Sufrió nuestros dolores

Introducción:

      A. Isa. 53:4 dice, "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros do­lores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido". Esta profecía, escrita unos ocho siglos antes de Jesucristo, describe sus sufrimientos, como si fueran historia.

      B. El mensaje central de la Biblia es la cruz (los sufrimientos y la muerte) de Cristo por los pecados del mundo. 1 Cor. 2:2, "Pues me pro­puse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado".

      C. Jesucristo se perfeccionó por aflic­ciones, y llegó a ser nuestro Sumo Sacerdote, nuestro Mediador, por haber sufrido por nosotros. Heb. 2:18, "Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para so­correr a los que son tentados".

      D. Ahora invita to­dos: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mat. 11:28).

      E. Fil. 3:10, Pablo quiso ser hallado en El, "a fin de conocerle, y el poder de su resurrec­ción, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte".

I. Jesucristo sabía que iba a sufrir.

      A. Muchos textos indican esto: Mat. 16:21; Juan 3:14, 15; 12:24, 32, 33. Esto se incluía en su sufrimiento, porque si uno sabe de antemano de algún sufrimiento que le espera, el saberlo anticipadamente es ya un sufrimiento.

      B. Los apóstoles esperaban un reino glo­rioso y posiciones de honor para ellos, pero Cristo sabía que El iba a sufrir. Mat. 16:21, "le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho ... y ser muerto".

      C. Sabía que sería crucificado. Juan 3:14, será "levantado"; Juan 12:32, 33, "dando a en­tender de qué muerte iba a morir". Mat. 20:19, "le entregarán a los gentiles para que le es­carnezcan, le azoten, y le crucifiquen".

      D. Una parte de la tortura cruel experi­mentada por Jesús era el vivir diariamente con el conocimiento del sufrimiento que le espe­raba. Luc. 12:50, "De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!"

II. Su sufrimiento en Getsemaní, Lucas 22:39-44.

      A. La contemplación de su muerte en la cruz lo oprimió al máximo cuando oraba en Getsemaní. Dice el v. 44, "Era su sudor como grandes gotas de sangre".

      B. Los sufrimientos de Jesús son más allá de la comprensión nuestra. ¿Qué sabe el hom­bre de esa clase de muerte? No podemos com­prender lo profundo de sus sufrimientos, porque El que nunca pecó llevaba la carga de los pecados del mundo. 1 Ped. 2:24, "quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero". 2 Cor. 5:21, "Al que no cono­ció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él".

      C. La muerte de Jesús no se puede com­parar con la muerte de ningún hombre. Aun los fieles, como Esteban, se llaman "mártires", pero no pusieron su vida por nosotros como lo hizo Jesús. La muerte de Jesús fue muy espe­cial. "Por medio de su muerte" destruyó "al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo" (Heb. 2:14). Todo lo horrible, todo lo infernal y diabólico se lanzó contra Jesús. Fue un encuen­tro sin par; no ha habido y nunca habrá otro evento semejante.

III. La traición de Judas, Luc. 22:47, 48.

      A. ¿Con quiénes estaba Judas? No con Jesús y los otros apóstoles, sino con los enemi­gos, la compañía de soldados y los alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos.

      B. Judas era "uno de los doce", v. 47. Por más de tres años Judas disfrutaba como uno de los doce apóstoles escogidos de la gran dicha de estar con Jesús . Oyó las enseñanzas de Jesús. Vio sus milagros. Era el tesorero del grupo, Juan 12:6. Todo esto  aumentó lo abominable del crimen. Judas cometió el acto más diabólico, y más desventurado, cuando hizo el papel de traidor y saludó a Jesús con beso. "El que come pan conmigo, levantó con­tra mí su calcañar", Jn. 13:18. Este individuo, tan honrado y tan bendecido por Jesús, vendió a su Maestro por el precio de un esclavo.

