¿Condenar Solamente?

"...Redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina" (2 Tim. 4:2). El evangelista tiene que reprender el pecado, exponer el error, y corregir el mal. De esto hablan muchos textos. Pero si nuestra predicación contiene solamente la conde-nación del mal, ¿cómo pueden crecer los miembros?

Tenemos poca paciencia con los que critican la predicación negativa y piden una dieta exclusiva de predicación "positiva". Ellos mismos se ponen muy negativos al hablar del sermón negativo. Tenemos el ejemplo de Cristo y el ejemplo de Pablo de exponer el error, de debatir y de reprender.

Pero el trabajo nuestro es muy amplio, y requiere mucho más que el exponer y el reprender. Para ser evangelistas fieles y para cumplir nuestro ministerio (2 Tim. 4:5), debemos enseñar "todo el consejo de Dios" (Hech. 20:20, 27). Debemos instruir, edificar, y exhortar. El crecimiento espiri­tual requiere una dieta adecuada sin defi­ciencia alguna. Son pocas las veces por semana que enseñamos a los humanos y el tiempo es precioso. Es necesario aprovechar bien el tiempo (Efes. 5:16).

Las cartas a las siete iglesias de Asia nos proporcionan un excelente ejemplo de una buena combinación de alabar lo bueno y lo fiel antes de exponer el error y reprender a los hermanos. Hay muchos hermanos fieles, hermanos que luchan diariamente en contra de toda clase de tentación. Están dedicados al Señor y Su servicio; es urgente que ellos reciban ali­mento y aliento de los sermones para con­tinuar la lucha y no desmayar. Merecen nuestra ayuda en cada lección, y en cada sermón.

Toda la iglesia necesita de buena comida, instrucción apropiada a su estado espiritual. Se requiere comida bien preparada. Hay una gran diversidad de temas bíblicos y el que enseña o el que predica no debe ser esclavo de solamente unos cuantos temas predilectos. Es bueno que uno recuerde los temas y las clases que ya ha presentado en la congregación para poder ir adelante ayudando a los miembros a crecer en el conocimiento bíblico. La repetición sí es útil, pero no al grado de aburrir a la congregación.

Lamentablemente muchos en la congregación dependen casi totalmente del predicador para su alimentación espiritual. Algunos no pueden leer; otros no toman el tiempo ni la molestia de estudiar. La comida que reciben es la que reciben en las reuniones de la iglesia. Hermano predicador, ¿qué están comiendo los hermanos donde usted predica? ¿qué tan variada está la dieta? Es muy bueno que los miembros estén enterados de varios errores doctrinales, pero deben oír también lecciones que instruyen y alientan. Es necesario recordarles de los muchos ejemplos bíblicos de fe, de amor, de valor, y muchas otras virtudes que debemos imitar.

¿Estamos predicando solamente temas sobre los primeros rudimentos de la salvación? ¿Estamos predicando el bautismo a los hermanos que hace años se bautizaron? ¿Hablamos solamente de la cena a los que tienen años de estar tomándola fielmente? ¿Hablamos de los errores bautistas cuando no hay bautistas en la audiencia? Desde luego, tenemos que instruir a los hermanos acerca de toda clase de error para que estén prevenidos y para que puedan instruir a otros. Pero también es necesario enseñar a los que están presentes, a los hermanos mismos, en lo que les puede dar más vida espiritual, más vitalidad y más ánimo. Tienen problemas en sus vidas, dificultades de toda clase, y necesitan mucha fuerza espiritual para vencer los problemas y llevar vidas tranquilas. Es necesario llenar sus corazones con la palabra de Cristo. La palabra de Cristo debe morar "en abundancia en vosotros" (Col. 3:15). Su palabra es vida, es espíritu Jn. 6:63).

Vamos pues llenando los sermones con Biblia, con el pan de vida, el agua de vida, el alimento que edifica. "Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados" (Hech. 20:32).

Existe la tentación de predicar mucho sobre ciertas diferencias entre la iglesia del Señor y las sectas y de sentirnos muy satisfechos por haber "predicado el evan­gelio puro". Podemos predicar los cinco pasos de obediencia inicial (oír, creer, arrepentirse, confesar, bautizarse) y luego los cinco actos de culto (cantar, orar, es­tudiar, ofrendar, tomar la cena) y pensar que "ya cumplí con mi deber". Pero ¿qué hay de crecer "en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo"? ¿Qué hay de las siete cuali­dades indispensables que encontramos en 2 Ped. 1:5-11? Es necesario comer --comer bien -- para crecer. Además se re-quiere el ejercicio espiritual para crecer. Y por último debemos evitar la enfer­medad (el pecado) para crecer y ser fuerte. Los que predicamos y enseñarnos estamos guiando a los hermanos en las tres cosas. Es responsabilidad grande.

El trabajo de Cristo -- y el trabajo nues­tro -- es el de "deshacer las obras del dia­blo" (1 Jn. 3:8). y también es necesario edificar la casa de Dios.

 

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