Hechos 8

 

8:1 -- Y Saulo consentía (estaba en completo acuerdo, LBLA) en su muerte. En aquel día hubo (se desató, LBLA) una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; -- Primero, persiguieron a Pedro y Juan (4:3); entonces a los otros apóstoles (5:18, 40); en cuanto al relato de Lucas, el primer mártir fue Esteban (7:58-60) y después de su muerte la iglesia fue perseguida.

          -- y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. -- Lucas no quiere decir que literalmente todos los miembros de la iglesia de Jerusalén fueron esparcidos (9:36; 12:12; 15:4), sino la mayor parte. Los perseguidores pensaban acabar con la iglesia.

 

8:2 -- Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. -- Compárense Mat. 14:12; Jn. 19:38-41). Con razón lamentaron la muerte de un hombre de Dios con tantas cualidades buenas. Al matar a un hombre que demostró por su testimonio y por su predicación que estaba lleno del Espíritu Santo y de fe, los judíos demostraron que no conocían a Dios.

 

8:3 -- Y Saulo asolaba la iglesia, (hacía estragos en la iglesia, LBLA) -- 9:1-2; 22:4; 26:9-11; 1 Cor. 15:9; Gál. 1:13; Fil. 3:6; 1 Tim. 1:13. En la actualidad casi no se oye de persecución de esta clase, pero de alguna manera todo cristiano sufre por Cristo (Mat. 5:10-12; Jn. 15:20; 2 Tim. 3:12), y los más dedicados a la destrucción de las obras de Satanás son los que sufren más.

          -- y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel. -- 26:10. Tal vez Lucas dijo "todos" (ver. 1) para recalcar que aun las mujeres fueron esparcidas. Aparte de azotes y prisiones, la fe de estos hermanos les costó también su hogar y familia y su empleo. Compárese Heb. 10:32-34.

          -- iban por todas partes anunciando el evangelio. -- La palabra "predicando" del ver. 4 no es la misma que se usa en el ver. 5. Felipe, el evangelista, era un proclamador de la Palabra (la proclamaba en lugares públicos como también en lugares privados), pero el ver. 4 se refiere al trabajo de todos los miembros de anunciar el evangelio. Esto indica que no fueron intimidados por la persecución y, por lo tanto, en lugar de acabar con el evangelio Saulo lo promovió. Compárense Fil. 1:12-14; 2 Tim. 2:9.

          "Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos" (11:19). Esto fue el resultado de la persecución. Los discípulos esparcidos no fueron intimidados ni callados sino que no dejaron de hablar la palabra, para convertir almas y establecer congregaciones nuevas.

 

8:5 -- Entonces Felipe, -- Este Felipe no era el apóstol Felipe, (éstos se quedaron en Jerusalén), sino uno de los hermanos escogidos para "servir mesas" (6:3). Era, pues, varón de buen testimonio, lleno del Espíritu Santo y de sabiduría. El ver. 14 dice que enviaron a Pedro y a Juan a Samaria al oír de los nuevos conversos, pero si Felipe hubiera sido apóstol, no habría sido necesario enviar a los otros apóstoles. Este Felipe era uno de los que habían servido a las mesas (6:2-5), otro helenista como Esteban, y posiblemente tuviera mejor entrada entre los samaritanos que algún nativo de Jerusalén. Felipe y Esteban habían servido a las mesas pero después participaron con los apóstoles en la predicación de la Palabra. En Hech. 21:8 se llama "evangelista". ¿Qué es un evangelista? ¿Cuál es el papel del evangelista? Efes. 4:11, 12; 2 Tim. 4:2-5.

          -- descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. --         Samaria era la capital de las diez tribus que se apartaron del rey Roboam bajo el liderazgo de Jeroboam (1 Reyes 16:23, 24). Los judíos no tenían tratos con los samaritanos (Jn. 4:9), porque éstos se habían casado con los paganos. Samaria estaba ubicada entre Judea y Galilea, Juan 4:3, 4; Luc. 9:51-53. Los apóstoles fueron mandados a predicar en Samaria después de predicar en Jerusalén y en Judea, 1:8.

