Hechos 2

 

2:1 -- Cuando llegó el día de Pentecostés, -- La palabra Pentecostés significa quincuagésimo y se refiere a una fiesta solemne de los judíos que se celebraba cincuenta días después de la Pascua (Ex. 34:22; Lev. 23:15). Esta fiesta solemne se llamaba comúnmente la fiesta de semanas (Ex. 34:22; Núm. 28:26; Deut. 16:10; 2 Crón. 8:13) o la fiesta de cosecha (Ex. 23:16). En este día en que los judíos celebraban la cosecha había una cosecha de tres mil almas convertidas al Señor. La fiesta de Pentecostés era una de las tres fiestas anuales a las que todo varón judío tenía que asistir (Ex. 34:22, 23). No hay "Pentecostés cristiano".

          Este día era y es de gran importancia para los discípulos de Cristo porque:

          -- en este día los apóstoles fueron bautizados con el Espíritu Santo.

          -- Jesús dio la Gran Comisión después de su resurrección (Mat. 28:19; Mar. 16:15, 16) y en este día los apóstoles comenzaron a llevarla a cabo, predicando el evangelio en su plenitud.

          -- en este día la iglesia fue establecida (Mat. 16:18).

          -- en este día se cumplieron las profecías acerca de la venida del Espíritu Santo (Joel 2:28) y del establecimiento del reino en los últimos días (Isa. 2:2-4; Dan. 2:44, 45).

          Así es que "Cuando llegó el día de Pentecostés", llegó un día de suma importancia que había sido señalado por muchos textos del Antiguo Testamento.

          Este día de Pentecostés cayó en el primer día de la semana. Exodo 12 explica la Pascua de Jehová que los israelitas habían de celebrar cada año en el día 14 del primer mes (Ex. 12:6; Lev. 23:5). El primer día (el día 15) y el séptimo día de la fiesta de panes sin levadura eran días de reposo que no eran necesariamente sábados. "Y contaréis desde el día que sigue el día de reposo, desde el día en que ofrecisteis la gavilla de la ofrenda mecida; siete semanas cumplidas serán. Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová" (Lev. 23:15, 16). De esta manera calculaban el día de Pentecostés (la fiesta de la cosecha). Esta fiesta se llamaba "la fiesta de las semanas", porque habían de contar siete semanas, contando desde el día que seguía al día de reposo (el primer día de la fiesta de los panes sin levadura). Dice Lev. 23:15, "siete semanas cumplidas" o completas. Moisés no hablaba de sábados completos, sino de semanas completas (nunca habla de medio sábado). Por lo tanto, puesto que el día 14 de Nisán podía caer en cualquier día de la semana es obvio que también el primer día y el séptimo día de la fiesta de los panes sin levadura podían caer en cualquier día de la semana. Por eso no es correcto decir que el día de Pentecostés siempre cayó en el primer día de la semana. Compárese también Lev. 23:24; el día de expiación era el décimo día del séptimo mes y era día de reposo, pero obviamente podía caer en cualquier día de la semana. (Los comentaristas Keil y Delitzsch dan una explicación amplia de este asunto).

          -- estaban todos unánimes juntos. -- Conforme a la oración de Jesús, Jn. 17:21-23. Véanse también Hech. 1:14; Hech. 2:46; Rom. 12:16; Fil. 1:27; 2:2. El éxito del plan de Dios para su pueblo depende de que estén todos unánimes.

 

2:2 -- Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, -- Su venida se manifestó en forma audible; se oyó un "estruendo como de un viento recio que soplaba" (una ráfaga de viento impetuoso, LBLA). Compárense Ex. 19:19; Heb. 12:19); cuando comenzó la ley de Moisés Dios hizo milagros, y así también cuando comenzó la ley de Cristo.

 

2:3 -- y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, -- También su venida se manifestó en forma visible. El ruido era como de un viento y las lenguas repartidas eran como de fuego. Son comparaciones como la del Apoc. 14:2, "como de arpistas". En el Antiguo Testamento el fuego era otro símbolo de la presencia de Dios (Ex. 3:2; 19:18; Ezeq. 1:27).

          El bautismo en fuego de Mat. 3:11 se refiere al castigo eterno como indica el contexto, vers. 10, 12, y no tiene nada que ver con Hech. 2:3.

          -- asentándose sobre cada uno de ellos. -- Algunos creen que el pronombre ellos se refiere a los ciento veinte (1:15), pero el antecedente de ellos se encuentra en Hech. 1:26, apóstoles. Además de eso, obsérvese que los que hablaron en lenguas fueron los apóstoles (ver. 7, galileos), los que predicaron fueron los apóstoles (ver. 11), los que obraron milagros fueron los apóstoles (ver. 43) y los nuevos conversos perseveraban en la doctrina de los apóstoles (ver. 42). Si los ciento veinte hubieran recibido de esa manera al Espíritu Santo, estos textos habrían dicho "los ciento veinte" en lugar de "los apóstoles".

         

2:4 -- Y fueron todos llenos del Espíritu Santo -- esto fue el cumplimiento de 1:4, 8.

          -- comenzaron a hablar en otras lenguas, -- Mar. 16:17, Jesús dijo, "hablarán nuevas lenguas", es decir, serían nuevas para ellos, idiomas que nunca habían hablado antes de ese día. Estas lenguas no eran "sonidos extáticos" (según algunas versiones modernas de las Escrituras), porque los judíos de varias naciones (ver. 5) les oían hablar "en nuestra lengua en la que hemos nacido" (vers. 6, 8, 11). La palabra "lengua" significa "idioma". Los judíos no "estaban confusos" por no poder entender lo que decían los apóstoles, sino porque les extrañó que aquellos galileos pudieran hablar idiomas que no habían aprendido, es decir, no entendían el significado de tal fenómeno. (Compárense Hech. 4:13; Juan 1:46; Mat. 26:73). Algunos dicen que hay una diferencia entre las lenguas (glossais) de este versículo y las lenguas (dialekto) de los vers. 6 y 8, pero el uso de la palabra glossais en el del ver. 11 refuta esa idea e indica que los dos términos se usan indistintamente.

          El propósito de las lenguas se explica en 1 Cor. 14:22, "las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos". Así fue su propósito en el día de Pentecostés; muchos judíos incrédulos se convencieron. No hay texto que diga o implique que las lenguas fueron usadas por los apóstoles y otros para predicar el evangelio a las varias naciones. En primer lugar, eso no fue el propósito de ellas (como hemos visto en 1 Cor. 14:22), y en segundo lugar, tal cosa no fue necesaria porque el griego era el idioma universal de aquel tiempo.

 

2:5 -- Moraban entonces en Jerusalén judíos, -- Moraban provisionalmente, es decir, para la fiesta de Pentecostés.

          -- varones piadosos de todas las naciones bajo el cielo. -- Se llaman piadosos porque querían guardar con toda diligencia la ley de Dios; muchos de ellos hicieron un viaje muy largo para asistir a esta fiesta para agradar a Dios y para no ofenderle. Dios obra a través de los piadosos (Lucas 1:6, 38; 2:25, 37).

          ¿Por qué se mencionan las varias naciones representadas? Para recalcar el número de lenguas habladas, y también para presentar múltiples testigos del milagro. No hubiera sido posible engañar a tantas personas de diferentes naciones, usando algo tan conocido para ellos como lo era su propio idioma.

