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Padres y bebés

 

Léale a su bebé

 

 

Sea un bueno ejemplo

 

 

Su bebé y los
 servicios de la iglesia

 

 

Padres

 

 

Madres que trabajan
fuera del hogar


          Está fuera del alcance de este libro el cubrir los detalles con respecto al crecimiento y desarrollo del niño, o aun instrucciones detalladas respecto a la enseñanza de las diferentes edades, pero la siguiente lección tratará algunas sugerencias generales para la enseñanza de los grupos de diferentes edades, tanto en la casa como en las clases bíblicas de la iglesia.

Bebés

          Padres, ¿se dan cuenta de la responsabilidad que se echaron a cuestas cuando decidieron tener su primer bebé? Miren a su bebé que yace en su cuna; es totalmente inocente; es una pequeña partícula de la humanidad, pero también es un alma viviente que existirá para siempre. Todavía estará en existencia cuando este universo se haya quemado con fuego ardiente, pero ¿dónde estará él? ¿Pasará la eternidad en la dicha del cielo, o en las torturas del infierno? La respuesta depende sumamente de la manera en que ustedes críen a su hijo.

          Dios les ha puesto ese bebé en sus manos y la justicia prohíbe que se entregue la responsabilidad de criarlo y enseñarlo a otra persona. Es una tarea demasiado importante para que sea relegada a otros. Desde el momento que el bebé nace, la responsabilidad de ustedes, la más importante en el mundo, será enseñarle los principios por los cuales él debe vivir. Los próximos 21 años será un tiempo ocupadísimo para ustedes. El tendrá que aprender las habilidades que son necesarias para la vida diaria; él necesitará aprender a trabajar con otras personas y tomar su lugar en la sociedad; y por sobre todo, él tendrá que aprender a amar a Dios y servirle con todo su corazón. El niño es incapaz de hacer esto por sí mismo. ¿Qué harán ustedes para ayudarle?

          Si su hijo ya tiene dos años y no le han contado docenas de las historias bíblicas, habrán descuidado algunos de los más importantes años de su vida. Los psicólogos han demostrado que las cosas que son de importancia que se nos enseñan los primeros dos años de vida tienden a permanecer importantes por el resto de nuestras vidas. Dios es lo más importante de todo, así que El ciertamente debería ser incluido en la enseñanza de esos dos años. La fe producida en la infancia puede crecer y madurar a través de los años, sin que surjan mayores cuestiones de incredulidad.

          Los bebés aprenden mejor si reciben atención personal; así que, los padres tienen la responsabilidad principal de enseñarles a esta edad. Si su bebé aún no camina ni habla un poquito, entonces aún no está capacitado para hacer frente a un grupo. El necesita que se le digan las historias bíblicas mientras se sienta en las rodillas del padre o en el regazo de la madre. Ustedes tienen algunas lecciones muy importantes que enseñarle durante los primeros dos años, y enseñar estas lecciones es la responsabilidad de ustedes, y no de alguna niñera que se le llama “maestra”, en el sitio de reunión de la iglesia.

          Por cierto no hay nada de “malo” en que haya una clase para los bebés en el sitio de reunión, pero tampoco es necesaria para tener bebés bien enseñados. Ni siquiera es una parte necesaria de un buen programa de enseñanza en el sitio de reunión. Según mi experiencia puedo decir, que después de un mes, es imposible diferenciar cual de los bebés de dos años comenzó una clase bíblica en los primeros meses de su vida, y cuál comenzó cuando cumplió su segundo año de vida, pero es muy fácil darse cuenta de cuáles fueron enseñados por sus madres desde el momento que llegaron a este mundo.


Léale a su bebé


          Léale a su bebé historias bíblicas. Nosotros tenemos una muy buena amiga que cuando fue al hospital para tener su primer bebé, llevó consigo un libro de historias bíblicas. La primera vez que las enfermeras le trajeron su bebé, ella le leyó una historia. Por supuesto, el bebé no le podía entender las palabras aquel primer día, pero supongamos que ella continuó leyéndole cada día. Las nuevas madres están muy ocupadas, pero indudablemente las madres tienen tiempo de leerle una historia cuando alimentan al bebé. De esta manera el bebé asocia la lectura de una historia bíblica con el sentimiento más agradable de ser acurrucado y alimentado, mucho antes de que entienda las palabras. A medida que vaya madurando poco a poco, estos serán los primeros pensamientos que empiece a recordar. Amarán las historias cariñosamente antes de que sea posible que comprenda su significado completo. El apóstol Pablo dijo que Timoteo conocía las sagradas escrituras “desde la niñez” (2 Timoteo 3:14). La palabra griega en este pasaje traducida “niñez” se refiere a la más temprana infancia; de hecho, aun se usa para hablar del niño antes de su nacimiento. En el caso que mencioné arriba, el niño contaba historias bíblicas de una manera fluida a los tres años. ¡Sí funciona! No desatienda aquellos primeros años preciosos.

