13

El nivel del niño

 

Enseñar más oralmente

 

 

 

Aprender el nivel del niño

 

 

 

¿Cuánto es demasiado?

 

 

 

Repasar y repasar

 

 

 

¿Probar?

 

 

 

No desanimar ni aburrir


           Ser un maestro creativo es una tarea más compleja de lo en un principio hubiéramos pensado. Para ser creativo uno debe experimentar nuevas ideas, pero, más allá de eso, el maestro debe descubrir cómo inculcar en los corazones de sus alumnos todas las lecciones. ¿Cuán extenso es el vocabulario de estos niños? ¿Cuán competentes son en las habilidades fundamentales de lectura y escritura? ¿Son capaces de usar estas habilidades lo suficientemente bien para que sean empleadas como herramientas de aprendizaje en otra materia? ¿Cuánto pueden hacer sin la ayuda de los adultos?

           Si usted siempre ha usado materiales que han sido preparados por otras personas, entonces estas preguntas acerca del nivel del niño podrían no haber jugado un papel importante en su pensamiento, pero si ahora usted mismo va a preparar sus hojas de actividades, o si usted va a comenzar a hacer tareas creativas para que los niños las realicen en casa, entonces estas preguntas llegarán a ser de gran importancia.

           Es muy importante darse cuenta que la mayoría de los maestros nuevos tienden a preparar material escrito que es, sin lugar a dudas, demasiado difícil para el niño. Sería mejor cometer el error de llegar al otro extremo y preparar un material demasiado fácil, para la primera tarea que los niños han de realizar, y entonces ir aumentando gradualmente el grado de dificultad, según el progreso de los niños.

           Ha pasado mucho, pero mucho tiempo desde que nosotros, los maestros, aprendimos a leer y escribir, y tendemos a dar por sentado que siempre hemos tenido estas habilidades, pero, ¿qué le parecería recibir la orden de leer la siguiente frase? Omtw gar hgaphsen o Qeos ton kosmon, wste ton uion autou ton monogenh edwken.

           Permítame interpretársela. Significa, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito …” (Jn. 3:16). Ahora, con la interpretación, ¿puede usted reconocer correctamente cada palabra de la oración en griego? Ahora una pregunta más difícil: ¿podría usted reproducir la frase en su cuaderno, sin mirarla otra vez? Sin embargo, cuando le hacemos al niño una pregunta oral y queremos que él escriba la respuesta correcta, esperamos que el niño lo haga y que use todas estas habilidades como si fuera mayor de edad. El niño necesita saber la respuesta que usted quiere, además de saber cómo deletrear las palabras indicadas, y cómo escribir cada una de las letras que se usan.

           Aprenda a requerir sólo lo que sea justo y adecuado al nivel de sus alumnos. Justamente, como en el asunto de la disciplina, debemos requerir siempre lo mejor del niño, pero no exigir más allá del límite de su capacidad. Es muy importante que nunca olvide el nivel de sus alumnos, sin importar que éstos sean niños o adultos, ya que podrían sentirse insultados si usted subestima su capacidad, y muy desalentados si enseña como si estuvieran en un nivel superior. El buen maestro siempre estará en aprietos si trata de encontrar la medida exacta del material que necesitará en su presentación y la de la capacidad que tengan sus alumnos. Nunca subestime la cantidad de información que el estudiante puede aprender, con tal que sea de acuerdo a su nivel.


Usted puede enseñar más, si la enseñanza es oral


 

           El niño puede responder mejor a la enseñanza oral, inclusive si ésta presenta un nivel de dificultad superior al de su capacidad, de lo que pudiera responder a la enseñanza escrita. El preescolar puede aprender que Abraham alguna vez se encontró con Melquisedec, pero pudiera llegar primero a ser adulto, que a escribir correctamente dichos nombres, y quizá ni entonces pueda hacerlo. Esto explica el por qué los buenos cuadernos de trabajo para niños incluyen una cantidad muy pequeña de material que requiere de la escritura. Recuerde que el cuaderno de trabajo será el refuerzo escrito del material que usted ya habría enseñado aunque de diferente manera.

           Planifique el enseñar su lección utilizando un método que le permita relatar toda la historia en forma oral, y con un vocabulario comprensible para el niño. Use cuadros, bosquejos, y mapas, escriba en el pizarrón. Y después, si así lo hubiera decidido, use alguna actividad escrita en cualquiera de sus formas, para reforzar los puntos principales de la lección que ha presentado. De esta manera habrá presentado suficiente material, tanto como la capacidad de los niños les permita comprender; habrá aprovechado al máximo cada minuto del tiempo disponible; y habrá incorporado los cinco sentidos tanto como le fue posible en el proceso de aprendizaje, para ayudar a que los niños recuerden los puntos que usted ha presentado.

           Pero recuerde que, aunque a los niños les gusta tratar de escribir, esto elevará su ritmo normal de actividad, y será más difícil controlarlos. También requerirá tiempo manejar lo mejor posible todo el proceso que la escritura requiere desde, repartir a cada uno un lápiz del color correcto, asegurarse que cada uno está escribiendo en el lugar correcto de la página señalada, reparar un lápiz con la punta quebrada, y hasta el enseñarles cómo escribir la información correcta. Asegúrese antes de empezar todo este proceso, que el valor del aprendizaje que espera obtengan los niños de la actividad escrita vale la pena.