IV. El arresto de Jesús, Jn. 18:3, 10-12; Luc. 22:47-54.

      A. Llegaron con "linternas y antorchas" buscando "la luz del mundo".

      B. Llegaron con "espadas y palos" para vencer y llevar al "Príncipe de paz". Pero no había necesidad de espadas y palos. No había necesidad del beso de hipocresía de Judas. Jesús les preguntó, "¿A quién buscáis?"

      C. "Yo soy". Cuando dijeron que buscaron a Jesús nazareno, les contestó, "Yo soy". En otras ocasiones también se había aplicado a sí mismo el nombre "Yo soy" (Jn. 8:24; 8:58). Es el nombre de Dios, el nombre de deidad (Ex. 3:14). "Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra". Con razón cayeron, porque estuvieron en la presencia de Dios.

      D. Pedro no quería someterse, sino tuvo otras ideas, Jn. 18:10. Los discípulos pregun­taron, "Señor, ¿heriremos a espada?" pero Pe­dro no esperó la respuesta de Jesús, sino sacó su espada e "hirió a un siervo del sumo sacer­dote, y le cortó la oreja derecha" (Luc. 22:50). Pero Jesús le reprendió (Mat. 26:52; Jn. 18:11) y "tocando su oreja, le sanó". "La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?" Si Jesús hubiera querido defenderse, aun los án­geles lo habrían ayudado (Mat. 26:53).

V. La negación de Pedro, Luc. 22:55-62.

      A. Ahora Pedro reconoce que el enemigo lo está recogiendo en su red, y la quiere cortar y escapar. Pero ¿cómo escapó? Por medio de mentiras y juramentos. Negó a Jesús.

      B. La negación de Pedro intensificó el sufrimiento de Jesús. Nosotros también le causamos sufrimiento cuando le negamos. Efes. 4:30, "Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios". Contristamos al Espíritu Santo y con­tristamos a Cristo cuando no somos fieles; es decir, Satanás sigue lastimando a Jesús, causándole sufrimiento, cuando gana victorias sobre nosotros, los discípulos de Jesús. Jesús ganó victoria tras victoria sobre Satanás, pero Satanás no solamente ganó una victoria sobre Pedro (Luc. 22:31), sino gana muchas victorias sobre nosotros, y así sigue causando aflicción para Jesús.

      C. Los ojos de Jesús, clavados en Pedro, le movieron al arrepentimiento. Mat. 26:75; Luc. 22:61, 61, "Miró a Pedro ... y ... lloró amarga­mente". Jesús nos observa a nosotros también cuando le negamos.

      D. El apóstol Pedro hizo todo lo posible por rectificar su pecado. Dedicó su vida al Señor y aun dio su vida por el. Jn. 21:18, 19; 2 Ped. 1:14.

VI. "No se le hizo justicia", Hech. 8:32, 33.

      A. Cristo fue "juzgado" delante de Anás, Caifás, Herodes y Pilato, pero éstos hicieron burla de la justicia. Se llevó a cabo una conspiración, un complot, contra Jesús. Ya por mucho tiempo estaba determinada su muerte. Las autoridades solamente aguardaban el tiempo más oportuno para matarlo. No les in­teresaba la justicia.

      B. Los líderes judíos envidiaban a Jesús por su popularidad y aceptación con el pueblo. Odiaban a Jesús porque les expuso como "hipócritas" (Mat. 23) y por llamarles víboras y ladrones. Por estos "crímenes" Jesús tuvo que morir. Aun Pilato se dio cuenta de la realidad del caso; reconoció que por envidia los judíos insistían en la muerte de Jesús (Mat. 27:18; Mar. 15:10).

