Juan 20
20:1 El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; -- Jesús resucitó de entre los muertos el primer día de la semana (Mat. 28:1; Mar. 16:1, 2; Luc. 24:1). Recuérdese que el día de reposo terminaba y el primer día comenzaba al ponerse el sol. Por eso, no importa si todavía estaba oscuro cuando Jesús se levantó. Por eso dice Mat. 28:1, "Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana ..."
Los Adventistas del Séptimo Día afirman que Jesús resucitó en el día de reposo, pero obsérvese el relato de Lucas 24: (1) 24:1, "El primer día de la semana, muy de mañana ... "; (2) 24:13, "Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea ..."; (3) 24:19-21, "ellos le dijeron ... le crucificaron ... hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido". La conclusión innegable es que ese primer día de la semana fue el tercer día después de la crucifixión de Jesús, el día indicado por Jesús para su resurrección.
Tres días y tres noches. "Así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches" (Mat. 12:40). Tres días y tres noches serían setenta y dos horas, pero Jesús no estuvo en la tierra setenta y dos horas. Algunos batallan con esto haciendo cálculos y aun determinan que Jesús no fue crucificado el viernes sino el jueves o aun el miércoles, pero tales cálculos no ayudan a resolver el supuesto problema, porque Jesús murió y fue sepultado poquito antes de empezar el día de reposo pero no resucitó a fines del día primero sino "al amanecer del primer día de la semana" (Mat. 28:1).
Al tercer día. Jesús había dicho que resucitaría "al tercer día" (Mat. 16:21; Luc. 9:22) y Pedro dijo, "A éste levantó Dios al tercer día" (Hech. 10:40). Pablo dijo lo mismo (1 Cor. 15:4).
En tres días. Los judíos dijeron, "Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo" (Mat. 26:61); lo que dijo en realidad fue "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré" (2:19).
Después de tres días. "Y comenzó a enseñarles que le era necesario ... ser muerto, y resucitar después de tres días" (Mar. 8:31).
El supuesto problema resuelto: los judíos dijeron a Pilato que "aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure al sepulcro hasta el tercer día ... " (Mat. 27:63, 64). ¿Por qué no dijeron que se aseguraran al sepulcro hasta el cuarto día (o sea, hasta terminar las setenta y dos horas)? Porque todos entendían que al decir "después de tres días" o "en tres días" o "al tercer día" decían la misma cosa, pues para los judíos cualquier parte de un día era un día y una noche. No acostumbramos hablar de esta manera pero ellos así se expresaban. Para entender la Biblia es necesario entender lo que las palabras y las expresiones (modismos, hebraísmos, etc.) significaban para el pueblo de aquel entonces. (Compárense Ester 4:16; 5:1 y Gén. 42:17, 18).
-- y vio quitada la piedra del sepulcro. -- "Decían (las mujeres) entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande" (Mar. 16:2, 3; Luc. 24:2). Mateo 28:2 explica lo que pasó: "Hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella".
El ángel "dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor" (Mat. 28:5, 6). Así pues, el sepulcro estaba vacío. De miedo del ángel "los guardas temblaron y se quedaron como muertos ... unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido" (Mat. 28:4, 11). Contaron la sencilla verdad: un ángel descendió, removió la piedra, y se sentó sobre ella.
20:2 Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto. -- María Magdalena no esperaba la resurrección de Jesús y, por eso, pensaba que se habían llevado del sepulcro al Señor, pues ¡el sepulcro estaba vacío! Este sepulcro vacío era una declaración divina de que todo lo que Jesús decía de sí mismo y todo lo que el Padre había dicho de El era cierto. Todo fue confirmado.
Los incrédulos no han podido dar una explicación razonable del sepulcro vacío. La aceptación del relato de cualquier evento histórico depende de la aceptación del testimonio del hombre. Los incrédulos se burlan del testimonio de los apóstoles diciendo que eran hombres que ni siquiera sabían que la tierra era redonda pero ¿cómo saben que los apóstoles no sabían que la tierra era redonda? Isaías lo sabía: "El está sentado sobre el círculo de la tierra" (Isa 40:22). Pero, suponiendo que los apóstoles no lo supieran, ¿rechazan los incrédulos toda la historia escrita por los antiguos que no sabían que la tierra era redonda? Claro que no.