          Una ventaja de comenzar a leerle historias antes de que el bebé pueda entender las palabras es que usted se enseña de una manera automática cómo contar historias. La mayoría de nosotras nos sentimos inseguras sobre cómo hablar a nuestros bebés. Queremos que ellos aprendan la Biblia, pero al tratar de contar las historias no nos sentimos capacitadas para hacerlo. Si usted comienza a leerle historias a su recién nacido de manera regular, usted estará construyendo su propio repertorio de historias en su mente. Después de un tiempo, un día cuando el bebé se sienta de mal humor e inquieto, y usted necesite algo para calmarlo, una de estas historias que usted ha leído saldrá de su mente y usted se verá contándola de una manera calmada y cómoda.

          A los pequeñitos les encanta escuchar el sonido de su voz; ellos quieren su atención, y ellos merecen el tiempo que se les da. Muchas veces los bebés que lloran suelen calmarse con la voz de su madre que les canta o les habla. Tómese el tiempo de hablarle de Jesús mientras le cambia los pañales, o cuéntele la historia del hijo pródigo cuando le esté alimentando con la cuchara. La hora de comer es una buena hora para contarles historias, especialmente en aquellas ocasiones cuando la madre y el bebé están solos. Aproveche la oportunidad de contarle una historia bíblica cuando usted esté pelando las papas, doblando ropa, o un gran número de actividades ordinarias que no requieren concentración. Háblele a su hijo mientras trabaje. Cuéntele la historia favorita de él otra vez. A medida que crezca, repase la lista de nombres que esté aprendiendo este trimestre en su clase bíblica.

          A veces la familia pasa muchas horas en el auto cuando está de viaje. Los niños tienen la tendencia de estar inquietos, ya que no pueden moverse a gusto. En vez de combatir el problema, aproveche este tiempo para contarle una historia o cantarle un himno o un corito. Alguna vez al leer o contar una historia favorita, ponga una grabadora, y después, cuando el bebé empieza a tomarse una siesta, tóquele la grabación. Compre un cassette o disco con buenos cánticos espirituales (asegúrese de escucharlos antes de tocárselos a los niños para saber si el contenido es bueno). Deje que el bebé se duerma escuchando los himnos, o deje que los escuche cuando usted vaya de compras.

          Me he dado cuenta de una tendencia muy triste en los padres de hoy. Mire a su alrededor cuando vaya conduciendo hacia el centro en alguna calle muy transitada, y fíjese cuántos autos se ven con uno de los padres y un bebé. Continúe observando y vea si el padre o madre habla al bebé. Observé a una joven madre que salió del negocio con su bebé, puso al bebé en su asiento, puso las bolsas de compras, entró en el auto, se acomodó y se fue. Todo este proceso se hizo en silencio. La madre estaba en su mundo y el bebé en el suyo. ¡Qué triste! El tiempo que pasan juntos debería ser un tiempo para compartir; deben compartir no sólo el lugar, sino también los pensamientos. Usted pierde un tiempo precioso que podría ocuparse en conocer los pensamientos de su hijo, en ayudar a que el bebé conozca los de los padres, y de gozarse de la compañía mutua. Háblele del niño Moisés, o de por qué el cielo es azul, o por qué las moscas tienen alas, o de cualquier pensamiento que le venga a la mente. Usted estará ayudando a ese pequeña persona a darse cuenta de lo que le rodea y ayudarle a ser todo lo que Dios quería y quiere que toda persona llegue a ser.