 

2:6 -- Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; -- Lucas usa la palabra multitud (plethos) muchas veces en este libro, aunque la Versión Valera Revisada de 1960 no siempre dice "multitud" (4:32; 5:14, 16; 6:2, 5; 14:1; 15:12, 30; 17:4; 19:9; 21:22, 36; 23:7; 25:24).

          -- estaban confusos (desconcertados LBLA), porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Lucas emplea varios términos para describir su reacción: ver. 6, confusos; ver. 7, atónitos y maravillados; ver. 12, atónitos y perplejos. Primero, "vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa" y entonces oyeron a ciertos hombres galileos que hablaban los idiomas de ellos. Por eso, se preguntaban los unos a los otros, "¿Qué quiere decir esto?" Pues no entendían el fenómeno de la llegada del Espíritu Santo. Las reacciones del pueblo les prepararon para oír la predicación de los apóstoles.

 

2:7 -- ¿no son galileos todos estos que hablan? -- Les extrañó que aquellos galileos hablaran sus idiomas. Los galileos se consideraban como gente inculta con educación muy limitada (Hech. 4:13), con acento peculiar (Mar. 14:70), y en general no se esperaba nada especial de ellos (Jn. 1:46; 7:52).

 

2:8 -- ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? --   Algunos dicen que el milagro estaba en el oído de los judíos (ponen énfasis en la palabra oímos), pero no se requería milagro para que la gente entendiera ya que los apóstoles hablaban los idiomas de ellos. También obsérvese que el texto dice "lenguas"; no dice que se habló una sola lengua y que milagrosamente todos "oían" en su propio idioma. Otros textos que hablan de las lenguas (10:46; 19:6) no implican un milagro en los oyentes sino en los que hablaron.

          De una cosa estaban seguros: oían a estos galileos hablar sus propios idiomas. De eso no había duda. Sin embargo, siendo hombres piadosos, sin duda muchos se disponían a esperar la explicación del fenómeno.

 

2:9-11 -- Al enumerar las varias naciones representadas, Lucas muestra lo extensivo del milagro, porque probablemente en estas naciones se hablaban nueve o diez distintos idiomas. No se mencionan los judíos de Grecia porque éstos no hablaban un idioma o dialecto extranjero. La presencia en esa ocasión de judíos de todas las naciones fue un factor muy significativo en la evangelización del mundo entero. Por ejemplo, el ver. 10 habla de romanos, y sabemos que había iglesia en Roma mucho antes de llegar Pablo (y no hay texto que indique que otros apóstoles hubieran ido a Roma).

          No sabemos por qué se incluye Judea en esta lista de países extranjeros. Hay muchas teorías pero ninguna es satisfactoria.

 

2:11, 12 -- les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios ... ¿Qué quiere decir esto? -- Esta pregunta es la que Dios quería que hicieran; es decir, las lenguas eran una señal para los incrédulos (1 Cor. 14:22), para llamar la atención de ellos a los apóstoles y a lo que éstos iban a predicar.

 

2:13 -- Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto. -- Gleukos, (vino nuevo, LBLA, margen), obviamente embriagante. Esta acusación fue muy insultante para hombres piadosos que con toda reverencia querían celebrar esta fiesta para Dios. Muchas personas se burlan de lo que no entienden, pero es más juicioso investigar, hacer preguntas o simplemente esperar la explicación. Recuérdese que los apóstoles hablaban "según el Espíritu les daba que hablasen" (2:4); por eso, sus detractores no solamente se burlaban de ellos sino también del Espíritu Santo. No peleaban contra el hombre sino contra Dios mismo.

 

2:14 -- Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: -- El sermón que sigue es único y exclusivo. Decimos que debemos imitar la predicación de los apóstoles, pero esa situación nunca se podrá duplicar, porque los apóstoles se dirigieron a los judíos que habían crucificado a Jesús (2:23). Nunca habrá otra audiencia como esa. El sermón es una obra maestra. Se basa principalmente en tres textos del Antiguo Testamento; el primero se aplica al evento de ese día y los otros a la muerte, sepultura, resurrección y exaltación de Jesucristo.

          Jesús había dicho a Pedro, "a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos" (Mat. 16:19). En el día de Pentecostés esta promesa se cumplió en la predicación de Pedro y los otros apóstoles bajo la dirección del Espíritu Santo. Al predicar el evangelio usaron las llaves para abrir la puerta del reino. También Pedro usó las llaves para abrir la puerta del reino para los gentiles (Hech. 10, 11). Desde luego, el sermón registrado por Lucas es simplemente un breve bosquejo del sermón (este sermón puede leerse en pocos minutos). Como él dice (ver. 40), "Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba". Sin duda cada parte de este maravilloso sermón fue ampliada.

          -- Varones judíos, -- "Varones piadosos de todas las naciones bajo el cielo" (ver. 5). Pablo dice (Rom. 1:16), "al judío primeramente". Los judíos eran el pueblo escogido de Dios, los hijos de Abraham, hijos del pacto. Tenían grandes privilegios y ventajas (Rom. 3:1, 2), pero estos privilegios y ventajas también les dieron grandes responsabilidades.

 

2:15 -- Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. -- Es decir, las nueve de la mañana, "y los que se embriagan, de noche se embriagan" (1 Tes. 5:7) o, por lo menos, así fue en el primer siglo. Desde luego, ahora la gente se emborracha en cualquier momento del día o de la noche.

 

2:16 -- Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: -- En realidad lo que habían observado no fue simplemente un evento que por casualidad ocurriera, sino que era el cumplimiento de una profecía muy conocida que los judíos leían frecuentemente en la sinagoga. Pedro quería decir que el Mesías ya había venido.

 

1:17 -- Y en los postreros días, dice Dios, -- La expresión "los postreros días" se refiere al tiempo del Mesías o Cristo (Isa. 2:2; Heb. 1:1, 2).

          -- Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, -- Es decir, tanto sobre gentiles (Hechos 10, 11) como judíos, tanto sobre mujeres como hombres (Hech. 21:8; 1 Cor. 11:5). En el día de Pentecostés el Espíritu Santo no cayó sobre gentiles ni sobre mujeres, pero el "día del Señor" (el tiempo del Mesías) había llegado y toda la promesa sería cumplida a su debido tiempo.

          -- Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; -- Véanse Hech. 21:8; 1 Cor. 11:5.

          -- Vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños"; -- estos son medios de revelar la voluntad de Dios (9:10; 10:3, 13, 17; 11:5; 16:9; 18:9; 22:17; 23:11; 27:23).

 

2:19, 20 -- Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; -- Es lenguaje de juicio, de la caída de naciones, y de cambio de gobierno. Para entender este texto conviene repasar otros textos proféticos de la misma naturaleza: por ejemplo, Isa. 13:6-13, profecía de la caída de Babilonia; Isa. 34:4-8, profecía contra las naciones; Ezeq. 32:7, 8, endechas sobre Faraón; Jer. 4:22-28; 15:9, profecías contra Judá, etc. De la misma manera, la profecía de Joel se refiere a los juicios sobre los judíos, al fin de la ley de Moisés y del judaísmo y al establecimiento del reino espiritual de Cristo. Compárese lo que Jesús dijo en Mat. 24:29 al hablar de la destrucción de Jerusalén y del fin del judaísmo. El eclipse descrito por Joel era, en realidad, el eclipse del judaísmo. En este mismo sermón, comenzando en los vers. 22, 23, el Espíritu Santo -- por boca de Pedro -- pronuncia un juicio severo sobre ellos e insiste en que se arrepientan de sus pecados (ver. 38). ¡El día de juicio había llegado para ellos! (compárese lo que Juan dijo, Mat. 3:10). El Espíritu Santo había llegado -- conforme a la profecía de su profeta Joel -- y no podían negar que esa señal daba evidencia amplia de que el Mesías había llegado (los "postreros días" habían llegado).

