Hechos 1

 

1:1 -- En el primer tratado, -- el Evangelio según Lucas. Véase Lucas 1:1-4. El libro de Lucas fue dirigido a "Teófilo" (Luc. 1:3). El libro de Hechos fue dirigido también a Teófilo (Hech. 1:1). El "primer tratado" registra la vida de Jesucristo, desde su nacimiento hasta su ascensión: en él "hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba". El autor de los dos tratados era Lucas. Los pasajes en Hechos que dicen "nosotros" incluyen a Lucas (16:10, 11; 20:5, 6). Era compañero de Pablo desde Troas (Hech. 16:10) y estaba con él como ayudante en Roma (2 Tim. 4:11; Filemón 24). Se llama "Lucas el médico amado" (Col. 4:14,).

          -- oh Teófilo -- Fueron dirigidos los dos tratados a "Teófilo". Lucas le dice, "oh excelentísimo Teófilo" (Luc. 1:3); se supone pues que él era un oficial del gobierno (compárese Hech. 23:26; 26:25), pero no tenemos información exacta sobre su identidad. Algunos creen que se omite el título "excelentísimo" en Hechos 1:1 porque posiblemente el primer tratado le hubiera convencido y que tal vez hubiera obedecido al evangelio. En tal caso el saludo sería menos formal.

          -- todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar -- ¿Por qué dice "hacer" antes de "enseñar"? Porque Jesús practicó lo que enseñó; lo que enseñó es lo que practicó. "Jesús predicó su propia vida" (Boles).

          La expresión "comenzó a hacer" equivale a "hizo" (véase Mar. 6:7; también Mar. 14:65 y el texto paralelo, Mat. 26:67). Al decir "todas las cosas" quiere decir las cosas más importantes. El libro de Lucas es un registro adecuado de los hechos y enseñanzas de Jesús. Compárese Juan 20:30, 31; 21:25, "hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir". Sin embargo, es importante observar que Juan habla de lo que Jesús "hizo" y no dice que se han omitido algunas de las enseñanzas de Jesús. No fue necesario registrar todo hecho de Jesús, pero sí fue necesario registrar toda la verdad que El enseñó.

          Hechos es la continuación de la historia de "las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar". El evangelio según Lucas pone el fundamento sobre el cual la iglesia se edificó (compárese Mat. 16:18). Aun el libro de Hechos no termina la historia, sino que es la historia de los principios del reino. La obra de Jesús continúa en su iglesia (su reino) hasta el fin del mundo. Jesús continúa con sus apóstoles: "he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo", Mateo 28:20.

          En Luc. 4:18 se revela la obra del Señor: dar buenas nuevas a los pobres ... sanar a los quebrantados de corazón ... pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. "Jesús anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo" (Hech. 10:38). Jesús hizo muchas señales y "éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo" (Juan 20:30, 31).

          En cuanto a su doctrina, Mat. 7:28, 29 dice, "la gente se admiraba de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas". La doctrina de Jesús es la que recibió del Padre, Juan 17:8, 14. Jesús entregó esta doctrina a los apóstoles. (El Espíritu Santo se la reveló, Juan 14:26; 16:3). Si obedecemos la doctrina de Cristo, hacemos la voluntad de Dios (Mat. 7:21-23). Es importante observar que Jesucristo predicó su propia vida (lo que El vivió) y vivió su propia doctrina (lo que El enseñó). Su doctrina se encuentra en sus hechos, y sus hechos demuestran sus enseñanzas. Juan 8:46, "¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?" Compárese Hech. 7:22, "Moisés ... era poderoso en sus palabras y obras". Así también eran los otros grandes personajes de la Biblia. Se observa en Hech. 20:18, 19, 33, 34; 26:4 que la vida de Pablo era consecuente con su doctrina.

          El libro de Lucas habla de Jesús y Hechos habla de su iglesia. La obra de la iglesia es la extensión de la obra de Cristo.

 

1:2 -- Hasta el día en que fue recibido arriba, -- Los libros de Lucas y Hechos tienen en común un detalle muy importante: la ascensión de Jesús. Véanse Luc. 24:50, 51 y Hechos 1:9-11. La ascensión de Cristo al cielo es el fin de su ministerio terrenal y el principio de su reinado desde el cielo. Véanse 1 Tim. 3:16; Heb. 6:19, 20.

          -- después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; -- Lucas se refiere a las palabras finales de Jesús, es decir, la Gran Comisión de ir y predicar el evangelio a todas las naciones, Mateo 28:18-20; Mar. 16:15, 16; Lucas 24:47. De esta Gran Comisión los apóstoles recibieron la autoridad para hacer los Hechos de los Apóstoles. Durante su ministerio personal Jesús no autorizó a los apóstoles a anunciar que El era el Cristo (Mat. 16:20; 17:9), porque ellos no entendían la misión de Cristo ni la naturaleza de su reino, pero ahora, bajo la Gran Comisión deberían predicar a Jesús como el Cristo, guiados por el Espíritu Santo.

          Por lo tanto, ya que los apóstoles pronto comenzarían a predicar a Cristo resucitado, a éstos Jesús apareció, pues, dándoles pruebas indubitables de su resurrección. De esta manera ellos estarían plenamente calificados como testigos de Cristo.

          Mar. 3:14, 15, "Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios". Los apóstoles fueron escogidos por Cristo para estar con El y aprender de El y su enseñanza para poder predicar el evangelio a todas las naciones. La "escuela" o "instituto" que Jesús estableció para entrenar a sus apóstoles era todo sitio donde Jesús enseñaba (junto al mar, en la montaña, en la sinagoga, en el templo, etcétera). La "escuela para predicadores" establecida por Pablo para entrenar a Timoteo, Tito y otros compañeros era todo sitio donde él enseñaba (en la sinagoga, en la plaza, en la cárcel, etcétera). Las iglesias primitivas no tenían "escuelas para predicadores", como las que existen entre las iglesias liberales.

          Los apóstoles fueron escogidos para ser los testigos de Cristo, Juan 15:27; Luc. 24:48; Hech. 1:8; 10:41.

          Los apóstoles fueron escogidos para ser los embajadores (representantes oficiales) de Cristo, plenamente vestidos de poder para continuar la obra de El, 2 Cor. 5:20.