          A medida que su bebé crezca un poco, continúe leyendo, compartiendo juntos los buenos libros de historias bíblicas. Léale y cuéntele las mismas historias una y otra vez, usando cada vez las mismas frases simples. Use ayudas visuales muy simples que usted pueda construir en casa. Ensaye haciendo figuras con líneas ilustrativas de los puntos principales de alguna de sus historias favoritas y ponga sus “cuadros” en la puerta del refrigerador (o donde sea que usted pegue tales cosas en su casa) y deje que el niño use los cuadros para “decirle” la historia. Su niño puede empezar a decir las historias por sí mismo tan pronto como pueda decir unas pocas palabras. Haga una pausa en su repetición de las frases simples de su historia favorita y deje que él interponga las palabras claves. Uno de los tesoros mas apreciados en nuestra casa es la grabación de nuestra hija cuando ella era muy pequeña. En la cinta ella “cuenta” la historia de Jonás y la del Hijo Pródigo, completando las palabras claves a medida que su padre le daba el resto de la frase. Se puede escuchar su demostración de cómo la ballena vomitó a Jonás sobre tierra seca. El hijo de usted también puede hacerlo.

          Léale o cuéntele la historia con el mismo entusiasmo que pondría cuando le lea un libro del Dr. Seuss, o cuando le dice el cuento de los tres ositos. Algunas personas piensan que el único modo que se muestra reverencia a Dios es teniendo una voz solemne cuando se habla de El. Las historias bíblicas son emocionantes. Cada emoción conocida por el hombre se menciona en la Biblia. Hay historias que tocan nuestros corazones y nos debieran hacer llorar; hay eventos que ocurrieron que son divertidos. Ayude a su hijo para que él pueda ver estas emociones y experimentarlas con los personajes bíblicos.

          Pero también a la vez, enséñele respeto hacia la palabra de Dios. Ríanse juntos de situaciones divertidas que aparecen en la historia bíblica, pero no haga burla de personajes o situaciones bíblicos. No tome a la ligera un himno que se usa en la adoración de Jehová. El cantar era una parte normal de nuestras vidas cuando nuestros hijos estaban creciendo. Nos reíamos y jugábamos juntos, inventando canciones sin sentido de algo que hubiera ocurrido en el día, pero teníamos mucho cuidado de no usar algún himno espiritual para hacerlo parte de nuestro juego. Los niños estaban siempre listos a corregirnos si nosotros usábamos, descuidadamente, la melodía de un himno espiritual. Esto podría parecer un cosa menor, pero la reverencia a Dios es básica en nuestra relación con El. Dios prohibió que el pueblo de Israel usara en vano el nombre del Señor (Exodo 20:7). Esa ley prohíbe las maldiciones, blasfemias de Su nombre, y todo tipo de uso de Su nombre empleando palabras corrompidas; también prohíbe todo uso del nombre de Dios en chistes, bromas, canciones, y cuentos que emplean de manera despectiva el nombre de Dios y las cosas espirituales, pues se aproximan a la blasfemia, porque hablan de las cosas sagradas sin que el pensamiento de lo sagrado esté presente. Esta es una lección de suma importancia que puede enseñarse mejor con el ejemplo.


Sean buenos ejemplos


          Deje que su bebé vea que usted inclina su cabeza en oración cada vez que se sienta a comer. Pídale que incline su cabeza tan pronto él pueda obedecer órdenes de cualquier tipo. Arrodíllese con él al borde de la cama, antes de acostarse, tan pronto él pueda hacerlo. Pronto comenzará a balbucir su propia “oración”. Por supuesto que al principio él sólo estará imitando a los adultos, pero ¿no es éste uno de los mejores hábitos que merecen ser imitados para que se inicien en la oración?

          Cante a sus hijos. Ellos mismos no saben tono o melodía, así que, a sus hijos les gusta oír su voz si es muy buena o si es desentonada. Cante aquellas canciones simples que a los niños les gusta oír, pero no se limite a ellas. Cánteles la primera estrofa y el coro de los himnos de los que se cantan con frecuencia en los servicios de adoración. Los niños aprenden desde muy pequeños a cantar. Anímeles a que canten en el servicio de adoración, aunque sus pequeñas voces no armonicen con las de los adultos. Usted los está animando a que participen en la adoración lo mejor que puedan. Deje que su infante vea sólo las acciones que usted quiera que él imite. Hemos dicho anteriormente que los maestros de la Biblia deben darse cuenta de que ellos se volverán el ejemplo de sus alumnos. Puesto que los padres están aun más involucrados en el proceso de enseñanza de sus hijos, éstos deben darse cuenta que con mayor razón imitarán su ejemplo. Si usted tiene malos hábitos que no quiere que él imite, entonces es hora que abandone esos malos hábitos inmediatamente. Si usted tiene palabras en su vocabulario que no quiere que su hijo las aprenda, entonces ya va siendo hora de deshacerse de ellas. Usted quiere que su hijo llegue lo más lejos que pueda, y la manera más efectiva de enseñarle que siempre dé lo mejor de él es que él vea que usted se esfuerza por hacerlo también.