 


 

 

Aprenda todo lo concerniente a los niveles de aprendizaje del niño


 


          Tenga presente que existen diferentes niveles de aprendizaje. Al parecer las mujeres están más conscientes que los hombres, de que existen niveles de aprendizaje por los que pasan los niños a través de su desarrollo. Tal vez sea porque las mujeres tienen en su haber una historia de mayor contacto con sus hijos que los hombres. Cualquier maestro nuevo, sea hombre o mujer, debe aprender cómo medir la capacidad de sus estudiantes. Algunos maestros nuevos son muy, pero muy exigentes y sólo logran desanimar a sus estudiantes. Otros, tratan a todos los niños como si pudieran entender sólo el lenguaje de los bebés, y terminan agraviándolos y casi no enseñándoles nada. Desde luego, ambos extremos son malos.

           Los hombres tienden a enseñar de la misma manera sea cual fuere su grupo sin importarles las edades. Algún maestro podría estar enseñando una clase de adultos por un año y pasar todo el tiempo analizando las palabras de alguna epístola. Cuando llega el tiempo de la rotación de maestros, y este mismo maestro termina con una clase de niños de once años de edad; quizá no haga cambio alguno a su estilo de enseñar. Podría continuar con su mismo estudio de palabras de la misma epístola. Tal vez los adultos se hayan dormido durante su clase, pero los preadolescentes pasarán el tiempo tirándose papeles o dibujando caricaturas en sus cuadernos de trabajo. Un niño de esa edad se aburre con los métodos que funcionan (¡o que son tolerados!) en una clase de adultos.

           Algún otro maestro, podría descubrir que el grupo que va a enseñar, realmente está formado por niños que necesitan un método de enseñanza para niños. Por lo que podría pensar que la idea es entretenerlos para que estén interesados en la clase, así que él hace el papel de payaso cada semana. Y entonces la clase bíblica se convierte en una farsa. Es un circo de tres pistas. A los niños les podría encantar la clase, pero ¿qué estarían aprendiendo?

           Maestros, despertemos. Las mujeres pueden enseñar a grupos de cualquier edad en la escuela pública y hacer un buen trabajo. Los hombres pueden enseñar a grupos de cualquier edad en la escuela pública y hacer un buen trabajo. ¿Por qué no podemos hacer la misma cosa con nuestras clases bíblicas en el sitio de reunión de la iglesia? Podemos hacerlo, si estamos dispuestos a poner todo el empeño necesario para aprender todo lo referente al aprendizaje en los niños.

           Pero ¿cómo llegaríamos a saber en que nivel de aprendizaje se encuentran los niños que están a nuestro cargo? Primero que todo, tenemos que estar conscientes de la necesidad de observarlos cuidadosamente. ¿Qué tareas se les facilitan y cuáles se les dificultan demasiado? ¿Durante qué actividades obtengo la mejor reacción por parte de ellos? ¿Cuando presento mi lección, estoy aburriéndoles, o estoy enseñándoles a un nivel superior al de su comprensión? La ayuda más valiosa en este caso en particular, es que usted haga este año su propia observación de la reacción de los niños. No desconfíe de su capacidad para realizar su propia observación, pues hay diferentes tipos de ayudas que le guiarán a través de su observación. En seguida encontrará una lista de cuatro sugerencias, haga la prueba con ellas y agregue las que usted tenga en mente.

           1) Examine los cuadernos de trabajo clasificados, o los cuadernos de trabajo diseñados especialmente para una clase bíblica o para una clase de lectura en la escuela pública. Estudie el nivel de aprendizaje que según ellos es el correcto para su grupo, (es decir, nivel en cuanto a la enseñanza por escrito, pues en la enseñanza oral usted puede proceder a un nivel más alto). Examine más de un cuaderno de trabajo porque algunos serán más difíciles, y otros más fáciles. Al empezar a preparar su propio material, asegúrese de usar una gran variedad de actividades. Vea cuáles son las que funcionan mejor y planee utilizarlas más a menudo.

          A través de este estudio, hemos hecho muchas críticas a los cuadernos de trabajo disponibles hoy en día, diseñados para nuestras clases bíblicas. Mi crítica se ha dirigido, más bien, al contenido del material que ofrecen, y no al grado de dificultad que la actividades de los cuadernos presentan, pues al parecer está graduado de acuerdo al nivel de aprendizaje del niño. Estoy muy consciente de que el trabajo de los niños pequeños debe ir de acuerdo a su nivel de aprendizaje y que se debe presentar de una manera sencilla y directa, pero también estoy convencido de que las historias de las grandes obras de Dios y los hechos de los grandes héroes de la fe pueden presentarse con un vocabulario tan sencillo como el de los dichos triviales y axiomas de la mayoría de los cuadernos de trabajo.