          Por lo tanto, los cristianos perseveran en la doctrina de los apóstoles, Hech. 2:42; 2 Ped. 3:2; 1 Cor. 14:37.

 

1:3 -- a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, (convincentes, LBLA) -- El tema central de la predicación de los apóstoles era la resurrección de Jesucristo. Era indispensable, pues, que ellos creyeran firmemente en este evento tan importante. Jesús tuvo que asegurarse de que sus apóstoles no se equivocarían ni se engañarían a sí mismos.

          Al decir "pruebas indubitables" -- pruebas convincentes -- Lucas se refiere a lo que los apóstoles vieron, lo que oyeron, lo que tocaron (1 Jn. 1:1, 2), no solamente una vez, sino repetidas veces, durante cuarenta días. De otro modo ¿cómo podían ser testigos? 1:8; 2:32.

          Los apóstoles no estaban predispuestos a creer. Al contrario, véanse Luc. 24:11 (cuando las mujeres dieron nuevas de la resurrección de Jesús a los apóstoles, "a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían") y Mar. 16:14 (después de su resurrección Jesús "les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado").

          Algunos suponen que los apóstoles fueron engañados debido a que reinaba gran expectación entre ellos por la resurrección de Jesús, pero estos textos revelan que ellos no esperaban la resurrección de Jesús.

          Además, al recordar que los apóstoles estuvieron con Jesús durante todo su ministerio personal (más de tres años), sabemos que no podían equivocarse en cuanto a la identidad de Jesús.

          Estos once testigos eran competentes, pues eran hombres honrados, y no lo vieron solamente una vez sino varias veces durante cuarenta días, en distintos lugares (en Galilea, en el camino a Emaús, en el monte de Olivos, etc.), y por último eran testigos oculares de su ascensión al cielo.

          La resurrección de Jesús confirmó su Deidad, Rom. 1:4, "fue declarado Hijo de Dios con poder ... por la resurrección".

          El "fue resucitado para nuestra justificación", Rom. 4:25.  "Si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe ... somos hallados falsos testigos ... aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres", 1 Cor. 15:14-19.

          La resurrección de Jesús fue confirmada por la naturaleza de la tumba: fue "un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno" (Juan 19:41). Había sepulcros familiares, por ejemplo, en cuevas, pero la sepultura de Jesús no fue así. No podía haber confusión en cuanto a la identidad del cuerpo de Jesús. Su sepulcro fue labrado en la peña (Mat. 27:60); José de Arimatea tomó el cuerpo de Jesús "y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña". Si Jesús hubiera sido sepultado en una cueva, los enemigos habrían podido decir que sus discípulos habían sacado su cuerpo por alguna de las salidas de la cueva, pero en el sepulcro de José, labrado en la peña, no había tales salidas. José hizo "rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro" (Mat. 27:60). Para evitar que el cuerpo fuera robado, los judíos "aseguraron el sepulcro, sellando la piedra" (Mat. 27:66). Y, por último,  pusieron "la guardia" (Mat. 27:66).

          Después, varias personas inspeccionaron el sepulcro el primer día de la semana y lo encontraron vacío, Juan 20:1-8, 11. Entonces, ¿Cómo se puede explicar "el sepulcro vacío"? La verdad es la única explicación razonable: ¡Cristo resucitó!

          -- apareciéndoseles durante cuarenta días -- De aquí en adelante apareció a sus discípulos y estuvo con ellos por cuarenta días. El apareció a varias personas. Apareció a María Magdalena el primer día de la semana. Mar. 16:9, "Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena". (Véase también Juan 20:11-). Apareció a otras mujeres, Mat. 28:9, 10.    Apareció a Pedro solo, Luc. 24:34; 1 Cor. 15:5. Apareció a dos discípulos que iban a Emaús, Luc. 24:15. Apareció a diez discípulos en Jerusalén (estuvo ausente Tomás), Luc. 24:36-43; Juan 20:19-25. Apareció a los once apóstoles una semana después (estando presente Tomás), Juan 20:26-29; 1 Cor. 15:5. Apareció a los siete junto al mar de Tiberias, Juan 20:1-23. Apareció a más de quinientos hermanos a la vez, 1 Cor. 15:6. Apareció a Jacobo solo, 1 Cor. 15:7. Apareció a los once apóstoles, 1 Cor. 15:7; Luc. 24:44-49; Hech. 1:3-8.

          Por lo tanto, la evidencia para confirmar la resurrección de Jesús es amplia e innegable. "Se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días".

          La palabra "apareciendo" se traduce "siendo visto" en la Versión Moderna. Les habló, Juan 20:14-16, etc. "Palparon nuestras manos", 1 Juan 1:1; Juan 20:26-29. Le palparon para ver que en verdad El tenía cuerpo de carne y sangre (Luc. 24:39, "Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo"). Comieron y bebieron con El, Hech. 10:41. Durante cuarenta días podían verle, palparle, conversar con El, expresar dudas, reflexionar y considerar las "pruebas indubitables".

          -- y hablándoles acerca del reino de Dios" -- Jesús siguió instruyendo a sus discípulos. No hay registro de las palabras que el Señor les habló pero tenemos la plena seguridad de que los libros del Nuevo Testamento contienen no solamente la enseñanza pronunciada por Jesús durante aquellos cuarenta días, sino también "toda la verdad" acerca del reino (Juan 16:13).

          Juan el bautista, Jesús y los apóstoles habían dicho: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mat. 3:2; 4:17; 10:7). Las expresiones "el reino de Dios" y "el reino de los cielos" se usan indistintamente. Jesús había descrito el carácter de los habitantes del reino de los cielos (Mat. 5:3-10 y todo el sermón del monte; 18:3). Jesús habló varias parábolas para explicar la naturaleza de su reino (Mat. 13; 18:23; 20:1; 22:2; 25:1, 14; Juan 18:36). Sin embargo, durante el ministerio personal de Jesús los discípulos no podían comprender la naturaleza verdadera del reino debido a sus conceptos materialistas.

