la figura y la sombra de la realidad, pero Cristo es la realidad; El era el corazón de la ley, los profetas y los salmos (Luc. 24:44). Los mandamientos y opiniones de los hombres no son la verdad, pues no tienen realidad y son pura espuma, sin substancia.
No es posible saber el pensamiento de Pilato al decir esto, pero Jesús no le contestó; por eso, parece obvio que Pilato no la hizo en serio. Muchos hacen esta pregunta sólo para indicar que para ellos no hay verdad absoluta, pero no se atreven a hacer una investigación sincera y objetiva de la vida y enseñanza de Cristo. Aun entre aquellos que escudriñan las Escrituras (5:39) no existe el propósito de aprender el mensaje divino, sino que sólo buscan textos para dar aparente apoyo a sus ideas preconcebidas.
-- Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo (yo enfático; es decir, yo por mi parte, en contraste con lo que ustedes dicen) no hallo en él ningún delito. -- 19:4, 6. Pilato estaba convencido, pues, que Jesús no era un rey en sentido político, que no amenazaba la paz de Roma y, puesto que no estaba interesado en la verdad espiritual, quería ponerle en libertad. Dijo, "Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndose interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis" (Luc. 23:14). Pilato sabía que Jesús era inocente y, por eso, no le condenó, pero por temor de los judíos tampoco le puso en libertad. Si hubiera sido hombre honrado, habría puesto en libertad a Jesús y dado la orden de que los soldados despidieran y esparcieran a los judíos.
Después de esto Pilato envió a Jesús a Herodes (Luc. 23:5-12). "Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato". Este gesto le ganó para Pilato la amistad de Herodes, pero no le resolvió su problema en cuanto al caso de Jesús.
18:39 Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en la pascua -- Dice Lucas (23:17), "Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta". Cada año durante la fiesta de la Pascua el espíritu de nacionalismo estaba muy vivo, y parece que los romanos tenían esta costumbre para calmar un poco al pueblo. Según el relato de Juan parece que Pilato tomó la iniciativa en este asunto, pero Marcos (15:8, 9) dice, "Y viniendo la multitud, comenzó a pedir que hiciese como siempre les había hecho. Y Pilato les respondió diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?" Pilato quería aprovechar esta costumbre para deshacerse de la obligación de juzgar a Jesús. Esta fue otra de las tácticas de buscar su propia conveniencia en lugar de cumplir con su deber.
-- ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos? -- Convencido de la inocencia de Jesús, buscaba manera de ponerle en libertad, pero no le convenía soltarle como criminal para complacer al pueblo, sino más bien como completamente inocente. Pilato habrá pensado tal vez que entre los muchos que alababan a Jesús cuando entró en la ciudad (12:12, 13), seguramente algunos tendrían simpatía por Jesús y pedirían que Pilato le pusiera en libertad, porque todos -- al igual que Pilato -- deberían saber que por la envidia los judíos lo entregaron (Mat. 27:18). Esto muestra que Pilato no entendía nada del propósito de los judíos con respecto a Jesús. Parece que él creía que al soltar a Jesús le estarían agradecidos, pero pronto se dio cuenta que fue todo lo contrario.
Lo triste es que los "amigos" de Jesús, los que "clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! (12:13) ahora callan. No sé oyó su voz. Es lo mismo hoy en día: los más corruptos, malvados y enemigos de la justicia y la decencia, son los que gritan, demandan y prevalecen, mientras que la gente decente y honrada calla.
18:40 Entonces todos dieron voces de nuevo (Mar. 15:13), diciendo: No a éste ("Uso menospreciativo de houtos", ATR), sino a Barrabás ("Mas los principales sacerdotes incitaron a al multitud para que les soltase más bien a Barrabás", Mar. 15:11). Y Barrabás era ladrón (insurgente y homicida, un verdadero criminal, Luc. 23:19, 25; "preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta", Mar. 15:7). En esto los judíos muestran su hipocresía e inconsecuencia, porque al mismo tiempo que profesan su fidelidad a Roma (19:15) y piden que los romanos condenen a Jesús por ser sedicionista, piden que se ponga en libertad a un hombre que en verdad era un sedicionista e insurgente, y que había causado grandes problemas para los romanos.
Esto indica que en realidad los judíos favorecían la sedición contra Roma y que si Jesús hubiera sido un verdadero sedicionista lo habrían alabado y seguido en lugar de entregarlo a los romanos.
Nunca ha habido -- y nunca habrá -- un cuadro más feo de la corrupción del corazón humano. Los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo escogido de Dios habían bajado al abismo de la malicia, el odio, la envidia y la hipocresía. En su fanatismo ciego eran peores que "animales irracionales" (Judas 10), gritando "No a éste, sino a Barrabás".
Los que echaban este grito murieron poco después de aquel día, y los que no se arrepintieron han tenido unos dos mil años para reflexionar sobre sus hechos, pero lo más terrible del caso es que su remordimiento durará eternamente.
"Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida" (Hech. 3:14).
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