Juan 19

 

          Cuando los judíos insistían en que Pilato soltara a Barrabás, les preguntó, "¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado! Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado! Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros" (Mat. 27:22-24).

 

19:1 Así que, (viendo que la táctica de soltar a un preso no había resuelto el problema) entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó. -- Según la ley romana, el azotar había de preceder al crucificar: "le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen" (Mat. 20:19; Luc. 18:13). Pero Pilato mandó que Jesús fuera azotado aunque todavía quisiera soltarle. Lucas dice (23:16 y 22) que Pilato dijo, "le soltaré, pues, después de castigarle ... le castigaré, pues, y le soltaré" (véase también Hech. 5:40).

          Pilato todavía trataba de evadir su responsabilidad de poner en libertad a Jesús. No quería crucificarle pero tampoco quería ofender a los judíos. Al azotar a Jesús Pilato esperaba que eso fuera suficiente castigo para complacer a los judíos, porque era un castigo muy cruel que a veces mataba a las víctimas. "El azote romano consistía en un corto mango de madera al que estaban atadas varias correas con los extremos provistos con trozos de plomo o bronce y pedazos de hueso muy aguzados. Los azotes se dejaban caer especialmente sobre la espalda de la víctima, que estaba desnuda y encorvada. Generalmente se empleaban dos hombres para administrar este castigo, uno azotando desde un lado, otro desde el lado opuesto, con el resultado de que a veces la carne era lacerada a tal punto que quedaban a la vista venas y arterias interiores y a veces aun las entrañas y los órganos internos aparecían por entre las cortaduras" (GH). Este acto era ilegal, pues no se había establecido la culpa de Jesús; según el veredicto de Pilato mismo (18:38), azotaron a un hombre inocente.

          "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isa. 53:5; "por cuya herida fuisteis sanados", 1 Ped. 2:24).

 

19:2 Y los soldados entretejieron una corona de espinas (este emblema real era un instrumento de tortura), y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura; -- "y una caña en su mano derecha" (Mat. 27:29). "¿Quién puede medir la gracia de Dios o la depravación del hombre?" (JWM). "Y tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y una caña en su {mano} derecha; y arrodillándose delante de El, le hacían burla, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!" (Mat. 27:29, LBLA). El verbo hacían indica acción continua, repetida. Jesús fue escarnecido ante el concilio, Mat. 26:61-68; ante Herodes, Luc. 23:11; y ante Pilato, Mat. 27:27-31. Los soldados eran muy abusivos, haciendo todo esto como un juego, una diversión, pero en su ignorancia llevaron su juego a un nivel muy bajo de indecencia, violencia y crueldad. Los judíos le hacían burla como si fuera un profeta falso, y ahora los romanos le hacen burla como si fuera un rey falso.

          "Todos los que me ven me escarnecen; Estiran la boca, menean la cabeza" (Sal. 22:7). Esta profecía fue cumplida al pie de la letra: los soldados del gobernador hacían burla de El; también "los que pasaban" (Mat. 27:39); "los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos" (Mat. 27:41); "Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él" (Mat. 27:44); "Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza" (Mat. 27:30).

 

19:3 y le decían: ¡Salve, (así se hablaría al César) Rey de los judíos! y le daban de bofetadas. -- Véanse Mat. 27:27-31; Mar. 15:15-20; Luc. 23:11, 20, 21. Los soldados no sólo hacían burla de Jesús, sino del concepto de un rey entre los judíos. Otra vez nos conviene recordar que aunque Jesús pudiera haber tenido la ayuda de doce legiones de ángeles, aguantaba todo este abuso para hacer posible nuestra salvación.

 

19:4 Entonces Pilato salió otra vez (18:29), y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él. -- ¡Azotó a Jesús porque no había hallado delito en él! ¡Qué acción tan incongruente y absurda! El acto de azotarlo daría a entender al pueblo que Pilato lo consideraba culpable, y que esto era el castigo preliminar antes de crucificarlo y, por eso, estimularía al pueblo a insistir aun más en que Jesús fuera crucificado, pero entonces Pilato lo trajo fuera para presentarlo al pueblo con el manto de púrpura y corona de espinas (tal vez para indicar que Jesús ya no era una amenaza para Roma), anunciando otra vez que no hallaba crimen en El. En lugar de resolver su problema, Pilato seguía complicándolo.

          -- para que entendáis -- "Error! Reference source not found., mediante esta burla la sinceridad de la decisión de Pilato de que Jesús es inocente (18:38). Es mediante una perversión contra la justicia y la dignidad, pero Pilato está intentando, mediante un rasgo de humor, hacer que la turba se distancie de la actitud del Sanedrín" (ATR).