          Pero ahora seguramente sus ideas de un reino terrenal fueron grandemente modificadas, porque ya entendían que el Mesías no vino para conquistar los ejércitos de Roma sino para sufrir y morir por nosotros. Durante los cuarenta días Jesús siguió hablándoles acerca del reino de Dios y, sin lugar a dudas, ellos habían entendido mucho mejor la naturaleza del reino. Entonces cuando vino el Espíritu Santo les recordó la enseñanza de Jesús (Juan 14:26), y les guió a toda la verdad. De esa manera se corrigió cualquier malentendido que hubieran tenido los apóstoles en cuanto al reino.

          ¿Cuándo vino el reino? Jesús había indicado claramente cuándo sería establecido su reino. Juan el bautista y Jesús anunciaron que el reino se había acercado (Mat. 3:2), y Jesús dijo, "Hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder", Mar. 9:1. José de Arimatea "esperaba el reino de Dios", Luc. 23:51. Después de su resurrección, Jesús dijo a los apóstoles, "quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto", Luc. 24:49. Inmediatamente antes de ascender al cielo, Jesús dijo a los apóstoles, "seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días ... recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo", Hech. 1:5, 8. Esta promesa se cumplió el día de Pentecostés, Hech. 2:1-4. El reino iba a venir con poder; los apóstoles iban a recibir poder; lo recibieron cuando el Espíritu Santo vino sobre ellos. Por lo tanto, el reino vino cuando el poder (el Espíritu Santo) vino en el día de Pentecostés.

 

1:4 -- Y estando juntos, -- De esta ocasión hablan Mateo 28:16-20; Marcos 16:14-18; y Lucas 24:36-49, en la cual Jesús les dio la "Gran Comisión" de ir y predicar el evangelio a todas las naciones.

          -- les mandó que no se fueran de Jerusalén -- Esto corresponde a Lucas 24:49, "pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto". Por esta razón "les mandó que no se fueran de Jerusalén". Iban a predicar el evangelio a todas las naciones, pero no podían hacerlo sin la ayuda del Espíritu Santo. Deberían, pues, esperar su venida en el día de Pentecostés. Dice Lucas 24:52, "volvieron a Jerusalén con gran gozo". Hechos 1:12 dice, "Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar".

          Al hablar del reino el profeta Isaías dijo (2:3) que la palabra de Dios saldría de Jerusalén.

          -- sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. -- Es decir, la promesa del Espíritu Santo. Véase el ver. 5. El "poder" prometido a los apóstoles fue el bautismo con el Espíritu Santo. Luc. 24:49, Jesús habla de "poder desde lo alto", y en Hech. 1:5 dice, "seréis bautizado con el Espíritu Santo"; y otra vez en Hech. 1:8 Jesús habla de "poder".

 

1:5 -- Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo -- Esta es la promesa de la cual habló Juan. Luc 3:16, "respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo ... él os bautizará en Espíritu Santo y fuego". Cristo repitió esta promesa y dijo que era para los apóstoles, Hech. 1:2, 5.

          Jesús les había dado esta misma promesa en Juan 14:26; 15:26; 16:7-14. Se cumplió la promesa el día de Pentecostés, Hech. 2:1-4, 33. Después de su resurrección, Jesús estuvo con sus apóstoles y otros discípulos durante cuarenta días, y diez días después de su ascensión llegó el día de Pentecostés.

          El bautismo con el Espíritu Santo no era un mandamiento, sino una promesa: "la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí" (1:4). El bautismo en agua es un mandamiento, pero el bautismo con el Espíritu Santo nunca fue mandado.

          ¿A quiénes se prometió el Espíritu Santo? Dice Jesús, "vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo" (1:4). El pronombre "vosotros" se refiere a los apóstoles. Obsérvese que el ver. 2 dice, "a los apóstoles", y que el ver. 4 dice, "estando juntos". Es obvio que esta promesa fue hecha por Jesús a los apóstoles.

          Mateo 10:1 habla de "sus doce discípulos", a los cuales El dice en los vers. 19, 20, "en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros".

          Por lo tanto, esta promesa no fue hecha a todos los discípulos, sino solamente a los doce apóstoles. Es importante estudiar el contexto para saber quién habla y a quién se dirige.

          -- dentro de no muchos días. -- El poder vino el día de Pentecostés, Hech. 2:1-4. Dice el ver. 3, "apareciéndoseles durante cuarenta días". Dice Lev. 23:15, 16, "Y contaréis desde el día que sigue al día de reposo, desde el día en que ofrecisteis la gavilla de la ofrenda mecida; siete semanas cumplidas serán. Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová". Este texto se refiere al día de Pentecostés.

          Por lo tanto, la expresión "dentro de no muchos días" significa que el Espíritu Santo vendría en diez días (o sea, en el día de Pentecostés).

 

1:6 -- Señor, ¿restaurarás el reino a Israel -- Dice Marcos 1:14 que "Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios". En el Sermón del Monte Jesús describe el carácter de los ciudadanos del reino de Dios.        En las pa­rábolas Jesús describe la naturaleza espiritual del reino de Dios.

          Durante el ministerio de Jesús, cuando los apóstoles oían la palabra "reino", tenían otro concepto, porque esperaban un reino terrenal. Querían ocupar puestos elevados en un reino terrenal. Mateo 18:1; Mar. 9:33, 34; Luc. 9:46;  Mat. 20:20, 21; Luc. 22:24.

          Jesús les enseñaba la grandeza verdadera, la que se realiza a través de la humildad y el servicio a otros, pero los apóstoles no compartían ese concepto del reino; más bien sabían que los judíos eran el pueblo escogido de Dios y que al venir su Mesías seguramente les esperaban grandes honores y privilegios.

          El sueño dorado de los judíos era la restauración del reino de David en el cual gozarían de la victoria sobre sus enemigos. El reino glorioso de David había caído pero los profetas hablaron de "restaurarlo", Hech. 15:15-18 (Amós 9:11, 12). Dios prometió dar el trono de David a su Hijo (el Mesías), 2 Sam. 7:12, 13; Luc. 1:32, 33.

          Pero el reino prometido sería el reino espiritual del Mesías, Luc. 17:20, 21; Juan 18:36. Obsérvese que 2 Sam. 7:12, 13 habla de este reino como la "casa" de Dios. Isa. 2:2-4 hace lo mismo. Pablo dice que la casa de Dios es la iglesia (1 Tim. 3:15). Por lo tanto, Dios no prometió "restaurar" el reino de David para que existiera otra vez cómo había sido, es decir, un poder político que les daría la independencia nacional, mucha gloria terrenal, etcétera. Los que esperan un reino literal de Cristo sobre la tierra que durará por mil años están igualmente equivocados.