           Por lo tanto, al examinar varios cuadernos de trabajo, si usted encuentra alguno que fuera excelente en cuanto al contenido y de acuerdo al nivel de aprendizaje de su grupo, y al tema de su unidad de estudio, ¡úselo! Si, por otro lado, usted encuentra alguno que enseñe solamente trivialidades, pero que, sin embargo, el tipo de actividades que presenta es efectivo, aproveche solamente el tipo de actividades y substituya las trivialidades por las verdades que usted está tratando de enfatizar. No existen en el mundo derechos reservados para ningún tipo de actividad, que sea presentada en los cuadernos de trabajo.

           En otras palabras, estamos diciendo que estudie las obras de otros para aprender cómo presentar grandes verdades aun a los niños que se encuentren en los primeros niveles de aprendizaje, pero no olvide todos los puntos que hemos presentado sobre el enseñar al niño las grandes obras de Dios. Recuerde la importancia de la gran fe por parte suya. Esa es la fe que queremos sembrar en el corazón del niño, pero tendremos éxito sólo si presentamos las grandes verdades de acuerdo al nivel del niño para que pueda comprenderlas y recordarlas.

 

           2) Estudie los ejemplos de las actividades que realiza un maestro de alguna escuela que enseñe a niños de la misma edad de los que usted enseñará. Si usted tiene un hijo que se encuentre dentro de esa categoría, estudie las hojas de actividades que trae de la escuela. Si usted no tiene un niño de esa edad, pida a alguna de las madres que comparta con usted alguna hoja para que le sirva de muestra. Cualquier hoja de actividades, de cualquier curso basado en la lectura – tales como ciencias sociales, ciencias naturales, la lectura misma – le servirá para que usted lleve a cabo su propósito. Recuerde que hay una gran diferencia, en cuanto al grado de dificultad en la actividades de los niños, de un año a otro. Aun si transcurren sólo seis meses habrá diferencia, especialmente en los grados inferiores.

           Hable con una maestra buena y de experiencia (ya sea de la escuela pública o de otras clases bíblicas). No escoja a una maestra, simplemente porque tenga mucho tiempo de estar enseñando. Busque a aquella que enseñe efectivamente. Y entonces escuche abiertamente las sugerencias que le haga.

           3) Estudie libros que hablen sobre el desarrollo de los niños. Lea lo referente a su grupo, tomando como base las edades de los niños que usted ha de enseñar, también lo referente a los grupos superiores e inferiores al suyo. Para que esté preparada, ya que algunos niños avanzan hacia una nueva etapa de su desarrollo antes de lo que deberían según su edad cronológica, mientras que otros se retrasan unos cuantos meses.

           Por lo general, las clases bíblicas en la mayoría de las iglesias se componen de niños de diferentes grados escolares, dos o más. (Este problema es casi universal, si se trata de iglesias pequeñas). Esto significa que entre los niños que asistan a su clase habrá una diferencia de edades de tres, cuatro, o más años. Tenga presente esta situación cuando lea los libros sobre el desarrollo de los niños. Asegúrese de leer libros que traten el tema ampliamente, para que pueda aprender lo suficiente y ayudar a todos y cada uno de los niños de su grupo.

           Este problema, el incluir niños de diferentes grados escolares en una sola clase bíblica, hace más difícil la tarea de preparar lecciones apropiadas, según el nivel de aprendizaje del grupo, para que los niños hagan mejor su trabajo. El trabajo escrito debe prepararse de una manera sencilla para los niveles inferiores, mientras el trabajo oral debe ser adaptado para que no provoque hastío en los niveles superiores. Si usted no tiene cuidado, o habrá aburrido a los adolescentes, o habrá hecho el trabajo imposible para los pequeños.

           4) Pregunte a los niños de su clase qué calificaciones reciben en su boleta de calificaciones. La calificación “A” (la calificación más alta en Estados Unidos) no significa que el niño haya aprendido todo lo que debe saber sobre alguna materia. Sólo significa que está respondiendo fácilmente, al grado de dificultad del trabajo que se le da. Por lo tanto, si un niño recibe de manera constante la calificación “C” (calificación media) o más baja, entonces tiene dificultad para llegar al nivel requerido por las actividades graduadas de acuerdo a su edad. La maestra de la clase bíblica debe tomar en cuenta ese problema y en un caso dado simplificar su material. Puesto que nuestra meta es ayudar a cada niño para que aprenda las verdades que necesita saber para ir al cielo, por consecuencia queremos también, que cada niño pase el curso con las más altas calificaciones.


¿Cuánto es demasiado?

 


          Todo este discurso sobre el presentar la información al nivel del niño nos trae otro problema. Lo hemos visto suceder una y otra vez. Tenemos una clase de entrenamiento para maestros, y alguna maestra joven (generalmente aquella que todavía no ha tenido hijos) se motiva fuertemente con el entrenamiento. Ella está convencida de que enseñar la Biblia es la tarea más grande del mundo, ¡y tiene razón! Ella está convencida de que las clases que por lo general son aburridas, también son inadecuadas, ¡y es cierto! De manera que ella quiere cambiar todo el sistema de un solo golpe, y ¡allí es donde empieza su problema!