 

 

Su bebé y los servicios de la iglesia


          Que el local de reunión sea el primer lugar público donde su bebé vaya. Deje que aprenda desde el principio que nosotros vamos siempre a adorar a Dios, aun cuando no sea muy conveniente. Enséñele la lección fundamental de que el servicio de adoración es un evento especial, y que este servicio requiere el comportamiento especial. Es una lección muy difícil que aprender para el bebé, pero es una de las lecciones mas importantes de su vida, porque usted estará estableciendo la base para todas las futuras lecciones con respecto a la reverencia a Dios. No vacile en tomar cualquier medida que sea necesaria para enseñarle a su hijo cómo comportarse en el servicio de adoración.

          Piense por un momento sobre cuán compleja para su hijo es la idea de su conducta en un servicio de la iglesia. A cualquier otra parte que él vaya, a la gente le gusta que él ría, tomarlo en los brazos, y que ensaye alguna habilidad nueva, pero por alguna razón, la misma gente frunce el ceño cuando él hace lo mismo en el local de reunión. El bebé no entiende por qué, pero él puede aprender desde muy temprana edad que este lugar es diferente.

          Algunos padres tienen temor de disciplinar a sus bebés cuando están en el culto pensando que por esa causa podrían odiar a la iglesia, pero la vida no funciona de esa manera. Uno de los puntos que mencionamos en el capítulo sobre la disciplina es que los niños respetan a un maestro que es estricto más que aquel que es indulgente y tolerante. Lo mismo es cierto con los bebés y sus padres. Una de sus tareas principales, las 24 horas del día, es enseñarle a su bebé cómo comportarse. Usted no se tarda en darle palmadas en la mano a su hijo cuando él insiste en tomar la cafetera caliente. Por cierto que usted no teme que el niño no quiera regresar más a la cocina. Por supuesto que la conducta del niño en cualquier parte se tiene que juzgar de acuerdo a su nivel de madurez, pero las reglas de conducta bien señaladas y definidas, nunca han hecho que un niño odie la actividad. Sea justo, pero también sea estricto.

          Padres, permítanme decirles algo más acerca de su bebé y el servicio de adoración. No solamente tienen ustedes una gran responsabilidad hacia ese bebé, sino que también la tienen con aquellos que están a su alrededor. Los maestros y el predicador han hecho un gran esfuerzo en preparar lecciones que las personas de la audiencia necesitan. Cada adulto en el edificio tiene el derecho de poder escuchar el mensaje que se dará. Todos nosotros sabemos que los pequeñitos harán ruido, pero ustedes, como padres, tienen la responsabilidad de que el ruido que su bebé produzca sea el más mínimo posible. El pequeño infante podría llorar porque tiene un cólico que le provoca dolor en el estómago. Se sentirá bien una vez que haya eructado, pero si su lloro se prolonga más de un momento, por favor, sáquelo fuera del auditorio hasta que solucione el problema. Una vez resuelto, regrese de una manera quieta al edificio, y continúe escuchando la lección.

          A medida que el niño crezca, usted podría descubrir que durante algunos servicios, usted tenga que hacer varias vueltas para administrar un poco de disciplina. A veces una madre joven casi se pregunta por qué ella asiste a los servicios, pues el bebé la distrae tanto que no puede oír el sermón. Que no le quepa nunca la menor duda que está en el lugar donde debe estar. Esta etapa particular en la vida del bebé pasará rápidamente. Los viajes fuera del edificio se harán cada vez menos frecuentes. A estas alturas la madre está enseñando más de lo que puede darse cuenta, porque le está enseñando al bebé que nosotros siempre adoramos a Dios y que mostramos respeto a El con nuestra conducta. Los niños que asisten a los servicios de culto cada domingo de sus vidas, maduran con uno de los mejores hábitos que pudieran adquirir. Yo pienso que Dios se fija de manera especial en las fieles madres jóvenes que tratan lo mejor que pueden de enseñar a sus hijos cómo comportarse en el servicio de la iglesia. El no se olvidará de sus esfuerzos ni se olvidará de su fatiga después de un rato difícil en tal o cual servicio.