          Algunos afirman que aún en esta ocasión los apóstoles esperaban un reino político, pero después de la muerte y resurrección de Jesús, cuando El les enseñaba "durante los cuarenta días ... hablándoles acerca del reino de Dios", "les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras" (Luc. 24:45). El comenzó "desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían" (v. 27). Para poder predicar "en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados" fue necesario que entendieran que "fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día" (vers. 46, 47). Al comprender el verdadero significado de textos como Isaías 53, entendían -- por fin -- que "era necesario que el Cristo padeciera estas cosas" antes de entrar "en su gloria" (v. 26).

          ¿No sería afectado su concepto del reino por la aclaración de estas profecías? Es muy probable que sí. No es razonable creer que no hubo cambio alguno en su comprensión. Si ahora entendieron que el Mesías tuvo que sufrir antes de tomar su reino, ¿cómo iba a tener un reino terrenal y político? No es necesario morir por los pecados del mundo para poder ocupar un trono político.

          Su pregunta no necesariamente implicó un concepto carnal del reino; solamente preguntaron si Jesús iba a restaurar "el reino a Israel en este tiempo". Toda la explicación de Jesús acerca de la necesidad de su muerte y resurrección, y de la necesidad de que El cumpliera la ley, los profetas y los salmos no descartó los muchos textos del Antiguo Testamento que hablan del futuro reino glorioso de Israel. Desde luego, los apóstoles tuvieron que aprender mucho acerca de ese reino y sobre todo en cuanto a su naturaleza universal (la conversión de los gentiles), pero su pregunta no es evidencia de que todavía eran carnales como antes (Mat. 20:1-2; Luc. 22:24).

          Jacobo, el hermano de Jesús, citó una profecía de Amós que habla de reedificar el tabernáculo de David (Hech. 15:15-18), y esta expresión significa la misma cosa que "restaurar el reino a Israel". Como dice un comentarista, "Indudablemente sus ideas carnales acerca del reino mesiánico habían sido modificadas ya, aunque hasta dónde, es imposible decir. Pero como ellos esperaban con sencillez alguna forma de restauración del reino de Israel, no se les contradice ni regaña sobre este punto" (Jamieson, Fausett y Brown).

          -- en este tiempo? -- Los apóstoles no preguntan si Jesús iba a restaurarlo, sino cuándo lo haría ("¿en este tiempo?"). Jesús "dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente" (Luc. 19:11).          Al ver los milagros de Jesús el pueblo ansiosamente esperaba la venida de su reino. Dice Juan 6:15, que Jesús entendió "que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey".

          Cuando Jesús fue crucificado parece que murió la esperanza de los discípulos (Luc. 24:21), pero ahora la esperanza revive y se atreven a preguntarle cuándo iba a llevar a cabo la gran obra de restaurar el reino.

          Jesucristo ocupó el trono de David pero no como los judíos habían esperado. (Luc. 1:32, 33; Hech. 2:30- 33; 15:15-18).

          (Otro pensamiento incidental, pero muy importante, es éste: los apóstoles preguntaron si Cristo iba a restaurar "en este tiempo" el reino. Esta pregunta indicaba claramente que el reino de Cristo todavía no se había establecido).

          El trabajo más difícil del mundo es el de vencer y remover el prejuicio religioso. Ya hemos visto lo difícil de desarraigar el concepto errado del reino que los apóstoles tenían.

          En Mateo 15 (Marcos 7) se observa cómo estaban aferrados los fariseos a sus tradiciones. Hoy en día los prejuicios errados del mundo religioso ciegan a millones de personas y no les permiten oír y aprender la verdad. Dice el apóstol Pedro (1 Ped. 1:18), "sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres".

 

1:7 -- No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad -- al hombre siempre le gusta saber lo que Dios no ha revelado. ¿Qué fue el aguijón que Pablo sufrió? ¿Por qué vino Nicodemo de noche? Varios profetas falsos -- mayormente los adventistas y los testigos del Atalaya -- han tratado de fijar la fecha de la segunda venida del Señor, pero léanse 1 Tes. 5:1-3; 2 Ped. 3:10. Es el papel de Dios -- y no del hombre -- fijar "los tiempos o las sazones". ¿Conviene saber cuándo vendrá Cristo? ¿Conviene saber cuándo vamos a morir? Claro que no.

          Lo importante no es el "cuándo" sino el "cómo". Ellos serían testigos de Cristo, pero se requería el poder divino. Por más de tres años Jesús les había enseñado acerca del reino, y el Espíritu Santo les iba a recordar esas enseñanzas y guiarles a toda la verdad sobre todas las cosas que pertenecen a la vida y la piedad (Juan 14:26; 16:13; 2 Ped. 1:3; 2 Tim. 3:16, 17).

 

1:8 -- pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, -- La promesa del Espíritu Santo era la promesa de poder. Véanse Luc. 24:49; Juan 14:26; 15:26; 16:7-13. Esta promesa se cumplió el día de Pentecostés, Hech. 2. Este texto (1:8) demuestra claramente que fue simplemente un acto simbólico cuando Jesús "sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos" (Juan 20:22, 23).

          Lo más importante, pues, no era saber cuándo el reino sería restaurado, sino la promesa de que "recibiréis poder". Esto debía ocupar su atención en lugar de su curiosidad acerca de fechas. Los apóstoles siempre querían poder. Disputaban acerca de quién tendría más poder. Ahora recibirían verdadero poder, no el poder que ellos esperaban, sino un poder mucho más grande e importante.

          Descripción de este poder:

          -- era poder para recordar la enseñanza de Jesús, Juan 14:26.

          -- era poder para revelar toda la verdad, Juan 16:3.

          -- era poder para confirmar la palabra con señales, Mar. 16:17-20; Hech. 14:3; Heb. 2:3, hablando en lenguas que no habían estudiado, sanando, levantando muertos, echando fuera demonios, etc.

          -- era poder que los judíos no podían resistir.

          -- era poder que los gentiles no podían resistir.