          Al predicar a Cristo, ¿qué se predica?  Felipe predicó que Jesús de Nazaret es el Cristo (el Mesías), que es el Hijo de Dios. También predicó la doctrina de Cristo (sus mandamientos), (véase el ver. 12). Jn. 4 describe cómo algunos samaritanos oyeron a Jesús y se convencieron que El era el Mesías (Jn. 4:42). Sin duda esto preparó el terreno para la obra fructífera de Felipe. En esa ocasión Jesús dijo que los campos estaban blancos para la siega (Jn. 4:35).

 

8:6 -- Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. -- Dice la Versión Valera, "la gente", pero la traducción más correcta es "multitudes". El éxito del evangelio en Jerusalén se repite en Samaria. Ahora los samaritanos "prestaban atención". Compárese Luc. 9:53. ¿Por qué este cambio de actitud?

          Hizo señales, 2:43; 6:8; Mar. 16:20; Hech. 14:3; Heb. 2:3, 4.

 

8:7 -- Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; -- Textos que hablan de espíritus inmundos o endemoniados son: Mat. 4:24; 8:28; Mar. 1:23; 3:11; Luc. 4:33, 41. Recuérdese Luc. 4:18, la obra que Jesús iba a llevar a cabo.

          Al ser echados fuera de sus víctimas, siempre gritaban a gran voz. Este milagro siempre impresionaba al pueblo (Luc. 10:17).

 

8:8 -- así que había gran gozo en aquella ciudad. -- Al tomar posesión de una persona los espíritus inmundos le atormentaban, como se ve en varios textos (Mat. 12:22-30). ¡Qué alivio cuando éstos eran echados fuera! y ¡Qué gratitud y gozo había entre la gente cuando esto ocurrió!

          El pueblo tenía un gozo doble: recibieron beneficios físicos y, sobre todo, beneficios espirituales (2:41, 46; 8:39; 16:34).

 

8:9 -- Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. (Dice LBLA, había estado ... asombrando a la gente). -- Toda forma de magia, hechecería, adivinación, etc. se condenó. Ex. 22:18; Deut. 18:10-12; Isa. 47:12-14; Gál. 5:19-21. Este es el primero de los encuentros entre el evangelio y los magos, adivinos y hechiceros (véanse también 13:8-10; 16:16-19; 19:11-16, 19). Estos son algunos de los medios más efectivos que Satanás emplea para estorbar la predicación del evangelio.

          Todo el propósito de Simón era exaltarse a sí mismo y ganar dinero. Compárese Apoc. 13:4 ("¿Quién como la bestia ...?"). No fue así con Felipe quien exaltó a Cristo (vers. 5, 12; 2 Cor. 4:5). Los que se exaltan a sí mismos serán humillados. Así fue con Simón.

 

8:10 -- A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. -- Le "prestaban atención" porque creían que era un gran instrumento de Dios. Le "prestaban atención", pero ahora están escuchando a Felipe, (ver. 6). Felipe tuvo que remover este obstáculo para poder convertir a los samaritanos. Pablo tuvo que eliminar un obstáculo semejante en Chipre (Hech. 13:3-12). Esto bien ilustra la necesidad de destruir la confianza de la gente en falsos maestros para poder enseñarles la verdad. Los católicos, evangélicos y otros religiosos confían en sus maestros y líderes (sacerdotes, pastores, evangelistas) y a menos que el error de los tales sea expuesto, la gente no prestará atención a la verdad.

 

8:11 -- Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado (asombrado, LBLA) mucho tiempo. -- La gente que no conoce a Dios es engañada por los obreros de las tinieblas. Todas las naciones que no estudian la Biblia están llenas de superstición y hechecería.

