LUCAS 9

 

Misión de los doce apóstoles

(Mat. 10:5-15; Mar. 6:7-13)

      9:1  Habiendo reunido a sus doce discípulos, -- Ya hemos notado la selección de los doce (6:12-16). El número “doce” es muy común en las Escrituras:  Hubo doce patriarcas, Gén. 35:22; 42:13, 32; y doce tribus de Israel, Ex. 28:21; 24:4; había doce piedras en el pectoral del juicio (Ex. 28:17-21; el pan de la proposición consistía de doce tortas (Lev. 24:5-9); hubo doce columnas en el altar que Moisés edificó al pie del Monte Sinaí (Ex. 24:4); el altar que edificó Elías fue de doce piedras (1 Reyes 18:31); doce espías fueron enviado para ver la tierra de Canaán (Núm. 13:1); doce piedras fueron tomadas del río Jordán como memorial de las aguas divididas (Josué 4:3-8); Apoc. 12:1 describe la mujer que corona con doce estrellas; y Apoc. 21:14, “el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero”.

      Dice Marcos (3:14), “Y estableció a doce, para que estuviesen con él”. Estarían íntimamente asociados con Jesús por más de tres años y al predicar en Jerusalén daban evidencia del entrenamiento que recibieron de Jesús, Hech. 4:13; véanse 1 Jn. 1:1-3; 2 Ped. 1:16. Ellos eran los verdaderos testigos de Jehová, pues Cristo es Dios (Jn. 1:1; Rom. 9:5; Tito 2:13, etc.) y el nombre “Jehová” se aplica a Cristo también (Isa. 45:23, Jehová dice, “Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua” y en Fil. 2:10, 11 Pablo dice esto de Cristo). Para ser apóstoles tenían que ser testigos de Cristo y su resurrección (Hech. 1:8, 21).

      ¿Por qué incluye el Nuevo Testamento un libro llamado “Hechos de los apóstoles”? Porque después de ascender Jesús al cielo, los apóstoles llevaron a cabo su obra aquí en la tierra. ¿Por qué dice Lucas (Hech. 2:42), que los primeros que obedecieron al evangelio “perseveraban en la doctrina de los apóstoles”? Porque los apóstoles eran los embajadores de Jesús (2 Cor. 5:20). Jesús había prometido (Jn. 14:26; 16:13), “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho …   Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad”.  Ellos llevaron este mensaje de salvación (el evangelio) a todas las naciones (Mat. 28:19; Mar. 16:15). Jesús les dijo, “El que a vosotros recibe, a mí me recibe”. Por lo tanto, Jesús les dice (Mat. 19:28), “Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel”.  Así pues el ministerio apostólico era y es de gran importancia.

      Véanse otros textos que enfatizan la autoridad de los apóstoles: Mat. 16:19; 18:18; Jn. 20:21-23; Hech. 2:47; 14:37; Gál. 1:8, 9; Efes. 2:19, 20; 1 Tes. 2:13; 4:8; 2 Tim. 1:13; 1 Jn. 4:6; 2 Ped. 3:2; Judas 3.

      Es por esta causa que debemos seguir los ejemplos establecidos por los apóstoles (p. ej., Hech. 14:23, “Y constituyeron ancianos en cada iglesia”; Hech. 20:7, “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba”; 1 Cor. 16:2, “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas”). Véanse  1 Cor. 4:16, 17; Fil. 4:9.

      La diferencia básica entre la iglesia de Cristo y el mundo sectario es ésta: la iglesia de Cristo acepta, respeta y sigue los mandamientos y ejemplos de los apóstoles, mientras que las iglesias establecidas por los hombres hacen sus propios arreglos, ordenanzas y prácticas, diciendo que el N. T. no nos proporciona un patrón que seguir, sino que son “cartas de amor”.

      -- les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. – Les dio todo lo necesario para que fueran calificados para la obra que les dio. Les dio poder para hacer milagros, y les dio autoridad incluso para echar fuera demonios, la señal que para mucha gente era la más impresionante. Era necesario que tuvieran este poder y esta autoridad para poder confirmar el mensaje que predicaban. Compárese Mar. 16:20, “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén”.

      Para despreciar la Deidad de Jesucristo algunos enfatizan los textos que dicen que El recibió poder del Padre y del Espíritu Santo. Desde luego, habiendo aceptado el papel de Siervo Cristo se humilló (Fil. 2:8-11). Sin embargo, vemos en este texto que El mismo dio autoridad a los apóstoles. Vemos lo mismo en Mat. 9:6, “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados”.

En estos casos El usó o mostró atributo divino. El tenía este poder inherente y por eso podía dar poder y autoridad a los apóstoles. Servían como sus credenciales como los embajadores de Cristo dondequiera que predicaban.

      Sin embargo, aunque sabemos que Jesús y sus apóstoles hicieron milagros para confirmar el mensaje, no debemos minimizar su compasión y preocupación por la gente con respecto a sus dolencias físicas (GRB).

      El echar fuera los espíritus inmundos era tal vez la señal sobresaliente hecha por Jesús y sus apóstoles. Causaba mucha admiración entre el pueblo. Con este milagro Jesús y sus apóstoles mostraron claramente la superioridad del poder de Dios sobre Satanás.

      9:2  Y los envió a predicar el reino de Dios, -- El reino de Dios es el reinado de Dios en el corazón de los que le obedecen. Los que están “en el reino” son los que son descritos por Jesús en las bienaventuranzas de Mat. 5:3-12 y en todo el Sermón del Monte (Mat. 5-7). Por eso, en cuanto a lo que se puede ver, el reino es la iglesia, porque está compuesta de personas que obedecen al evangelio de Cristo (quien es Dios) y permiten que su enseñanza gobierne sus vidas. Los que están “en el reino” han sido crucificados con Cristo y Cristo vive en ellos (Gál. 2:20).

      V. 6, dice que “saliendo… anunciando el evangelio”. Por eso, el primer mandamiento fue “arrepentirse” (Mat. 4:17); es decir, tener cambio de corazón, cambio de carácter. Este cambio se puede ver en tales textos como Gál. 5:15-21; Efes. 4:17-32; Col. 3:5-15, etc. No habían de predicar un mensaje de palabras florecientes para que la gente “se sintiera bien acerca de sí mismos” (como es el objetivo de mucha predicación moderna, aun entre algunos en la iglesia de Cristo), sino un mensaje que exige un cambio radical de vida, comenzando con el cambio del intelecto, la voluntad y las emociones. Los que rehúsan cambiar no están “en el reino de Dios” aunque sean miembros de alguna iglesia de Cristo. ¿Cuántos miembros de la iglesia siguen con su genio malo (corajes, odio, envidia, etc.) aunque siempre estén presentes para participar de la cena cada domingo? Nos urge predicar más sobre lo que significa estar verdaderamente “en el reino” (bajo el reinado de Cristo).

      Mat. 10:7, “Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado”, lo mismo que predicaban Juan y Jesús (Mat. 3:2; 4:17). Se estableció el reino de Cristo el primer Pentecostés después de su resurrección (véase 3:2, notas). En efecto, habían de predicar el reino espiritual de Dios que es su iglesia.

      No les envió para predicar el llamado “evangelio social”, el “evangelio” cuyo propósito es corregir los males e inequidades sociales y políticas. Las iglesias que promueven el “evangelio social” proveen toda clase de actividad social para miembros y visitantes (y especialmente para los jóvenes), escuelas de toda clase (incluyendo escuelas para predicadores), clínicas, asilos para niños y ancianos, etc.

      Mar. 6:12, “Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen”. No predicaron el “evangelio” de “sentirse bien acerca de sí mismo” aunque sigan viviendo en pecado. Más bien, predicaron que todos deberían sentirse culpables del pecado y arrepentirse. Al leer estos textos que dicen que Juan, Jesús, los doce y los setenta predicaron el arrepentimiento porque el reino se acercaba, me pregunto “¿Y qué tendría el arrepentirse con al venida de un reino como el de David?” ¿Para qué arrepentirse si el reino que llegaba sería para decapitar a los romanos? ¿Por qué arrepentirnos si el reino sería como en los días de Salomón? (“Y Judá e Israel vivían seguros, cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beerseba, todos los días de Salomón”, 1 Reyes 4:25).

      Mar. 6:7 dice que Jesús los envió “de dos en dos”. También viajaron juntos Pablo y Bernabé, Pablo y Silas, Bernabé y Marcos. Hay mucha ventaja en este arreglo con el propósito de darse ayuda, fortaleza y consuelo recíprocos. Ecles. 4:9-12.

      Mat. 10:5, “y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis,  6  sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mat. 9:35, 36; 15:24; Jer. 50:6).  “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mat. 15:24); durante el tiempo que Jesús estaba en la tierra su misión fue para los judíos y así también envió a sus apóstoles (y a los setenta, Luc. 10:1) solamente a los judíos. Debido a esta restricción de no ir a los gentiles ni a los samaritanos hablamos de la “Comisión Limitada” en contraste con la “Gran Comisión” (Mat. 28:19; Mar. 16:15) de ir y predicar a todas las naciones.