 

19:5 Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre! -- No dice ¡He aquí vuestro rey! (19:14), sino ¡He aquí el hombre! Con este acto y estas palabras probablemente quería dar a entender que el sufrimiento de Jesús ya era suficiente, que era digno de piedad y compasión, y que se debería poner en libertad ("Le soltaré, pues, después de castigarle", Luc. 23:16).

          ¿Qué habrá pasado con los discípulos durante este "juicio"? ¿Nadie levantó la voz a favor de Jesús?

 

19:6 Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, dieron voces, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! -- Parece que Pilato no entendía lo profundo y lo amargo del odio de los judíos. Si él esperaba que después de azotar a Jesús pudiera soltarle, ahora verá que fue en vano, pues no dejan de insistir en la crucifixión de Jesús.

          -- Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en él. -- 18:38; 19:4; 19:6. "El les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él" (Luc. 23:22). Pilato, un pagano, no quería crucificar a un hombre inocente; los judíos, que profesaban ser el pueblo del único Dios vivo, sí querían crucificar a un hombre inocente.

 

19:7 Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley (con hipocresía hablan como si respetaran su ley), y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios. -- 5:17, 18; 8:58, 59; 10:30-36. Por esta causa los judíos le acusaban de blasfemia (Mat. 26:65, 66; Mar. 14:63, 64; Luc. 22:70, 71). Jesús murió por esta buena confesión que el creyente hace antes de bautizarse para perdón de los pecados (Mat. 10:32, 33; Hech. 8:37; Rom. 10:10).

 

19:8 Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. -- Pilato tuvo miedo supersticioso de Jesús (1) porque sabía de sus milagros; (2) porque se dio cuenta de su enseñanza y conducta elevadas y misteriosas; (3) tuvo miedo por causa de lo que su esposa le había dicho ("No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él", Mat. 27:19), pensando que los sueños pudieran ser advertencias de los dioses; (4) por causa de lo que Jesús le había dicho (18:36, 37); y (5) porque ahora los judíos insisten en que Jesús "se hizo a sí mismo Hijo de Dios". Toda su experiencia con Jesús le hizo pensar que era muy posible que El fuera divino. Todo esto era muy inquietante para Pilato. Tuvo miedo de los judíos, pero también ¡tuvo miedo de Jesús! Compárese Mat. 27:54, "El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios" (Mat. 27:54).

 

19:9 Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? -- "Tú, ¿quién eres?" (8:25). ¿Eres del cielo o de la tierra? ¿Eres divino o humano? Ya se había enterado de su origen terrenal, Luc. 23:6, 7; no quería saber de qué pueblo de Galilea Jesús hubiera venido, sino más bien quería que Jesús le dijera si era del cielo. Véase el ver. 8, notas. "Sé de dónde he venido y a dónde voy" (8:14).

          Si Jesús hubiera convencido a Pilato que había venido del cielo, o si Pilato estuviera convencido de que Jesús era un mero hombre, de cualquier modo Pilato tenía la misma obligación de defender a Jesús y ponerle en libertad, pues lo importante era que estaba convencido de su inocencia.

          -- Mas Jesús no le dio respuesta. -- Ya le había contestado esta pregunta (18:36, 37), pero Pilato no le hizo caso. ¿Con qué propósito le contestaría ahora? Pilato no era de la verdad y no podía oír la voz de Cristo; por eso, esa voz no le responde.

          Los siguientes textos registran el silencio de Jesús: Mat. 26:62, 63; 27:14; Mar. 14:61; 15:5; Luc. 23:9. "Como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca" (Isa. 53:7).

 

19:10 Entonces le dijo Pilato: ¿A mí (este pronombre es enfático) no me hablas? -- "Pilato temblaba ante Uno que pudiera ser un Ser de otro mundo, y ahora como el gobernador romano él espera que aquel Ser tiemble delante de él" (HWW).

          -- No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? -- "¿No sabes que tu vida está en mis manos?" Pilato creía que Jesús debería respetarlo y aun temerle. ¿Cómo podía Jesús callar en la presencia de este personaje tan importante? ¿No debería tratar de complacerle para que le pusiera en libertad? Creía que el silencio de Jesús mostraba falta de respeto por su autoridad, pero en realidad ya no había más que decirle. Es cierto que Pilato tenía autoridad para soltarle, pero no tenía la fuerza moral para hacerlo, sino que solamente buscaba su propia conveniencia.

 

19:11 Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; -- Al decir esto Jesús contesta, de manera indirecta, la pregunta de Pilato ("¿De dónde eres tú?"). Aun el señorío de los romanos sobre los judíos les fue dado por Dios. Todo poder civil es de Dios (Rom. 13:1-4), y los magistrados darán cuenta a Dios por el uso o el abuso de su poder. Dios le había dado la autoridad para tomar venganza sobre los criminales, pero no le había dado la autoridad para tomar venganza sobre los inocentes.