          -- era poder que las cárceles y cadenas no podían vencer, 2 Tim. 2:9.

          -- y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. -- Este texto es uno de los puntos claves del libro. Es como un bosquejo del libro. Da el índice geográfico del programa de evangelización que se llevaría a cabo.

          Los apóstoles eran los testigos escogidos, Hech. 10:41; Luc. 24:48; Juan 15:27 (habían estado con Jesús desde el principio; véase Hech. 1:21, 22); 1 Jn. 1:1-4; Hech. 10:39 conocían la vida y la obra de Jesús. No eran simplemente heraldos, sino testigos.

          Aparte de ellos, no hay más testigos ahora. Los apóstoles siguen siendo los testigos escogidos de Cristo. Ellos son los únicos verdaderos testigos de Jehová.

          La palabra "testigo" también se traduce "mártir". La palabra griega es martus o martur, "de donde proviene la voz castellana mártir, uno que da testimonio mediante su muerte" (Vine).

          Iban a predicar en Jerusalén y en Judea, Hech. 2-7. Jesús sería vindicado en la ciudad capital en la cual fue humillado y crucificado. A esta ciudad llegaban todos los judíos piadosos de todas las naciones para celebrar tres fiestas solemnes: la fiesta de la Pascua, la fiesta del día de Pentecostés y la fiesta de los Tabernáculos.

          Iban a predicar en Samaria, Hech. 8. Jesús había prohibido que los apóstoles predicaran a los samaritanos durante su ministerio personal (Mat. 10:5), pero El sí reconocía que ese campo estaba blanco para la siega (Jn. 4:35). Por lo tanto, después de predicar en Jerusalén y en Judea, llevaron el evangelio a Samaria, Hech. 8:1, 4, 5, 12, 14, 31.

          Después, llevaron el evangelio a todas las naciones, Hech. 10-28. Dice el Salmo 2:8, "Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra".

 

1:9 -- Y habiendo dicho estas cosas, -- las cosas mencionadas en Hech. 1:4-8, la Gran Comisión y la respuesta a su pregunta acerca del reino y la promesa del poder. "Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo" (Luc. 24:50, 51). El último acto de Jesucristo aquí en la tierra fue bendecir a sus apóstoles.

          En Hechos 1:9-11 Lucas suplementa lo que dice en Luc. 24:50, 51. Nos da información adicional acerca de este evento sobrenatural.

          -- viéndolo ellos, -- Los apóstoles fueron testigos de la ascensión de Cristo. No desapareció en la noche -- ni secretamente -- sino que ascendió al cielo ante los ojos de los apóstoles. Si Jesús hubiera desaparecido secretamente, esto habría causado confusión y mucho desaliento para los apóstoles, pero al verlo ascender, no les quedó ninguna duda en cuanto a dónde estaba.

          Los apóstoles no fueron testigos oculares del acto mismo de la resurrección, es decir, no estuvieron presentes cuando El salió del sepulcro, pero sí fueron testigos de la resurrección porque Jesús les apareció varias veces después de resucitar. Sin embargo, era necesario que ellos fueran testigos oculares de la ascensión. De esta manera podían testificar que habían visto la ascensión. Cuando Jesús ascendió, estaban "viéndolo". Compárese 2 Reyes 2:10,12, "y viéndolo Eliseo". Podían decir dónde estaba Jesús.

          -- fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. La entrada de Cristo en el mundo fue un milagro, (Mateo 1:18-25) y su salida del mundo fue otro milagro. Jesús había indicado a sus discípulos que iba a ascender al cielo. "¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?" (Juan 6:62); "os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré" (Juan 16:7); "No me toques, porque aún no he subido a mi Padre" (Juan 20:17), es decir, "no me agarres" para detenerme. (No prohibió que las mujeres le tocaran para adorarle: "abrazaron sus pies, y le adoraron", Mat. 28:9).

          La ascensión marca el fin del ministerio personal de Jesús en la tierra. "Después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días", pero después de aparecerles en esta ocasión, ya no volvieron a verlo en la tierra.

 

1:10 -- Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba -- Al hablar Lucas (9:32) de la transfiguración de Jesús, dice que los apóstoles "permaneciendo despiertos vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él". "Porque no hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros ojos su majestad" (2 Ped. 1:16). El testimonio futuro de estos testigos descansaría sobre lo que ellos vieron (como dice Pedro, "con nuestros ojos"); "me seréis testigos ... " (Hech. 1:8; 1:22; 2:32; 3:15; 5:32; 10:39). Era necesario que los apóstoles fueran testigos de estas cosas porque ellos eran los embajadores de Cristo (2 Cor. 5:20).

          -- he aquí, se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, -- Se llaman "dos varones", pero "con vestiduras blancas", dando a entender que eran ángeles. Compárense 5:19; 8:26; 10:3,7, 22; 11:13; 12:7-23; 27:23; también Mar. 16:5; Luc. 24:4; Juan 20:12. A pesar de lo que muchos artistas hayan pensado, los ángeles no aparecieron como mujeres, sino como varones.

 

1:11 -- Los cuales también les dijeron: Varones galileos -- todos los apóstoles, menos Judas Iscariote; eran de Galilea.

          -- ¿por qué estáis mirando al cielo? -- los apóstoles estuvieron "con los ojos puestos en el cielo", como si esperasen ver a Jesús otra vez, pero deberían entender que la salida de Jesús no fue simplemente por unos cuantos momentos u horas (como en el caso de Luc. 24:31), sino que fue su despedida final de ellos en cuanto a su existencia física en la tierra. En ese momento estaba regresando a su estado glorioso en el cielo (Juan 17:5). Ellos habían visto todo el panorama, y no había más que ver. Tampoco podían en ese momento seguirle. Esta pregunta indica que en lugar de contemplar deberían actuar.

          -- Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. -- Hay una relación estrecha entre la ascensión de Jesús y su segunda venida; ésta es tan segura como aquélla. La ascensión es la "promesa" de la segunda venida.

          Los discípulos de Jesús no estarán separados de El para siempre, porque vendrá otra vez. La segunda venida de Jesús será visible. "He aquí viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron" (Apoc. 1:7). Los apóstoles no deberían pensar que nunca verían a Jesús otra vez porque "Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo". El no iba a volver en esos momentos, pero sí vendría otra vez. Cuando ascendió "le recibió una nube" y cuando vuelva "seremos arrebatados ... en las nubes" (1 Tes. 4:17).