Es muy importante observar que los apóstoles no esperaban la resurrección de Jesús (Luc. 24:11, 37-39; Mar. 16:14). Les costó trabajo reconocer que en realidad Jesús había resucitado, pero se convencieron por medio de los sentidos físicos (la vista, el oído y el tacto, Luc. 24:39; 1 Jn. 1:1-3) y aun comieron con El (Hech. 10:41). Después de todas estas "pruebas indubitables" (Hech. 1:3), comenzaron a predicar la resurrección de Jesús, no en algún lugar lejano de donde ocurrió, sino allí mismo en Jerusalén, y convirtieron a miles de judíos, incluyendo a algunos sacerdotes (Hech. 6:7). Pablo dijo que de los quinientos hermanos que vieron a Jesús después de su resurrección "muchos (la mayoría, LBLA) viven aún" (1 Cor. 15:6); es decir, si alguien quisiera averiguar el asunto, todavía más de 250 personas estarían disponibles para testificar.
Los apóstoles podían describir todo aspecto de la sepultura y resurrección de Jesús: (1) hablan de los que confirmaron que Jesús estaba muerto; (2) dicen precisamente dónde Jesús estaba sepultado; (3) explican que fue sepultado en un sepulcro nuevo, pues algunos sepulcros se usaban más de una vez; (4) dicen exactamente cuándo Jesús murió y cuándo resucitó; (5) nombran a varios de los testigos de la resurrección; (6) aun explican que los soldados reportaron el asunto a los judíos y que, habiendo recibido dinero, contaron una mentira para explicar el sepulcro vacío.
Los apóstoles eran testigos competentes, no sólo por lo que vieron, oyeron y experimentaron, sino también por ser hombres honrados. En cualquier juicio la competencia del testimonio depende del carácter de los testigos. El carácter de los apóstoles era intachable. Nadie puede acusarles de ser hombres mentirosos. Por lo tanto, los que rechazan el testimonio de los apóstoles están obligados a explicar por qué lo rechazan.
Los modernistas emplean otra táctica para menospreciar la resurrección. Dicen que no importa si había una resurrección literal, porque lo importante es que se tenga una "experiencia espiritual". Desde luego, tal experiencia "espiritual" o "personal" es subjetiva y no tiene nada que ver con la enseñanza bíblica. Por eso, no les importa la resurrección literal de Cristo.
¿Qué pasó con el cuerpo de Jesús?
Los soldados aceptaron dinero para mentir acerca del sepulcro vacío. Habiendo recibido dinero de los judíos, dijeron que "Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos" (Mat. 28:13). Esto nos hace preguntar ¿cómo sabían los soldados lo que pasaba cuando estaban dormidos?
Se debe recalcar que los discípulos no se encargaban del cuerpo de Jesús. No tuvieron nada que ver con la sepultura de Jesús; el asunto estuvo completamente fuera de su control. José de Arimatea y Nicodema sepultaron a Jesús, y luego los enemigos de Cristo se encargaron del sepulcro (Mat. 27:62-66). Este punto es muy significativo y no debe olvidarse. Aparte de eso, recuérdese también que los discípulos habían huido cuando Jesús fue crucificado y no esperaban la resurrección. Estaban esparcidos y confusos. María Magdalena no se regocijaba al ver el sepulcro vacío, sino que estaba afligida. Los dos discípulos en el camino a Emaús no esperaban la resurrección (Luc. 24:21). Tomás no la esperaba (20:24, 25).