      Jesús es el “Buen Pastor” (Jn. 10:1-16; compárese Ezeq. 34 que describe a los pastores infieles de Israel).

      ¿Por qué no entrar “en ciudad de samaritanos”? Cuando se dividió el reino de Israel, el reino del norte cayó en apostasía y muchos de ellos fueron llevados cautivos por los asirios. Entonces (2 Reyes 17:24), “trajo el rey de Asiria gente de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim, y los puso en las ciudades de Samaria, en lugar de los hijos de Israel; y poseyeron a Samaria, y habitaron en sus ciudades”. Los israelitas, pues,  se casaban con los de otras naciones (Neh. 13:23) y ya no eran “israelitas” sino “samaritanos”, una raza mixta. No eran “ovejas perdidas de la casa de Israel” sino “extranjeros” (Luc. 17:18).

      -- y a sanar a los enfermos.  – Mat. 10:8, “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos”.  No hay ejemplos de esto en Mateo, Marcos, Lucas o Juan, pero Hech. 9:40, 41 dice que Pedro resucitó a Dorcas y Hech. 20:9-12 dice que Pablo resucitó a Eutico). Mateo agrega también lo siguiente: “echad fuera demonios; de gracia (gratuitamente, LBLA, margen) recibisteis, dad de gracia”. 

      9:3  Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón (adicional; Mar. 6:8, “solamente bordón”), ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas. – Es decir, ir como están sin hacer maleta, no llevar más de lo necesario, pues iban a depender de la hospitalidad de personas fieles y dignas.  Al ir “como están” no llevarían ropa, sandalias ni bordón adicionales. Compárese 10:4-11, instrucciones para los setenta. Este lenguaje indica varias cosas: este ministerio sería relativamente breve, pues era una misión limitada; es decir, no era para todo el mundo y no era para tiempo indefinido. Y también indica la urgencia de su misión. Compárese 10:4, “a nadie saludéis por el camino”. Pero también estas instrucciones tenían el propósito de enseñarles a depender de Dios. Hay lección valiosa en esto para nosotros, porque muchos cristianos están tratando de servir al Señor llevando demasiado equipaje material, lo cual produce toda clase de afanes (Luc. 8:14; 21:34).

      Dice Mateo 10, “9  No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; 10  ni de alforja (bolsa, mochila) para el camino, ni de dos túnicas (ropa interior), ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento”. – Mat. 10:8, “de gracia recibisteis, dad de gracia”. Desde luego, no cobraban a los que sanaron, sino que “de gracia” daban, pero el obrero tiene que comer y Dios provee esta necesidad con esta regla: el obrero es digno de su salario. Luc. 10:7; 1 Tim. 5:18, 1 Cor. 9:7, “¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño? … 14 Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio”.  Compárese Luc. 22:35, “Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada.  36  Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una”. Para llevar a cabo la “Gran Comisión” las circunstancias serían muy diferentes, pues no andarían solamente en Judea entre sus propios hermanos (judíos) que eran hospitalarios. Les esperaba la persecución violenta.

      9:4  Y en cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid. – ¿Por qué saldrían? Tal vez por pensar que allá en otra parte hubiera mejores comodidades, mejor comida, etc. Sea lo que pudiera ser la causa, eso sólo impediría la obra. Deberían establecerse en una casa para completar su ministerio en ese pueblo.

      Mateo 10:11 dice, “Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno. Debido a la urgencia de su misión los apóstoles habían de tomar la iniciativa y no someterse a las costumbres de la gente con respecto a la manera de recibir huéspedes en sus hogares. Era necesario escoger casas de buena reputación; de otro modo habría estorbo para su obra.

      Debemos recordar esto cuando arreglamos estudios en los hogares, porque si tenemos estudio bíblico en el hogar de miembros infieles y mundanos ¿qué pensarán del evangelio y de la iglesia los vecinos que son invitados a tal estudio?

      En Luc. 10:7 (sobre la misión de los setenta), “no os paséis de casa en casa”. Los “testigos” del Atalaya nos reprochan por no ir de casa en casa como ellos suelen hacer, pero el mismo texto que habla de ir de casa en casa lo prohíbe. Además los “testigos” no deben jactarse de ir de casa en casa, porque siendo esclavos de la “Torre de Vigía” ellos están obligados a hacerlo, y no sólo “ir” de casa en casa, sino también a vender la literatura tan llena de herejías publicada en Brooklyn.

      Desde luego, en este texto el asunto no es el de andar “tocando puertas”, sino el escoger una casa digna para que el mensaje no fuera afectado adversamente. Como dice Jesús (Mateo 10:12), “al entrar en la casa, saludadla. 13  Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros”.

      9:5 Y dondequiera que no os recibieren, -- ¿Por qué no los recibirían algunos? Seguramente querían que sus seres queridos fuesen sanados, y en cuanto al reino muchos esperaban un reino terrenal. ¿Los rechazaban porque predicaban el arrepentimiento? Posiblemente, porque la mayoría de la gente no quiere cambiar o no querían saber nada de un reino espiritual (sólo querían oír de un reino como el de David y Salomón). Compárese Mat. 10:16-25. Es imposible exagerar la influencia y fuerza que el prejuicio tiene sobre la mente humana. Hay muy poca esperanza para las personas que ya tienen su concepto del evangelio y de la iglesia y rehúsan abrir sus oídos y corazones para estudiar la verdad del Nuevo Testamento.

      -- salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. – Como si fuera tierra inmunda (pagana). Esto lo hacían los judíos al salir del territorio gentil. Compárese Hech. 13:50, “Pero los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas, y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites.  51  Ellos entonces, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, llegaron a Iconio”. Hech. 18:6, “Pero oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles”. Pero véase Hech. 13:46. No podían culpar a Pablo, pues ellos se juzgaban solos. “Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; más puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles”.

      Los que predican y enseñan la palabra de Dios deben estar conscientes de la dignidad de esta obra. La palabra de Dios merece respeto y los predicadores y maestros deben exigir ese respeto. Si el mensaje de los apóstoles en esa misión limitada fue tan digno de respeto, ¿qué diremos de la importancia del mensaje de la Gran Comisión de Mat. 28:18-19; Mar. 16:15, 16; Luc. 24:47? Este mensaje que los apóstoles llevaron a todo el mundo y que nosotros predicamos ahora es el mensaje de Dios. Debemos respetarlo y también exigir que la gente lo respete.

      En toda esta instrucción observamos la urgencia de esta misión. No deberían perder tiempo con gente indigna. Habiendo enseñado la palabra los apóstoles cumplieron con su deber y al despedirse no deberían decir, “que el Señor les bendiga”, sino que deberían sacudir el polvo de los pies como testimonio contra ellos.

      Recordemos lo que Jesús dice en Mat. 7:6,  “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen”. El Señor no quiere que “molestemos” a la gente con el evangelio. Hay que predicarles y exhortarles, pero cuando se portan como los de Mat. 7:6; Hech. 13:50; 18:6 debemos explicarles que ya cumplimos con nuestro deber y que su sangre está sobre su propia cabeza.

      Lo que Jesús dice sobre esto en el siguiente capítulo a los setenta (Luc. 10:11) es muy interesante: “Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros”; es decir, la gente podía rechazar el mensaje, pero sea lo que sea la aceptación o el rechazo del mensaje, seguramente el reino se acercaba. Lo mismo se puede decir del juicio venidero.

      En Mateo 10:15 Jesús agrega palabras muy alarmantes:  “De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad”. Gén. 19:24-28. Los de Sodoma y Gomorra son mencionados como ejemplos de los peores pecadores, Deut. 32:32; Isa. 1:10; Ezeq. 16:46, 48; 2 Ped. 2:6, pero Jesús dice (Mat. 11:23-24; Mar. 6:11; Luc. 10:13-16) que el juicio será más severo para los que oyeron el evangelio y no lo aceptaron que para los de Sodoma, Gomorra y otros pueblos perversos y corruptos, porque estos nunca tuvieron la oportunidad que tenemos ahora de oír el glorioso evangelio de Cristo. Al escuchar el mensaje de los apóstoles el pueblo sería muy bendecido si lo aceptaran, pero si lo rechazaran su castigo sería peor que el de la tierra de Sodoma y Gomorra.

      Lo muy duro del corazón de tales personas se observa en el hecho de que rechazaron a los apóstoles aunque éstos podían sanar sus enfermos y echar fuera los demonios de sus seres queridos.

      9:6  Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes. --  De esta manera Jesús estaba llevando a cabo su ministerio a través de ellos. Lo que ellos hacían era extensión de lo que Jesús hacía (véase Luc. 4:40, 43; 8:1). Como observa Lenski, seis pares de hombres pueden cubrir mucho territorio en poco tiempo.