          Este mismo Jesús que ascendió al cielo vendrá en persona y vendrá gloriosa y visiblemente desde el cielo, cuando haya terminado su obra y vencido el último enemigo, la muerte.

          Otros textos que hablan de su segunda venida: 1 Cor. 15:23; Fil. 3:20; 1 Tes. 1:10; 5:1-3 (no sabemos cuándo); 2 Tes. 1:7-9 (vendrá también con fuego); Heb. 9:28; Apoc. 1:7, "todo ojo le verá" (porque las limitaciones terrenales de tiempo y espacio terminarán con la destrucción de la tierra, 2 Ped. 3:10).

          Esta promesa es de suma importancia para todo cristiano. 1 Tes. 4:18, estas palabras deben alentarnos.

         

Pensamientos adicionales acerca de la Ascensión de Jesús

          Jesucristo ascendió al cielo para ser nuestro Sumo Sacerdote. Aunque Jesús había completado su obra en la tierra, El tenía una obra muy importante que hacer en el cielo (el verdadero Lugar Santísimo), sirviendo como nuestro Sumo Sacerdote. La ascensión de Cristo es, pues, otra parte integral de la historia de la redención.

          Lev. 16:11-14 explica el servicio del Sumo Sacerdote en el día de la expiación que era tipo de lo que Jesucristo ha hecho por nosotros. Hebreos 9:9-15 explica el cumplimiento de ese tipo. Cristo entró en el verdadero Lugar Santísimo (el cielo) para ofrecer su propia sangre para expiar los pecados del mundo. "No por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención", Heb. 9:12.

          El es, por lo tanto, nuestro perfecto y único Mediador, 1 Tim. 2:5.

          Jesucristo ascendió al cielo para ser coronado Rey de reyes. "Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios" (Mar. 16:19). "Así que, exaltado por la diestra de Dios ..." (Hech. 2:33). Véanse también Rom. 8:34; 1 Cor. 15:24; Efes. 1:20; Apoc. 17:14.

          Era necesario que El ascendiera al cielo para poder enviar al Espíritu Santo a los apóstoles. Durante su ministerio en la tierra, Jesús estaba con sus apóstoles y otros discípulos en un solo lugar a la vez, pero el Espíritu Santo podía estar con todos los apóstoles al mismo tiempo aunque estuvieran repartidos en varios países. Comenzando el día de Pentecostés, el Espíritu Santo recordaba a los apóstoles las enseñanzas de Jesús y les guiaba a toda la verdad, Juan 14:26; 16:7-14.

          Jesús ascendió al cielo porque había terminado su obra en la tierra y el tiempo había llegado para que volviera al Padre -- Juan 17:4, 5; 19:30. En el relato de Mateo, Marcos, Lucas y Juan Jesucristo es el Personaje principal; ahora en Hechos los apóstoles son los personajes principales. Sin embargo, la historia de Hechos es en realidad la continuación de la historia de la autoridad, el poder y la obra de Jesucristo.

1:12 -- Entonces volvieron a Jerusalén -- Obedecieron a Jesús. "He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto" (Luc. 24:49). Entonces, dice el ver. 52, "Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo". Esto indica que los apóstoles comprendieron ese evento glorioso, reconocieron que en realidad Jesús había ascendido al cielo -- en lugar de simplemente desaparecer -- y que, sin lugar a dudas, El volvería otra vez.

          Después de este evento los apóstoles nunca se describen como incrédulos. Al contrario se ven como hombres plenamente convencidos de que Jesucristo resucitó de los muertos para ocupar su trono a la diestra de Dios. Estaban dispuestos a sufrir y aun morir por su predicación de esta verdad.

          "Aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo" Jn. 16:20. El siguiente versículo dice que "la mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo".

          -- desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo. -- El monte de Olivos estaba como a un kilómetro de Jerusalén.

 

1:13 -- Los once apóstoles. ¿Por qué se repiten sus nombres? Lucas ya había dado la lista (véase Luc. 6:14-16), pero era apropiado mencionar que todos, menos Judas Iscariote, estaban en su debido lugar. Cristo les dio la Gran Comisión, Mat. 28:19; Mar. 16:15; Luc. 24:47, y les había mandado que se quedaran en Jerusalén para esperar el poder del Espíritu Santo. Aquí están, pues, listos para empezar su ministerio.

          -- Judas hermano de Jacobo. -- Las listas de los apóstoles se encuentran en Mat. 10:2-4; Mar. 3:16-19; Luc. 6:14-16 y aquí. En las cuatro listas todos los nombres son iguales con la excepción de "Judas hermano de Jacobo". El texto griego dice simplemente "Judas de Jacobo" (pudo ser hermano o hijo, LBLA). Este apóstol es "Lebeo, por sobrenombre Tadeo" (Mat. 10:3).

 

1:14 -- Todos estos perseveraban unánimes -- Véanse 2:1, 46; 4:24; 5:12;  7:57; 8:6; 18:12 y 19:29; Rom. 12:16; Fil. 1:27. Ya habían dejado de disputar en cuanto a quién era el mayor (Luc. 22:24). Jesús oró por tal unidad (Jn. 17:21).

          -- en oración y ruego, -- "Estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios" (Luc. 24:53). Reconocían que Dios iba a hacer grandes cosas a través de ellos. Entendían que necesitarían mucha fuerza espiritual y mucha sabiduría para la tarea que les esperaba.

          -- con las mujeres, -- Dice Gál. 3:28, en Cristo, "no hay varón ni mujer"; el Nuevo Testamento se refiere a muchas mujeres fieles. Algunas mujeres servían a Jesús de sus bienes durante su ministerio personal (Lucas 8:1-3). Cuando llevaron a Jesús para crucificarlo, "le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él" (Luc. 23:27). "Pero todos sus conocidos, y las mujeres, que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas" (Luc. 23:49). "Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo" (Luc. 23:55).