¿Con qué propósito hubieran venido los discípulos arriesgando sus vidas para robar el cuerpo de Jesús? ¿Qué hubieran hecho con él? El sepulcro vacío no se puede explicar de esa manera, porque no es nada lógico. No tiene sentido y, en realidad, nadie lo cree. Cuando los apóstoles comenzaron a predicar el evangelio allí mismo en Jerusalén, los judíos nunca les acusaron de haber robado el cuerpo de Jesús. Les acusaron de varias cosas y prohibieron que predicaran en el nombre de Jesús (Hech. 4, 5), pero nunca les acusaron de haber robado el cuerpo de Jesús del sepulcro.
Los discípulos de Jesús tenían sus debilidades, pero no eran ladrones y no eran mentirosos. Es muy injusto acusarles de robar el cuerpo de Cristo y luego dedicar su vida a predicar una mentira, por la cual serían perseguidos aun hasta la muerte.
Tampoco los judíos removieron el cuerpo de Jesús del sepulcro. En primer lugar, estaban resueltos a guardar su cuerpo allí mismo en el sepulcro. "Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia" (Mat. 27:62-66). Por su parte los judíos querían que Jesús estuviera permanentemente en ese sepulcro. No tenían razón alguna para removerlo de allí.
Entonces ¿qué pasó con el cuerpo de Jesús? La única respuesta lógica es que resucitó. ¡He aquí el testimonio irrefutable del sepulcro vacío!
La importancia de la resurrección de Jesús
1. La resurrección de Cristo fue el tema central de la predicación de los apóstoles (Hech. 2:24, 31, 32; 3:15, 26; 4:2, 10; 5:30; 10:40; 13:30; 17:3, 31, 32; 23:6; 24:15, 21; 26:8, 23).
2. Con respecto a la Deidad de Cristo: "Fue declarado Hijo de Dios con poder ... por la resurrección de entre los muertos" (Rom. 1:4); es decir, durante más de tres años Jesús decía que El era el Hijo de Dios y con muchas señales lo confirmaba (20:30, 31). La resurrección era una de las señales más importantes.
3. Con respecto a nuestra justificación: "El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación" (Rom. 4:25); es decir, Cristo murió para salvarnos de los pecados, pero si no hubiera resucitado de entre los muertos, su muerte no nos habría salvado.
4. Con respecto a la predicación del evangelio: "Os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado ... Que Cristo murió por nuestros pecados ... fue sepultado, y que resucitó al tercer día" (1 Cor. 15:1-4).
5. Si Cristo no resucitó: (1) vana es nuestra predicación; (2) vana es nuestra fe; (3) los apóstoles eran falsos testigos; (4) aún estamos en los pecados; (5) los que durmieron en Cristo perecieron; y (6) "si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración (lástima, LBLA) de todos los hombres" (1 Cor. 15:12-19).
20:3 - 7 Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro (estos son detalles personales que confirman que Juan era un testigo ocular). Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró. Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. -- Si alguien hubiera robado el cuerpo de Jesús, no habrían tomado la molestia de dejar los lienzos en el sepulcro, con el sudario enrollado en un lugar aparte. Estos detalles son muy importantes para confirmar que el cuerpo de Cristo no fue robado, sino que El resucitó.
20:8 Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó. -- Lo que Juan vio no podía tener otro significado que la resurrección de Jesús. De eso estaba convencido. El creyó. No vio a los ángeles y todavía no había visto a Jesús, pero el testimonio del sepulcro vacío y la presencia de los lienzos y el sudario era convincente. Un poco después Tomás dijo, "Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré" (20:25), pero aun antes de ver a Jesús Juan ya estaba convencido de la resurrección.
20:9 Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos. -- Una de las pruebas más importantes de la resurrección era la voz de la profecía. En el camino a Emaús los dos discípulos "se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?" (Luc. 24:32). Jesús les abría las Escrituras cuando les explicó que en su muerte, sepultura y resurrección El las cumplió. "Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción" (Sal. 16:10). De esta manera David profetizaba acerca del Hijo de David, como explica el apóstol Pedro (Hech. 2:27). Los salmos profetizaban que Cristo sería exaltado para sentarse sobre su trono (el trono de David) (Sal. 2:7-9; Hech. 13:33). Véase también Isa. 53:10-12.