 

2:21 -- Y todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo. -- Esto indica que "el día del Señor" no solamente era día de juicio, sino también era día de salvación; véanse los vers. 37, 38, 41, 46; Rom. 10:13.

 

2:22 -- Jesús nazareno, -- Para muchos judíos el nombre "nazareno" era nombre despreciativo (Jn. 1:46). Cuando los judíos llegaron para prender a Jesús, les preguntó, "¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús nazareno" (Jn. 18:4, 5). Por eso Pedro usa este nombre o título para que todos entendieran de quien hablaba.

          -- varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas (obras de poder, LBLA, margen), prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él. -- Maravillas o milagros (obras de poder) es palabra que se refiere a las obras del Señor; la palabra prodigios se refiere a la reacción de los que observan las obras del Señor (provocan admiración en el observador); y señales apelan al entendimiento, es decir, "como prendas de autoridad y poder divinos" (Vine). Por ejemplo, dice Pablo que "las lenguas son por señal ... a los incrédulos" (1 Cor. 14:22). Según Juan 20:30, 31 los milagros hechos por Jesús confirmaron que El era el Mesías (el Cristo), en primer lugar porque solamente Dios puede hacer milagros, y en segundo lugar, al hacerlos Jesús cumplió las profecías del Antiguo Testamento que hablaban del Mesías (véanse Mat. 11:2-6; Luc. 4:18, 19).

          -- como vosotros mismos sabéis -- Los judíos eran testigos de estas cosas, porque Jesús hizo sus señales "entre vosotros" (véase Jn. 12:9-11).

 

2:23 -- a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole. -- Si Jesús de Nazaret podía hacer tantos milagros, ¿cómo fue posible que sufriera la pena de muerte como un criminal común y corriente? La razón humana concluye que aunque sus milagros aparentemente confirmaron su Deidad, su muerte la contradijo y, por eso, es necesario negarlo. Sin embargo, Pedro explica esta aparente contradicción. Los judíos sabían que Jesús había hecho milagros, y que ellos por manos de los romanos (inicuos) lo habían crucificado, pero no entendían que todo esto se había hecho conforme al "consejo y anticipado conocimiento de Dios". Es verdad que Jesús fue crucificado por los romanos por causa de la insistencia de los judíos, pero todo lo que se hizo fue el cumplimiento del plan de Dios. Jesús dijo (Luc. 22:22), "A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado ..." Así es que de antemano Dios sabía todo y todo fue hecho de acuerdo a su plan divino. Véanse Luc. 24:25, 46; Hech. 17:3; 26:22.

          Entonces ¿quiere decir esto que Judas, los judíos y los romanos ("los inicuos") quedaron libres de culpa? Claro que no. En este mismo sermón Pedro acusa a los judíos de pecado y demanda que se arrepientan. La voluntad de ellos no fue afectada por el plan eterno de Dios. Ellos hicieron precisamente lo que quisieron hacer y lo que hicieron era pecado. Dios les tenía por responsables y, por eso, les condenaba por sus hechos. No fueron manipulados por alguna fuerza divina, sino que eran siervos voluntarios de Satanás.

          Satanás y sus siervos (Judas, los judíos y romanos) solamente querían el mal, pero Dios lo encaminó a bien. Compárese Gén. 50:20, "Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo"; de la misma manera Judas, los judíos y los romanos pensaron mal contra Jesús, pero Dios lo "encaminó a bien" para salvarnos de los pecados.

          Los judíos mataron a Jesús como David mató a Urías (2 Sam. 12:9, "A Urías heteo heriste a espada"); no lo hicieron personalmente sino "por manos" de otros.

         

2:24 -- al cual Dios levantó. -- La sentencia de los judíos y los romanos fue anulada por Dios; ellos lo mataron, pero Dios lo levantó. "Matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos" (3:15). Frecuentemente las obras del hombre se ponen en contraste con las obras de Dios.

          Al examinar los sermones de los apóstoles, registrados por Lucas a través del libro de Hechos, vemos que la resurrección de Jesús era el tema central de la predicación apostólica (3:15; 4:10; 5:30; 10:40; 13:30, 33; 17:31). Aquí en este texto se ocupa un solo versículo para hablar de la muerte de Jesús y luego se ocupan doce versículos para hablar de su resurrección.

          -- sueltos los dolores -- se refiere a la ligadura con que lo confinaba la muerte (el ligar con cuerdas produce sufrimiento).

 

2:25 -- Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; -- Pedro cita el testimonio de David en el Salmo 16:8-11, porque los judíos entendían que este salmo se refería al Mesías (al Hijo de David). David dice "yo" pero no habla de sí mismo, sino de su Hijo (Descendiente), el Mesías (Cristo). Por eso, en este salmo Cristo dice al Padre, "Veía al Señor ..." (indicando que el Padre siempre estaba con El para ayudarle y consolarle, porque el Hijo siempre hacía las cosas que agradaban al Padre). Este salmo revelaba que el Mesías iba a morir y resucitar y sentarse en el trono de David; es decir, que no ocuparía su trono antes de morir y resucitar, sino después. Los apóstoles predicaron esto en las sinagogas de los judíos (Hech. 17:3, "era necesario que el Cristo padeciese"), pero no era un mensaje popular, porque los judíos no creían que su Mesías vendría para sufrir, sino que sería un gran conquistador para quitar el yugo de Roma.

          -- porque está a mi diestra, no será conmovido. -- La "diestra" es el lugar de exaltación y honor; por eso, siempre sería victorioso sobre sus enemigos.

 

2:26 -- Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, -- Porque aunque iba a experimentar sufrimientos severos, lo haría con gozo sabiendo que por medio de su muerte podría salvar muchas almas (véanse Heb. 2:9, 10; 12:2).

          -- y aun mi carne descansará en esperanza; -- La esperanza de resucitar antes de ver corrupción.

 

2:27 -- Porque no dejarás mi alma en el Hades, -- Estas palabras de David son en realidad las palabras que Cristo dijo al Padre. La palabra "Hades" no se refiere al sepulcro, ni al cielo, ni al infierno, sino al lugar de los espíritus sin cuerpo. Los "testigos" enseñan la falsa doctrina de que el alma equivale al cuerpo (la vida física), pero la palabra "alma" en este texto se refiere al espíritu.

          -- ni permitirás que tu Santo vea corrupción. -- Esta frase se refiere claramente a la resurrección corporal de Jesús.

 

2:28 -- Me hiciste conocer los caminos de la vida; -- Esta frase significa que su vida sería restaurada (resucitaría).

          -- Me llenarás de gozo con tu presencia. -- Después de resucitar Cristo volvería al gozo de la presencia del Padre ("exaltado por la diestra de Dios", ver. 33).

          Esta profecía dice, pues, (1) que el Mesías iba a morir; (2) que su alma (espíritu) no se quedaría en el Hades; (3) que su cuerpo no se quedaría en el sepulcro para corromperse; (4) que resucitaría del sepulcro y ascendería al cielo para sentarse sobre su trono celestial a la diestra del Padre.

          Sin duda alguna esta profecía habla de la resurrección de alguien de entre los muertos antes de que su cuerpo viera corrupción. Los judíos no podían negar esto. Entonces, la única cuestión a resolver era ¿de quién habló David? En seguida Pedro se dedica a contestar esta pregunta.