 

Muerte de Juan (Mat. 14:1-12; Mar. 6:14-29)

      9:7  Herodes (Herodes Antipas, hijo de Herodes “el Grande” que mató a los niños inocentes) el tetrarca (gobernador sobre la cuarta parte; era el gobernador sobre Galilea, Samaria y Perea; Mateo le llama “tetrarca” y también “rey”, 14:1, 9; era príncipe tributario, gobernador subordinado).

      --  oyó de todas las cosas que hacía Jesús; (las cosas que hacía Jesús fueron tomadas muy en serio por el rey Herodes; es decir, no las descartaba como puros rumores sin base. Esto es otro testimonio que confirma los milagros de Jesús.

      -- y estaba (muy) perplejo, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos; -- Qué curioso que algunos pensaran que este gran hombre había resucitado para hacer grandes milagros (sanar enfermos, echar fuera demonios, levantar muertos) que nunca había hecho durante su ministerio (Jn. 10:41), pero así son los supersticiosos. No saben lo que es razonar.

      Mar. 6:20, “Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana”.  Parece que Herodes siempre estaba perplejo acerca de Juan. Estaba perplejo cuando Juan vivía, y ahora está más perplejo ya que Juan está muerto.

      Este hombre tan eminente, este rey, estaba lleno de inquietud y temor. Estaba perturbado y atormentado por su conciencia por haber muerto a un profeta justo. Herodes bien sabía que Juan era hombre justo; por eso, su conciencia le dice que de alguna manera sería vindicado.  La vida pasada vuelve a atormentar al transgresor.  Como dice Job 15:20, “Todos sus días, el impío es atormentado de dolor… 21  Estruendos espantosos hay en sus oídos”.

      9:8  otros: Elías ha aparecido; (basándose en Malaquías 4:5; no se podía decir que había resucitado, pues no murió, sino que fue arrebatado al cielo en un carro de fuego, 2 Reyes 2:11.

      --  y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado. – Con mucha razón Herodes estaba muy perplejo porque hizo caso de lo que toda la gente decía. Algunos decían una cosa, otros decían otra cosa y aun otros decían otra cosa. Hoy en día hay millones que comparten la perplejidad de Herodes, porque están bajo la influencia de lo que otros dicen. Dios nos ha dado las Escrituras para que cada persona las investigue para aprender la verdad y de esa manera evitar la confusión.

      “Algunos”, “otros” y “otros pensaban que Jesús era algún HOMBRE importante. Estaban dispuestos a asignarle un lugar prominente, pero no estaban listos a reconocerlo como el Mesías, el Hijo de Dios. Véanse los versículos 18-20.

      “Nosotros hoy en día podemos regocijarnos grandemente de que esa gente estuviera bien equivocada. Juan, Elías, Jeremías, y otros profetas, eran todos hombres de Dios muy grandes, pero ¡eran hombres, nada más! Si Jesús de Nazaret era sencillamente hombre, y no Dios venido en carne, entonces no hay iglesia de Cristo; es decir, no hay salvación para el pecador y todos estamos destinados a la muerte eterna. El concepto equivocado de la multitud (Luc. 9:18), de que Jesús era nada más que un gran hombre, es el mismo de los modernistas de hoy que niegan la deidad de Jesús” (BHR, Notas Sobre Marcos 8:28).

      9:9  Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; -- Mat. 14:3,  “Porque Herodes había prendido a Juan, y le había encadenado y metido en la cárcel (en el castillo de Maquero según Josefo), por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano;  4  porque Juan le decía: No te es lícito tenerla”. En esto Juan cumplió lo que el ángel Gabriel dijo a Zacarías (Luc. 1:17), que Juan “irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías”. No sólo reprendió a los fariseos y saduceos que venían a su bautismo (Mat. 3:7-10), sino que sin parcialidad también reprendió al rey Herodes (1 Tim. 5:21), aunque entendía que por ese motivo el rey podía matarlo.

      Le “decía” (no una sola vez, sino repetidas veces) que no era lícito “tenerla” (estar casado con ella) porque la esposa de Herodes y el marido de Herodías todavía vivían (Rom. 7:2, 3), y aparte de eso, la unión de Herodes y Herodías era incesto,  Lev. 18:16; 20:21.

      -- ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales cosas? – Parece que al principio estaba solamente perplejo en cuanto a Juan y también acerca de Jesús. Después, como vemos en Mateo y Marcos Herodes aceptó la idea de que Jesús era Juan resucitado, Mat. 14:2; Mar. 6:14.

      -- Y procuraba verle. – Quería saber si era Juan, pero si “procuraba verle”, ¿por qué no logró su propósito? El ministerio de Jesús era muy público. Enseñaba y obraba muy abiertamente. Como dijo Pablo al rey Agripa, “no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho en algún rincón” (Hech. 26:26).

      Que sepamos Herodes no logró su propósito de verle hasta el día de la crucifixión de Cristo, Luc. 23:8-11. “Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal.  9  Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió.  10  Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia.  11  Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato”. ¿Sólo quería verle para burlarse de El? ¿Qué dirá Herodes cuando comparezca ante el tribunal de Jesús?

 

Alimentación de los cinco mil

(Mat. 14:13-21; Mar. 6:30-44; Jn. 6:1-14)

      9:10  Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida. – Mar. 6:31, “El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer”.

      9:11  Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados. – Se apartaron para descansar y para comer, pero aunque “ni aun tenían tiempo para comer”, Jesús no se quejaba, sino que siempre seguía enseñándoles y sanándoles.

      9:12  Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto.  – En ese “lugar desierto” Jesús era la única esperanza para los que querían comer. Es el único que podría proveer pan en el desierto.

      Este es un milagro clave. Es el único que es registrado por los cuatro escritores. Prepara el camino para el sermón sobre el Pan de Vida (Jn. 6:25-59). El milagro tuvo que ver con lo material, pero tuvo mucho significado espiritual. Lamentablemente después de este milagro muchos le seguían no por haber visto esta gran señal que mostraba que Cristo era Dios, sino simplemente porque habían comido y querían seguir comiendo. Jesús quería enseñarles sobre el pan verdadero que no perece (Jn. 6:27), pero ellos sólo querían hablar del maná que “nuestros padres comieron en el desierto” (Jn. 6:31).

      Véase Mar. 6:52. Este texto indica que si los apóstoles hubieran entendido “lo de los panes” (es decir, el significado verdadero de este milagro), no se habrían asombrado cuando Jesús anduvo sobre el agua y calmó el viento.

      9:13  El les dijo: Dadles vosotros de comer. – Mar. 6:34, Jesús “tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor”. Por eso, dijo a los apóstoles, “No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer" (Mat. 14:16). Los discípulos pensaban resolver el problema al despedir a la gente, pero Jesús les mandó que les dieran de comer.

      -- Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud. -- Jn. 6:6, “dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer”. No hizo la pregunta para que Felipe le diera información (Jn. 2:24, 25), ni para tentarle (Mat. 4:1), sino para probarle. ¿Qué haría para resolver esta crisis? ¿Recordaría que Dios es el que provee el pan? ¿Creería que El que convirtió el agua en vino en Caná podría proveer pan en Betsaida?

      Jn. 6:7, “Felipe le respondió: Doscientos denarios (el denario representa el salario que se paga a un obrero por un día de trabajo, Mat. 20:2, 9, 13) de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco.  Este comentario de Felipe no se encuentra en los otros registros. "Felipe contempla la enorme multitud, e inmediatamente empieza a calcular, olvidando completamente que el poder de Jesús sobrepasa todo cálculo" (GH). No tomaba en cuenta que en ese momento él hablaba con el Creador del mundo (1:3).

      Jesús dijo a sus apóstoles, "Dadles vosotros de comer" y la reacción de ellos fue como la de Felipe. No dijeron, "Señor, no será necesario comprar pan, porque tú los puedes alimentar", sino que todos pensaban solamente en los recursos humanos y normales. En lugar de ejercer fe en Cristo, hicieron cálculos como si fueran comerciantes.

      Jn. 6:8, 9, “Uno de sus discípulos, Andrés (1:41; 12:22), hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos”. Jesús había preguntado, "¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo". Parece que ellos mismos no tuvieron pan y que, por eso, buscaron pan entre la gente. Los panes eran muy pequeños y los pececillos eran del tamaño de sardinas, pues esto era simplemente el alimento para el muchacho, pero al multiplicarse, llegó a ser suficiente para alimentar a cinco mil hombres, aparte de las mujeres y los niños.

      Se han enseñado muchas "lecciones" acerca de este muchacho, pero Juan no da importancia al muchacho sino a Cristo. La lección aquí no es, como algunos han enseñado, que un muchacho compartiera su alimento con otros, sino que Jesús podía multiplicar lo poquito que este muchacho tenía para alimentar a una multitud.