           Ella con toda su motivación, va a comenzar su nueva unidad de estudio con niños de cuarto grado. Ella ha programado para sus alumnos una tarea semanal, por siete semanas. Ella les da un bosquejo completo de la unidad, mostrándoles cómo pueden hacer todo el trabajo estudiando quince minutos todas las noches.

           Dé una mirada a sus metas. ¿Acaso no son buenas? ¿No ha aprendido ella que es urgente este asunto de enseñar, que es lo que hemos estado enfatizando a través de este libro? Los niños tendrán una comprensión excelente de esta unidad de estudio para cuando terminen todo el trabajo. Observe con cuanta destreza les está enseñando el hábito del estudio diario de la Biblia. ¡Sus ideas son estupendas! ¡Ella debería recibir el título de maestra ideal!

           Pero espere un poco. Vayamos a la casa del niño común que asiste al salón de clases del cuarto grado. Esperemos que la maestra haya sido capaz de inspirar a sus alumnos con su entusiasmo durante el tiempo de su clase. Salen del cuarto asidos de sus nuevos cuadernos de trabajo. Tienen todo tipo de buenas intenciones. Podría ser que la pequeña Susana Tranquila haga la tarea esa misma tarde, con tal que no vaya a casa de su amiga después del servicio. Pero Juanito Inquieto ya tiene un partido de fútbol programado con algunos compañeros de su barrio. Piensa empezar su tarea el lunes en la noche. Pero vayamos al hogar de Juanito Inquieto. Supongamos que él viene de una de las familias más concienzudas de la congregación. Aun tienen una lección bíblica cada mañana al desayunar.

           El lunes amanece con un sol brillante y la familia se levanta temprano. El Pequeño Hermano Tomasito llega al desayuno llorando porque tiene sueño y no puede abrochar su camisa correctamente. Papá tiene que esperar hasta que Pequeño Tomasito se consuele antes de comenzar la historia bíblica de ese día. Justamente en ese momento Juanito Inquieto y Hermana Juanita estiran la mano al mismo tiempo para tomar la última tostada, y la historia bíblica tiene que ser interrumpida para resolver la disputa. A estas alturas Pequeño Tomasito está despierto y se levanta para alcanzar la mantequilla justamente cuando se reanuda la historia, y derrama la leche. Papá cruje los dientes, resuelto a no enojarse otra vez, y observa que es tiempo para salir hacia el trabajo. Sin embargo, dejar la historia hasta ahí fue lo mejor, porque el camión escolar debe llegar en cualquier momento, y los niños todavía tienen que lavarse los dientes.

          Llega la tarde y la familia va llegando a casa uno por uno. Mamá está tratando frenéticamente de ver cómo va la lavadora de ropa al mismo tiempo que prepara la cena. Al regresar del trabajo ha pasado por la guardería infantil para recoger al Pequeño Tomasito, y él está demandando su atención. Al regresar Papá del trabajo ha recogido a Juanito Inquieto quien estaba jugando a la pelota, pero ha olvidado que Hermana Juanita está en el ensayo de la banda y alguien tiene que ir a recogerla. La cena termina como el cuento de nunca acabar, ¡otra vez! Para cuando todos estén en casa esa tarde. La televisión está resonando; también la lavadora, la secadora y la lavadora de platos. Cada niño está tratando de contar sus novedades del día, y Mamá y Papá están agotados. Todavía hay tareas que hacer, hay que bañarse, y con todo conservar la cordura. El lunes en la noche Juanito olvida su tarea para la clase bíblica.

           El martes transcurre como el lunes con sólo unas variaciones en la rutina, tan sólo lo suficiente para poner a ese día su propia pimienta. Juanito recuerda su tarea el martes en la noche cuando se está bañando. El continúa perdiendo tiempo en la bañera, y con calma se viste su pijama. Entonces le dice a su mamá justo cuando ella le cubre con la frazada. ¡Pobre Mamá, tan agotada que está! Pero ella es una mamá concienzuda, así que ella le dice que se apresure a completar su tarea. Con prisa ella vuelve a su trabajo de esa tarde que no ha terminado, y deja a Juanito preguntándose dónde habrá dejado su Biblia y su nuevo cuaderno de apuntes. Por fin los encuentra en la sala, pero está distraído por el programa de televisión que su papá está viendo. Por fin Papá le hace caso cuando Juanito se ríe de una de las bromas, y él apresura a Juanito a que haga su trabajo. Una hora después, Juanito todavía está demorando y posponiendo. Mamá ya cansada, le dice que apague la luz, a pesar de sus protestas por haber respondido sólo tres preguntas.

           Tal es la semana en un hogar común de América. Llega la tarde del sábado y los padres concienzudos descubren que Juanito tiene una tarea enorme que debe terminar para la mañana siguiente. A estas alturas se requiere la ayuda de toda la familia para hacer el trabajo. Entonces, los padres más concienzudos del mundo empezarán a quejarse.

           Y poco después, suena mi teléfono y mi Maestra Super-Celosa está llorando: “Los padres no cooperan conmigo. Están enseñando a sus hijos que sus lecciones bíblicas no tienen la misma importancia que las tareas de escuela …” No, en realidad esto no es así, pues, describimos a una familia concienzuda. En este caso, la maestra se ha ido al extremo.