          -- y con María la madre de Jesús, -- Esta es la última vez que María se menciona en el Nuevo Testamento. La madre de Jesús era simple y sencillamente una fiel seguidora de Jesucristo. Si Dios hubiera tenido otros planes para María -- algún papel especial en la iglesia --  aquí en este texto habría sido muy apropiado revelarlo. Toda la tradición de la Iglesia Católica Romana acerca de María (la llamada Concepción Inmaculada, la llamada Asunción de María, etc.) no la honra, sino que la desprecia. Son de las fábulas mencionadas por Pablo en 2 Tim. 4:4.

          -- y con sus hermanos.-- Durante el ministerio de Jesús estos no creían en El (Jn. 7:5); aun "los suyos" creían que El estaba "fuera de sí" (Mar. 3:21); sin embargo, aquí están con los apóstoles (Hech. 1:14). ¿Cómo se convencieron? Sin duda, por las "pruebas indubitables" (Hech. 1:1, 2). (No hay base alguna para afirmar que estos eran "primos hermanos" de Jesús. Véase Mat. 13:53-56). Jacobo, uno de los hermanos de Jesús, era uno de los ancianos de la iglesia de Jerusalén (12:17; 15:13-21; 21:18).

 

1:15 -- En aquellos días -- durante los días entre la ascensión de Jesús y el día de Pentecostés.

          -- Pedro se levantó en medio de los hermanos, -- ¿Este es el Pedro que negó a Jesús? Léase Mar. 16:6, 7, el ángel dijo a las mujeres que encontraron la tumba vacía, "Nos os asustéis ... Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo". ¿Por qué hace mención especial de Pedro? El Señor bien sabía que Pedro se había arrepentido de su pecado, aun llorando amargamente. Ese fracaso ya era una historia pasada. Por eso, ¡"decid a sus discípulos, y a Pedro"! Después Jesús le dio la triple orden que le ocuparía el resto de su vida: "Apacienta mis corderos", "Pastorea mis ovejas" y "Apacienta mis ovejas" (Juan 21:15-18). El Señor había hecho planes muy importantes para Pedro. Ahora comienza esa obra.

          "Pedro se levantó" no por ser el "Papa" de la iglesia, sino porque acostumbraba ser el primero en hablar (Mat. 14:28; 16:16) y en actuar (Jn. 21:7). Sin embargo, obsérvese que en Hechos 15 no presidió Pedro sino Jacobo (ver. 13-19).

          -- (y los reunidos eran como ciento veinte en número), -- sin duda estos eran una parte de los quinientos hermanos a los cuales Jesús apareció "a la vez" (1 Cor. 15:6). Véase el comentario sobre estos ciento veinte con respecto al bautismo con el Espíritu Santo (Hechos 2:4).

 

1:16 -- Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura -- Heb. 4:12. Todo propósito de Dios se lleva a cabo. Pedro entendía que las Escrituras habían predicho tres cosas que tuvieron que ser cumplidas: que el traidor sería uno de los apóstoles; lo que sería su destino; y que su oficio había de ser ocupado por otro. El caso de Judas parece ser un golpe para la causa de Cristo pero, en realidad, es un caso claro del cumplimiento de la profecía, y también éste hizo un papel necesario para llevar a cabo el plan de redención.

          "Era necesario que se cumpliese la Escritura", pero ¿qué indica esto acerca del libre albedrío de Judas? ¿Judas tenía que entregar a Jesús para cumplir la escritura? No, porque nadie está obligado a pecar, pero Dios lo había predicho, y Jesús sabía lo que iba a hacer (Jn. 13:21, 26). Sin embargo, Judas no fue forzado a hacerlo, sino que él mismo permitió que Satanás entrara en su corazón (Jn. 13:2, 27).

          -- en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, -- los apóstoles eran intérpretes fieles de las profecías. ¿Quién habló de Judas? Sal. 41:9 habla de las experiencias de David, pero se aplica también al hijo de David (el Mesías), Jn. 13:18.

          -- que fue guía de los que prendieron a Jesús, -- Judas fue escogido por Jesús para ser uno de sus apóstoles (Luc. 6:12-16). Recibió autoridad para hacer milagros; dice Mat. 10:1, "Entonces llamando Jesús a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia". ¿Cómo expresó su gratitud al Señor por tan grande favor? "Fue guía de los que prendieron a Jesús".

         

1:17 -- Era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio. -- Tenía oficio (apostolado), pero, abusando de la confianza depositada en él, lo abandonó y aun fue el "guía de los que prendieron a Jesús". Los que enseñan que es imposible caer de la gracia afirman que Judas no era un verdadero discípulo, y citan 1 Jn. 2:19 para probar que el hijo de Dios no puede caer, pero  Mat. 10:1 dice que Judas recibió autoridad y poder para echar fuera a los demonios al igual que los otros apóstoles. ¿Puede Satanás echar fuera a Satanás? Mat. 12:26. Además de eso, él era el tesorero del grupo de apóstoles, Jn. 12:6. Judas sí era discípulo de Jesús, pero él dejó su lugar "para irse a su propio lugar" (ver. 25).

          Compárese lo que Judas era y lo que llegó a ser. Compárese lo que podía haber sido y hecho con lo que en realidad "ganó". Judas podía haber participado en los eventos de Pentecostés. El podía haber participado en las obras tan importantes de los apóstoles registradas en este libro (Hechos de los Apóstoles).       Compárese también el caso de Esaú y su primogenitura (Gén. 25:34). Por último, compárese el miembro de la iglesia que es infiel. ¿Por qué habrá dejado este oficio tan honroso? Porque lo despreció.

 

1:18, 19 -- Es probable que los vers. 18,19 sean un paréntesis añadido por Lucas. Pedro no hubiera explicado que "aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre", porque sus oyentes sabían muy bien todos los detalles de lo que pasó con Judas, pero sí era necesario que Lucas lo explicara para Teófilo.

          -- Este, pues, con el salario de su iniquidad -- El pecado paga un salario. A Judas se le pagaron treinta piezas de plata, el precio de un esclavo, por entregar a Jesús. El pecado promete mucho gozo, pero paga con amargura. ¿Recibió Judas el placer que esperaba? Compárense los casos de Adán y Eva, Acán, el hijo pródigo, o el caso de la gente de nuestro tiempo. La verdad es que Judas se disgustó con su pecado. El dinero no le dio el placer que esperaba. ¿Qué hizo Pedro después de negar a Jesús? Mat. 27:75. David cometió adulterio porque creía que sería muy placentero, pero léase el Sal. 51 para ver la consecuencia verdadera de su pecado. Muchos creen que sería muy placentero vengarse, pero al hacerlo no reciben la satisfacción que esperaban.