      Jn. 6:9, “mas ¿qué es esto para tantos?” Núm. 11:21-23, 31; 1 Reyes 17:13-16. Andrés y los otros apóstoles no pensaban en el poder de Cristo, sino solamente en lo imposible de alimentar una multitud con cinco panes y dos pececillos. Dios sabe multiplicar lo poco de los hombres consagrados.

      9:14  Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.  15  Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos. –

"Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba" (Mat. 14:19). El recostarse era la postura normal para comer. ¿Qué habrían pensado los apóstoles de este mandamiento? La gente no había comida. ¿Por qué, pues, hacerles recostar? Se requería fe en Cristo para llevar a cabo este mandamiento que no entendían. Por la fe los discípulos obedecen a Cristo aunque no entiendan su mandamiento. Si Jesús les hubiera dicho que subieran árboles, sin duda lo habrían hecho.

      ¿Qué habría pensado la gente cuando le dijo que se recostara? ¿Recostarnos para qué? Por la fe se recostaron. Sin entender el propósito del mandamiento, obedecieron al Señor.

      Muchos rehúsan bautizarse, diciendo, "¿Por qué debo bautizarme?" Naamán no entendía y no le gustaba el mandamiento de Eliseo y no quería obedecer (2 Reyes 5:11). "Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba" (Heb. 11:8). Josué y los israelitas habían de rodear la ciudad de Jericó una vez cada día por seis días "y al séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas. Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá". ¿Quién podía entender el por qué de tal mandamiento? ¡Se requería mucha fe, una fe grande, para llevarlo a cabo!

      -- de cincuenta en cincuenta. -- Como Pablo dijo, "Hágase todo decentemente y con orden" (1 Cor. 14:40). Este buen orden hizo posible la distribución ordenada del alimento. De esa manera podían servir a cada persona, sin omitir a nadie. Nuestro Dios es Dios de orden, como se puede observar en Gén. 1 (la creación del mundo); en Ex. 13:18, "en orden de batalla subieron los hijos de Israel de la tierra de Egipto", LBLA; en Lev. 1:8 (los sacerdotes hijos de Aarón acomodarán las piezas ... sobre la leña que está sobre el fuego que habrá encima del altar"; en Núm. 2 (los campamentos de las doce tribus alrededor del tabernáculo); en Josué 1:14, "vosotros, todos los valientes guerreros, pasaréis en orden de batalla delante de vuestros hermanos, y los ayudaréis" (LBLA); en la participación de la cena del Señor (1 Cor. 11:20-34); y en el uso de los dones del Espíritu Santo (1 Cor. 14:40).

      9:16  Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, -- Mat. 14:19, “bendijo”; Mar. 6:41, “bendijo”, pero Jn. 6:11, “Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias”. ¿Qué hizo, bendijo o dio gracias? Es la misma cosa. Al instituir la cena del Señor Jesús, según Mateo 26:26, 27 y Mar. 14:22, 23 bendijo el pan y dio gracias por la copa; según Lucas (22:17, 19) Jesús dio gracias por el pan y por la copa; según Pablo (1 Cor. 11:24) Jesús dio gracias por el pan y él habla (1 Cor. 10:16) de la copa que bendecimos. Estos textos revelan claramente que al dar gracias por el pan lo bendecimos, y que al dar gracias por la copa la bendecimos. Antes de participar del pan debemos dar gracias y antes de participar de la copa debemos dar gracias. Muchos hermanos dan gracias por este día o por este privilegio o por esta oportunidad de participar, pero primero debemos dar gracias por el pan y por la copa. 1 Cor. 10:16 enseña claramente que nosotros mismos bendecimos la copa. Está muy bien decir, “Bendice este pan, bendice esta copa”, pero nosotros mismos debemos hacerlo también, y no simplemente pedir que Dios lo haga.

      Además, sin faltar, antes de comer debemos dar gracias por los alimentos. Los judíos creían que "el que participa de algo sin dar gracias actúa como si estuviera robando a Dios" (BWJ).

      -- y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.  – El Señor Jesús es el Proveedor, pero reparte sus bendiciones a través de sus apóstoles (2 Ped. 3:2)

      9:17  Y comieron todos, y se saciaron; -- Felipe dijo que si compraran "doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco" (6:7), pero ¿se limitaron a un poco? Dice Juan que Jesús y los discípulos les dieron todo lo que querían.

      Dios usa las cosas pequeñas y de poca importancia para hacer maravillas. Recuérdese como Dios usó la vara de Moisés, la honda de David, y la quijada de un asno en manos de Sansón.

      Dios pone un cheque en blanco en manos de sus siervos y nos dice que llenemos la cantidad de recursos celestiales que queramos (AWP).

      Dice Pablo, "todo es vuestro" (1 Cor. 3:21).

      -- y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos. – Después de alimentar la multitud, no tenían cinco panes y dos pececillos, sino doce cestas llenas de comida. Dice Jn. 6:12, “Y cuando se hubieron saciado (no un poco para cada uno, sino saciado), dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada”. Cristo podía haber alimentado cada día a multitudes, pero "los recursos infinitos, no obstante, no son una excusa para desperdiciar" (GH). Dios no desperdicia nada. Aun los cadáveres de animales y aves son alimento para otras de sus criaturas.

      Este texto es una lección clara sobre la necesidad de no desperdiciar las bendiciones de Dios. No somos dueños de nuestros recursos, sino simplemente mayordomos, que darán cuenta a Dios por la administración de ellos.

      ¿Qué significa el término pródigo? ¿Qué hizo el hijo pródigo? Dice Luc. 15:14, "Cuando todo lo hubo malgastado" (15:30). Compárense Luc. 16:1, "disipador"; Mat. 25:30, "inútil" porque desperdició su talento; Efes. 5:16, aprovechar el tiempo, no desperdiciarlo, no malgastarlo. Dios no quiere que el hombre desperdicie su tiempo, su energía, sus talentos, su dinero, su vida.  Si Jesús no quería que los pedazos de pan se perdieran, ¿cuánto menos querrá que algún alma se pierda? (1 Tim. 2:4; 2 Ped. 3:9).

      ¿Cómo explican este milagro los modernistas (incrédulos)? Dicen que la lección aquí es que un muchacho pobre compartió su comida con otros y que su falta de egoísmo y su espíritu benévolo provocaba a los demás a hacer lo mismo para que hubiera suficiente comida para todos. Si esto hubiera sido lo que en realidad sucediera, nadie habría pensado que Jesús era el Profeta.

      Dice el modernista William Barclay, "Nunca sabremos con exactitud qué fue lo que sucedió en esa verde planicie de Betsaida Julia. Podemos verlo en tres formas. (a) Podemos verlo simplemente como un milagro ... (b) Puede ser que en realidad se haya tratado de una comida sacramental ... lo que cada persona recibió no fue más que un fragmento, como en el sacramento ... (c) Puede haber otra explicación, muy hermosa. No se debe pensar que la multitud emprendió una expedición de catorce kilómetros sin hacer ningún preparativo. Si entre ellos había peregrinos, sin duda tendrían provisiones para el viaje. Pero puede ser que ninguno de ellos haya querido ofrecer lo que tenía, porque con todo egoísmo -- y muy humanamente -- querían guardar todo para sí. Puede ser que Jesús, con su extraña sonrisa, sacó la pequeña provisión que tenía con sus discípulos, con una fe radiante dio gracias a Dios por ella y la compartió con todos. Conmovidos por su ejemplo, todos los que tenían algo lo imitaron; y al final hubo comida suficiente, y más que suficiente, para todos". Esta "explicación" es pura incredulidad. Barclay admite que "podemos verlo como milagro", pero así hablan los modernistas (incrédulos): para ellos, esta explicación es aceptable, pero luego dan otras dos explicaciones que son incorrectas. De esta manera, rechazan la verdad.

 

La confesión de Pedro (Mat. 16:13-20; Mar. 8:27-30)

      9:18  Aconteció que mientras Jesús oraba aparte (cerca de Cesarea de Filipo, Mat. 16:13), estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo? – El relato de Mateo es más amplio (Mat. 16:13-17), pero sólo Lucas menciona que en esta ocasión Jesús oraba. Esta es la pregunta de las edades. ¿Quién es Jesús?

      6:19  Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado. – Los “unos… otros…otros” simplemente creían que Jesús era un hombre, un importante hombre (como profeta), pero un mero hombre. Si hubieran tenido razón todavía estaríamos condenados en los pecados y sin esperanza de la salvación. Sabemos que algunos no querían confesar que El era el Cristo por causa de las amenazas de la jerarquía judaica (Jn. 9:22: 12:42). Estos (los principales sacerdotes, escribas, fariseos, ancianos) decían que Jesús era Belcebú (Mat. 10:25), glotón y bebedor de vino (Mat. 11.18, 19), que quebrantaba el día de reposo (Jn. 5:18), que tenía espíritu inmundo (Mar. 3:30), que prohibió dar tributo a César (Luc. 23:2), que era pecador (Jn. 9:24), que era malhechor (Jn. 18:30), etc. Sin lugar a dudas lo que decían estos líderes carnales tenía influencia sobre la gente.