          -- por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene. -- El juez (Pilato) -- y el sumo sacerdote Caifás -- fueron juzgados por el verdadero Juez. Judas entregó a Jesús a los judíos, pero los judíos lo entregaron a los romanos y el judío responsable era Caifás, el sumo sacerdote, quien habló por el Sanedrín. El pecado de los judíos era mayor que el de Pilato, porque no los romanos sino los judíos condenaron a Jesús y lo entregaron a los romanos, empleando toda la fuerza política disponible a ellos para obligar a Pilato a llevar a cabo la crucifixión.

          También el pecado de los judíos era mayor, porque conocían las Escrituras que hablaban de Cristo, y no podían negar que Jesús las cumplió al pie de la letra, porque habían visto sus señales y habían oído sus enseñanzas. La culpa de los judíos era grande porque después de todas sus oportunidades de conocerle, lo rechazaban y estaban resueltos a darle muerte. Este texto recalca la culpa de los judíos con respecto a la muerte de Jesús. Hoy en día no sólo los judíos, sino también muchos que profesan creer en Cristo, quieren absolver a los judíos de este crimen, pero ellos mismos dijeron, "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos" (Mat. 27:25). Es necesario recordar, sin embargo, que el pecado del mundo entero -- el pecado de cada uno de nosotros -- clavó a Jesús a la cruz de Calvario. Todos somos responsables.

 

19:12 Desde entonces procuraba Pilato soltarle; -- el verbo indica que estaba comenzando a soltarle.

          -- pero los judíos (continuamente) daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone. -- No había nada en la vida de Jesús que hubiera dado la más mínima ocasión para esta acusación. No se involucraba en los asuntos civiles (Luc. 12:14). "Entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo" (6:15). Con toda claridad enseñaba que la gente debería pagar el tributo a César (Mat. 22:21). De hecho, estas eran precisamente las razones por las que los judíos lo rechazaron, porque se daban cuenta que Jesús no pensaba establecer un reino terrenal, y que no sería la cabeza de una rebelión contra Roma.

          Emplearon esta mentira contra Jesús como puro chantaje político, pues pensaban obtener su propósito bajo la amenaza de acusar a Pilato delante de César de ser enemigo del emperador por tolerar la traición contra el gobierno. El César de aquel tiempo (Tiberio) era un déspota malvado, envidioso, sospechoso y fácilmente podría haber depuesto (y aun ejecutado) a Pilato si éste hubiera permitido que algún supuesto rey causara problemas en el imperio.

          "Esta fue la última gota. ¡Uno puede imaginar la ira que esas palabras provocaron en el corazón de Pilato! Sabía que estos judíos eran embusteros, y que no sentían ningún amor por el gobierno romano ni por su emperador. Estaba totalmente convencido del hecho de que en lo más profundo de su corazón ellos mismos eran totalmente desleales. Sin embargo, aquí estaban, al parecer profundamente perturbados por la lealtad política de alguien que nunca ni siquiera había pronunciado una palabra contra el gobierno romano. Eran unos hipócritas despreciables, pero lo habían acorralado" (GH).

 

19:13 Entonces Pilato, oyendo esto, -- Estas palabras de los judíos dieron con el blanco. Era una táctica eficaz, porque Pilato sabía que los judíos podían convencer a César a quitarle de su puesto. Sobre todo él quería ser el amigo de César. "Oyendo esto", pues, se acabó toda su resistencia contra los judíos.

          -- llevó fuera a Jesús, -- Pilato puso atención a estas palabras de los judíos, pues bien sabía que ellos podrían persuadir al emperador a deponerle.

          -- y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata. -- Hizo esto para pronunciar la sentencia oficial.

 

19:14 Era la preparación de la pascua (el viernes de la semana de Pascua), y como la hora sexta. -- Juan habla del tiempo romano (1:39; 4:6; 4:52), no exactamente sino como la hora sexta, a las seis de la mañana aproximadamente. En esta hora Jesús fue sentenciado a la muerte, y según Mar. 15:25 Jesús fue crucificado a la tercera hora (tiempo judío), a las nueve de la mañana.

          -- Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! -- Aunque esto era muy desagradable para los judíos, desde ese momento Pilato estaba resuelto a colgar sobre el cuello de ellos la responsabilidad de crucificar a su propio rey. Véase 19:19.

 

19:15 Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César. -- En su fanatismo por crucificar a Cristo, negaron al Dios del Antiguo Testamento, el único Rey de Israel (Jueces. 8:23; 1 Sam. 8:7; 12:12), y negaron la promesa de Dios a David acerca de su Hijo (2 Sam. 7:12-16), el Mesías que ocuparía su trono para siempre. Desde luego, sus palabras eran pura hipocresía, pero en realidad los que no se arrepintieron de este pecado se excluían del reino verdadero del Mesías. La ironía del asunto se ve en que ellos dijeran "No tenemos más rey que César", pero dentro de pocos años su templo, ciudad y millares de ellos fueron destruidos por el mismo César a quién proclamaban como su único rey. Véase Mat. 23:38 - 24:2.