 

8:12 -- Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio (Rom. 10:17) del reino de Dios y el nombre de Jesucristo (4:11, 12), se bautizaban hombres y mujeres. -- Vieron el gran contraste entre el poder de Simón y el poder de Dios demostrado por Felipe. (Lo mismo se puede decir de los llamados "milagros" modernos; la diferencia es muy grande entre estos y los verdaderos milagros hechos en el primer siglo por Jesús y sus siervos. Siempre los verdaderos milagros hechos por los siervos de Dios estaban en conflicto con la magia, la hechería, etc. de los siervos de Satanás (véanse 13:6-12; 19:11-20). Con las artes mágicas los hombres engañan al pueblo y sacan provecho personal (dinero, influencia), pero a través de los verdaderos milagros de Dios el evangelio se confirmó como mensaje divino, para el beneficio del pueblo.

          Al comparar el ver. 5 con el ver. 12 se observa que predicar a Cristo incluye la predicación del reino de Dios y el nombre de Jesús" (Mat. 28:18; Hech. 4:12). Los que no predican el reino no predican a Cristo. Los que son trasladados al reino (Col. 1:13) se añaden a la iglesia (Hech. 2:47) y se bautizan en el cuerpo (1 Cor. 12:13). Todas estas expresiones se refieren a la misma cosa: los salvos se reciben en la familia de Dios. Los cristianos son miembros del cuerpo, son piedras vivas en su templo, son ciudadanos de su reino, son ovejas de su redil, etc. ¡Es imposible predicar el evangelio del reino de Dios sin predicar lo que la Biblia dice acerca de  la iglesia! En Efes. 1:19-23 Pablo habla enfáticamente acerca del reinado de Cristo y concluye diciendo, "y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo".

          La predicación de Cristo también incluye la predicación de los mandamientos de Jesús, por ejemplo, el bautismo (compárese Hech. 2:38-41). Los que no predican el bautismo para la remisión de pecados (Hech. 2:38) no predican a Cristo. En el primer siglo se predicaba que el bautismo lava los pecados (Hech. 22:16) y nos salva (1 Ped. 3:21).

          El libro de Hechos registra varios casos de conversión. El ver. 12 presenta otro caso. El evangelio se predicó primeramente en Jerusalén, luego en Judea y ahora en Samaria (1:8). Los samaritanos creyeron porque escuchaban atentamente las cosas que Felipe decía (ver. 12, 6; Rom. 10:17). En todo caso de conversión se observa que la gente oía, creía y era bautizada (Hech. 18:10).

          Lucas dice que "se bautizaban hombres y mujeres". ¿Por qué no dice que "se bautizaban infantes"? Solamente se bautizaban los que oían atentamente y creían. Además de esto, el bautismo es para el perdón de pecados y los infantes no tienen pecado (Mat. 19:14; 18:3).

          Vemos pues que el esfuerzo de Saulo de Tarso no impidió la predicación del evangelio, sino que la ayudaba.

 

8:13 -- También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito. -- Simón creyó; esto indica que sabía cómo él ejercía la magia, pero él comprendía que el poder de Felipe era poder genuino y no engañador. Simón "estaba atónito al ver las señales" hechas por Felipe, como antes de esto el pueblo estaba atónito al ver la magia de él.

          Hay grupos religiosos (por ejemplo, los bautistas y presbiterianos) que enseñan que es imposible que un cristiano caiga de la gracia; por eso, dicen que Simón no era un verdadero discípulo, pero al decir esto contradicen a Lucas quien dice que Simón creyó (como los demás creyeron) y que continuó con Felipe (LBLA). Lucas usa el mismo verbo (proskartereo) en Hech. 8:13 que usó en Hech. 2:42, "perseveraban". Simón se convirtió, pero después, en un momento de fuerte tentación,  cayó. Dice el comentarista bautista Broadus: "¡Qué luz arroja esto sobre lo que se llama la regeneración bautismal!" (El énfasis es de él). De esta manera se burla de la necesidad del bautismo en agua para la remisión de pecados. Lo que este bautista erudito no quiere reconocer es que se burla de Cristo, quien dijo, "El que creyere y fuere bautizado será salvo" (compárese: "creyó Simón mismo y habiéndose bautizado ...").