Jesús dijo a sus discípulos que el Hijo del Hombre "será entregado a los gentiles ... y le matarán; mas al tercer día resucitará. Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía" (Luc. 18:31-34). Jesús dijo a los judíos, "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré ... Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho" (2:19-22). "Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras" (Luc. 24:45).
En el día de Pentecostés Pedro citó lo que la Escritura (Sal. 16:10) había dicho acerca de Cristo, "Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción" (Hech. 2:26) y muchos creyeron, pero creyeron después del cumplimiento de la profecía.
La causa principal de la incredulidad en el mundo es que la gente no entiende o no cree lo que la Escritura dice. Si Juan y los otros apóstoles hubieran creído la Escritura (o si hubieran creído a Jesús), no habría sido necesario que vieran el sepulcro vacío, ni los lienzos y el sudario, ni a Jesús, pero ahora, por fin, habiendo visto este maravilloso fenómeno -- el cumplimiento de la Escritura --, la mente de Juan capta el significado de la Escritura acerca de la resurrección de Jesús. Ahora para él (y después para los demás) la Escritura tendría un significado nuevo. Aunque tal vez durante toda la vida hubiera escuchado y leído la Escritura, apenas ahora la están entendiendo. Como Jesús había dicho, "Si no viereis señales y prodigios, no creeréis" (4:48).
Muchísimos hombres creen la profecía bíblica sólo cuando se cumpla. ¿Cuándo creyeron los contemporáneos de Noé la profecía acerca del diluvio? ¿Cuándo creyeron los israelitas infieles las profecías de Lev. 26 y Deut. 28? ¿Cuándo creyeron los judíos la profecía de Mat. 24:2, 21? La mayoría de ellos creyeron sólo cuando el evento predicho ocurrió. Nos preguntamos, ¿y cuántos creerán la profecía acerca del castigo eterno sólo cuando el Señor les diga en el Día Final, "apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles" (Mat. 25:41)? Dios ha exaltado a Cristo "para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre" (Fil. 2:10, 11). En realidad los que mueren en pecado se convencen inmediatamente (véase Luc. 16:22, 23).
-- que era necesario que él resucitase de los muertos. -- "Le era necesario ... ser muerto, y resucitar al tercer día" (Mat. 16:21). Era necesario que Cristo muriera (3:14) y también que resucitase
20:10, 11 Y volvieron los discípulos a los suyos. Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; -- Estaba llorando porque ella y las otras mujeres habían venido al sepulcro trayendo "especias aromáticas" para ungir el cuerpo de Cristo (Mar. 16:1) y no lo encontraron. Tampoco creían la Escritura estas mujeres piadosas.
-- y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; -- El sepulcro vacío (con "los lienzos puestos allí, y el sudario ... no puestos con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte") convenció a Juan de la resurrección de Jesús, pero este fenómeno no convenció a María. La evidencia estaba delante de sus ojos, pero no la vio.
20:12, 13 y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies (esto nos recuerda de los serafines sobre el arca del pacto), donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor (aunque había sido crucificado, todavía era su Señor), y no sé dónde le han puesto. -- María estaba completamente preocupada (obsesionada) por la ausencia del cuerpo de Jesús, de tal manera que aunque conversara con ángeles parece que ni siquiera se daba cuenta de que eran ángeles.
20:14 Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. -- "Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo" (Mar. 16:12), "Mas los ojos de ellos (los dos discípulos en el camino a Emaús) estaban velados, para que no le conociesen" (Luc. 24:16). Jesús enseñó a estos discípulos y cuando estaba sentado con ellos a la mesa, "les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron" (Luc. 24:31). "Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús" (21:4). Estos textos indican que aunque Jesús resucitó corporalmente (20:27; Luc. 24:39), había diferencias en su aspecto o de alguna manera a veces evitaba que lo reconocieran. La verdad es que sus apariciones eran muy especiales. El ya no estaba con sus discípulos como antes, conviviendo con ellos, sino que se manifestó a ellos (y desapareció) en varios lugares de manera especial durante cuarenta días.