      Los que decían que Jesús era un profeta o aun EL Profeta (Deut. 18:18; Jn. 6:14, 15) no tenían excusa, porque si Jesús era profeta, seguramente decía la verdad acerca de sí mismo. Además, si Jesús no era Dios, era falso profeta.

      9:20  El les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? – Esto es lo más importante de todo, porque estos apóstoles serían sus testigos, sus representantes, sus embajadores; por eso, era imprescindible que ellos tuvieran el concepto correcto en cuanto a la identidad de Jesús. Ellos habían estado con El, vivían con El, le escuchaban diariamente en conversaciones privadas como en los discursos públicos; por eso, deberían conocerle.

      -- Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios. – Juan también registra la confesión de Pedro después de la alimentación de los cinco mil (Jn. 6:69, “tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”; Mat. 16:16 registra la misma confesión).  3:22, “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”. Jesús aprobó esta confesión (Mat. 16:17) y dijo que era revelación de Dios

      El Cristo o Mesías del cual Moisés y los profetas hablaron (Deut. 18:18; Isa. 9:6; Jer. 23:5, 6; Miq. 5:2). “Hijo de Dios” significa “igual a Dios” (Jn. 5:18), porque varios textos dicen que Cristo es Dios (Jn. 1:1; Rom. 9:5; Tito 2:13; 2 Ped. 1:1; 1 Jn. 5:20); por eso, si Cristo es Dios y también es Hijo de Dios, entonces Hijo de Dios tiene que significar lo mismo que Dios; Jn. 10, “33  Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios”; Heb. 1, “3  el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia”; Col. 2, “9  Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. Natanael, Jn. 1, “49  Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel”; Jn. 4, “41  sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”; Marta, Jn. 11, “27  Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”; el eunuco Hech. 8, “36  Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?  37  Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”. Véanse Mat. 10:32,33; Rom. 10:10; Jn. 6:68-69.

      Con razón, pues, Jesús aprobó la confesión de Pedro (Mat. 16:17). Todos los que hacen esta confesión, no sólo en palabra sino también en hecho, son bendecidos. Mat. 10:32, 33; Rom. 10:9, 10. Esta gran verdad no es el fruto de enseñanza humana, sino que ha sido revelado por el Padre (Mat. 16:17).

      Sobre esta verdad confesada por Pedro Jesús edificó su iglesia (Mat. 16:18), porque siendo el Cristo, el Hijo de Dios, El compró su iglesia con su sangre (Hech. 20:28). Esto significa que en virtud de su muerte en la cruz El puede salvar a los que obedecen al evangelio y estos constituyen su iglesia (Hech. 2:47) o su reino (Col. 1:13).

      9:21  Pero él les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente, -- Debido al concepto equivocado que el pueblo tenía del Mesías venidero, no convenía proclamar que Jesús era el Mesías. Además, los apóstoles todavía no estaban calificados para proclamarlo porque ni ellos entendían su significado verdadero. Por ejemplo, ellos no comprendían lo que Jesús dice en el siguiente versículo. Aun cuando Jesús resucitó y fue visto por algunas mujeres piadosas y “dieron nuevas de todas estas cosas a los once y a todos los demás”,  “a los apóstoles les parecían locuras las palabras de ellas” (24:11). Comenzando el día de Pentecostés ellos sí podían proclamar a todas las naciones que Jesús de Nazaret era el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

 

Jesús anuncia su muerte (Mat.16:21-28; Mar. 8:31)

      9:22  y diciendo: Es necesario (véanse Jn. 2:19; 3:14) que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día. – Ya había hablado de su muerte pero de manera figurada. Jn. 2:19; Mar. 2:20), pero ahora dice explícitamente que padecería y sería muerto por los líderes de los judíos (Mar. 8:32). Esto se repite en 17:25; 24:7. Compárese Mat. 16:21-23. Pedro no estaba dispuesto a aceptar esta realidad. Para él era increíble. Le confesó como el Cristo, el Hijo de Dios, pero no comprendió que el Cristo sería un Mesías que tendría que sufrir, mucho menos morir. Sin embargo, lo que Jesús dice en el v. 22 da el significado verdadero de la confesión que Pedro hizo.

      Era necesario porque era la voluntad del Padre (Jn. 3:16; Rom. 8:32), como también de Jesús mismo (Jn 10:11; 2 Cor. 8:9). Para cumplir el plan de Dios para la redención del hombre, Jesús debería ser el sacrificio por el pecado (2 Cor. 5:21; 1 Pet. 2:24). Era necesario para cumplir la profecía (Isa.  53).  Por eso, dice “es necesario”.

      Jesús dijo “es necesario” varias veces (2:49; 4:43; 13:33) pero el “es necesario” de este texto es el más importante de todos.

      -- al tercer día. “hasta el tercer día” (Mat. 27:64) equivale a  “después de tres días” (Mat. 27:63).

      9:23  Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo – Pedro no quería que Jesús se negara a sí mismo. Mat. 16:21, 22, cuando Jesús dijo que iba a ser muerto, Pedro le dijo, “en ninguna manera esto te acontezca”, pero como dice Pablo en Rom. 15:2, “ni aun Cristo se agradó a sí mismo”. Véase Fil. 2:5-11. Además les dice que no sólo El sino ellos y todos sus discípulos deben negarse a sí mismo. Este coincide con lo que dice en Mat. 7:13, “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;  14  porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”. Luc. 13:23, “Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:  24  Esforzaos a entrar por la puerta angosta”. Obviamente el entrar por la puerta angosta equivale a negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguir a Cristo.

      Los santos tienen que aprender a decir “no” a todos los deseos carnales (Rom. 13:14; Tito 2:12; 1 Ped. 2:11).    El negarse a sí mismo significa el rechazo de la vida pasada (pecaminosa), lo que Pablo llama el “viejo hombre” en Rom. 6:7. Significa despojarse del viejo hombre. Efes. 4:22, “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,  23  y renovaos en el espíritu de vuestra mente,  24  y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.

      Pero hay otro mal igualmente serio. Heb. 6:11, “Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza,  12  a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”. Muchos, incluyendo a algunos miembros de la iglesia, no practican los vicios comunes (fornicación, borrachera, etc.), pero su problema es que son espiritualmente “perezosos”. La indiferencia, la desidia y la negligencia destruirán más almas que los vicios comunes. Véanse Apoc. 2:5; 3:17.

      Sea lo que sea aquello que nos interesaba o fascinaba, cualquier obstáculo o impedimento al discipulado se debe considerar como “basura” ya que hemos encontrado a Cristo, Fil. 3:4-8.

      Significa que vendemos todo para poseer el tesoro o la perla de gran precio (Mat. 13:44-46).

      Significa rendir nuestra voluntad a la voluntad de Cristo. Significa hacer lo que El quiere en lugar de lo que nosotros queremos hacer.

      Significa obedecer los mandamientos de Jesús (Jn. 15:14), sometiéndonos a su enseñanza.

      El relato paralelo de Jn. 6 dice que en ese tiempo (después del milagro de alimentar a los cinco mil y el sermón sobre el pan de vida, muchos de los discípulos de Jesús volvieron atrás y ya no andaban en El (v. 66), porque ellos no querían el pan espiritual sino el pan para el estómago (Jn. 6:26). Es cuando Jesús les pregunta a los apóstoles si ellos también querían volver atrás y Pedro respondió, “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras (enseñanza) de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. (6:68, 69).      

      -- tome su cruz cada día, y sígame. – El apóstol Pablo dijo, Rom. 8:36 “Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;  Somos contados como ovejas de matadero. 37  Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (véase también 1 Cor. 15:31). Los apóstoles aprendieron el significado de esta enseñanza.

      Como hombres condenados cargamos nuestra cruz hacia el lugar de ejecución, porque tenemos que ser crucificados con Cristo (Rom. 6:6, 7) para ser justificados del pecado. Luego debemos cargar la cruz “cada día” cumpliendo con los deberes del discipulado, cueste lo que cueste. Jesús no dice “tome su cruz” una sola vez, sino cada día. El discipulado tiene que ser diario. Es lo que significa “perseverar”; es decir, sufrir con gozo cada día la oposición, los conflictos, la persecución que son el resultado de nuestra fidelidad a Cristo y su enseñanza. Cuando Pedro habla de “seguir sus pisadas” ¿a qué se refiere? 1 Ped. 2:21, “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;  22  el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; 23  quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”. Hablaba de imitar a Jesús cuando el mundo nos maltrata, nos amenaza y nos persigue. Mat. 5:10-12.