 

19:16-18 Así que entonces lo entregó a ellos (a los principales sacerdotes, 19:15; Luc. 23:25), pero los soldados romanos lo crucificaron (19:23, 24, 31-34). Después de decir "no hallo delito en él" varias veces, Pilato "lo entregó a ellos para que fuese crucificado".

          -- para que fuese crucificado. (Los soldados) Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron. Y él, cargando su cruz, -- "Aunque su espalda estaba lacerada con muchas heridas producidas por la flagelación a la que había sido sometido, lo obligaron a llevar su propia cruz" (GH). También le ayudó Simón de Cirene. "Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase la cruz" (Mat. 27:32). La palabra cruz viene de stauros, un palo o estaca. De esto los "testigos" del Atalaya argumentan que no había una pieza transversal, pero Tomás dijo, "Si no viere en sus manos la señal de los clavos" (20:25), dando a entender que cada mano fue clavada a la pieza transversal, pues si las manos se hubieran clavado al palo perpendicular, sólo un clavo se habría requerido.

          La enseñanza de Mat. 16:24 se basa en este hecho: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígueme".

          -- salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; -- Tal vez el lugar haya recibido su nombre por tener la forma de un cráneo. Estaba "fuera de la puerta" de la ciudad (Heb. 13:12) y allí le crucificaron, -- Según el historiador Josefo, la crucifixión era una práctica común en Palestina. Esta era una de las peores formas de tortura y uno de los métodos de ejecución más cruel que jamás se hubiera inventado. Era la pena mortal diseñada para producir una muerte muy lenta, pues algunos duraban días en la cruz antes de morir. Era reservada para los traidores, los revolucionarios y otros de los peores criminales. Aun los escritores romanos pensaban que era una muerte terrible. Cicerón dijo que era cruel y horrible y Tácito dijo que era una muerte indescriptible.

          Esto es muy cierto, porque no hay palabras que puedan describir las agonías de la cruz: la inflamación de las heridas, las congestiones, el dolor causado por los tendones desgarrados, la fiebre, un fuerte dolor de cabeza y una sed horrible. Era sumamente difícil respirar, mayormente exhalar y, puesto que se requiere la exhalación para hablar, cada palabra que Jesús pronunciaba era con mucho dolor. La palabra inglesa excruciating que se usa para hablar del dolor agudísimo, viene del latín excruciatus que significa "de la cruz".

          Tanto los pies como las manos fueron clavados, pues Jesús dijo a los discípulos (Luc. 24:39), "Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy". Véase Sal. 22:16.

          Si alguno pregunta por qué Dios permitiera una injusticia tan horrible, la respuesta se encuentra en Isa. 53:6, 8.

          -- y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. -- Estos criminales no eran ladrones ordinarios, sino asaltantes. Uno de los detalles interesantes de esta historia fue la actitud (y la petición) de uno de los criminales que estaba al lado de Jesús (Luc. 23:39-43).

 

19:19 Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: jesus nazareno, rey de los judios. (19:14, 15) -- Pilato puso este título como un insulto y reproche para los judíos. Le obligaron a crucificar a un hombre inocente, pero de esta manera él tuvo la última palabra, pues este título proclamaba a todo el mundo que Jesús de Nazaret era el verdadero Mesías, el Rey de los judíos.

         

19:20 Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo (arameo, el idioma de los judíos), en griego (el idioma común del imperio) y en latín (el idioma de los oficiales y soldados romanos).

 

19:21 Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos. -- Recuérdese que este título puesto en la cruz sobre la cabeza de Jesús especificaba su "crimen". No les gustó el título, pero de este "crimen" le acusaron para que fuera crucificado. Ahora hablan de ese "crimen" como si fuera una pretensión vana de Jesús, sin validez alguna. En esto se ve la inconsecuencia (la hipocresía) de los judíos.

         

19:22 Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito. -- Porque lo que escribió indicó correctamente el "crimen" de Jesús (según la acusación de los judíos). Sin duda alguna le dio mucho gusto a Pilato el tildar a los judíos como homicidas de su propio rey.

 

19:23, 24 Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos (himation, sus vestidos exteriores), e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. -- Normalmente el judío tenía cinco artículos de ropa: la túnica (ropa interna), la capa (la ropa externa), el cinto, las sandalias y el turbante. Al crucificar a un criminal una parte del sueldo de los soldados era la ropa del hombre crucificado. Repartieron la ropa de Jesús como si ya estuviera muerto, nunca pensando que la volvería a necesitar.

          -- Tomaron también su túnica (chitón, la vestidura interior), la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese la Escritura (Sal. 22:18), que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes. Y así lo hicieron los soldados. -- De esta manera, sin saberlo, llevaban a cabo lo que Dios había predicho. Aun los detalles minuciosos de este gran evento eran temas de profecía (JWM).