Cuando anduvo con los dos discípulos en el camino a Emaús "los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen" (Luc. 24:16), porque El quería explicarles las Escrituras que hablaban de El. Parece, pues, que Cristo quería que los discípulos se convencieran por la Escritura aun antes de convencerse por los sentidos físicos (JWM).
20:15 Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?' Ella, pensando que era el hortelano (Juan no explica por qué ella no reconoció la voz de Cristo), le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
20:16 Jesús le dijo: ¡María! ("A sus ovejas llama por nombre", 10:3) Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). -- Esta fue la primera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos. Ahora María reconoce la voz de Cristo. Ella vio a Cristo Jesús resucitado de entre los muertos. Con el testimonio de dos o tres testigos una verdad está confirmada, pero la resurrección de Jesús no fue confirmada por solamente dos o tres testigos sino por el de cientos de testigos (1 Cor. 15:1-8).
Los enemigos de Cristo dicen que las "llamadas apariciones" de Jesús eran alucinaciones de María y las otras personas, pero Jesús apareció a muchas personas ("apareció a más de quinientos hermanos a la vez", 1 Cor. 15:6). ¿Todos estos tenían la misma alucinación? Alguna persona nerviosa puede tener una alucinación, pero nunca se oye de que muchas personas tengan la misma alucinación al mismo tiempo y que la tengan repetidas veces durante cuarenta días. Es fácil creer en la resurrección, pero es muy difícil creer las "explicaciones" insensatas de los incrédulos
20:17, 18 Jesús le dijo: No me toques (deja de aferrarte a mí, RVR77; Lit. no me agarres, LBLA, margen), -- Jesús no prohibió que sus discípulos le tocaran (20:27; Luc. 24:39) y aun permitió que le adoraran (Mat. 28:9), pero parece que María no entendía el significado de la resurrección de Jesús. Había resucitado de entre los muertos, pero ahora habría un cambio significativo en la relación entre El y sus discípulos. Sin duda en esos momentos estaba pensando, ahora, otra vez, tenemos a Cristo con nosotros y siempre estará con nosotros. Durante su ministerio personal El estaba con ellos todo el tiempo, y parece que María creía que otra vez estaría con ellos como antes, física y perpetuamente, que ahora otra vez tendrían la misma relación física con El como su amado Maestro. A ella le gustó mucho estar con El, escuchar su enseñanza, observar sus señales y buenas obras. Quería un Cristo visible, el buen Amigo (15:15). Quería oír su voz, servirle (Luc. 8:3) y adorarle. No le faltaba devoción pero sí le faltaba comprensión, pues no entendía que esos días de andar por vista ya se estaban acabando, y que ahora tendría que andar por fe. No entendía que sólo por unos cuantos días Jesús se manifestaría de manera breve a sus discípulos y entonces volvería al Padre.
-- porque aún no he subido a mi Padre; -- La relación permanente que Jesús tendría con sus discípulos comenzaría cuando El ascendiera al Padre, y les enviara al Espíritu Santo. De esta relación o comunión El había hablado en Juan 14:18, 23, 28. Así pues, la verdadera y permanente comunión entre Cristo y sus discípulos comenzaría después de la ascensión de Cristo y el descenso del Espíritu Santo.
-- mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. -- ¿Por qué distingue entre mi y vuestro? La relación entre Cristo y el Padre era única (5:18; 10:30), y esta era otra manera de afirmar su Deidad.
-- Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas. -- "Volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás ... Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían" (Luc. 24:11; Mar. 16:11, 14). Los apóstoles no esperaban la resurrección de Jesús, y aun ahora rehúsan creer a las mujeres piadosas que lo habían visto. Este detalle efectivamente refuta el argumento de los incrédulos de que los apóstoles eran crédulos, que como niños creían en la resurrección porque tanto la anhelaban. ¡Ellos no la esperaban! ¡No la anhelaban! En lugar de ser crédulos eran muy incrédulos, y sólo con las apariciones de Jesús en las cuales El insistía en que ellos vieran y palparan sus manos, sus pies y costado, se convencieron.