          Permitir que su bebé juegue en la sala infantil en el sitio de reunión es sólo postergar el día de la disciplina que tendrá que llegar para que el niño aprenda el respeto a Dios. Algunas madres dejan que sus bebés jueguen en cada servicio hasta el momento cuando ellos deben ir a su primera clase. Esta es la salida de los cobardes, pues al hacerlo usted entrega un niño indisciplinado a otra persona para que lo entrene. Usted habrá fallado, pues no ha cumplido con la parte que le corresponde. La relación entre usted y su niño es personal y directa; por eso, usted cuenta con la mejor oportunidad para enseñarle, y también usted es la persona que tiene la mayor responsabilidad en cuanto a este niño en particular. No falle. Cumpla con su tarea.

          Use la sala infantil para el propósito con que fue creada. Vaya allí para asistir a su bebé: para cambiar pañales; para alimentarlo; para arrullar al bebé si llora porque quiere dormir; o para darles unas palmaditas, si se ha portado mal. Tan pronto haya dejado de llorar, regrese a su asiento en el auditorio, y continúe su lección acerca de cómo debemos conducirnos en el servicio de la iglesia. No deje que la sala de cuna sea un lugar de juego, que los bebés pronto aprenden a  llorar para pedir que les lleven ahí. Las madres que hablan y se ríen en la sala de cuna durante el servicio de adoración no solamente fallan en cuanto a enseñar a sus hijos la reverencia a Dios, sino que están, además, demostrando su propia falta de reverencia por las cosas sagradas. No sea parte de tal grupo.


Padres


          Padres, ¿han leído la sección de arriba tan cuidadosamente como lo han hecho las esposas? La Biblia enseña que el esposo es la cabeza de la familia (Efes. 5:23; 1 Tim. 3:5). La mayor responsabilidad en la crianza de los niños cae sobre sus hombros. Fue a los padres que se les dijo que criaran a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor (Efes. 6:4). Por supuesto que las madres también tienen responsabilidad en la enseñanza (Tito 2:4; 1 Tim. 5:14), pero el que sus esposas cumplan con su responsabilidad, no hace que se cumpla por extensión la de ustedes.

          Uno de los requisitos para ser un anciano de la iglesia, es que el hombre debe ser alguien que “gobierne bien su casa y tenga a sus hijos en sujeción con toda dignidad” (1 Tim. 3:4-5). Me molesta cuando el nombre de un hermano se menciona como un posible anciano, y al tener a sus hijos en mis clases he encontrado en sus corazones sólo la ignorancia de la palabra de Dios. ¿Cómo puede tal hombre estar calificado para ser un anciano? El no ha trabajado para salvar a sus propios hijos; así que, ¿cómo podría estar preparado para salvar a otros?

          Tradicionalmente los padres han abandonado, si no todas, la mayor parte de las responsabilidades de criar a sus hijos. El hombre procrea un hijo, trabaja para ganarse la vida para la familia, y piensa que esto lo hace un padre. Muchos animales reunirían los requisitos para ser ancianos si esto fuera todo.

          Peor aun, algunos hombres jóvenes de nuestra generación se enojan cuando sus esposas quieren dejar de trabajar fuera del hogar, para poder estar con sus bebés recién nacidos. Si un hombre joven es lo suficiente maduro para casarse, debe también serlo para aceptar la responsabilidad de proveer para su familia, y para aceptar todas las responsabilidades que acompañan el criar hijos.

          Va para usted joven, si usted no está preparado para aceptar la carga completa, posponga su casamiento. Espere algún tiempo antes de traer niños a este mundo. Los niños deben criarse en el hogar de dos padres maduros quienes están dispuestos para hacer cualquier sacrificio que sea necesario para el bienestar de sus hijos.

          Una de las cosas buenas con respecto al cambio de papeles domésticos hoy en día, es que cada vez más padres se están involucrando en la crianza de sus hijos. Muchos están aprendiendo a cambiar los pañales y a mecer al bebé. Pero me temo que el paso tan importante de enseñarles historias bíblicas aún está ausente en muchos hogares.

          Padre, si no sabe cómo enseñar, ¡aprenda! Habrá gente que estará contenta de ayudarle. Escuche a los padres que sí enseñan a sus hijos y aprenda de ellos. Léales los mismos libros de historias bíblicas que su esposa les está leyendo. Aprenda las historias del mismo modo que ella las aprende. Dedíquese con empeño, lea la Biblia usted mismo una y otra vez. Cueste lo que cueste, hágalo. El bienestar de su alma literalmente depende de ello. Usted es responsable del alma limpia de aquel bebé precioso que se le confió. ¿Qué tipo de alma tendrá cuando usted haya terminado de enseñarle?