          ¡Qué imagen tan clara de la indiferencia del mundo hacia Cristo! Mientras El agonizaba sobre la cruz, muriendo por los pecados del mundo, los soldados jugaban y repartían su ropa como si El fuera de los más comunes criminales. Es verdad que hay mucha hostilidad contra Cristo hoy en día, pero la tragedia más grande no es la hostilidad hacia Cristo, sino la fría indiferencia hacia Cristo.

 

19:25 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, -- Sin duda alguna ella se acordaba de lo que el anciano Simeón le había dicho cuando él tomó a Jesús en sus brazos, y después de bendecir a Dios, dijo a María, "y una espada traspasará tu misma alma" (Luc. 2:35). Ella había dado testimonio de Jesús cuando dijo a los que servían en la boda de Caná de Galilea, "Haced todo lo que os dijere" (2:5); y, sobre todo, dio su testimonio de silencio cuando los judíos gritaban que "tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios" (19:7). ¿Qué madre no hará todo lo posible para salvar la vida de su hijo? María fácilmente pudiera haber salvado a Jesús con muy pocas palabras, diciendo "Yo soy su madre y yo sé quién es su padre", pero ¿qué dijo María? Su testimonio de silencio confirmó que lo que los judíos gritaban era cierto: Jesús de Nazaret no tuvo un padre terrenal, sino que era en verdad el Cristo, el Hijo del Dios Viviente.

          -- y la hermana de su madre, -- Al comparar esta lista con la de Mateo y Marcos, parece que la hermana de la madre de Jesús se llamaba Salomé, la madre de los hijos de Zebedeo; si esto es correcto, entonces Jesús y Juan eran primos hermanos. Otro detalle que parece confirmar esta conclusión es que como Juan no da su propio nombre, tampoco da el nombre de su madre. También esto explicaría la petición de esta madre (Mat. 20:20, 21), y en esto hay una lección valiosa. Ella había dicho, "Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda", pero Jesús le dijo, "No sabéis lo que pedís".        Muchas hermanas se hubieran apartado de Jesús, diciendo, "¡Qué ingrato tú!" "Mi petición es muy razonable y lógica; tenemos este derecho". "Me has ofendido", "Me has lastimado y ya no quiero saber nada de ti". "Si no me quieres tomar en cuenta, entonces allá tú". Pero ¡aquí está ella, al pie de la cruz! ¡Qué lección tan valiosa para nosotros! Aceptemos no solamente la enseñanza, sino también la corrección de Jesús.

          -- María mujer de Cleofas, -- ("María la madre de Jacobo el menor y de José", Mat. 27:56; Mar. 15:40).

          -- y María Magdalena. -- Algunos han supuesto que María Magdalena era la mujer pecadora de Luc. 7:39, porque su nombre aparece en seguida en Luc. 8:2, pero no hay nada que confirme esta suposición. Sólo sabemos que de ella "habían salido siete demonios". Ella está al pie de la cruz porque estaba muy agradecida. La actitud de ella era jamás olvidaré lo que Jesús hizo por mí.

          Según Marcos (15:40, 41), entre estas mujeres había otras que le habían seguido y servido en Galilea, y "otras muchas que habían subido con él a Jerusalén". Sin duda había entre estas otras mujeres otra María, la de Betania, la que en una ocasión "sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra" (Luc. 10:39). También esta misma María "tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió" a Jesús (12:3; Mat. 26:7). Jesús explicó que María "se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura", y luego dice, "De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella" (Mar. 14:8, 9).

 

19:26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. -- En medio del sufrimiento agudísimo, Jesús se preocupaba por su madre. Le encomendó al cuidado de Juan, "a quien él amaba". Dice Juan 7:5 que los hijos de María no creían en Jesús. (Pero véase Hech. 1:14).

 

19:27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. -- ¡Qué ejemplo tan hermoso de honrar a su madre! (Exodo 20:12).

          -- Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa. -- Esto no quiere decir necesariamente que en ese instante Juan la llevara a su casa, pues él confirma como testigo ocular la muerte de Jesús (19:34, 35), sino que desde ese momento él se encargó del cuidado de ella.

          Desde la cruz Jesús tenía algo que dar. "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Luc. 23:34). A los que le crucificaron (tanto judíos como romanos) les ofreció el perdón de sus pecados. En Hechos de los Apóstoles vemos que muchos de ellos aceptaron este don, al arrepentirse y ser bautizados para perdón de los pecados (Hech. 2:37, 38; 4:4; 6:7).

          Uno de los criminales que fueron crucificados con Jesús "le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Luc. 23:39-43). A este criminal arrepentido Jesús dio el paraíso .

          Jesús ya había legado su ropa a los soldados, el perdón a todos los transgresores, el paraíso a uno de los criminales. ¿Qué podría legar a su madre y a su discípulo a quién amaba? A estas dos personas muy amadas les legaba el uno al otro (FLG).

