Reinamos con Cristo

2 Tim. 2:12

Introducción.

A. “Si sufrimos, también reinaremos con él”. Los que mueren en Cristo reinarán con El, Apoc. 2:26, 27; 3:20, 21.

            B. Sin embargo, aun en esta vida los que vencen el mal están reinando con Cristo.

I. Cuando Cristo vino al mundo El venció a Satanás.

            A. Cristo nunca pecó, Mat. 4:1-11; Heb. 4:15; 1 Ped. 2:22.

            B. Luc. 10:18, “Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”. Jesús dijo esto, dando a entender que en su primera venida El venció a Satanás. En este contexto vemos que lo hizo, echando fuera demonios.

            B. Luc. 11:21, “Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee.  22  Pero cuando viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte el botín”. “El hombre fuerte” representa a Satanás y “otro más fuerte” es Cristo. Cristo vino para vencer a Satanás. Lo demostró al echar fuera demonios.

            C. Apoc. 20:1, “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano.  2  Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años;  3  y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo”. En su primera venida Cristo venció a Satanás. Antes de venir Cristo, Satanás podía engañar a los hombres, pero ahora por medio del evangelio tenemos entendimiento. Todavía Satanás engaña a los que no reciben el evangelio, 2 Cor. 4:4.

            D. Col. 2:15, “y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”. La muerte de Cristo en la cruz fue una gran victoria sobre Satanás, porque por medio de la sangre de Cristo, Dios nos rescata del reino de Satanás y nos traslada al reino de Cristo, Col. 1:13. Jesús dijo, “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.  Y decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir”, Jn. 12:32, 33.

            E. Efes. 4:8, “Por lo cual dice:  Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad,  Y dio dones a los hombres”. Esta es otra expresión de la victoria de Cristo sobre Satanás.

            F. Estos textos y muchos otros nos explican que cuando Cristo vino a la tierra, El venció a Satanás. Aunque Jesús fue tentado en todo, nunca pecó. Más bien, El vino para destruir las obras de Satanás, 1 Jn. 3:8. Dice Heb. 2:14, “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,  15  y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”.

II. Al vencer a Satanás Cristo estableció su propio reino.

            A. Mat. 12:28, “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. .  29  Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa”. Si Cristo no hubiera vencido a Satanás, no podría haber establecido su reino.

            B. ¿Quiénes están en su reino? Col. 1:13, “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”. Estos son los que son añadidos a la iglesia, Hech. 2:47. Son los que han sido bautizados en el cuerpo de Cristo, 1 Cor. 12:13.

            C. Estos han ganado la victoria sobre Satanás.

                        1. Al oír el evangelio triunfamos sobre la ignorancia, el prejuicio y la indiferencia. Mar. 12:37; Hech. 10:33; Rom. 10:13-17; Heb. 12:25.

                        2. Al creer triunfamos sobre la duda, el escepticismo, y toda forma de incredulidad, 1 Jn. 5:4; Luc. 17:5; 2 Cor. 4:8-13; 2 Tim. 1:12.

                        3. Al arrepentirnos triunfamos sobre la rebelión y la soberbia, Mat. 3:2; 14:17; Luc. 13:3, 5; 15:17-19; Hech. 2:38.

                        4. Al confesar que Cristo es el Hijo de Dios, triunfamos sobre la timidez y la cobardía, Mat. 10:32, 33; Mar. 8:38; Rom. 10:9, 10; Fil. 1:28; 1 Tim. 6:12.

                        5. Al bautizarnos triunfamos sobre la indecisión y sobre la sabiduría humana, Luc. 7:30; Mar. 16:16; Hech. 22:16; 1 Ped. 3:21.

III. Para seguir reinando con Cristo hay que seguir triunfando sobre Satanás.

            A. Al obedecer al evangelio, uno apenas comienza su lucha contra Satanás.

                                    1. Gál. 5:16, “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.  17  Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”. Hay una lucha continua entre el Espíritu y la carne.

                                    2. 2 Cor. 10:3, “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;  4  porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,  5  derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. Al reinar con Cristo luchamos por la verdad y en contra de todo error y pecado.

                                    3. Fil. 1:27, “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio”.

            B. 1 Jn. 2:13, “Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno”. Los jóvenes que no vencen al maligno no reinan con Cristo. Lamentablemente muchos jóvenes (como también adultos) son vencidos por el mundo. Rom. 12:2.

            C. 2 Cor. 2:14, “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús”. Este texto se refiere a los triunfos del ministerio de Pablo y sus compañeros.

            D. 1 Cor. 15:57, “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.  58  Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”.

            E. Rom. 8:37, “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.

Conclusión.

            A.        A. 1 Cor. 10:13, “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.

            B. Sant. 4:7, “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”.

            C. Apoc. 2, 3, al terminar cada carta a las iglesias de Asia Cristo pronuncia una bendición para “el que venciere”: 2:7, “Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios”; 2:11, “El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte”; 2:17, “Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”; 2:26, “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones”; 3:5, “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”; 3:12, “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo”; 3:21, “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.

            D. Apoc. 12:10, “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.  11  Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”.

Al Estudio Anterior: Considerar, recordar y soportar - 2 Timoteo 2:7-13
Sermones Index
Al Siguiente Estudio: “Usar bien la palabra” - 2 Tim. 2:15