          Detengámonos y analicemos la situación. Sí, yo soy el mismo autor que escribió los primeros capítulos enfatizando la urgencia de enseñar la Biblia. La Biblia sí es el asunto más importante en el mundo entero, pero yo también he criado hijos en un hogar típico de América. Con unos pocos cambios, el escenario descrito bien podría haber sido una semana ordinaria en nuestra casa cuando nuestros hijos cursaban la escuela primaria. Me pregunto cuántas veces nos fijamos la meta de tener una lección diaria de la Biblia a cierta hora del día, con el resultado de que nuestros planes son perturbados por circunstancias desfavorables. Me pregunto cuántas tareas que valían la pena se perdieron en la confusión de las cosas durante esos veintiún años de criar hijos. A pesar de toda la perturbación, fue un día excepcional que pasara sin que pasáramos por lo menos unos pocos minutos hablando sobre alguna historia bíblica o algún tema bíblico. Mis dos vivaces hijos han madurado para llegar a ser adultos responsables y cristianos firmes, capaces de tomar el lugar que les corresponde en la dirección de su congregación local.

           Daremos de nuevo una mirada a lo que he estado diciendo en este libro. He dicho que usted tiene 30 minutos por semana para tratar de ayudar a los alumnos a su cargo a prepararse para el Día del Juicio. Le he dicho que su tarea es tan importante que usted debe desechar todas aquellas trivialidades que le han entregado para que las enseñe. Le he dicho que usted no tiene tiempo para desarrollar las capacidades, destrezas, habilidades, etc., que se necesitan en la vida diaria. Le he dicho que haga de esos treinta minutos los más importantes, los más emocionantes de la semana de ese niño. Le he dicho que les ayude para que su corazón se remonte a las épocas antiguas y que aprendan los poderosos hechos de Dios.

           Pero más allá de esos treinta minutos, usted debe ser realista. Dé una mirada a su alrededor. Nuestros hijos viven en una sociedad tan ocupada, como lo es la nuestra. De hecho, las presiones sobre nuestros hijos son de las más grandes del mundo. Se les exige que sobresalgan en cada clase de la escuela, en cada campo de juego, en todas las ramas del deporte, y también probablemente en al menos una de las actividades culturales como la música o el arte. Hay un maestro de matemáticas, un maestro del inglés, y un entrenador de la Pequeña Liga, compitiendo con usted por cada momento en la vida del niño, que usted quisiera que él usara para su estudio bíblico. El niño tiene todos estos personajes en su vida, aparte de sus padres piadosos quienes están tratando de encontrar tiempo para lecciones sobre la conducta moral y las amenidades sociales de la vida diaria.

           Estoy completamente de acuerdo, Maestra Fervorosa, que la lección bíblica es la más importante de todas. También, en que los niños no han sido enseñados adecuadamente hasta que hayan aprendido a estudiar por sí mismos en casa. Pero también soy realista. Recuerde la segunda lección de este libro. Un maestro no es más que una pluma en la balanza de la vida del niño. Por lo tanto, aproveche al máximo el tiempo disponible. Haga una tarea que requiera más o menos el mismo tiempo fuera de l salón de clases, que el que usted tiene dentro del salón de clases, es decir, aproximadamente treinta minutos por semana. Inste al niño a que haga su trabajo. Pida a los padres que cooperen un día por semana para que ellos puedan recordar al niño que haga su tarea. Entonces acepte que el resto del trabajo de enseñarle estará en manos de otros.

           Si usted ha pensado de siete tareas espléndidas para acompañar esta unidad de estudio, entonces escoja una que usted piense que los niños puedan hacer fuera del salón de clases. Al escoger una para que la hagan, recuerde que debe ser una que ellos pueden hacer solos. Entonces cubra las paredes de su cuarto con cartulinas y haga gráficas del progreso de los niños a medida que el estudio avance. A estas alturas usted ya les habrá encargado de tarea una de sus siete ideas, tal vez tres o más de ellas, y pudieran ser diagramas que tenga en la pared, y tal vez otra tarea pudiera hacer, una actividad escrita que realizarían dentro del salón de clases durante los treinta minutos que tiene disponibles.

           Así tendría dos ideas que no ha utilizado, la próxima vez que enseñe la misma unidad con otro grupo de niños. Ser creativo no significa que debemos apegarnos sentimentalmente a cada idea que se nos ocurra simplemente por el hecho de ser producto de nuestra mente.


Repase y repase otra vez

 


          Oír un hecho una sola vez no basta para imprimirlo sobre nuestra memoria. Por esa razón ya hemos hecho declaraciones semejantes en este libro, para que usted, el maestro, se impresione con la necesidad de la repetición. Cada parte de la Biblia debe ser enseñada una y otra vez a través de los años.

           Entre más vívidamente se haga el punto al tiempo de la presentación, más probable será que se recuerde. ¿Se acuerda de la historia de la avispa en la ventana? Esa lección no necesita repetición. Usted no quiere que su lección bíblica sea dolorosa como el piquete de la avispa, pero sí quiere que sea vívida. Es por eso que recomendamos ayudas visuales. También es por eso que se recomienda algún tipo de actividad escrita para todos los grupos, menos para los de los más pequeños.