20:19 Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz (14:27) a vosotros. -- No era necesario quitar la piedra del sepulcro para que Jesús saliera; más bien, se quitó la piedra para que los discípulos pudieran ver el sepulcro vacío. Jesús podía manifestarse cuándo y dónde El quisiera. Tampoco tuvo que entrar en una casa por una puerta abierta. Podía aparecer o desaparecer según su voluntad.
Por causa de este fenómeno se discute mucho sobre cómo era el cuerpo de Jesús después de su resurrección. Dicen algunos que su cuerpo ya estaba en el proceso de cambiarse en el cuerpo glorioso, etc., pero ¿con qué propósito se habla así? Antes de morir ¿no andaba sobre el agua? (6:19). ¿Se requería un cuerpo especial para hacer eso?
Cuando Jesús entró y dijo, "Paz a vosotros", "Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu" (Luc. 24:37). En lugar de sentir paz en su alma sólo sentían espanto y temor y esto fue causado por su falta de fe en la resurrección ("Porque aún no habían entendido la Escritura", 20:9).
20:20 Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado (Luc. 24:39, 40). Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. -- La señal de los clavos y la lanza era un testimonio convincente de dos cosas: (1) que Jesús tenía un verdadero cuerpo humano (algunos gnósticos decían que el Cristo no ocupó un cuerpo verdadero, sino que era un fantasma, solamente teniendo el aspecto de un cuerpo físico); y (2) que ese cuerpo había resucitado de entre los muertos.
20:21 Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. -- La palabra apóstol quiere decir enviado. Este texto corresponde a la Gran Comisión registrada por los otros autores (Mat. 28:19; Mar. 16:15; y Luc. 24:47).
20:22 Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. -- De esta manera Jesús repite la promesa del Espíritu Santo (14:16; 15:26; 16:7-14), y sopló sobre ellos para simbolizar su venida, pero como los otros textos claramente explican el Espíritu Santo vino sobre ellos el día de Pentecostés. No comenzaron a predicar el evangelio (anunciando los requisitos para el perdón de pecados) en ese momento, pues Jesús aún no había ascendido para ocupar su trono (Hech. 2:33-36). Cuando Jesús les dio la Gran Comisión, les dijo, "pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto" (Luc. 24:49; Hech. 1:4, 5). El verdadero cumplimiento de esta promesa se ve en Hech. 2:1-4. Pedro habla del día de Pentecostés como el principio (Hech. 11:15).
Los profetas, guiados por Dios, solían hacer algún acto representativo o simbólico de la profecía que entregaban (Jer. 13, la señal del cinto podrido, para simbolizar que Dios haría "podrir la soberbia de Judá, y la mucha soberbia de Jerusalén"; Jer. 18, la señal del alfarero y el barro, para indicar que como el alfarero podía hacer otra vasija de la que se echó a perder en su mano, así podía Dios restaurar a su pueblo (o a otras naciones). Así pues, el soplar de Jesús era un acto simbólico, una repetición de la promesa de la venida del Espíritu Santo
20:23 A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos. -- Basándose en este texto el clero romano afirma que puede perdonar (absolver) pecados, porque pretenden ser sucesores de los apóstoles. El concepto del clero romano es que el perdonar pecados es cuestión del juicio humano, pero sólo Dios puede perdonar pecados (Mar. 2:7). Este texto significa, pues, que los apóstoles remitirían y retendrían pecados al predicar los mandamientos del evangelio; es decir, siendo guiados por el Espíritu Santo al predicar el mensaje de salvación, habían de nombrar los requisitos que la gente debería cumplir para obtener el perdón de pecados (Mat. 28:19; Mar. 16:16; Hech. 2:38). De la misma manera Pedro ocuparía las llaves del reino para atar y desatar (Mat. 16:18, 19). Con las llaves del evangelio abrió las puertas del reino para los judíos (Hech. 2) y para los gentiles (Hech. 10).
