Escudriñad las Escrituras
"Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí" (Juan 5:39). Cada día de reposo (cada sábado) los judíos asistían a la sinagoga para escudriñar las Escrituras. Fielmente leían los libros de la ley de Moisés, los profetas y los salmos, y al hacerlo esperaban recibir la vida eterna.
Pero lamentablemente no buscaban a Cristo. No buscaban la verdad. "Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos, pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará" (2 Corintios 3:15, 16). ¿Por qué había velo sobre su corazón? Porque al leer las Escrituras ya tenían sus propios pensamientos acerca del Mesías. Esperaban otro rey como David que vendría para quitar el yugo de Roma y para exaltar a Israel entre las naciones del mundo.
Por eso, no entendían que el Mesías, el Hijo de David, vendría para morir en una cruz romana para quitar los pecados del mundo, y a consecuencia de esa idea preconcebida, ellos rechazaron a Jesús de Nazaret. De hecho, "los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes, no conociendo a Jesús, ni las palabras de los profetas que se leen todos los días de reposo, las cumplieron al condenarle" (Hechos 13:27).
Pero hoy en día muchos cometen el mismo error, es decir, llegan al estudio bíblico con ideas preconcebidas. Escudriñan las Escrituras, pero lo hacen después de comprometerse a cierta religión o creencia y, por eso, al leer la Biblia tienen un velo puesto sobre el corazón que no les permite entender el evangelio, el verdadero plan de salvación, la naturaleza del reino, y muchos otros temas relacionados con estos.
Al escudriñar las Escrituras tales personas buscan textos de prueba. Habiendo aceptado la doctrina de cierta religión, ya no escudriñan las Escrituras como niños dóciles para aprender la verdad, sino como representantes de su religión que están resueltos y obligados a probar que las doctrinas de su iglesia son bíblicas.
Jesús dijo a los judíos, "y no queréis venir a mí para que tengáis vida" (Juan 5:40). Ellos esperaban la vida eterna, pero sin Cristo, el Autor de la vida. Así también hoy en día muchos esperan la vida eterna sin aceptar el evangelio verdadero de Cristo, y sin ser miembros del cuerpo de Cristo, su iglesia que compró con su preciosa sangre (Efesios 1:22, 23; Hechos 20:28).
Seamos, pues, como los de Berea: "Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así" (Hechos 17:11). ¿Puede cada persona hacer esto? Claro que sí. No solamente puede hacerlo, sino que debe hacerlo, porque "cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí" (Romanos 14:12). Si ningún otro puede responder por nosotros en el juicio del Día Final, conviene que cada uno escudriñe las Escrituras por sí mismo. "Examinadlo todo; retened lo bueno" (1 Tesalonicenses 5:21).
"Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos" (Mateo 18:2, 3). Con esta comparación Jesús nos enseña la necesidad de que humildemente nos sometamos a su voluntad, en lugar de escudriñar las Escrituras para justificarnos en el error.
Jesús dice, "Buscad, y hallaréis" (Mateo 7:7), pero para encontrar los verdaderos tesoros de su gracia, es necesario buscar con sinceridad.
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