 

Para las madres que trabajan fuera de la casa


          Vivimos en una época en la cual el costo de vida ha subido rápidamente. El sueño de América de poseer una casa se ha vuelto casi imposible, a menos que tanto la esposa como el esposo trabajen fuera de la casa. Además, vivimos en una época en la cual se le dice a las mujeres que no se sentirán “realizadas” a menos que tengan su propia carrera. De acuerdo a las estadísticas, la mayoría de las mujeres de América actualmente trabajan fuera de la casa. Las salas de cunas o jardines infantiles han florecido por doquier para cuidar a los niños de las madres que trabajan. Las mujeres dan a luz sus bebés y regresan a trabajar tan pronto el doctor les dé el alta, dejando a sus bebés en el cuidado de otros.

          Yo también vivo en esta sociedad de precios elevados. Yo sé que por todo lado hay factores que nos presionan hacia el éxito económico, pero deploro lo que está ocurriendo en los hogares de América. El plan de Dios es que los niños nacieran en familias que les amarían, les cuidarían y les entrenarían, para que tomen su propio lugar en la sociedad. El plan de Dios se ha perdido en el ambicioso América.

          Sus hijos no estarán con ustedes por mucho tiempo. El tiempo entero de su crecimiento pasará antes de que usted se dé cuenta. El tiempo que usted los tiene bajo sus alas es ciertamente corto. Por lo tanto, tómese ahora el tiempo, antes de que sea demasiado tarde, para darles la enseñanza que tanto necesitan. Pronto irán a la escuela donde estarán la mayor parte del tiempo que están despiertos bajo la influencia de otra persona; así que, estos años tempranos son vitales para fijar en él el patrón de la conducta correcta.

          Quizá sea necesario postergar la compra de esa nueva casa; quizá tenga que manejar su carro viejo por un rato mas; quizá tenga que vivir sin algunos de los lujos de la vida; o podría tener que interrumpir el progreso de su propia carrera por algún tiempo, pero, por favor, ¡quédese en casa con sus bebés! ¿Qué es lo que podría hacer en este mundo que sería más importante que ayudar a un alma para que alcance el cielo?

          Su hijo no habría existido si usted no lo hubiera traído a este mundo. La vida misma es una gran bendición, si no se desperdicia, pero la existencia se vuelve una maldición si pasa la eternidad en el infierno. ¡Qué trágico si mi hijo se pierde porque no me dí el tiempo de enseñarles de las grandes obras de Dios! ¿Cómo podría disculparme ante él de mi fracaso en el día del juicio una vez que él haya recibido su condena? ¿¿Podría yo decirle que mi trabajo usando la computadora de alguien fue más importante que su alma?? ¿¿Podría convencerle que la hermosa casa nueva fue mas importante que su alma?? Si usted no quiere darse el tiempo de enseñar a su hijo, entonces, por favor, ¡No tenga hijos! Es una responsabilidad demasiado grande para ser menospreciada.

          Maridos, esta es otra área donde usted también tiene una gran responsabilidad. La Biblia ordena que las mujeres “sean cuidadosas de su casa” (Tito2:4). Usted está pidiendo que su esposa tenga dos trabajos a tiempo completo, cuando le pide que trabaje cuarenta horas por semana fuera de la casa, además de ser esposa y madre. Anime a su esposa a que sea un ama de casa. Anímele a que se dé el tiempo en darle a los niños el amor y el cuidado que sólo una madre puede dar. Hágale saber que usted aprecia su trabajo. Las esposas y madres deben ser estimadas como los guardianes de la civilización.


 

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          Padres, su trabajo como maestros no termina cuando su hijo comienza a asistir a las clases bíblicas en el sitio de reunión. El maestro es, en realidad, su ayudante en la enseñanza de su hijo. Ustedes tienen a su disposición más tiempo con su hijo de lo que tiene el maestro, y tienen más obligación personal en cuanto a su bienestar.
           Nunca olviden que la responsabilidad primordial pertenece a ustedes. Es el deber de ustedes enseñar a su hijo en el camino en que debe ir. Si su hijo de tres años nunca ha escuchado la historia de David y el gigante, cúlpense a ustedes mismos, no a la maestra que da clases en el sitio de reunión de la congregación.

 

 


 

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