Conclusión

 

          Por lo tanto, exhortemos a todo cristiano a contender ardientemente por la fe una vez dada a los santos (Judas 3). “No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas” (Heb. 13:9). Más bien, estemos bien enterados de estas doctrinas y preparados para defender la verdad. Estudiemos Efes.6:10-18 y practicarlo, llevando toda la armadura que el Señor nos ha proporcionado, porque verdaderamente “no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Este texto se aplica a la lucha que se nos presenta. Si nos fortalecemos como este texto nos dice, seremos valientes para esta lucha y como dice Prov. 28, “1  Huye el impío sin que nadie lo persiga;  Mas el justo está confiado como un león … 4  Los que dejan la ley alaban a los impíos;  Mas los que la guardan contenderán con ellos”.

          Como Pablo dice a los filipenses (1:17) debemos estar puestos “para la defensa del evangelio” y como dice a Timoteo (1 Tim. 6:12), “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos”. Que nadie piense que estamos exagerando. Ya está la batalla. La iglesia del Señor está en gran peligro de ser arrastrada a otra apostasía aun más terrible que la de hace unos cincuenta años cuando tantas iglesias fueron fascinadas y llevadas por el institucionalismo, la centralización y el evangelio social.    En esa lucha el campo de batalla estaba algo extenso, pero en esta presente crisis el campo de batalla es aun más extenso, porque el concepto de la unidad en la diversidad no conoce límites. El hermano Rubel Shelley dice que debe haber unidad con todos los que crean en la Deidad de Cristo. Estamos hablando de un evangelista de renombre de la iglesia de Cristo. ¿En qué se basa para afirmar tal cosa? Se basa en su torcida interpretación de Romanos 14, el capítulo que habla de opiniones.

          Es necesario enfatizar la necesidad de buena preparación, porque los promotores de la “unidad en la diversidad” son hombres bien preparados y muy astutos. No solamente saben manipular las Escrituras, sino que también a los hermanos. ¿Puede usted, mi hermano, defender la verdad con respecto al divorcio y nuevas nupcias? ¿Sobre la Deidad de Cristo? ¿Sobre los días de la creación? Usted pensará que es muy fácil hacerlo, pero ¿puede refutar la astucia de los que usan lenguaje “científico” para probar que los días son largos períodos de tiempo? Le animo a estudiar con mucho cuidado el análisis de este tema escrito por nuestro hermano Bill H. Reeves. El no solamente ha refutado los argumentos del hermano Efraín Pérez, sino que también ha publicado la correspondencia entre él y el hermano Efraín para exponer la actitud carnal de este proponente de la evolución teísta. La tarea de desenmascarar al defensor del error no es trabajo placentero, pero hay que entender que los que enseñan tales doctrinas extrañas no llevan etiqueta que diga Tenga cuidado – soy falso maestro.

          Cuando usted expone no sólo el error sino la carnalidad del proponente del error, otros le acusarán de muchas cosas. Dirán que es egoísta, arrogante, dogmático (palabra favorita del hermano Efraín), etc., pero para perseverar sólo tiene que recordar lo que Pablo dice a los efesios en el capítulo 6, “18  orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;  19  y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio”. Es nuestro único objetivo.

          Una tendencia (flaqueza) de muchos evangelistas es la de “sacar rodeos”. Al hablar sobre cierto tema no van al grano. No dicen lo que deben decir inmediata y directamente para que la gente entienda perfectamente bien lo que está diciendo. El propósito nuestro es que los hermanos eviten el pecado y el error, pero ¿cuál? Como bien sabemos, Jesús y los apóstoles no dejaban a la gente con dudas cuando condenaban el pecado o el error. Jesús dijo “fariseos y saduceos”. Pablo dijo “Himeneo”, “Alejandro”. Juan dijo “Diotrefes”.