 

2:29 -- Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. -- Su sepulcro estaba en Jerusalén (1 Reyes 2:10; Neh. 3:16); este sitio fue muy conocido por los judíos. Con esto Pedro afirma que el salmo no se refería a David. Pedro podía decir "confiadamente" (LBLA) que David murió y que no había salido del sepulcro.

 

2:30 -- Pero siendo profeta, -- Si su cuerpo todavía está en su sepulcro, entonces obviamente él no habló de sí mismo sino de su Hijo, el Mesías.

          -- y sabiendo que con juramento Dios le había jurado -- véanse Salmo 89:3, 4; 132:11, y 2 Sam. 7:11-16.

          -- que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono. -- Esta promesa se ve en 2 Sam. 7:12, 13 y en el Salmo 132:11. Es cierto que Dios levantó a Salomón para ocupar el trono de David, pero Pedro -- guiado por el Espíritu Santo -- da el sentido más amplio de estas profecías. No se referían a un trono terrenal, sino al trono de Cristo en su reino espiritual. El gobierno de Israel, el pueblo escogido de Dios, era una teocracia. Hasta el tiempo del rey Saúl Dios era el único Rey de Israel. Por eso, los profetas -- incluyendo a David -- hablaban del futuro reinado de Dios sobre su pueblo. El pueblo de Israel inferían que el Hijo o Descendiente de David sería el Mesías; por eso, entendían todos que al cumplirse estas profecías Dios sería otra vez el único Gobernador de su pueblo. Lo que no comprendían era la naturaleza espiritual de su pueblo. No esperaban un reino espiritual.

 

2:31 -- viéndolo antes, -- Pedro afirma que David podía ver el futuro y lo que iba a pasar en los días del Mesías.

          -- habló de la resurrección de Cristo, -- Esta es la conclusión lógica de lo que David profetizó. Esta profecía prueba lo que Pedro afirmó en el ver. 23, que Cristo fue entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, y también que resucitó conforme al mismo plan divino.

          -- que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. -- En este texto se ve la distinción clara entre "alma" y "carne"; el alma fue al Hades y el cuerpo fue sepultado. Pero al tercer día el alma salió del Hades y el cuerpo salió del sepulcro. La afirmación del ver. 36 fue confirmada por la resurrección de Jesús.

 

2:32 -- de lo cual todos nosotros somos testigos. -- Los apóstoles podían confirmar el cumplimiento de la profecía de David. Lo que David vio con ojos proféticos ellos lo vieron con sus ojos físicos. Aunque los judíos eran testigos de la crucifixión de Jesús, ellos no eran testigos de la resurrección, pero "nosotros" (apóstoles) sí "somos testigos" de su resurrección (Hech. 1:3; 10:41).

 

2:33 -- Así que, exaltado por la diestra de Dios, -- Ahora Pedro les dice dónde está el Cristo resucitado. Está a la diestra de Dios, es decir, tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mat. 28:18).

          -- y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, -- Véase 1:4, "la promesa del Padre" se refiere a la venida del Espíritu Santo (véanse también Luc. 24:49; Jn. 15:26).

          -- ha derramado esto que vosotros veis y oís. -- Pedro comenzó el sermón explicando que los apóstoles no estaban borrachos como algunos decían. Al explicar una serie de profecías llega a la conclusión de que Jesucristo verdaderamente resucitó de los muertos y puesto que El está a la diestra de Dios, entonces era fácil explicar el fenómeno de Pentecostés. Pedro y los otros apóstoles eran testigos oculares de la ascensión de Jesús (1:9-11), pero ¿cómo podía probar lo que estaba afirmando, que Jesús ascendió al cielo para ocupar su trono? Esto fue confirmado por lo que el Espíritu Santo había hecho en la presencia de ellos ("esto que vosotros veis y oís"); es decir, no habría llegado el Espíritu Santo si Cristo no lo hubiera enviado de acuerdo a la voluntad del Padre. El glorificado Cristo es responsable de lo que ellos observaban. Jesús explica a los apóstoles en Juan 14-16 que su retorno al cielo era necesario para que el Espíritu viniera.

 

2:34 -- Porque David no subió a los cielos; -- David habló de alguien que iba a resucitar de los muertos y ascender al cielo, pero David mismo no resucitó ni ascendió al cielo. Entonces, era obvio que él habló del Mesías, porque Cristo ascendió a los cielos.

          -- pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: -- Poco tiempo antes de esta ocasión Jesús preguntó a los fariseos acerca de este texto y no querían contestar, porque al contestar hubieran admitido que el Hijo de David era el Señor de David, es decir, el Mesías. "Dijo el Señor (el Padre) a mi Señor (el Mesías, el Hijo de David)". ¿David le llamó a su sucesor terrenal (Salomón) Señor? Si no, entonces él hablaba de su Hijo (Descendiente) el Mesías.

          -- Siéntate a mi diestra, -- lugar de honor y exaltación.

 

2:35 -- Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. -- Se refiere a la práctica del conquistador de poner el pie sobre el cuerpo (a veces el cuello) del conquistado. Esto indica que tarde o temprano todos se sujetarán a Cristo (Fil. 2:9, 10). El último enemigo será la muerte (1 Cor. 15:25, 26).

 

2:36 -- Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel que a este Jesús a quién vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. -- Debían haberse convencido por las profecías de Joel y David, por el testimonio de los apóstoles como testigos competentes y por lo que el Espíritu Santo había hecho en su presencia ese mismo día, que el verdadero Mesías había venido y que estaba siendo exaltado en los cielos a la diestra de Dios. Pedro aclara bien la identidad de la persona de quien habla: "a este Jesús a quién vosotros crucificasteis", pensando que era un impostor o revolucionario (alborotador). Verdaderamente este Jesús era y es el Mesías de Dios. Ahora los oyentes tenían que aceptar a Jesús como el Mesías o seguir pensando que al crucificarle rendían servicio a Dios. Lamentablemente, la mayoría rechazó el mensaje inspirado de los apóstoles.

          Los que enseñan que habrá un reino terrenal de 1000 años no pueden refutar la fuerte evidencia presentada por Pedro en esta ocasión. Pedro no dice que algún día cuando Cristo vuelva la segunda vez establecerá su reino, sino que cuando ascendió al cielo después de su resurrección, ocupó su trono (el trono de David) y como Pablo dice, reinará hasta el fin (1 Cor. 15:24).

 

2:37 -- Al oir esto, -- la predicación de Pedro produjo fe en los oyentes. Al observar el fenómeno de la venida del Espíritu Santo, y al oír a los apóstoles hablar en lenguas, estaban atónitos, perplejos y maravillados, pero todo aquello no produjo fe. La fe viene por oír la palabra de Dios (Rom. 10:17). Al escuchar la predicación de Pedro creyeron.

          -- se compungieron de corazón, -- Quedó herida su conciencia (LBLA, margen); "primariamente, golpear o pinchar violentamente, se usa de una fuerte emoción, en Hch 2:37" (Vine). Significa mucho remordimiento. Fue razonable que los sinceros reaccionaran de esta manera al reconocer lo que habían hecho con su Mesías y al contemplar el castigo que merecían.

          -- y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? -- La respuesta de Pedro indica que ellos deseaban el perdón de Dios para escapar de su ira. Jesús había dicho que al venir el Espíritu Santo convencería al mundo de pecado (Jn. 16:8); aquí está el primer ejemplo de ello. Desde luego, lo hizo a través de la predicación de los apóstoles inspirados. Esta pregunta u otra semejante se encuentra también en Hech. 9:16 y 16:30.