          ¿Quién convenció a Judas a que devolviera el dinero? Su propia conciencia. Esto no indica placer sino remordimiento y miseria. Compárese Gén. 42:21, la conciencia de los hermanos de José les movió a decir, "Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no les escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia". No podemos escapar del pecado y su consecuencia. Gál. 6:7, 8. Núm. 32:23, "vuestro pecado os alcanzará".

          -- adquirió un campo, -- ¿Cuándo compró un campo? ¿Cómo? Léanse Mat. 26:14-16; 27:3-10.

          -- y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas su entrañas se derramaron. -- Compárese Mat. 27:5, "Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó". Lucas explica lo que le sucedió después de ahorcarse.

          -- aquel campo se llama en su propia lengua Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre. Su propia lengua era el arameo. Se llamó Campo de sangre porque fue comprado con dinero de sangre (dinero entregado para entregar sangre inocente).

 

1:20 -- Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; -- Los enemigos de David eran típicos de Judas, el enemigo de Jesús. Es interesante leer la historia de Ahitofel, amigo de David, que después le traicionó (2 Sam. 15:12, 31; 17:1-14, 23; Sal. 41:9) y -- al igual que Judas -- se ahorcó. Pedro interpreta Sal. 69:25 más 109:8 a la luz del caso de Judas.

          -- y: Tome otro su oficio. -- El significado de este texto es, que nadie debiera continuar lo que Judas hacía, y que su carrera debiera terminar para siempre.

 

1:21 -- Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, -- durante las varias actividades de su ministerio personal.

          -- comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, -- El bautismo de Juan marca el principio de la predicación del evangelio (10:37; 13:24; Mar. 1:1-4). Era necesario que el candidato hubiera sido fiel "todo el tiempo". Algunos volvieron atrás (Jn. 6:66).

          -- uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección. -- Había diferencia entre el ser testigo y el ser hecho testigo. Los apóstoles fueron escogidos o nombrados formal y oficialmente como testigos. Eran testigos que no solamente testificaban acerca de lo que habían visto, sino que testificaban infaliblemente porque el Espíritu Santo los guiaba. El apóstol tuvo que ser testigo de la resurrección, porque este era el tema central de su predicación para efectuar el arrepentimiento.

          Por eso, son falsos los "apóstoles" católicos (se dice que los obispos son los sucesores de los apóstoles y citan Mat. 28:20 para probarlo); también lo son los "apóstoles" mormones. "Has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos" (Apoc. 2:2). Desde luego, ahora no hay testigos de la resurrección.

         

1:23 -- Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. -- ¿Por qué no señalaron a otros? Probablemente estos dos eran los únicos calificados. Al seleccionar hermanos para ser ancianos y diáconos es importante que primero los miembros estudien 1 Tim. 3 y Tito 1; no conviene sugerir los nombres de hermanos que no están calificados.

          José y Matías no fueron mencionados en ninguno de los cuatro relatos de la vida de Jesús, pero aquí aprendemos que eran compañeros de Jesús y sus apóstoles.

 

1:24 -- Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, (1 Crón. 28:9; Jer. 17:10) muestra cuál de estos dos has escogido, -- Ellos sabían las obras de estos dos, pero Dios conoce el corazón. Podían escoger personas que reunían esos requisitos, pero había otro requisito que no podían juzgar (Jn. 2:24,25; 1 Sam. 16:7). En su primer libro Lucas dice varias veces que Jesús conocía los pensamientos de la gente (5:22; 6:8; 9:47).

 

1:25 -- para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar. -- ¿Fue predestinado Judas a ser condenado? Judas -- al igual que nosotros y todo el mundo -- escogió "su propio lugar". Judas pecó voluntariamente. Jn. 13:27, "Satanás entró en él", pero Sant. 4:7 dice "Resistid al diablo, y huirá de vosotros". Sant. 1:14 dice que "cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido". El pecado revela el corazón y el carácter. Judas era hipócrita (Mat. 26:14-16, 24, 25, 48-50). ¿Cómo fue posible que Judas traicionara a Jesús? Por causa de su carácter: por ser hipócrita y  ladrón (Jn. 12:6).

          ¿Es bueno dar tanta publicidad al fracaso de Judas? ¿No sería mejor no hablar del pecado y del fracaso de los hijos de Dios? ¿No harán burla los de afuera? Dios no hace acepción de personas; por eso, la Biblia habla con toda franqueza, no solamente de las virtudes del hombre, sino también de sus pecados.

 

1:26 -- Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; -- ¿Qué significa "suerte"? Generalmente eran tabletas de piedra, cada una con un nombre inscrito en ella, que se ponían en una caja y se sacudían hasta que una de ellas saliera, la cual indicaba la persona escogida por Dios. Véanse Núm. 26:55; 1 Sam. 10:20, 21; Prov. 16:33; 18:18; 1 Crón. 24:5.

          Lucas no habla de otro ejemplo de echar suertes. A través del resto del libro es obvio que el Espíritu Santo reveló la voluntad de Dios, Jn. 14:26; 16:13; Hech. 2; 15, etc.

          -- y fue contado con los once apóstoles. -- Algunos creen que Matías no era un apóstol verdadero; creen que Pablo completó el número de los doce, que Pedro no tenía el derecho de hacer lo que hizo, pero el Espíritu Santo dice a través de Lucas que Matías "fue contado con los once apóstoles" (ver. 26), y en Hechos 2:14, Pedro se puso de pie "con los once".

          Pablo fue escogido por el Señor para ser apóstol especial para los gentiles (Gál. 2:8), pero no "fue contado con los once apóstoles". ¿Era testigo de la resurrección de Jesús? Véanse 1 Cor. 9:1; 15:8; Hech. 22:14.

          Ya había doce apóstoles mucho antes de la conversión de Saulo de Tarso. Fue necesario que al comenzar la obra hubiera doce apóstoles, pero cuando Jacobo fue degollado por Herodes no se escogió otro apóstol para tomar su lugar.

 

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