          Juan omite el fenómeno de las tinieblas y lo que Jesús dijo durante ese periodo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado" (Mat. 27:46); es decir, ¿por qué no me libra de la muerte? Véase Sal. 22:1-8, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? ... En ti esperaron nuestros padres; esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados ... Todos los que me ven me escarnecen ... diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía". Al leer este salmo, la fuente de Mat. 27:46, se puede ver que la palabra desamparar equivale a no librar de la muerte. Es muy parecido al clamor de Jesús en el huerto, "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa" (Mat. 26:39).

          Algunos dicen que Jesús aceptó la culpa de los pecados del hombre, y que Dios no podía verlo como pecador, que le volvió las espaldas para no ver a Jesús tan contaminado con el pecado, pero Jesús no aceptó la culpa del pecado, sino que sufrió la pena (el castigo) del pecado y Dios no le volvió las espaldas, pues el mismo salmo dice que "No menospreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando clamó a él, le oyó" (Sal. 22:24).

 

19:28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. -- "Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte" (Sal. 22:15). Aquí se enfatiza la humanidad de Jesús. Soldados heridos en el campo de batalla han dicho que su sufrimiento más grande era la sed, aun superando los dolores causados por las heridas.

 

19:29 Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, -- "En mi sed me dieron a beber vinagre" (Sal. 69:21). Al principio de su sufrimiento le ofrecieron un sedativo y lo rehusó: "le dieron a beber vinagre mezclado con hiel (con mirra, Mar. 15:23), pero después de haberlo probado, no quiso beberlo" (Mat. 27:34).

          -- y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. -- "Este era el único acto de bondad mostrada a Jesús mientras colgaba en la cruz" (FP). No es necesario suponer que la cruz haya sido muy alta. Probablemente los pies de Jesús estaban unos cuantos centímetros (o cuando mucho medio metro) del suelo. Recuérdese Ex. 12:22, "tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre".

 

19:30 Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. -- Es probable que este dicho coincida con "habiendo otra vez clamado a gran voz" (Mat. 27:50; Mar. 15:37). Juan suple las palabras referidas por Mateo y Marcos. Por eso, la expresión Consumado es eran palabras de triunfo. Consumado es el perfecto sacrificio.

          La expresión consumado es traduce la palabra tetelestai que significa "llevado a su fin completo y perfecto". El propósito divino de su venida al mundo fue perfecta y completamente llevado a cabo. Esto es de mucho consuelo para todo el mundo, porque la muerte de Cristo pagó el precio de nuestra redención (Hech. 20:28; Efes. 5:25-27; 1 Ped. 1:18, 19).

          Al morir en la cruz Cristo destruyó "al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo" para "librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre" (Heb. 2:14, 15). "Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera" (12:32).

          Dios dijo a la serpiente (Gén. 3:15), que la simiente de la mujer "te herirá en la cabeza". Esta promesa fue cumplida cuando Jesús dijo, Consumado es.

          -- Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. -- 10:17, 18. Se acabó el sufrimiento. Ya no habría más azotes. No volverían a escupirle. En lugar de llevar una corona de espinas ahora llevaría la corona de Rey de reyes. Ya se acabó la humillación y pronto vendría la exaltación (Fil. 2:8-11).

          Algunos hermanos niegan la Deidad de Cristo afirmando que El murió pero que Dios no puede morir, pero ¿Cristo no es el "Señor de la gloria"? Pablo dice que los príncipes de este siglo crucificaron "al Señor de la gloria" (1 Cor. 2:8). Los hermanos que dicen que Dios no muere pero que Cristo murió, lo dicen para recalcar la humanidad de Cristo, pero la única conclusión lógica de tal afirmación es que Cristo no era Dios. Desde luego, Dios no puede morir porque El es Espíritu (4:24), pero tampoco puede morir el espíritu del hombre (Mat. 10:28), pues la muerte es solamente la separación del espíritu del cuerpo (Sant. 2:26).

          Dios es Espíritu (4:24), pero también el hombre es espíritu, porque "creó Dios al hombre a su imagen" (Gén. 1:27). Somos "linaje de Dios" (Hech. 17:29). Dios es el "Padre de los espíritus" (Heb. 12:9). Dios "forma el espíritu del hombre dentro de él" (Zac. 12:1). Al morir el cuerpo del hombre, su espíritu vuelve a Dios quien lo dio (Ecles. 12:7). Los que mueren en el Señor son "los espíritus de los justos hechos perfectos" en el cielo (Heb. 12:23).