 

2:38 -- Arrepentíos, -- Mat. 3:2; 4:17; Luc. 24:47; Hech. 3:19; 8:22; 17:30; 20:21. Obviamente la gente quedó convencida, es decir, tenía fe en Cristo; los "evangélicos" enseñan que la fe sola salva. Para ellos el único mandamiento -- la única cosa que hacer -- es creer, pero Pedro dio otros dos mandamientos. No dijo que no deberían hacer nada. El arrepentimiento significa "cambiar la mente o el propósito, y en el NT involucra siempre un cambio a mejor, una enmienda" (Vine). El arrepentimiento no es simplemente la tristeza por el pecado, porque 2 Cor. 7:10 dice que "la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento".

          -- y bautícese cada uno de vosotros -- 2:41; 8:12; 36-38; 9:18; 10:47; 16:15, 33; 18:8; 19:3-5; 22:16. Este mandamiento concuerda con las instrucciones de Jesús (Mat. 28:19; Mar. 16:16). Los judíos ya sabían el significado de este mandamiento porque cuando "vino Juan el Bautista predicando ... salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados" (Mat. 3:1-6). Se llamó el "bautista" (bautizador) porque este acto se originó con él; él era el bautizador en un sentido especial.         El bautismo de Juan no era de origen humano, (véase Mat. 21:25, 26).

          El verbo "bautizar" significa sumergirse, zambullirse; "era usada entre los griegos del teñido de vestidos, de sacar agua introduciendo una vasija en otra más grande, etc. Plutarco la usa de sacar vino introduciendo la copa en el cuenco" (Vine); el léxico de Grimm-Thayer dice acerca del bautismo del Nuevo Testamento, "an immersion in water" (una inmersión en agua). Dice el léxico Arndt-Gingrich, "dip, immerse" (sumergir, inmergir); dice el Nuevo Léxico Griego Español, "sumerjo" (del sustantivo: sumersión, inmersión). La Iglesia Ortodoxa Griega practica la inmersión solamente (ellos deben saber el significado de la palabra griega, baptizo).

          El bautismo del Nuevo Testamento requiere agua (Hech. 10:47); mucha agua (Jn. 3:23); bajar al agua (Mat. 3:13; Hech. 8:38); una sepultura (Rom. 6:4); una resurrección (Col. 2:12); cuerpos lavados (Heb. 10:22); y subir del agua (Mat. 3:16; Hech. 8:39).

          El bautismo de Hech. 2:38 no es el bautismo con el Espíritu Santo (1:5). El bautismo de Hech. 2:38 es mandado, pero el bautismo con el Espíritu Santo no fue mandamiento sino promesa. Solamente los apóstoles (Hech. 2) y la casa de Cornelio (Hech. 10, 11) fueron bautizados con el Espíritu Santo (véanse notas sobre Hech. 1:4, 5 y Hech. 11:16, 17).

          -- en el nombre de Jesucristo -- por la autoridad de Jesucristo. Cuando Jesús dijo, "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra", inmediatamente ejerció esa potestad diciendo, "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mat. 28:19). Los "Sólo Jesús" que enseñan que Pedro da una "fórmula" para decir al bautizar están muy equivocados. El texto -- y otros semejantes -- no nos dicen qué decir, sino qué hacer. Varios textos en Hechos hablan de bautizar en el nombre de Jesús pero las palabras de cada texto son diferentes a los demás; no hay fórmula (algo que decir al bautizar) en ninguno de ellos.

          -- para perdón de los pecados; -- Es lo que los judíos urgentemente necesitaban, y es lo que todos necesitan "por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios" (Rom. 3:23). "Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones" (Sal. 103:12); "El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados" (Miqueas 7:19); "Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades" (Heb. 8:12).

          Es una bendición grande para todos los de habla hispana que la palabra "para" no es nada ambigua, sino bien clara y específica en su significado. Que sepamos no hay versión castellana que no diga "para" en este texto. Si esta afirmación le extraña al lector, sepa que en algunas versiones inglesas la palabra traducida eis ("para" en español) se traduce "for", palabra ambigua.

          El significado de la expresión "para perdón de pecados", sin lugar a dudas, es que es necesario arrepentirse y bautizarse para obtener el perdón de pecados. Si el bautismo no es para perdón de pecados, entonces tampoco lo es el arrepentimiento, porque en Hech. 2:38 los dos verbos están conectados por la conjunción "y". La gramática no permite que el arrepentimiento sea para perdón de pecados y el bautismo sea para otro propósito.

          Aprovechando la ambigüedad de la palabra inglesa "for" muchos evangélicos argumentan que el bautismo no es para obtener el perdón de pecados, sino que la persona se bautiza porque sus pecados ya fueron perdonados (dicen que la palabra "for" puede significar "por causa de"). Pero, gracias a Dios, no hay tal confusión en las versiones castellanas y, por eso, no es posible "jugar" con la palabra "para".

          El Sr. A. T. Robertson, un bautista erudito, ha permitido que su teología calvinista le llevara a conclusiones muy erróneas sobre este texto. Dice, "Para perdón de los pecados (eis aphesin ton hamartion humon). Esta frase es objeto de una controversia sin fin al contemplarla los lectores desde el punto de vista de una teología evangélica o de una teología sacramental"; es decir, según Robertson la afirmación de que el bautismo es para perdón de pecados es "teología sacramental" (la enseñanza de la Iglesia Católica Romana de que el bautismo es un sacramento y, por eso, un canal de gracia, aun para los infantes). La cita sigue, "En sí mismas, las palabras pueden expresar propósito u objetivo porque este empleo para eis existe, como en 1 Cor. 2:7, eis doxan hemon (para nuestra gloria). Pero existe otro empleo que es un griego tan correcto como lo es el de emplear eis para propósito u objetivo. Se ve en Mat. 10:41 en tres ejemplos eis onoma prophetou, dikaiou, mathetou, donde no puede ser propósito u objetivo, sino más bien la base, sobre la base del nombre del profeta, de justo, de discípulo, por cuanto uno es, etc. Se ve de nuevo en Mt. 12:41 acerca de la predicación de Jonás (eis to kerugma Iona). Se arrepintieron debido a la predicación de Jonás. Las ilustraciones de ambos usos son numerosas en el N. T. y en el Koiné en general (Robertson, Grammar, p. 592). Uno decidirá su empleo aquí en base a lo que crea acerca de si el bautismo es esencial para la remisión de pecados o no. Mi postura está decididamente en contra de la idea de que Pedro, Pablo o ninguna otra persona en el N. T. enseñara que el bautismo sea esencial para la remisión de pecados o el medio de conseguir tal remisión. Así, entiendo que Pedro apremia al bautismo para cada uno de aquellos que ya se había vuelto (arrepentido), y que ello fuera hecho en el nombre de Jesucristo sobre la base del perdón de pecados que ya habían recibido".

          ¡He aquí la doctrina bautista! (que también es la doctrina de casi todos los evangélicos). El Sr. Robertson la explica en palabras bien claras. Para él los judíos ya estaban salvos cuando Pedro les dio este mandamiento.