           Aun después de haber contado vívidamente su historia con tantas ayudas visuales como le fue posible, todavía es necesario el repaso. Debe repasar los hechos presentados antes de salir de la clase ese mismo día que la presentó, y después deberá repasarlos la siguiente semana, y otra vez la subsiguiente. Debe hacer planes e incluir tiempo para que haya un repaso en cada lección. La primera lección en una nueva unidad de estudio sólo necesita de un tiempo suficiente para repasar, ayudando a los alumnos para que recuerden como encaja esta unidad en la historia bíblica. Luego la lección de la segunda semana debe repasar el trasfondo de la unidad, más los hechos principales de la primera lección. Para cuando haya terminando la unidad, el repaso deberá ocupar gran parte del tiempo que tiene disponible para la clase. Desde luego, usted deberá avanzar a nuevo material cada semana, pero no piense que está perdiendo tiempo al repasar de una manera clara y concisa la información que estudiada. Usted estará ayudando a imprimir los hechos sobre las mentes de los alumnos.

           Los adultos necesitan tiempo para repasar tan seguramente como los jóvenes. De hecho, escuche hablar a los adultos. A menudo oirá que alguno diga, “Yo no recuerdo los hechos como solía hacerlo”. A cierta medida, eso se debe a que el adulto típico no se queda en una situación de aprendizaje que requiera trabajo mental a diario. Por lo tanto, olvidamos cómo estudiar y cómo recordar información. Más allá de eso, sin embargo, nosotros como maestros tendemos a pensar que los adultos recordarán los hechos que se les cuentan una sola vez aun cuando sabemos que los niños necesitan repasar. Pruebe el repasar efectivamente con adultos. Usted quedará feliz con los resultados y los estudiantes mismos estarán muy felices con sus logros.

          A menudo una unidad de estudio incluirá una lista de cosas que están aprendiendo juntos, tales como: los viajes de Pablo, o los nombres de los apóstoles, o el árbol genealógico de Abraham. La lección de cada semana se puede agregar a la lista. Siempre repase la lista por lo menos una vez, o mejor, varias veces cada semana. Pida que repasen la lista en casa. Usted no habrá alcanzado su meta hasta que cada alumno pueda nombrar la lista entera para fines de su unidad.

           Permítame tomar un momento para decir más sobre las listas de nombres que memorizar. Mencionamos tales listas frecuentemente en este libro. Una lista de nombres aprendidas puramente para el propósito de ser capaces de repetir la lista es inútil, pero una lista puede servir como bosquejo para un período entero de historia bíblica. La lista de los jueces es un bosquejo de quince palabras del libro entero de Jueces, y de los primeros capítulos de 1 Samuel. La lista de las ciudades que Pablo visitó en sus viajes sirve como un bosquejo de la última mitad del libro de Hechos. Esta lista da la estructura sobre la cual se puede agregar el resto de la información del período. Si usted dijera a los niños que les estaba dando un bosquejo que deberían memorizar, les sonaría espantoso. Pero listas son fáciles de aprender para los niños, porque las palabras en la lista forman un ritmo que es tan fácil de aprender para el niño que una canción. Les gustan listas, y cumplen el mismo propósito que un bosquejo complicado podría cumplir. Podría ser que los nombres, meramente como nombres, serían difíciles de aprender, pero la lista de personajes que los estudiantes han llegado a conocer y amar es tan fácil de aprender como una lista de sus amigos favoritos. Por ejemplo, al aprender que Aod era el juez zurdo que apuñaló al rey obeso, y que Jefté era aquel que hizo una promesa necia a Dios, y que Sansón era el hombre fuerte, entonces estos nombres se convierten en amigos que recordar.

           A veces la unidad no incluye una lista concreta de nombres, pero sí incluye un bosquejo de los hechos. Usted no habrá tenido éxito en lograr su propósito como maestro hasta que cada estudiante pueda dar un bosquejo coherente de la información estudiada. En primer lugar, se requiere una presentación clara, y entonces un repaso en casa, y un repaso en el salón de clases para llevar a cabo la tarea. Nos conformamos con demasiado poco aprendizaje. Estamos satisfechos cuando hayamos cubierto todas las páginas del cuaderno de trabajo o todos los capítulos del libro de la Biblia que habíamos de enseñar. No nos detenemos para considerar si en realidad enseñamos alguna información. No ha habido enseñanza verdadera hasta que haya sido aprendizaje de parte de los oyentes.

           “Repetir, repetir, repetir” ha sido llamado las “tres R” del aprendizaje. Hay verdad en esta declaración. No olvide ese hecho al preparar para enseñar.

           Aunque repasos sean tan necesarios en el proceso de aprendizaje, es fácil que lleguen a ser aburridos. No olvide hacer impresionante y efectiva cada repetición. La repetición fastidiosa y reseca de unas cuantas frases no logrará lo que usted quiere. Haga que su tiempo de repasar sea interesante. Busque diferentes maneras de repasar. Un día pruebe las “flash cards” (tarjetas con la pregunta escrita en un lado y la respuesta en otra), otro día preguntas orales, otro día un juego corto de preguntas escritas en el pizarrón, o tal vez aun un juego de repaso corto de alguna clase (pero tenga cuidado con juegos, pues pueden llegar a ser demasiado interesantes o demasiado competitivos en sí mismos y derrotar el aprendizaje de los hechos). De la manera como usted no usa cada vez exactamente el mismo método de enseñar, no use cada vez el método del mismo tipo para repasar.

