La mies es mucha mas los obreros pocos

      "Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predi­cando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" (Mateo 9:35-38).

      Estas palabras de Jesús se aplican con igual fuerza ahora. Hay millones de personas en toda nación que necesitan oír el evangelio. Todo cristiano debe dedicarse a la tarea de publicarlo.

      Hay ciertas cosas que pueden impedir la realización de esta obra. Es posible en esta generación como en la primera predicar el evangelio en toda parte, pero hay algunas cosas que estorban:

      1. Si los miembros de la iglesia no hacen su parte, si algunos dicen que solamente los evan­gelistas son responsables, entonces la obra no se llevará a cabo. A menos que todo cristiano reconozca y acepte su responsabilidad indivi­dual, muchas almas no oirán el evangelio. Hay muy pocos predicadores en comparación con el número de miembros de la iglesia y estos pocos predicadores no pueden, si trabajaran día y noche toda la vida, llevar el mensaje a todos. Todo miembro debe imitar a los cristianos del siglo primero (Hechos 8:1-4).

      2. Los predicadores deben considerar la obra de salvar almas la más importante obra en el mundo. No debemos ser filósofos, ni políti­cos. ¡Ay de nosotros si no predicamos el evan­gelio! 1 Corintios 9:16. No somos pastores y no debemos imitar a los pastores de las denomi­naciones en su modo de obrar. No podemos hacer ni una pequeña parte de la obra que co­rresponde a nosotros si no nos dedicamos en­teramente a la obra. Un impedimento grande en la obra es que los predicadores se ocupan en otros muchos intereses. "Medita estas cosas; está por entero en ellas," dice Pablo a Timoteo, 1 Tim. 4:15.

      3. Algunos hermanos no apoyan a los predicadores fieles, porque no aceptan la ver­dad que éstos predican. Algunos miembros se ofenden aunque el sermón predicado sea bíblico, porque no sufren la sana doctrina. No quieren que sus vecinos oigan el evangelio puro porque saben que la verdad les ofenderá. Mu­chos hermanos se ofenden cuando se menciona en el sermón el nombre de alguna denomi­nación y cuando la doctrina falsa es expuesta. Esta actitud impide la obra de evangelizar. 2 Tim. 4:3, 4, "Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina; antes bien, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros con­forme a sus propias concupiscencias, y se apartarán a las fábulas". Pablo sigue con esta amonestación para el fiel predicador: "Pero tú, sé sobrio en todo, sufre trabajos, haz la obra de evangelista, completa tu ministerio" ( v. 5).

      4. La obra puede ser impedida también por los que requieran que todo sea muy conve­niente. El hermano que rehúsa predicar a menos que sea conveniente hacerlo no tiene el espíritu de Pablo quien dijo: "que instes a tiempo y fuera de tiempo" (2 Tim. 4:2).

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