          Antes de refutar esta doctrina falsa, conviene citar otras obras bautistas: (1) En la primera página de la versión Dios llega al hombre leemos "Publicado por la Sociedad Bíblica Americana para La Convención General Bautista de Texas". ¿Cómo traduce esta versión la frase bajo consideración? "... y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les sean perdonados". ¿Qué diría el Sr. Robertson de esta traducción? Desde luego, es correcta, porque esta expresión es igual a "para perdón de los pecados". (2) El Nuevo Comentario Bíblico es de la Casa Bautista de Publicaciones (de El Paso, Texas). ¿Qué dice este comentario bautista sobre Hech. 2:38? "Pedro les aseguró el perdón y el don del Espíritu Santo garantizados por Dios si se arrepentían y eran bautizados en el nombre de Jesús como Mesías". Sería un poco difícil mal entender este comentario. (3) El Sr. Albert Barnes, otro erudito sectario (presbiteriano) dice, "El que viene para ser bautizado, viene con una convicción profunda que él es un pecador"; esto no concuerda con lo que dice el Sr. Robertson, porque éste dice que el que viene para ser bautizado ya se salvó de sus pecados. (4) Otro es el Sr. H. A. W. Meyer. Dice, "eis denota el objetivo del bautismo, que es la remisión de la culpa ...". (5) John Peter Lange dice, "El apóstol promete a los que se arrepienten y reciben el bautismo (1) la remisión de pecados, y (2) el don del Espíritu Santo".

          Pero ¿tiene razón el Sr. Robertson en su comentario sobre el uso de la palabra eis en Mat. 10:41? Dice el texto, "El que recibe a un profeta por cuanto es profeta ... por cuanto es justo"; dice LBLA, margen, "Lit., en nombre de". La palabra "en" es eis. ¿Cómo se usa aquí? Lenski explica bien el uso de eis en este texto; significa que la recepción del profeta o del justo ocurre en la esfera indicada por estos nombres; es decir, el profeta viene como profeta y es recibido como tal, el justo viene como justo y es recibido como tal. Por eso, aquí también la preposición eis lleva la idea de hacia, es decir, se hace la benevolencia mirando hacia esa esfera (para identificarse con el profeta o con el justo). Compárese Mat. 28:19, "bautizándolos eis el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo", es decir, para entrar en una relación salvadora con los tres.

          Lo mismo en Mat. 12:41, los de Nínive "se arrepintieron eis la predicación de Jonás". ¿Qué fue su predicación? "De aquí a cuarenta días Nínive será destruida". Entonces el pueblo se arrepintió eis, es decir, hacia lo que Jonás predicaba, tomando en cuenta lo que decía, y arrepintiéndose para evitar el castigo que esa predicación anunciaba. Por eso, la preposición eis no se usa en estos textos en Mateo de la manera que Robertson explica, y su argumento cae.

          Es muy importante saber que la expresión "para perdón de pecados" (eis aphesin ton hamartion humon) de Hech. 2:38 se encuentra también en Mat. 26:28, "porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados". Por eso, si en Hech. 2:38 esta expresión significa "porque los pecados ya fueron perdonados", entonces en Mat. 26:28 significa que Cristo derramó su sangre porque los pecados del hombre ya fueron perdonados. Pero el Sr. Robertson no dice que en Mat. 26:28 esta expresión quiere decir que Cristo murió porque ya fueron perdonados los pecados: él dice, "El propósito del derramamiento de su sangre del Nuevo Pacto era precisamente el de remitir (perdonar) pecados". Este erudito debe ser consecuente y decir la misma cosa al comentar sobre Hech. 2:38.

          -- y recibiréis el don del Espíritu Santo -- hay mucha discusión acerca del significado de esta promesa. Muchos creen que Pedro promete los dones del Espíritu Santo a todos los que se arrepientan y se bauticen para perdón de pecados, pero vemos en Hech. 8:14-16 que los samaritanos que fueron bautizados no habían recibido tales poderes hasta que Pedro y Juan llegaran.

          La expresión "el don del Espíritu Santo" puede significar el Espíritu mismo como don, o el don que El da. La gramática griega permite cualquiera de estas dos explicaciones, pero si se explican correctamente, no hay diferencia entre las dos.

           Hech. 8:20, "el don de Dios" significa algo que Dios da; 1 Cor. 7:7, "don de Dios" es algo que Dios da; Efes. 2:8, "don de Dios" es algo que Dios da; Efes. 4:7, "don de Cristo" es algo que Cristo da. Por eso "don del Espíritu Santo" puede ser algo que el Espíritu Santo da. Si Pedro quiere decir el don que el Espíritu Santo nos da, se refiere a todos los privilegios, honores, bendiciones, en fin, todas las cosas relacionadas con la salvación (toda bendición espiritual en Cristo, Efes. 1:3; las cosas "que pertenecen a la salvación", Heb. 6:9).

          Si se refiere al Espíritu Santo como don, esta bendición equivale al morar el Espíritu Santo en nosotros (5:32; Rom. 8:9; 1 Cor. 6:19, 20). Esta misma bendición se llama la comunión del Espíritu Santo (2 Cor. 13:14; Heb. 6:4), o sea la participación en las cosas de El, es decir, todos los privilegios, honores, bendiciones, en fin, todas las cosas relacionadas con la salvación (toda bendición espiritual en Cristo, Efes. 1:3; las cosas "que pertenecen a la salvación", Heb. 6:9). Otros textos dicen que Dios mora en nosotros y que Cristo mora en nosotros. Todos se refieren a la comunión con Dios, la participación con Dios en cosas celestiales. Así es que en realidad esta explicación de la promesa es idéntica a la otra.

          En cuanto a morar el Espíritu Santo en nosotros, es necesario entender que los escritores del Nuevo Testamento ponen el nombre "Espíritu Santo" (la causa) en lugar de los efectos logrados por El. No es bueno enseñar teorías acerca de una morada personal -- mística o misteriosa -- del Espíritu en los cristianos. Muchos dicen que El mora "personalmente" en nosotros, pero ¿qué quieren decir con esto? Esto solamente causa confusión. El peligro más grande es que se enseñe que el Espíritu Santo obre aparte de su Palabra y que haga cosas en nosotros o por nosotros no enseñadas en la Biblia.

          Hay mucha discusión sobre las supuestas "medidas" del Espíritu Santo (la medida bautismal, la medida de dones espirituales, y la medida de morar el Espíritu Santo en nosotros). Esta idea se basa en Jn. 3:34, "Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida". Algunos creen que este texto enseña que Dios no da el Espíritu por medida a Cristo, y que a otros sí les da el Espíritu por medida; sin embargo, no conviene decir que Dios da el Espíritu por medida a ninguno (el texto dice, "pues Dios no da el Espíritu por medida").

 

2:39 -- Porque para vosotros es la promesa, -- La promesa del ver. 38, el perdón de pecados y el don del Espíritu Santo. Algunos suponen que la promesa de este versículo se refiere a la promesa hecha a los apóstoles en Hech. 1:5. Tales intérpretes hacen caso omiso del contexto. Otros confunden la palabra "promesa" de este texto con los dones espirituales, porque confunden "el don del Espíritu Santo" con los dones del Espíritu Santo mencionados en 1 Cor. 12:8-10. Otra vez el contexto prohíbe tal interpretación.

          -- y para vuestros hijos -- los que creen que la promesa se refiere a los dones espirituales conectan esta frase con el ver. 17, "vuestros hijos y vuestras hijas", y cierto comentarista aun encuentra la autorización para el bautizo infantil en este texto, pero Pedro simplemente promete que estas bendiciones no se limitan a sus oyentes, sino que serán extendidas a las generaciones venideras.