      Hay que cargar la cruz cuando los seres queridos se nos oponen. 14:26, 27; Mat. 10:34-37. Muchos padres se sienten muy ofendidos cuando sus hijos obedecen al evangelio verdadero, porque al hacerlo están abandonando la religión de sus padres. Les exhortan y les ruegan y les quieren avergonzar por esta “ofensa” contra sus padres. Sin duda muchas personas no obedecen a Cristo porque no quieren ofender a sus padres y otros parientes.

      Una cruz común para mujeres cristianas es la cruz del marido incrédulo que le estorba y la impide en su servicio al señor. Esto se debe al deseo del marido de que él sea primero en la vida de su esposa. Para tales maridos mundanos Cristo no importa nada,  y no quiere que su esposa ponga a Cristo primero en su vida. Tales hermanas tienen que recordar “cada día” que de acuerdo a 1 Ped. 3:1-4 ellas deben estar sujetas a sus maridos, pero que su primera lealtad se debe a Cristo y no a su marido. En el día final su marido no será ni su juez ni mucho menos su salvador.

      Significa compromiso. Al tomar la decisión de seguir a Jesús nos comprometemos a serle fieles y servirle no obstante los problemas o dificultades que nos vengan encima. Cristo tiene que ser primero en nuestra vida (9:57-62). Es necesario buscar primeramente el reino de Dios y su justicia (Mat. 6:33).

      El cristiano no lleva su cruz cada día por la pura fuerza de voluntad propia, pues Cristo nos fortalece. Nos da la fuerza necesaria para llevar la cruz, Fil. 4:13. Lo hace por medio su enseñanza (y por eso por el estudio bíblico), por medio de la oración,  por medio de la comunión de la iglesia y toda actividad espiritual.

      Esta enseñanza era y es para todos los discípulos de Jesús pero especialmente en ese momento era para los apóstoles. Ellos ambicionaban puestos altos en el reino (22:24), pero Jesús habla de llevar una cruz (sufrir oposición, persecución de toda clase).

      9:24  Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; -- Obsérvese la palabra “porque”. Lo que dice ahora se pone en contraste con lo que acaba de decir (GH). Negarse a sí mismo, tomar su cruz cada día, seguirme porque “Todo el que quiera salvar su vida” (la persona que no quiere negarse a sí mismo, no quiere tomar su cruz y no quiere seguir a Cristo) la perderá. Tal persona quiere “salvar” – usar, aprovechar -- su vida para sí misma, pero al hacerlo no la salva sino que la pierde.

      ¿Cómo “salvan” su vida los que no quieren negarse a sí mismos, tomar su cruz y seguir a Cristo? (1) Algunos son como el rico de Luc. 12:16-21. Viven para ganar más posesiones materiales; (2) otros se aferran al placer de toda clase; (3) otros se dedican a sus familias; su vida es su familia; (4) otros no se niegan a sí mismos porque no quieren llevar “la cruz tan pesada” de asistir a los servicios (para los tales la religión es pura carga pesada y el pensamiento de “tener que” levantarse el domingo y alistarse para ir al culto es un pensamiento nada placentero; quieren el día para sí mismos: para dormir o descansar, para pasearse, para visitar parientes y amigos o para una variedad de otras actividades; (5) otros no se niegan a sí mismos porque no quieren llevar la cruz de dejar de tomar una que otra cerveza con los amigos, o no quieren preocuparse si quieren de vez en cuando echar maldiciones, contar chistes sucios, en fin, no quieren tener que cuidar su habla; (7) a otros no les gusta la idea de controlar los corajes, pues les gusta enojarse y decir cosas o arrojar cosas para desahogarse un poco. En fin, “el que quiera salvar su vida” es la persona que quiere “estar libre” para hacer su propia voluntad. Estos no saben que en lugar de “estar libres” en realidad son esclavos del pecado (Jn. 8:34).

      Hay docenas de otros objetivos, razones y metas, pero lo que todos tienen en común es que substituyen a Cristo en la vida. Todos los que rehúsan negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguir en pos de Cristo quieren salvar su vida, es decir, usarla como ellos mismos la quieren usar. Quieren hacer su propia voluntad en lugar de hacer la voluntad de Cristo. (La misma actitud prevalece entre las iglesias establecidas por los hombres: quieren adorar y servir a Dios según sus propias ideas, siguiendo su propia voluntad, y luego esperan que el Señor les reciba como fieles seguidores).

      La consecuencia muy triste es que todos estos que “salvan su vida” (la usan para sí mismos)  la van a perder. Quieren usar su vida como ellos quieren por unos cuantos años, y luego tendrán que sufrir la consecuencia en el fuego del infierno no por cien años, ni por mil años, sino eternamente.

      -- y todo el que pierda su vida por causa de mí (la causa mía), éste la salvará. – 17:33;  Mat. 10:39. Véase la figura de Jn. 12:24, “si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.  25  El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará”. Como grano de trigo Jesús murió para llevar mucho fruto. Nosotros también debemos “caer en la tierra y morir” para llevar fruto.

      Perder la vida por la causa de Cristo significa dedicarse a su servicio, buscando primeramente su reino y su justicia (Mat. 6:33), trabajando en la obra de la evangelización (Hech. 8:4), edificación (1 Tes. 5:11) y benevolencia (Mat. 25:35-40). Según Marcos 8:35, Jesús dice, “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará”. ¿Estamos perdiendo nuestra vida por causa de Cristo y del evangelio?

      De hecho salvamos la vida ahora. Aunque tengamos que llevar una cruz en esta vida, todas las pruebas obran a favor nuestro. Léanse con cuidado Rom. 5:3-5; 8:28; 2 Cor. 4:15-18; 12:8-10; Sant. 1:2-4, etc.

      Pero sobre todo si somos fieles hasta la muerte, Dios nos dará la vida eterna con El en el cielo. De esta manera verdaderamente salvamos la vida.

      9:25  Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo? – La palabra “pues” implica lo siguiente: No rehúse negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme porque ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?” Esta es la consecuencia de no negarse a sí mismo, etc. Es el otro lado de la moneda. Lo que Jesús requiere (negarse… tomar… seguir) es el único camino razonable, el único curso sensato, porque al no negarse… tomar… seguir uno escoge la destrucción de sí mismo.

      En realidad ¿cuál es la ganancia de los que rehúsan negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguir a Cristo? Estos están vendiendo su alma a Satanás, y aun esta vida ¿qué es lo que ganan? Porque ellos también sufren en esta vida. Si para los que rehúsan seguir a Cristo la vida fuera puro paraíso, una vida verdadera dichosa, maravillosa, sin problemas, sin sufrimiento –con pura alegría – aun así estarían perdiendo sus almas por ¿cuántos años? Aunque vivieran cien años así, ¿qué es eso si lo compara con la eternidad? Pero en realidad los que rehúsan obedecer al evangelio se enferman, se accidentan, contraen enfermedades graves, sufren quiebras, el desempleo y toda clase de contratiempos y reveses; es decir, esta vida no es de ninguna manera pura felicidad y alegría para ellos. Además en toda esta miseria no tienen la ayuda de Dios. No pueden decir, “Padre, ayúdame” si El no es su Padre. Y no pueden decir que sus sufrimientos están obrando algún bien en su vida.

      ¿Cuánto vale el alma? Mucha gente saca muy poco provecho de esta vida. No hallan mucha felicidad. La vida está llena de problemas, dificultades y tristeza, pero aun sin embargo, aceptan que esta pobre vida miserable que están llevando tiene más valor que el alma. No quieren cambiar la vida que llevan por la salvación de su alma eterna. La vida que el hombre perdido lleva le está costando mucho. Es una vida cara, carísima. Lo que está ganando le está costando la vida eterna. Si no cambia – si no obedece al evangelio para salvar su alma – habrá otro costo horrible: el sufrir eternamente en el fuego llamado infierno.

       Así pues, todos los desobedientes están pagando un precio elevadísimo por la vida que llevan; es decir, les está costando la buena vida, la vida abundante, ahora (1 Ped. 3:10), y después de esta muy corta vida, pagará el precio terrible de perder su alma en el infierno para siempre.

Están vendiendo su alma al diablo ¿para obtener qué? De veras, ¿la vida mundana e indiferente que llevan es de tanto valor? ¿De veras “vale la pena”? ¿No está vendiendo su alma por un precio muy bajo? ¿Es un buen trato? Define Larousse la palabra “ganga” como “cosa que se adquiere a poca costa”. Se dice que “a ese precio el auto era una ganga”.  Si alguien cree que está consiguiendo su vida mundana “a poca costa” – si cree que es una “ganga” -- se está engañando a sí mismo de la manera más horrible, porque al morir será como el hombre de Luc. 16:23 que “alzó sus ojos, estando en tormentos”. Estará gritando al igual que éste: “Ten misericordia de mí… porque estoy atormentado en esta llama” (v. 24).

      El contador sensato calcula ganancias y pérdidas. Recuerde Fil. 3:8, 9.