          Desde luego, creemos en la encarnación de Cristo (que "aquel Verbo fue hecho carne") porque la Escritura así lo afirma (1:14; Mat. 1:23, etc.), pero al recordar que el hombre es espíritu, es más fácil entender la encarnación de Cristo. Cristo (Espíritu) vino a ser hombre (que también es espíritu). Algunos dicen que Jesús tuvo dos espíritus, que aparte de tener (ser) Espíritu divino también tuvo espíritu humano, pero este concepto es erróneo. ¿Por qué necesitaría un espíritu humano? Debido a la estrecha identidad y afinidad entre Dios y el espíritu del hombre, no era nada difícil que Cristo desempeñara el papel humano. Cristo es el Creador (1:3) del espíritu humano; ¿le sería difícil, pues, hacer el papel de ese espíritu que El mismo creó? Claro que no. Desde luego, este es un tema muy profundo que la mente finita no tiene que comprender a fondo, pero lo importante es que todos crean en la encarnación de Cristo y que no salgan con teorías y especulaciones humanas. "Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí" (Mat. 11:6).

          Muchos hermanos han tropezado en la doctrina de la encarnación de Cristo enseñada por Pablo en Fil. 2:7, como el acto supremo de humildad de Cristo. Pablo dice que Cristo "se despojó a sí mismo" e inmediatamente explica -- en la misma frase -- que esta expresión se refiere a la encarnación de Cristo ("tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres"). Pero algunos hermanos están resueltos a forzar este texto a decir que Cristo se despojó a sí mismo de sus atributos divinos o del uso de ellos (que hubiera sido la misma cosa e igualmente imposible). Cristo vino al mundo para revelar al Padre y para hacerlo demostró los atributos divinos a través de su ministerio.

          Mateo registra otro detalle muy importante que cabe mencionar aquí. Cuando Cristo murió, "el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo" (Mat. 27:51). El velo separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo que simbolizaba el cielo mismo. La muerte de Cristo hizo posible nuestra entrada en el cielo. "Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne ..." (Heb. 9:19, 20).

         

19:31 Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. -- Los romanos no se preocupaban por sepultar a los crucificados, sino que dejaban sus cuerpos en la cruz para ser destruidos por la putrefacción, o por animales de rapiña, pero los judíos insistían en que los cuerpos fueran quitados de la cruz. En eso eran muy inconsecuentes, pues acabaron de decir, "No tenemos más rey que César" (19:15). Si César no requería que los cuerpos de los crucificados se quitaran de la cruz, y si César era el único rey de los judíos, entonces ¿por qué querían quitar los cuerpos de la cruz? Esto demuestra otra vez la hipocresía de los judíos, pues citaban la ley de Moisés sólo cuando les convenía (véase también 8:5).

          "Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero, no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado; y no contaminarás tu tierra que Jehová tu Dios te da por heredad" (Deut. 21:22, 23; véase también Josué 8:29). Estos judíos perversos que estaban dispuestos a crucificar a un hombre inocente (así violando Ex. 20:13) eran muy "piadosos" y "respetuosos de su ley" con respecto al colgado en madero, y con respecto al día de reposo. Este es otro caso de la hipocresía que Jesús denunció en Mat. 23.

 

19:32 Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. -- Los soldados romanos estaban acostumbrados a toda forma de violencia. Con algún instrumento pesado (p. ej., un mazo) quebraban las piernas y caderas, causando postración nerviosa. Cometían tales actos de crueldad, pues, como trabajo rutinario. Así son las naciones que no conocen a Dios. Para los tales la vida no vale nada y tales actos de crueldad y violencia son la forma normal de vida.

          El ladrón que se arrepintió dijo, "Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Luc. 23:42, 43). Así pues, aunque el acto de los soldados era cruel, al mismo tiempo fue una bendición para el ladrón arrepentido, porque de esa manera no siguió sufriendo más (tal vez por días), sino que murió y fue al paraíso con Jesús. (Jesús no dijo que en dos o tres días estarás conmigo en el paraíso, sino "que hoy estarás conmigo en el paraíso").

 

19:33 Mas cuando llegaron a Jesús, -- Aunque Jesús estaba en medio de los dos criminales, los soldados vinieron a uno de ellos y luego fueron al otro en el otro lado de Jesús. ¿Por qué llegaron a Jesús al último? ¿Les habrá afectado lo que el centurión dijo? (Mat. 27:54).

          -- como le vieron ya muerto -- Obsérvese cada detalle registrado por Juan y los otros escritores que enfatiza la muerte de Cristo. Era muy necesario establecer el hecho de que El no simplemente se desmayó (como algunos incrédulos afirman), sino que en realidad murió. Si hubiera la más mínima duda en cuanto a su muerte, entonces se perdería toda la fuerza de la resurrección.

          -- no le quebraron las piernas -- Con respecto al cordero pascual la ley decía, "ni quebraréis hueso suyo" (Ex. 12:46). Recuérdese 1:29, "He aquí el cordero de Dios que quita los pecados del mundo". También 1 Cor. 5:7, "Nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros".