      C. Sin embargo, cuando los judíos entre­garon a Jesús para que Pilato lo juzgara, y éste preguntó en cuanto a la acusación contra Jesús, los judíos se sintieron ofendidos e insultados; es decir, ellos creían que Pilato debería haber aceptado la palabra de ellos cuando decían que Jesús era criminal digno de muerte. La única cosa que los judíos querían de Pilato fue la sen­tencia de muerte de Jesús sobre una cruz ro­mana, cosa que solamente Pilato podía auto­rizar. Los judíos no querían ni pedían justicia, sino solamente que Pilato fuera el "crucificador".

      D. Los judíos violaron toda ley de la ju­risprudencia, y aun compraron "testigos", de­mostrando así su completa depravación. Con razón los sufrimientos de Jesús fueron muchos y severos. Seguramente "como oveja a la muerte fue llevado; y como cordero mudo de­lante del que lo trasquila, así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia" (Hech. 8:32).

VII. "Fue contado con los pecadores", isa. 53:12.

      Mat. 27:20-23, La multitud pidió que Pilato soltase a Barrabás, el verdadero crimi­nal, "un preso famoso" que "había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio" (Luc. 23:18, 19). Este hombre no solamente fue acusado sino ya juzgado como criminal, pero el pueblo judío pidió que Pilato lo soltara. Por lo contrario, Cristo era inocente y, desde luego, no podían probar ninguna acusación contra El. Pilato dijo "Ningún delito hallo en este hombre" (Luc. 23:4). Sin em­bargo, "vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida" (Hech. 3:14). No solamente pidieron los judíos que un criminal fuese soltado, sino dijeron en términos claros y fuertes acerca de Jesús: "¡Fuera con éste!" "¡Crucifícale, crucifícale!" (Luc. 23:18, 21). Hubieran preferido soltar al diablo mismo en lugar de soltar a Jesús. Los ancianos, sacerdotes y otros líderes de los judíos eran "hermanos" de Barrabás, llevados por la en­vidia, el odio y la furia ciega.

VIII. Jesús fue abofeteado y azotado varias veces.

      A. Mat. 26:57, 67, "le llevaron al sumo sa­cerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos ... Entonces le escu­pieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban".

      B. Mat. 27:30; Luc. 22:63, "se burlaban (los soldados) de él".

      C. Mat. 27:26, los romanos le azotaron antes de crucificarle. El azote romano era de tres cuerdas, con pedazos de metal o hueso en­tretejidos con las cuerdas. El azote mismo era instrumento de muerte.

IX. La corona de espinas, Jn. 19:1-3.

      A. Otro instrumento de tortura fue la corona de espinas.

      B. Gén. 3:18 dice que la tierra produce es­pinas a consecuencia del pecado; es decir, cuando la tierra fue maldita por causa del pecado, comenzó a producir "espinos y cardos" (Gén. 3:17,18). Jesucristo fue "hecho por nosotros maldición" cuando fue "colgado en un madero" (Gál. 3:13).

X. La cruz: instrumento de tortura.

      A. Jn. 19:17, "Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo Gólgota".

      B. Fue literalmente clavado a ella Cristo, causando dolor más allá de la descripción: el peso del cuerpo estirando contra los clavos, y aumentando la agonía de las heridas, la infla­mación alrededor de las heridas hechas por los clavos, una sed insoportable.

Conclusión:

      A. En este breve estudio se han enume­rado algunos de los sufrimientos de Jesús que compró nuestra redención.

      B. ¡Todo por nosotros! Si no recordamos esto, es por demás leer estas narraciones. Al leer Isa. 53 es importante dar énfasis a la pa­labra "nuestros": "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotados, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados". Todo lo aguantó por nosotros.

      C. La cruz demuestra cómo Dios aborrece el pecado.

      D. La cruz nos hace ver el gran precio pa­gado por la iglesia (Hech. 20:28; Efes. 5:25-27). Fue el precio de la redención, Apoc. 7:14.

      E. La cruz nos hace ver el gran valor del alma del hombre.

      F. La actitud apropiada hacia la cruz se halla en Gál. 2:20:  "Con Cristo estoy junta­mente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí"; y en 6:14, "Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo".

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