      Imagínese el ganar “todo el mundo”. No podemos comprender el ganar una pequeña porción del pueblo donde vivimos. Es impensable que algún hombre fuera el dueño de un territorio extenso (estado como Texas o Chihuahua), mucho menos de un país, por pequeño que sea. Pero si pudiera ser dueño no sólo de un país, sino de todos los tesoros de la tierra, ¿cuánto valdrían si se perdiera a sí mismo?

      Lucas habla de perder a sí mismo en lugar de perder el alma (Mat. 16:26). Es lo mismo, pues Lucas no habla meramente de la vida física, sino el ser (sí mismo).  El verdadero ser del hombre es su alma o espíritu. El que pierde su alma pierde a sí mismo.

      Mat. 16:26, “¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” La pérdida material sí se puede recuperar, pero si el hombre pierde su alma, ¿con qué podría recuperar su pérdida? Será totalmente  imposible, porque al perder el alma se pierde todo. Todos perderemos el cuerpo. Eso es ineludible, pero al perder el cuerpo el cristiano todavía es riquísimo porque no pierde su alma, su posesión eterna.

      9:26  Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras (mi enseñanza), de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles. –  (Mar. 8:38). Obsérvese “porque” otra vez. No rehúse negarse… tomar su cruz… seguir a Cristo, porque los que rehúsan negarse… tomar su cruz… seguir a Cristo se avergüenzan de El y de su enseñanza. La palabra “avergonzarse” significa “tener un sentimiento de temor o de vergüenza que impiden que lleve algo a cabo” (WEV). La palabra “vergüenza” significa la turbación del ánimo causada por el miedo a la deshonra, al ridículo, etc.” (Larousse). Muchísimas personas no obedecen al evangelio porque temen lo que los familiares, amigos y conocidos piensen y digan. Estos simplemente tienen vergüenza de Cristo y del evangelio. Al obedecer al evangelio uno debe sentirse orgulloso de ser hijo de Dios, de ser seguidor de Cristo, de ser miembro de su iglesia, pero no es así con muchos. Más bien se sienten avergonzados y miedosos. Temen a sus familiares y amigos más que a Dios.

      Cuando El venga en su gloria tendrá vergüenza de los tales. Cristo no se avergüenza de sus discípulos fieles (Heb. 2:16; 11:16). Nos promete que no seremos avergonzados por creer en El (1 Ped. 2:6). También promete que las pruebas producen la paciencia, carácter aprobado y esperanza que no avergüenza (Rom. 5:3-5). Sin embargo, El sí tendrá vergüenza de los que rehúsan negarse a sí mismos, tomar su cruz y seguirle o de sus discípulos que vuelven atrás y no se arrepienten.

      Rom. 1:16, “no me avergüenzo del evangelio”. 2 Tim. 1:8, “no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor” (este consejo divino es muy necesario no solamente para evangelistas, sino también para todos los miembros de la iglesia). En lugar de ser avergonzado el cristiano, éste debe imitar a Cristo en la defensa de la verdad para avergonzar a los adversarios (Luc. 13:17; 1 Ped. 3:15, 16). Para no ser avergonzados debemos usar bien la palabra, 2 Tim. 2:15.

      Debemos sentir vergüenza por los pecados. Jer. 2:26 dice que el ladrón se avergüenza cuando es descubierto. Ezeq. 6:9, “se avergonzarán de sí mismos, a causa de los males que hicieron”. Salmo 119:78,  “Sean avergonzados los soberbios”. Pero no debemos nunca tener vergüenza de ser cristianos, miembros de la iglesia de Cristo, aunque tengamos que sufrir persecución, 1 Ped. 4:16

      Una iglesia tibia (indiferente) debe sentir vergüenza... Apoc. 3:17, 18, “te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que… no se descubra la vergüenza de tu desnudez”.

      El miembro disciplinado debe sentir vergüenza. 2 Tes. 3:14. Pablo no fue avergonzado por los corintios porque ellos disciplinaron al hermano pecador,  2 Cor. 7:11, 14.

      En este texto vemos claramente que Jesús se identifica con sus palabras (su enseñanza). El que rechace cualquier enseñanza de Jesús rechaza a Jesús mismo. ¿Cuántos millones ignoran esta verdad, pensando que aman y honran a Cristo aunque no tomen en serio su enseñanza? Hay millones que profesan devoción a Cristo, pero creen que sus propios pensamientos, ideas, opiniones y preferencias en cuanto a la doctrina y práctica, en cuanto a la adoración a Dios y en cuanto a la iglesia, etc. son tan buenas o mejores que la enseñanza de Cristo y los apóstoles. Obviamente se avergüenzan de las palabras (la enseñanza) de Cristo en el Nuevo Testamento, pero se sienten orgullosos de sus propias ideas.

      Muchísimas personas se avergüenzan de la enseñanza de Cristo sobre el bautismo (que el único bautismo bíblico es la inmersión en agua para perdón de pecados), sobre la iglesia (que Cristo tiene solamente una iglesia), sobre el culto espiritual y sencillo de la iglesia (p. ej., cantar sin instrumentos de música), sobre la obra de la iglesia, sobre el matrimonio, el repudio y segundas nupcias, etc.

      9:27  Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios. – Mat. 16:28, “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino”. Mar. 9:1 dice que el reino vendría con poder. Lo que dijo acerca de su muerte les causó tristeza, pero estas palabras son de mucho aliento. “Venir” en su reino significa que formalmente entraría en poder, o que establecería su reino. Esto ocurrió el día de Pentecostés, como Pedro explica en Hech. 2:33-36. No habló explícitamente de “los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (Hech. 1:7). Lo que dice aquí (Luc. 9:27) en cuanto al tiempo corresponde al mensaje que El y Juan anunciaban: que “el reino se ha acercado”. Así pues, lo dejó indefinido, pero sí indicó que vendría durante la vida de “algunos de los que están aquí”.

      No se refiere a la transfiguración (como afirman los “testigos” de El Atalaya), porque este evento sucedió seis días después y obviamente Jesús no vino en su reino en esa ocasión. Los “testigos” obstinadamente rechazan la verdad acerca del tiempo del establecimiento del reino de Cristo, porque tienen que sostener la enseñanza de sus fundadores que sin base alguna han afirmado que Cristo vino invisiblemente para establecer su reino en el año 1914.

      Es fácil seguir la línea de predicciones acerca de la venida del reino: (1) Mat. 3:2, “se ha acercado”; (2) Mar. 9:1, el reino vendría “con poder”; (3) Luc. 24:49, los apóstoles recibirían poder poco después de la ascensión de Cristo; (4) Hech. 1, “4  Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.  5  Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. (5) Hech. 2, el poder, el Espíritu Santo vino; por eso, el reino vino el día de Pentecostés; (6) Hech. 11, “15  Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio”. ¿Principio de qué? Obviamente el principio del reino (iglesia).  Después del día de Pentecostés el reino se menciona como ya existente, Col. 1:13; Heb. 12:28; Apoc. 1:9.

      Estos textos refutan la teoría falsa de un reino terrenal de mil años. Los que propagan esta doctrina creen que el reino no se ha establecido. Creen que Jesús no estableció su reino porque los judíos lo rechazaron y como substituto estableció la iglesia, pero que cuando venga la segunda vez sin faltar establecer su reino. Todo esto es el sueño de los que, al igual a los judíos, están resueltos que haya un reino terrenal como el de David. Cuando Cristo venga la tierra será quemada (2 Ped. 3:10).

 

La transfiguración de Jesús

(Mat. 17:1-8; Mar. 9:2-8)

      9:28  Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. – Dice Mateo 17:1, “Seis días después”; no hay conflicto aquí, pues se refieren a una semana, “como ocho días”), Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano. Estos tres acompañaron a Jesús cuando resucitó a la hija de Jairo, y también en el huerto de Getsemaní, Mat. 26:37. De esa manera había tres testigos de estos eventos. Sin lugar a dudas estos eventos fortalecieron la fe de estos tres apóstoles y, en turno, ellos podían fortalecer la fe de los demás.

      9:29  Y entre tanto que oraba (compárense 3:21; 6:12; Mar. 1:35; 14:23)., la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente. – Mat. 17:2  “se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol (Apoc. 1:16), y sus vestidos se hicieron blancos (Mar. 9:3, resplandecientes muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos) como la luz”. Los tres apóstoles eran testigos de la gloria celestial de Cristo.

      Jesús no llegó a ser puro espíritu, sino que se transfiguró, “cambiar en otra forma” (WEV); “la apariencia de su rostro se hizo otra” (fue alterado). Fue cambiado Jesús y también fueron cambiados sus vestidos. Al ver la transfiguración de Jesús los apóstoles vislumbraron algo de la gloria celestial de Cristo, la gloria que tenía con el Padre (Jn. 17:5).  Compárese Ex.  34:35; Apoc. 1:9-18.