 

8:14-17 -- Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. -- ¿Qué recibieron los samaritanos en esta ocasión?

          No fue el bautismo con el Espíritu Santo, porque esta promesa fue solamente para los apóstoles (1:4, 5, 8; 2:1-4) y para Cornelio y su casa (10:45, 46; 11:15, 16). El poder bautismal del Espíritu Santo no se recibió a través de la oración y la imposición de manos (8:17).

          No fue "el don del Espíritu Santo" prometido el día de Pentecostés ("Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en le nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" 2:38), porque esta bendición no vino a través de la oración y la imposición de manos. Cuando los samaritanos fueron bautizados, recibieron el don del Espíritu Santo (2:38), porque esta bendición es para todos los que se arrepienten y se bautizan para perdón de pecados. Se debe recalcar que cuando los samaritanos fueron bautizados fueron salvos, porque "El que creyere y fuere bautizado será salvo" (Mar. 16:16).

          Lo que los samaritanos recibieron no tuvo nada que ver con la remoción del supuesto pecado original. El pecado no es algo que se herede sino la transgresión de la ley (1 Jn. 3:4).

          Lo que los samaritanos recibieron no tuvo nada que ver con la supuesta segunda obra de gracia (una teoría errónea de algunos evangélicos que significa la completa santificación, o sea, que con esta bendición no se vuelve a pecar).

          Entonces ¿qué recibieron los samaritanos? En este texto (8:14-17) Lucas se refiere al poder milagroso del Espíritu Santo. Los apóstoles testificaban y hablaban la palabra de Dios (8:25), confirmaban las iglesias (14:22), escogían ancianos en cada iglesia (14:23), etc., y también impartían dones espirituales a los nuevos conversos. Compárese Rom. 1:11; Pablo quería ir a Roma para impartirles algún don espiritual. El libro de Hechos es un libro de ejemplos, es decir, tenemos el relato de algunos casos que representan muchos otros casos. Lo que los apóstoles hicieron en esta ocasión representa una práctica común. En estos primeros años de la iglesia no existía el Nuevo Testamento escrito. Por varios años no hubo ningún libro escrito del Nuevo Testamento. Desde luego, Pablo no podía comenzar a escribir cartas a las iglesias antes de establecerlas.

          Lo que los samaritanos recibieron cuando  Pedro y Juan les impusieron las manos fue algo que Simón podía observar ("Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero", ver. 18). Este poder fue semejante al poder que Felipe tenía (y semejante al poder recibido por los efesios cuando Pablo les bautizó y les impuso las manos, 19:6).

          Felipe podía hacer milgros pero no podía impartir este poder a otros. Solamente los apóstoles podían impartir este poder a otros (19:6; Rom. 1:11; 2 Tim. 1:6 y probablemente Hech. 6:6). El caso de Saulo (9:17, véase notas) no es una excepción. Tampoco el caso de Timoteo (1 Tim. 4:14). Dice este texto, "No descuides el don que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio". Timoteo no recibió el don de Dios por la imposición de las manos de los ancianos (esto fue hecho de Pablo), sino que le fue dado un don con la imposición de las manos del presbiterio. (Véase Hech. 13:3; 1 Tim. 5:22, la práctica de imponer las manos para seleccionar o encomendar a cierta persona para algún trabajo). Al morir los apóstoles los dones cesaron.

          -- oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo -- Los apóstoles no podían impartir el poder del Espíritu Santo por su propia voluntad, sino que oraron a Dios para que los samaritanos recibiesen este poder. No fue necesario que los apóstoles oraran para recibir ellos mismos el bautismo con el Espíritu Santo (1:4, 8); tampoco fue necesario que oraran para que los bautizados recibieran el don del Espíritu Santo (2:38).

          Lucas nos dice (Luc. 9:54) que un una ocasión cuando los samaritanos no recibieron a Jesús y sus apóstoles, Jacobo y Juan dijeron, "Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?" Ahora con toda gratitud algunos samaritanos reciben a Pedro y Juan.