           Cada semana sean cortos sus repasos. Es imposible repasar cada vez que se reúnan todo hecho que haya enseñado durante la unidad entera. Para fines del trimestre, si tomara el tiempo necesario para repasar cada hecho en particular ya enseñado, entonces no tendría tiempo para enseñar información nueva. Aun si tuviera tiempo para hacerlo, el repaso constante llega a ser tedioso. Los niños quieren oír la siguiente entrega de la historia. Se dará cuenta de que ellos serán lo más inquietos en las noches en que usted decida pasar el período entero repasando. Dicen a sí mismos, “Ya hemos hecho eso, así que ¿por qué debo escucharlo otra vez?”

           En lugar de repasos largos, tome el tiempo temprano en el período para un muy corto repaso animado de los hechos para conectar la lección de hoy con la parte anterior de la unidad. Entonces, más tarde en el período, haga preguntas más o menos detalladas sobre la lección de hoy para asegurarse de que cada detalle se entienda. Si hay tiempo al final de la clase, haga otro repaso corto y animado de los hechos de las historias anteriores más la nueva historia presentada hoy, esta vez haciendo preguntas que no se hicieron al principio. Que las preguntas de hoy sean diferentes de las que hizo la semana pasada, y diferentes de las que hará la próxima semana. De esa manera, habrá cubierto todos los acontecimientos pertinentes una y otra vez durante la unidad, pero no con las mismas palabras ni en sesiones largas que cansen a los niños.


 

Pruebas en la clase bíblica


 

           Los maestros en el salón de clases de la escuela emplean pruebas como su medio principal de animar a los estudiantes a repasar en casa el material. Las buenas calificaciones son aplaudidas para que haya presión sobre el niño para que estudie para tener éxito en la prueba. Este método es efectivo.

           Hemos dicho una y otra vez que la Biblia es el tema más importante que cualquiera pueda estudiar, así que usted debe buscar los medios más efectivos para enseñarla. Acabamos de afirmar que las pruebas son una herramienta efectiva para promover el aprendizaje, de manera que el probar en una clase bíblica puede ser una herramienta efectiva.

           Hay problemas, sin embargo, en hacer pruebas en una clase bíblica. A veces llega a ser un medio de aprender tan doloroso como la picada de avispa. Ya que la mayoría de las clases bíblicas están constituidas por alumnos de dos o tres grados de la escuela, es muy difícil diseñar una prueba que sea lo suficiente difícil para desafiar a los niños mayores sin completamente desanimar a los menores. ¿A usted le gustaría someterse a una prueba que requiriera que escribiera sus respuestas en griego? El pedir que el niño se someta a una prueba que requiera habilidades demasiado difíciles para él pone presiones injustas sobre él. En ese caso usted está probando más de lo que pensaba probar. Está pidiendo la información misma, y además la prueba en cuanto a varias habilidades de aprendizaje.

           Generalmente el probar es innecesario en nuestras circunstancias como maestros bíblicos. Nuestras clases son muy pequeñas al compararse con las clases de las que se encargan los maestros de escuela, de manera que podemos observar el progreso del niño en el nivel oral. No repartimos boletines de notas, así que no se necesitan calificaciones específicas.

           A veces como maestros pensamos que es necesario probar a los niños como un medio de “regañarles” por no estudiar. Es verdad que el uso juicioso de la prueba de veras podría despertar a un grupo superior de la escuela primaria o de la secundaria que se han puesto flojos, pero si un solo estudiante no está aprendiendo, probablemente el probar no es la solución. Haga un esfuerzo especial para obtener una respuesta directa de ese niño. Pruebe otro método de presentar el material. Trate de remachar su atención sobre las cosas que se están diciendo. Si es un niño de la edad de la escuela primaria o más joven, pida la ayuda de los padres. Tal vez ellos puedan repasar los hechos pertinentes en casa. Si el niño es uno de los más jóvenes de la clase, podría ser que la duración de su atención sea más corta que la de los otros, y por eso, el material es más difícil para él. Simplifique un poco el material. Tal vez sea necesario esperar unos pocos meses y dejar que el niño madure un poco más, pero asegúrese que primero usted de veras haya tratado de enseñarle.

           Si la clase entera no está aprendiendo tan bien como usted quisiera, aun así el probar no es la solución. En tal caso probablemente el maestro tiene la culpa. Cambie de métodos; haga más interesante su presentación. Capte su atención a pesar de su falta de reacción, haciendo la presentación tan interesante que ellos querrán escuchar. Analice la situación. Pregúntese cuál será el problema. ¿Está controlando el comportamiento del grupo? ¿Son razonables los requisitos con respecto a los hábitos de estudio de los alumnos? ¿Está haciendo que la historia bíblica realmente cobre vida? Una vez que encuentre una posible respuesta, pruébela. Si eso no logra su propósito, pruebe otra posible solución. Siga probando una cosa tras otra hasta que encuentre una solución que funcione. La tarea es demasiado importante para que dé por vencido simplemente porque a veces llega a ser difícil.