          Desde luego, en todo esto vamos a predicar con amor, pero el amor en el predicador es como el amor en el médico. ¿Qué dice el médico cuando descubre el cáncer en algún paciente? ¿Dice “bueno, yo sé que tiene cáncer pero no le quiero ofender y creo que sería mejor no decir nada”? ¿Eso sería amor? Nuestra actitud tiene que ser “amamos a los hermanos y si tienen cáncer o gangrena (2 Tim. 2:17) estamos obligados a decirles y tratar de salvar sus almas”.    Si algún hermano critica nuestra manera de predicar la verdad, que él nos enseñe cómo hablar mejor, pero sin faltar debe entregar el mensaje de salvación. Y ese mensaje requiere la extirpación del cáncer o la amputación del miembro gangrenado.

          El fiel predicador del evangelio debe entender que sus propios hermanos, los promotores de la “unidad en la diversidad”, le llamarán con nombres ofensivos, tales como legalista, ignorante, perro guardián de la hermandad, etc. Los hermanos liberales (y esto incluye los promotores de la “unidad en la diversidad”) se creen muy amorosos. Son muy dulces, excepto cuando hablan de los que exponen sus errores y luego se entregan al lenguaje más insultante. El fiel evangelista no es movido por los tales. El sabe que son muy intolerantes porque no aman la verdad sino el error.           Sobre todo es necesario perseverar en la lucha, empleando solamente armas espirituales. 2 Cor. 10, “3  Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;  4  porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,  5  derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”.

          No hay conflicto entre el concepto de estar puesto por la defensa de la fe como soldado fuerte y el concepto de ser manso. 2 Tim. 2, “24  Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido;  25  que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad”. 1 Tes. 2, “7  Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos …11  así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros”.

          El apóstol Pablo es nuestro ejemplo y él nos dice que debemos imitarlo. Gál. 2, “5  a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros … 11  Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar”. Pero, desde luego, Pablo no era nada carnal en su modo de hablar con aquellos hermanos o con Pedro. Podemos hablar con toda fuerza y firmeza y al mismo tiempo ser mansos.

          Pero la situación ahora es semejante a la del tiempo de Jeremías. “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (2:13).

          Debemos subir la antena, abrir bien los oídos y escuchar con cuidado cómo hablan algunos hermanos, porque algunos usan lenguaje como el de los israelitas que sólo querían oír cosas suaves. Isa. 30, “9  Porque este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley de Jehová;  10  que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas (agradables, cosas suaves), profetizad mentiras;  11  dejad el camino, apartaos de la senda, quitad de nuestra presencia al Santo de Israel”.

          Algunos no quieren hablar de diferencias y desacuerdos, sino de lo que tienen en común con hermanos liberales y aun con los sectarios. Quieren eliminar lo negativo y enfatizar lo positivo. Sólo quieren oír sermones sobre “el amor” (pero no quieren amor bíblico). Dicen que las cartas del Nuevo Testamento son cartas de amor. No quieren oír sermones sobre la iglesia, sino solamente sermones sobre Cristo. No quieren saber de ley sino de gracia. Quieren servicios más emocionantes, aun el aplaudir.

          Para los tales muchas doctrinas de “la fe” son puras opiniones, sobre todo lo que la Biblia dice sobre el matrimonio, el divorcio y nuevas nupcias, la Deidad de Cristo y los días de la creación. Afirman que lo que la Biblia dice sobre estos y muchos otros temas no es claro y que muchos hermanos sinceros han interpretado estos textos de diferentes maneras; por eso, nadie debe ser “dogmático”.

          Estos hermanos son muy tolerantes del error y de los que enseñan el error, pero son muy intolerantes de los que condenamos el error y el pecado en la iglesia. Para ellos los que están puestos por la defensa del evangelio y contienden por al fe como dice Judas 3 son “perros guardianes”, “guardianes de la ortodoxia”, quieren controlar la hermandad, formulan credos, son entremetidos, tradicionistas, etc.

          No se engañen con todo esto. Pablo bien describe a los tales en 2 Tim. 4, “2  que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.  3  Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias,  4  y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”. Los tales obviamente se avergüenzan del evangelio (Rom. 1:16).

 

 

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