 

8:18-19 -- Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. -- ¿Qué vio Simón? Cuando impuso las manos sobre los efesios (19:6) "hablaban en lenguas y profetizaban". Otros obraban milagros, sanaban enfermos, etc. Simón observó tales cosas hechas por los samaritanos.

          El "viejo hombre" de Simón le venció. Al ver este fenómeno solamente podía pensar en la gran posibilidad de obtener nuevos poderes, nuevos secretos que otros no sabían, para agregar a su inventario de artes mágicas. Fue cegado por la tentación fuerte de ganar más poder, más fama, y más dinero (2 Cor. 4:4). Dice Pablo (Gál. 5:20) que la hechicería es una obra de la carne, un deseo que lucha contra el Espíritu (Gál. 5:17). Los magos y hechiceros se compraban secretos y artes de magia los unos de los otros. Tenían que aprender medios nuevos para asombrar (engañar) a la gente para ganar dinero y fama.

         

8:20 -- Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. -- Esta denuncia significa que Simón estaba otra vez en pecado y, por eso, condenado.

          La palabra simonía significa "comercio ilícito de las cosas espirituales" (sobre todo se refiere a la práctica de comprar puestos en la Iglesia Católica Romana).

         

8:21 -- No tienes tú parte ni suerte en este asunto, -- Si Simón hubiera seguido como fiel discípulo, posiblemente los apóstoles le habrían impartido algún don, pero debido a su actitud no tenía parte ni suerte en el asunto de impartir el poder de Dios.

          -- porque tu corazón no es recto delante de Dios. -- El corazón es la fuente de toda maldad (Mat. 12:34; 15:19; Prov. 4:23; Sant. 1:14). Esto quiere decir que el problema de Simón no era simplemente una deficiencia de entendimiento, sino que todavía quería satisfacer los deseos carnales (Gál. 5:16), que no los había crucificado (Gál. 5:24). El bautismo mismo no es algo mágico que quite tales deseos. La verdadera conversión requiere que se deje el amor al pecado, que haya cambio de corazón, y que se resuelva de todo corazón a crucificar los deseos carnales. "Despojaos del viejo hombre que está viciado conforme a los deseos engañosos" (Efes. 4:22); "Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros" (Col. 3:5).

          Felipe hizo milagros para confirmar la Palabra (Mar. 16:20; Hech. 14:3; Heb. 2:2, 3) y de esa manera la obra avanzaba, pero el corazón de Simón no era recto sino egoísta, pues él solamente quería beneficios personales.

 

8:22 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; - Dios estaba dispuesto a perdonarle pero Pedro se refiere a lo difícil que resultaba el arrepentirse en este caso. Este caso es un ejemplo para todo discípulo de Cristo cuando peca. Debe arrepentirse y rogar a Dios que le perdone (1 Jn. 1:8, 9). Véase también Sant. 5:16, "confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho".

 

8:23 -- porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. -- El pecado de Simón indicó que era esclavo de la avaricia. Según la doctrina bautista Simón no se convirtió, que nunca fue salvo, porque según esta doctrina es imposible caer de la gracia, pero si Simón nunca se hubiera convertido, Pedro le habría dicho, "arrepiéntete y bautízate para perdón de pecados" (2:38). No dijo eso, sino "arrepiéntete ... y ruega a Dios". Dice Lucas que "creyó Simón mismo y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe" (ver. 13), es decir, como los otros samaritanos creyeron y se bautizaron (ver. 12), así también Simón. El problema fue que al bautizarse "estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito" y fue vencido por su vida pasada y cayó en pecado.

 

8:24 -- Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí. -- De esta manera el relato termina, indicando que Simón sintió la necesidad de la oración de Pedro y los otros hermanos. Al pedir la oración de otros posiblemente reconzcamos la culpa y busquemos el perdón de Dios, o tal vez solamente tengamos el deseo de escapar el castigo. No sabemos el pensamiento de Simón.