           A veces nos sentimos tentados a hacer pruebas para poder enviar calificaciones malas al hogar de los niños para “regañar” a los padres por no ayudar más. Pero en cuanto al material de la clase que usted ha escogido, usted mismo tiene la responsabilidad de enseñarlo. Los padres también tienen la obligación de enseñar, y las tareas de ambos deben complementar la una a la otra, pero usted es responsable por el trabajo de usted. Las malas calificaciones en una prueba generalmente son una reflexión sobre el maestro en vez de sobre los alumnos o los padres. Es la tarea de usted pensar de maneras de hacer que su presentación de los acontecimientos sea tan vívida que de todos modos los alumnos aprendan, si han cooperado al máximo o no.

           Otra vez decimos que anímeles a estudiar en casa. Señale tareas que hacer fuera de la clase. Pruebe el enviar reportes a casa a los padres al principio y al final de cada unidad (si es que los niños están en edades inferiores a la secundaria; después de eso lo resienten). Exprese sus objetivos y pida la ayuda de los padres para el repaso de partes específicas del material. Solicite su consejo para tratar áreas específicas de problemas. Pruebe varias técnicas de repaso dentro del salón de clases, tal vez incluyendo ocasionalmente una prueba juiciosa. Pero asegúrese que cada método usado para animar a que repasen es un paso positivo hacia el aprendizaje, en vez de un paso doloroso hacia el desaliento.


Ni desaliente ni aburra


           Es el niño más pequeño e inteligente que se frustre por el trabajo que es demasiado difícil. El de más edad probablemente puede manejar cualquier tarea que le haya asignado, a no ser que usted haya ido completamente más allá de su edad. El niño lento suele pedir ayuda dondequiera que esté, así que no le molesta pedir ayuda en esta circunstancia. Pero por lo general el niño inteligente tiene éxito. El encuentra que es terriblemente frustrante si se le presentan semana tras semana tareas que él no puede hacer. El es aquel que probablemente volverá a la casa con lágrimas, pero él podría no decir al maestro que algo anda mal, mayormente si sucede que es un niño tímido. Si él logra el 100 en la escuela y el 40 en la iglesia, podría concluir que el estudio bíblico es imposible para él. Si el niño se desanima demasiado en la escuela, podría dejarla y luego tener problemas en obtener trabajo. Si se desanima demasiado en la iglesia, podría dejarla y ¡perder el cielo! ¡Los riesgos son demasiado altos! Nosotros, como maestros, no debemos sujetar al niño a esa clase de presión.

          Es el niño mayor, más inteligente, quien más probablemente estará aburrido y disgustado si el material es demasiado fácil. Tampoco queremos perder el alma de él. Los métodos que se basan en la presentación oral y que incluyen una variedad de actividades permiten en el salón de clases una variedad más amplia en cuanto a edades y habilidades.


Tarea:

1. Si usted está enseñando a los jóvenes, anote la edad exacta y el nivel de cada niño en su clase. Apunte al lado de cada nombre su nivel de aprendizaje (ya sea preguntando acerca de sus calificaciones aproximadas en su boletín de notas o por medio de su propia observación del niño). Agregue una nota acerca de cada niño describiendo cómo él responde en la clase. ¿Está presto para responder preguntas o es tímido? ¿Tiende a responder con precisión cuando se le dirige a él una pregunta? ¿Tiende a ser flojo en este estudio o diligente?

2. Ya que ha analizado el nivel de los estudiantes en su clase, ¿qué métodos y actividades específicos funcionan mejor para ellos? ¿Cuáles de las actividades que usted usa actualmente le gustan mejor? ¿Por qué le gustan estas? ¿Qué actividades ha encontrado que no funcionan bien con estos niños en particular? ¿Por qué no funcionan bien? ¿Cuáles son algunos métodos adicionales que puedan realzar su obra como maestro?

3. Si usted enseña a adultos, la edad de ellos ya no es el factor dominante para determinar sus niveles de habilidad. Sin embargo, habrá una variación amplia en las respuestas de varios miembros de la clase. Haga una lista de los estudiantes por nombre. ¿Cómo responde cada uno? ¿Está estudiando éste diligentemente en casa? ¿Está listo éste para hacer comentarios edificativos en la clase? O ¿está éste aparentemente presente sólo en cuerpo pero no en mente? ¿Tiende éste a levantar objeciones que en realidad distraen de la información que se está presentando? ¿Es esta persona una recién convertida, o ha sido cristiano por muchos años? ¿Cuán bueno es su conocimiento bíblico del plan global de Dios para la redención del hombre?

 Ya que usted ha analizado a cada estudiante, ¿qué métodos funcionan mejor en esta situación? ¿Por qué funcionan estos métodos? ¿Qué métodos deben evitarse con este grupo? ¿Por qué? ¿De qué métodos nuevos puede usted pensar que puedan ayudar a sus estudiantes a aprender y recordar mejor el material?

 


 

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