          -- y para todos los que están lejos; -- los gentiles (véase Efes. 2:13, 17). Esta frase bien ilustra que Pedro hablaba por inspiración, porque en ese momento él no entendía (¡y no se imaginaba!) que en pocos años iba a predicar el mismo evangelio a los gentiles (Hech. 10) y que éstos podrían ser hijos de Dios sin circuncidarse para llegar a ser judíos.

          -- para cuantos el Señor nuestro Dios llamare -- "Os llamó mediante nuestro evangelio", 2 Tes. 2:14.

 

2:40 -- Y con otras muchas palabras testificaba -- Los apóstoles eran los testigos escogidos de Cristo y la fuerza de su testimonio se basaba en su conocimiento personal (1 Jn. 1:1-3), y también en la inspiración del Espíritu Santo. En la actualidad los evangelistas no testifican, sino solamente predican la palabra de Cristo y sus apóstoles inspirados.

          -- y les exhortaba, diciendo: Sed salvos (escapad, LBLA, margen) de esta perversa generación. -- Véanse Luc. 9:41; 11:29; 17:25. Ya les había explicado lo que tenían que hacer, y ahora les exhorta a obedecer. El hombre depende de la gracia de Dios, porque no puede salvarse solo. Sin embargo, hay algo que el hombre tiene que hacer: tiene que obedecer al evangelio, porque de esta manera aprovecha la salvación que el Señor le ofrece gratuitamente. Dios provee la salvación; el hombre la acepta. Pablo dice (Fil. 2:12), "ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor". Al hacerlo el hombre no merece la salvación, pero si no lo hace, no será salvo porque el que no obedece al evangelio rechaza la gracia de Dios.     La palabra "perversa" significa (según Larousse) "depravado, vicioso, malévolo".

 

2:41 -- Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; -- Jesús había dicho, "El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió" (Jn. 13:20; Luc. 10:16). Oír a los apóstoles es oír a Cristo; recibir la palabra de los apóstoles es recibir la palabra de Cristo.

          Todos los que reciben el evangelio de Cristo lo obedecen (son bautizados). Los que no son bautizados no reciben el evangelio.

          -- y se añadieron aquel día como tres mil personas. -- Como ya se explicó, el día de Pentecostés era la fiesta de la cosecha. La cosecha de este día fue tres mil almas.

          Muchas personas religiosas dicen que creen en Cristo y aun hacen confesión de fe, pero posponen el bautismo. El patrón o dechado bíblico es que los que creen y se arrepienten se bautizan de una vez. Dice este texto que se añadieron aquel día como tres mil personas. Así fue en todos los casos de conversión que Lucas relata: Hech. 8:12, "cuando creyeron a Felipe ... se bautizaban"; Hech. 8:35-39, el eunuco dijo "Aquí hay agua" y Felipe le bautizó inmediatamente; así también los casos de Saulo de Tarso, Cornelio, Lidia y el carcelero (Hech. 16:33, "la misma hora", es decir, a medianoche, ver. 25). ¿Cuándo se bautizaron? Cuando creyeron.

          Algunos sectarios dicen que hubiera sido imposible sumergir a tres mil personas en un día. Tales personas discuten con Lucas (en realidad, con el Espíritu Santo). Lucas dijo que fueron "bautizados" (sepultados, sumergidos); la palabra no significa otra cosa. Rociar agua sobre la persona no es bautismo. En primer lugar aceptamos lo que Lucas dijo y no conviene discusión sobre el punto; pero se puede agregar que había muchas pilas en la ciudad en que la gente podía bautizarse, y aparte de los doce apóstoles, otros hermanos podían bautizar. El bautismo bíblico no es una ceremonia administrada por algún sacerdote, sino un sencillo acto de obediencia.

 

2:42 -- Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, -- Jesús había dicho (Mat. 28:19, 20), "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado ..." La doctrina de los apóstoles era y es precisamente "todas las cosas que os he mandado" (véase también Jn. 17:8, 14). El Nuevo Testamento está compuesto de las cosas que Jesús personalmente enseñó y la doctrina de los apóstoles. Como dice Pablo (1 Cor. 14:37), "reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor". Efes. 2:19, 20, "miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo"; 3:5, "misterio ... es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu"; véase también 1 Cor. 2:11-14.

          ¡Qué bueno habría sido si la iglesia de Cristo hubiera continuado a través de los siglos perseverando en la doctrina de los apóstoles! Lamentablemente no lo hizo; aun en el primer siglo -- durante la vida de los apóstoles -- muchos se apartaron del camino, y ¡muchos otros han apostatado después de la muerte de los apóstoles!

          El apóstol Juan dice, "Nosotros (apóstoles) somos de Dios; el que conoce a Dios nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error" (1 Jn. 4:6). El podía hablar así porque los apóstoles eran y son los embajadores de Cristo (2 Cor. 5:20) y, por eso, lo que dicen y lo que hacen son de suma importancia para la iglesia.

          El ejemplo apostólico no tiene mucha importancia para los católicos, los evangélicos y los hermanos liberales, pero léanse con mucho cuidado lo que Pablo dice sobre el tema: 1 Cor. 4:16, 17; Fil. 4:9; 2 Tim. 1:13, 14.

          Lo que los apóstoles enseñaban y practicaban era la continuación de la enseñanza y la obra de Jesucristo; es decir, enseñaban y practicaban lo que Jesús mismo habría enseñado y practicado si hubiera seguido viviendo sobre la tierra.

          Por lo tanto, seguimos la enseñanza y el ejemplo de los apóstoles con respecto al plan de salvación, y también con respecto al culto, la organización y obra de la iglesia. Hechos de los Apóstoles revela el patrón divino y la iglesia debe actuar siempre conforme al modelo que Dios ha dejado.

          -- en la comunión unos con otros, -- La palabra comunión (koinonía) quiere decir "participación"; se refiere, pues, a la participación mutua de los nuevos discípulos en los privilegios y actividades espirituales que aprendían de los apóstoles; en este mismo versículo se nombran el partimiento del pan y las oraciones como expresiones de la comunión. También en el ver. 44 se ve otra expresión de ella (compárense Rom. 12:13; 15:26; Gál. 6:6; Heb. 13:16). Estos nuevos conversos tenían comunión con Dios (1 Jn. 1:7), con Cristo (1 Cor. 1:9), con el Espíritu Santo (2 Cor. 13:14) y unos con otros. Judas (ver. 3), habla "de nuestra común salvación".

          -- en el partimiento del pan -- esta expresión se refiere a la cena del Señor y también a la comida ordinaria (ver. 46); en  el ver. 42 se refiere a la cena del Señor, porque se relaciona con la doctrina de los apóstoles, la comunión y las oraciones, es decir, los servicios religiosos de la iglesia, mientras que en el ver. 46 Lucas explica que partían el pan en las casas.

          En 2:42 no hay referencia a la frecuencia de participar de la cena del Señor, pero en 20:7 nos damos cuenta que en Troas "El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba". Lucas dice que perseveraban en estas cosas; el participar de la cena cada mes, cada tres meses o cada año no es perseveran en esta doctrina.

          Varios escritores sectarios dicen que la cena del Señor era seguida de una comida ordinaria (el ágape), pero no hay texto que afirme o implique esto. Es pura suposición. Por el contrario en 1 Cor. 11:22 Pablo pregunta, "¿no tenéis casas en que comáis y bebáis?" Con esto él da a entender que la comida ordinaria pertenece a las casas (Hech. 2:46) y la cena del Señor pertenece a la reunión de la iglesia.