20:24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. -- Juan no explica la razón de su ausencia. Por no estar presente él perdió una bendición grande, la de ser testigo ocular de la resurrección de Jesús. Tuvo que vivir otra semana más en la incredulidad. De la misma manera todo hermano que falta en su asistencia a una reunión de la iglesia pierde una bendición de Dios.
20:25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. -- No creyó el testimonio de los otros apóstoles quienes habían sido sus compañeros durante más de tres años. Dijo que tendría que ver y también palpar; es decir, no sólo no creyó el testimonio de los otros apóstoles, y no sólo no creería el testimonio de sus propios ojos, sino que nombra otro requisito: que a menos que pudiera meter su dedo en el lugar de los clavos y meter su mano en su costado, no creería. La incredulidad no es razonable; más bien es arrogante, pues insiste en establecer los requisitos para creer.
20:26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. -- Jesús se manifestó a sus apóstoles "la noche de aquel mismo día, el primero de la semana" (20:19) y ahora "ocho días después" (el siguiente primer día de la semana) se reunió con ellos otra vez. No se puede negar que era muy significativo que estas reuniones de Cristo con sus discípulos ocurrieron en el primer día de la semana. El día de Pentecostés (Hech. 2) también fue el primer día de la semana. Los discípulos de Troas se reunieron el primer día de la semana para partir el pan (Hech. 20:7), y los corintios -- al igual que las iglesias de Galacia -- habían de ofrendar cada primer día de la semana (1 Cor. 16:2).
20:27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. -- Este es otro ejemplo de la omnisciencia y la omnipresencia de Cristo, pues le habla como si hubiera estado presente y le hubiera escuchado (en realidad El escucha a todos todo el tiempo). Los apóstoles serían los testigos y los mensajeros de Cristo (Hech. 1:8); por eso, fue imprescindible que estuvieran plenamente convencidos de la resurrección. Nosotros no tenemos que ver, oír y palpar, pero sí era necesario que ellos vieran, oyeran y palparan, para ser testigos competentes de la resurrección de Jesús para poder convencer con su testimonio a muchos otros (1 Jn. 1:1-3).
No alabamos la actitud de Tomás, pues le convenía creer en la resurrección de Jesús al oír el testimonio de los que lo habían visto, pero el hecho de que Tomás exigiera tanta evidencia ayudó para confirmar la resurrección.
Jesús quiere que todos examinen con cuidado la evidencia que confirma la verdad (1 Tes. 5:21; Hech. 17:11) y cuánto más debemos examinar con cuidado la enseñanza de todo maestro (1 Jn. 4:1; Apoc. 2:2).
20:28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! -- Aquí tenemos otra confesión de la Deidad de Cristo. Se puede decir que él representa a muchas personas que dudan, y puesto que él se convenció, los otros que dudan deben estar convencidos por el testimonio de él.
20:29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron . -- Jesús no alabó la fe de Tomás (compárense Mat. 8:10; 15:28). En pocos días principiaría una nueva etapa en la cual los discípulos de Jesús no andarían por vista sino por fe (2 Cor. 5:7). Durante el ministerio personal de Jesús, "muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía" (2:23). Los discípulos de Cristo creyeron en El porque vieron la prueba (la evidencia) de su Deidad. "Bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oir lo que oís, y no lo oyeron" (Mat. 13:16, 17). También durante el ministerio de los apóstoles las señales eran necesarias para confirmar la palabra (Mar. 16:20; Hech. 14:3; Heb. 2:3, 4), pero ahora los que llegan a ser creyentes lo hacen por medio de oír la Palabra de Dios (Rom. 10:17; 1 Ped. 1:8, "a quien amáis sin haberle visto"; Heb. 11:1, 27).
20:30 Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. -- Por lo tanto, las señales registradas por Juan son ejemplos de las muchas que Jesús hizo.
20:31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre. -- Este versículo bien expresa el propósito de este libro. No es una biografía, sino una selección de las señales, obras y enseñanzas de Jesús que son adecuadas para producir la fe que salva.
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