 

19:34 Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. -- ¿Qué tan grande fue la herida causada por la lanza? Tomás sabía que podría meter su mano en el lugar de la lanza: "Si no ... metiere mi mano en su costado, no creeré" (20:25).

          Algunos gnósticos decían que Cristo no ocupaba un cuerpo literal, pero no sale "sangre y agua" de un fantasma. Compárese Luc. 24:37-39.

          Otra vez recalcamos que en realidad Cristo murió en la cruz. Los soldados "le vieron ya muerto" y para estar segurísimos uno de ellos "le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua". Es muy importante que en la predicación del evangelio se enfaticen estos detalles para hacer callar los argumentos necios de los incrédulos.

 

19:35 Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. -- Juan era un testigo ocular, pues estuvo al pie de la cruz. El testimonio de un testigo ocular no se puede rechazar si su carácter apoya su palabra, y Juan era un hombre irreprensible que amaba la verdad.

 

19:36, 37 Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. (Ex. 12:46). Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. (Zac. 12:10). -- La profecía cumplida convence, porque es innegable e irrefutable. Por esta razón los escritores inspirados citan muchas profecías acerca de Cristo fueron cumplidas. Compárense Mat. 13:15; 21:42. Casi todo aspecto de los eventos finales en la vida de Jesus era profetizado y cumplido.

 

19:38 Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. -- El punto principal en este versículo es que los apóstoles no se encargaron del cuerpo de Jesús; más bien, fue entregado a un hombre eminente entre los judíos que de ninguna manera podría ser engañado con respecto a la muerte de Jesús. José de Arimatea, "miembro noble del concilio" (Mar. 15:43) no hubiera formado parte de alguna conspiración para engañar con respecto a la muerte de Jesús, y no hubiera sepultado a un hombre que no estaba muerto. Este detalle es, pues, muy significativo para probar que no había ningún engaño o fraude con respecto a la muerte y la sepultura de Cristo.

          En primer lugar, cuando José pidió el cuerpo, "Pilato se sorprendía de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto. E informado por el centurión, dio el cuerpo a José" (Mar. 15:43-45). Algunos incrédulos dicen que Jesús no estaba muerto sino que sólo desmayado. Pilato mismo "se sorprendía de que ya hubiese muerto" y no aceptó la palabra de José sino que tuvo que saberlo del mismo centurión encargado de la crucifixión. Le costó trabajo convencerse de que Jesús estaba muerto, pero el centurión le convenció. Con eso el gobernador romano estaba plenamente convencido de que Jesús estaba muerto.

          Alguien puede estar pensando, "Pero, ¿por qué tanto énfasis en este asunto?" Porque nuestra salvación depende de la muerte y la resurrección de Cristo. Si Cristo no resucitó, estamos todavía en los pecados y no hay esperanza de la salvación (1 Cor. 15:12-19), pero si no se puede probar concluyentemente que Cristo estaba muerto, tampoco será posible probar que resucitó de entre los muertos.

          Este acto de José de Arimatea cumplió otra profecía: "con los ricos fue en su muerte" (Isa. 53:9).

 

19:39 También Nicodemo (3:2; 7:51), el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. -- ¡Más prueba! ¡Más evidencia innegable! Otro miembro del Sanedrín tomó parte en la sepultura de Cristo. Estos dos hombres, dos de los más eminentes judíos que no estaban identificados abiertamente con los apóstoles de Jesús, se encargaron de sepultar el cuerpo de Cristo.

          La sepultura de Jesús fue, pues, una sepultura real. Compárese 2 Crón. 16:14, Jesús fue sepultado como el rey Asa.

 

19:40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos. -- Parece que hubo acuerdo entre José y Nicodemo, pues José se encargó del sepulcro y de los lienzos (Mar. 15:46, "compró una sábana") y Nicodemo de las especias.

 

19:41 Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. -- De esa manera no habría problema alguno en cuanto a la identidad de quien resucitara. Había sepulcros familiares (compárese la cueva comprada por Abraham), pero Jesús fue sepultado en un sepulcro nuevo y El solo estaba sepultado allí. Estos son detalles significativos. En su providencia divina Dios dirigía todo aspecto y todo paso de este asunto, para manifestar de la manera más clara y precisa que en realidad Jesús murió por nuestros pecados, que la misma persona que crucificado fue sepultado, y que la misma persona que murió en la cruz y fue sepultado en el sepulcro de José de Arimatea resucitó de entre los muertos al tercer día.

 

19:42 Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús. -- Fue necesario completar la sepultura antes de la puesta del sol, que sería el comienzo del día de reposo.

          Mateo agrega otros detalles importantes que tenían el propósito de evitar toda sospecha de engaño: "Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis. Entonces (1) ellos fueron y aseguraron el sepulcro, (2) sellando la piedra y (3) poniendo la guardia" (Mat. 27:62-66).

 

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