          -- y en oraciones -- Adicionalmente otros textos del Nuevo Testamento enseñan que la iglesia canta (Efes. 5:19; Col. 3:16) y hace una ofrenda (1 Cor. 16:1, 2; 2 Cor. 9:6, 7).

          ¡Qué triste que esta hermosa unidad no durara a través de los siglos hasta el presente! Santiago (se llama Jacobo en Hech. 15:13, etc.) escribió más o menos en el año 62 d. de J. C. y habla de celos, contención y otras condiciones carnales entre los hermanos.

 

2:43 -- Y sobrevino temor a toda persona; -- El temor reverencial es la reacción humana a las obras divinas (Luc. 1:12, 65; 2:9; 5:26; 7:16; 8:37; 21:26; Hech. 5:5, 11; 9:31; 19:17; 1 Ped. 1:17).

          -- y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. -- (véase el ver. 19). Esto nos recuerda que el Espíritu Santo no vino sobre los ciento veinte, sino sobre los apóstoles, porque solamente éstos hacían maravillas y señales. Tales maravillas y señales "eran hechas", es decir, continuamente.

 

2:44 -- Todos los que habían creído. Los que habían obedecido al evangelio. Lucas no habla de los que simplemente aceptaron mentalmente lo que se predicó, sino de los que tenían una fe viva y obediente, es decir, los tres mil que "recibieron su palabra" y "fueron bautizados".

          -- estaban juntos, no en la misma casa sino en mente, en propósito y en acción; "Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma" (4:32). Jesús rogó al Padre por tal unidad (Jn. 17:21-23).

          -- y tenían en común todas las cosas; -- como el siguiente versículo explica.

 

2:45 -- y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.-- La ley de Moisés proveía ampliamente para los pobres, pero había muchos pobres entre los judíos durante el ministerio personal de Jesús. La actitud típica de aquellos tiempos se describe en la parábola del buen samaritano (Luc. 10:31, 32, el sacerdote y el levita pasaron de largo). Por eso, lo que hacen estos nuevos discípulos es algo nuevo, una conducta no solamente admirable, sino también muy excepcional. Habían recibido el don del Espíritu Santo y ahora llevan el "fruto del Espíritu" (Gál. 5:22, 23).

          Hech. 4:32 - 35 suple información adicional: "y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común ... Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad". Este acto sacrificial demuestra la abnegación de sí, la muerte del egoísmo, porque decían que su propiedad personal no era de ellos mismos sino de todos, mayormente de los necesitados.

          No había nada de fanatismo en su acción. No se dejaban llevar por una corriente de emoción excesiva, sino que comprendían perfectamente lo que hacían. No echaban al viento la razón para actuar de manera irresponsable. Los apóstoles no habían mandado que los discípulos vendieran sus propiedades y posesiones, sino que, más bien, era una demostración voluntaria de amor. ¡Había una necesidad y la suplían! "Necesidad" es la palabra clave (véanse Hech. 2:45; 4:34, 35).

          Esta práctica no tenía nada que ver con el comunismo; según este sistema político el gobierno confisca (roba) la propiedad privada y la reparte según su capricho. "Esto no era comunismo, sino el producto de algo que el comunismo no entiende" (Lenski). Lo que aquellos hermanos practicaban era simplemente la benevolencia voluntaria, ni más ni menos. No había distribución igual entre todos los miembros de la iglesia. Cuando los hermanos vendieron sus posesiones, no lo hicieron para que todos los discípulos tuviesen la misma cantidad de dinero y posesiones, sino que los nuevos santos de Jerusalén vendían sus propiedades y posesiones conforme a la necesidad de otros hermanos.

          Probablemente esta práctica fue motivada por la presencia de judíos que habían venido de varias naciones (2:9-11) para celebrar la fiesta de Pentecostés y al ser convertidos a Cristo querían quedarse por un tiempo para aprender más del evangelio.

          Los verbos que Lucas usa en Hech. 2:44, 45 y 4:32-35 para describir este gran acto de benevolencia son de tiempo imperfecto para indicar una acción continua. Individual y voluntariamente (5:4) los hermanos estaban vendiendo sus propiedades y posesiones según la necesidad de otros hermanos. Dice Hech. 4:34, "Así que no había entre ellos ningún necesitado". Hoy en día cuando hermanos suplen la necesidad de otros hermanos necesitados, imitan el ejemplo de estos hermanos de Jerusalén. Así fue el propósito de la colecta para los santos de Jerusalén; 2 Cor. 8:14 dice, "con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad". La igualdad no significa que todos los miembros tengan la misma cantidad de dinero y posesiones, sino que todos sean igualmente libres de la necesidad.

          La iglesia de toda época debe imitar a estos hermanos del primer siglo en su determinación de proveer para los santos pobres. Al ayudar a los tales servimos a Jesús (Mat. 25:35-40). Muchos textos del Nuevo Testamento hablan de la necesidad de ayudar a los santos pobres (Rom. 15:25-27; 1 Cor. 16:1-4; 2 Cor. 8, 9).

 

2:46 -- Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría -- Este texto describe lo que los discípulos hacían día tras día: iban todos los días al templo para orar y enseñar y comían juntos en sus casas. El "partimiento del pan" del ver. 42 no se practicaba cada día, sino cada primer día de la semana (20:7).

          -- y sencillez de corazón. Es la única vez que esta palabra (sencillez, apheloteti) se encuentra en el Nuevo Testamento. Significa "sin piedra, suave, sencillo".

 

2:47 -- alabando a Dios, -- Este es el propósito principal de la existencia de la iglesia. Efes. 3:20, "a él sea la gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén".

          -- y teniendo favor con todo el pueblo. -- Una iglesia unida que practica la benevolencia siempre tendrá favor con todo el pueblo. De esta manera la iglesia imita a Jesús: "Y Jesús crecía ... en gracia para con Dios y los hombres" (Luc. 2:52).

          -- y el Señor añadía (el mismo verbo usado en el ver. 41) cada día a la iglesia -- Es verdad que los salvos componen la iglesia, pero la expresión "a la iglesia" no está en los manuscritos más confiables. Por eso, no aparece en La Biblia de las Américas ni en la Versión Hispanoamericana.

          -- los que habían de ser salvos. Mejor "los que iban siendo salvos" (LBLA), siendo traducción del gerundio presente pasivo, tous sozomenous. Quiere decir que de día en día la gente seguía obedeciendo al evangelio y continuamente eran agregados al Señor (11:24) y a los otros salvos (la iglesia).

 

          Al concluir este capítulo recuérdese que muchas promesas se cumplieron en el día de Pentecostés: se cumplieron las profecías de Isaías 2, Daniel 2 y Joel 2 -- profecías que hablaron del Espíritu Santo y el establecimiento del reino universal del Mesías -- en Hechos 2. También se cumplieron las promesas de Jesús acerca de la edificación de su iglesia (Mat. 16:18), acerca del reino (Mat. 4:17; Mar. 9:1, etc.), y acerca del Espíritu Santo (Jn. 14:26; 16:13; Hech. 1:5, 8).

          Ya que vino el Espíritu Santo, los apóstoles estaban vestidos del poder desde lo alto (Luc. 24:49) para llevar a cabo la Gran Comisión (Mat. 28:19; Mar. 16:15, 16).

          En ese día mucha gente oyó el evangelio predicado. Solamente tres mil personas lo aceptaron, pero día tras día otros obedecieron y, desde luego, muchos otros lo oyeron.

         

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