 

8:25, 26 -- Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio. Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. -- El ángel no apareció al eunuco; su aparición no influyó en él. Al hablar de la conversión muchos hablan de ángeles, visiones, sueños, etc., pero en este caso el ángel apareció al predicador y solamente para dirigirle hacia el eunuco.

          La palabra "desierto" no significa un lugar seco, caliente y polveroso, sino lugar desolado ("lugares deshabitados", Vine).

 

8:27 -- Entonces él se levantó y fue. --  El ángel solamente le dijo que fuera "hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza". Así pues Felipe siguió el ejemplo de Abraham ("salió sin saber a dónde iba", Heb. 11:8). Tampoco le dijo el ángel por cuánto tiempo estaría en esa región ni quién pagaría sus gastos, pero al igual que Pablo, Felipe tampoco fue desobediente a la visión celestial (26:19). Felipe hacía una gran obra en Samaria, convirtiendo muchas almas. ¿Se imaginaba que su trabajo ahora sería con un solo individuo? A un solo hombre (Nicodemo) Jesús enseñó la lección sobre el nuevo nacimiento (Jn. 3), y a una sola mujer (la samaritana) enseñó la lección sobre el agua de la vida (Jn. 4).

          -- Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, -- Este etíope no era un gentil, un "temeroso de Dios", 10:2, porque Cornelio era el primer converso gentil (15:7, 14). El etíope era un judío o un prosélito. Los eunucos podían adorar a Dios solamente en el atrio de los gentiles (si los judíos todavía practicaban Deut. 23:1). El evangelio llegó a los samaritanos y ahora llega a los eunucos (Isa. 56:3-5).

          Dice Pablo a los corintios que "no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles" (1 Cor. 1:26). Es muy cierto que la mayoría de los discípulos de Cristo son de la gente común, pero el eunuco, un alto funcionario, ejemplifica a los hombres profesionales que no solamente tienen tiempo para el Señor, sino que buscan primeramente el reino de Dios.

          Dios sincronizó los pasos de Felipe con las ruedas del carro del eunuco para que éste oyera el evangelio.

 

8:28 -- volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías. -- Este etíope era un hombre muy religioso. El viaje que hacía era muy largo, y aprovechaba el tiempo (Efes. 5:16), leyendo las Escrituras. ¡Qué excelente candidato para escuchar el evangelio! Tenía hambre y sed de justicia y pronto sería saciado, porque él sinceramente quería aprender la voluntad del Señor.

          En la actualidad todos -- aun los niños -- pueden tener su propio ejemplar de las Escrituras, pero no fue nada común en aquel tiempo que algún individuo tuviera su propio rollo. Es posible que tuviera solamente el rollo de Isaías. Esto también ilustra su devoción a Dios.

          Ahora se puede escuchar la Palabra de Dios grabada en casets dondequiera que estemos (por ej., en la casa, en el taller, en el automóvil).

 

8:29 -- Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. -- La intervención del Señor (lo que dijeron el ángel y el Espíritu) tuvo el propósito de dirigir al predicador hacia el oyente.

 

8:30 -- Acudiendo (se acercó corriendo, LBLA) Felipe, -- Felipe estaba dispuesto a ayudar y el eunuco estaba dispuesto a ser ayudado. Algo bueno tenía que resultar de tal encuentro.

          -- le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? -- No basta con leer la Escritura. Muchos se contentan diciendo "leo un capítulo cada día", pero ¿qué aprenden? Los levitas "leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura ... Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a obsequiar porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado" (Neh. 8:8, 12). ¡Qué alegría hay para los que entienden las Escrituras!

 

8:31 -- El dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. -- Este texto no debe usarse para enseñar que la gente no puede entender la Biblia. En la actualidad los que leen este texto tienen el Nuevo Testamento que ampliamente lo explica. Si la gente no puede entender la Biblia, mucho menos pueden entenderla los sacerdotes y pastores porque tienen sus cabezas llenas de teología torcida y falsa.

          El eunuco no había entendido este texto porque los que enseñaban las Escrituras no lo explicaron correctamente. Pero lo bueno fue que el eunuco sinceramente quería entender. ¡Qué buen ejemplo para los inconversos (y hermanos)! Vemos la misma actitud otra vez en 10:33 y 16:14, 30.

 

8:32-34 -- El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, Así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida. Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? -- Si el eunuco hubiera hecho esta pregunta a los judíos de Jerusalén ¿qué le habrían dicho? Que el profeta hablaba de Israel.

 

8:35 -- Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. -- En este capítulo el evangelio se llama "la palabra" (8:4), "Cristo" (8:5), "el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo" (8:12), "la palabra de Dios" (8:25), y aquí "el evangelio de Jesús". Isaías 53 es un texto ideal para predicar el evangelio de Cristo.

          Felipe le enseñó al eunuco, comenzando donde éste estuvo estudiando. De esa manera Jesús le enseñó a la mujer samaritana, comenzando según el tema de la conversación que sostenían. Ella hablaba del agua y, por eso, Jesús le habló del agua de la vida. Pablo hizo lo mismo con los atenienses, quienes estaban entregados a los ídolos (17:19-23).

 

8:36 Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? -- Esto claramente indica que al predicar "el evangelio de Jesús" se anuncia también lo que el pecador debe hacer para ser salvo ("el que creyere y fuere bautizado será salvo", Mar. 16:16; Mat. 28:19; Hech. 2:38). Cuando el eunuco aprendió el plan de salvación, quería ser bautizado inmediatamente.

          Sucedió un caso muy interesante en el condado de Denton, estado de Texas, Estados Unidos. Un pastor bautista había llevado un amigo a la pesca para animarle a "aceptar a Jesús como su Salvador" (como ellos suelen decir), pero entonces el candidato le sorprendió diciendo "Aquí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?" En vista de lo claro y entendible del caso del eunuco el pastor lo bautizó, pero entonces fue reprendido por no seguir la tradición bautista que requiere que antes del bautismo se requiere la votación de los miembros. Este pastor sabía más de la Biblia que de la creencia de los bautistas.

 

8:37 Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. -- Hay muchos textos que demuestran que el creer tiene que preceder el bautizarse. El bautizo infantil es doctrina de hombres (Mat. 15:8, 9). Los niños no nacen con pecados, porque el pecado es la transgresión de la ley (1 Jn. 3:4).

          -- Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. -- Como explica La Biblila de las Américas en el margen, "Los mss. más antiguos no incluyen el vers. 37", pero la confesión de fe en Jesús de Nazaret como el Hijo de Dios se enseña en Mat. 10:32, 33; Rom. 10:9, 10; 1 Tim. 6:12. Esta confesión significa que Cristo es Dios el Hijo, porque "Hijo de Dios" quiere decir igual a Dios (Jn. 5:18). Juan 10:33 es muy claro: los judíos querían apedrear a Jesús "por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios".

 

8:38 -- Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. -- Dice Lucas que "descendieron ambos al agua" y Mateo dice que "Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua" (Mat. 3:16). Pablo dice que el bautismo es una sepultura (Rom. 6:4) y una resurrección (Col. 2:12). ¿Cómo puede alguno decir que cree la Biblia y afirmar que la aspersión es bautismo?

 

8:39 Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino. -- Cuando el eunuco llegó a su tierra, ¿qué les dijo acerca de su conversión? ¿Que un ángel apareció a Felipe? No, no sabía nada de eso. ¿Que el Espíritu habló a Felipe? Tampoco sabía de eso. ¿Contó alguna "experiencia de gracia", algo que "se puede sentir más de lo que se puede explicar"? No, nada de eso. Entonces, ¿qué? Yo venía en mi carro, leyendo el profeta Isaías, queriendo entender el texto, cuando un señor llamado Felipe me explicó que Jesús de Nazaret había cumplido la profecía que yo estudiaba, y entonces me quedé convencido de lo que me predicó, confesé mi fe en Jesucristo como el Hijo de Dios, fui bautizado (de acuerdo con el mandamiento dado por Cristo) y Dios me perdonó mis pecados.

 

8:40 Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.

 

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