      Es interesante observar que la palabra traducida se transfiguró es la misma que se usa en Rom. 12:2 y 2 Cor. 3:18; es decir, como Jesús fue transfigurado físicamente, nosotros debemos ser transfigurados (transformados) espiritualmente.

      El relato de Lucas parece indicar que pasaron la noche sobre el monte, pues dice que los apóstoles “estaban rendidos de sueño” (v. 32) y luego el v. 37 dice “Al día siguiente, cuando descendieron del monte”. “En ese caso el resplandor del rostro de nuestro Señor y de sus vestidos, y la nube brillante serían más manifiestos, y toda la escena sería más extraordinaria” (JAB).

      9:30  Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; -- probablemente estos dos fueron escogidos para esta ocasión como los representantes de la ley y de los profetas. Aquí está otro texto muy significativo que confirma que los muertos ¡están vivos! Compárense 16:19-31; Mat. 22:32.

      9:31  quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén. – “De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!”  (12:50). Sin lugar a dudas la conversación con Moisés y Elías era de gran aliento para Jesús al contemplar el horrible sufrimiento que le esperaba. “¡Una extraña oportunidad! En medio de su más alta exaltación hablar de sus padecimientos; mientras su cabeza brillaba con gloria decir cómo tendría que sangrar con espinas; mientras su rostro resplandecía como el sol, decir que tendría que ser escupido; mientras sus vestidos relucían con brillantez celestial, decir que le serían quitados y repartidos; mientras se veía en medio de dos santos, decirle que tendría que verse entre malhechores” (JAB, citando a Hall).

      9:32  Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús (2 Ped. 1:16),  y a los dos varones que estaban con él. -- Esta fue una experiencia inolvidable para los tres apóstoles, no solamente viendo la gloria de Cristo, sino también teniendo la oportunidad de conocer en persona a Moisés y Elías. Este texto es otro (compárese también Mat. 22:32)  que nos da la plena confianza de poder conocer en persona a los fieles de Dios que en esta vida solamente conocemos a través de las páginas de la Biblia. Es un gran consuelo saber que todos los fieles que han terminado su vida terrenal aún viven y todos estaremos juntos en el hogar que Jesús nos prepara (Jn. 14:1-3). Compárese 1 Tes. 4:13-18. En realidad este evento es una prenda de la gloria de Cristo y su pueblo en el “más allá”.

            Los “testigos” de El Atalaya menosprecian este texto diciendo que fue una mera “visión”, pero este versículo (9:32) dice que “Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él”. No era sueño. La palabra “visión” se refiere a los que ellos vieron, estando despiertos. Compárese Hech. 7, “30  Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza.  31  Entonces Moisés, mirando, se maravilló de la visión; y acercándose para observar, vino a él la voz del Señor”. El ángel, la llama de fuego y la zarza eran literales. La definición básica de la palabra horama es  “aquello que es visto (horao), denota (a) un espectáculo, Mt. 17:9; Hch. 7:31” (WEV).

      9:33  Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía. – Mar. 9, “6 Porque no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados”; “Por la debilidad de la carne a menudo nos asustamos con aquello que debiera animarnos”, MH).

      9: 34  Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.  35  Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; -- Compárese Mat. 3:17. Como una semana antes de esto Pedro había confesado a Jesús como el Hijo de Dios; ahora el Padre lo confiesa.

      -- a él oíd. – no a los escribas y fariseos, no las tradiciones de los ancianos, ni siquiera a Moisés y Elías, sino a Cristo; Hech. 3:22, 23; Heb. 1:1, 2; Mat. 24:35.

      Mat. 17:6 dice que “Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor (Ex. 34:30; 1 Reyes 8:11; Daniel 8:17; 10:9-12; Apoc. 1:17).

      2 Ped. 2, “17  Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia.  18  Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo”.

      Juan 1, “14  Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Esta fue una experiencia única e inolvidable para estos tres apóstoles.

      9:36  Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto. – Mat. 17:7, “Entonces Jesús se acercó y los tocó (para calmar sus temores), y dijo: Levantaos, y no temáis.  8  Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.  9  Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos”.

      Esta experiencia era para ellos mismos, pero aquí se pone un límite al tiempo de su silencio: “hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos”, pero ahora por lo pronto Jesús no quería que dijeran nada de lo que habían visto. Obviamente contaron este evento a otros después porque Mateo, Marcos y Lucas son los que lo narran. “El relato de esta maravillosa escena al pueblo en general, por sus conceptos equivocados acerca del Mesías, no habría hecho otra cosa más que excitar el fanatismo y precipitar la crisis” (JAB).

      1 Jn. 3, “2  Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”.

 

Jesús sana a un muchacho endemoniado

(Mat. 17:14-21; Mar. 9:14-29)

      9:37  Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.  38  Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo (compárense 7:12; 8:42); 39  y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él. – Mat. 17:14  Cuando llegaron al gentío, vino a él un hombre que se arrodilló delante de él, diciendo:  15  Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático (no demente; tenía síntomas como los de la epilepsia) y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua. En lugar de “lunático”,  LBLA dice epiléptico; “seleniazo, lit., azotado por la luna… se refiere a sufrir epilepsia, influencia por la luna”, WEV; “ser epiléptico, suponiendo que la epilepsia vuelve y aumenta con el aumento de la luna” JHT.

      Mar. 9, “17  Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo,  18  el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando”.

      El padre reconocía que su hijo tenía “un espíritu mudo” (Mar. 9:17). Mat. 17:18 dice que Jesús reprendió al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora. El verdadero mal de este muchacho fue que estaba endemoniado. Los modernistas niegan que había endemoniados; dicen que tenían problemas psicológicos o físicos. Los demonios eran capaces de provocar toda clase de desorden, y no es correcto decir que todos estos males pueden identificarse con cierta enfermedad conocida ahora.

      9: 40  Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.  –  Este es el único caso registrado en que fallaron; obviamente fue un caso complicado. Mat. 17:19, 20,  “Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?  Recuérdese que Jesús les había dado a sus apóstoles “autoridad sobre los espíritus inmundos”, 10:1, 8, pero la Biblia habla con toda franqueza de las debilidades de ellos (Mat. 15:16; 16:5-11; Mar. 9:6, etc.). “Jesús les dijo: Por vuestra poca fe, porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible”. Jesús les dio poder, pero para ejecutarlo tenían que tener la fe necesaria de que en verdad podían usarlo. En este caso fracasaron.

      Mat. 17:21, “Pero este género no sale sino con oración y ayuno. “Este versículo es espurio, habiendo sido añadido por copiantes de Marc. 9:29. Ya, antes de hacer esto, el pasaje había sido aumentado en Marcos por la adición “y ayuno”, debido al ascetismo entre los primitivos cristianos. Una adición semejante de ‘ayuno’  fue hecha por copiantes en Hech. 10:30; 1 Cor. 7:5, y así se metió en el texto común… La palabra ‘ayunos’ es genuina en Luc. 2:37; Hech. 13:2s; 14:23” (JAB). “La adición de ‘y ayuno’ no aparece en los dos mejores manuscritos griegos (Aleph y B). Es evidentemente una adición posterior para ayudar a dar explicación del fracaso. Pero es innecesaria y también falsa. Es la oración lo que los nueve habían dejado de emplear. Eran impotentes porque no oraban. Su complacencia en sí mismos llevaba a la derrota” (ATR). “En el caso de este muchacho, cualquier ayuno de parte de los discípulos fue imposible. El muchacho fue traído a ellos, no había tiempo para ayunar, había tiempo solamente para oración; no podían posponer el esfuerzo de librar al muchacho hasta un tiempo cuando se sintieran listos” (RCHL).

      9:41  Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.  42  Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre.  -- Compárense Mat. 8:13; 9:22; 15:28. Según Marcos 9:22, el padre del muchacho dijo a Jesús, “si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos.  23  Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.  24  E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad”. 43  Y todos se admiraban de la grandeza de Dios.

 

Jesús anuncia otra vez su muerte

(Mat. 17:22-23; Mar. 9:30-32)

      -- Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:  44  Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado (Mat. 16:21; 20:19; Rom. 8:32) en manos de hombres (26:45). 

      9:45  Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; -- Compárese 2 Cor. 3:15. Hablando de los judíos que no aceptaron a Jesús Pablo dice que “cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos”. ¿Quién puso el velo sobre su corazón? No lo hizo Dios, sino ellos mismos. Lo mismo aquí. Jesús no usa lenguaje figurado; dice explícitamente que El sería entregado en manos de hombres. En los textos paralelos (Mat. 17:22, 23; Mar. 9:33-37) dice que lo “matarán”. Además, Jesús introduce este anuncio de su muerte con las palabras, “Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras”; es decir, El quería que ellos entendiesen. Por eso, no tiene sentido decir que estas palabras estaban veladas por Dios para que no las entendiesen. Dice Hendriksen que muchos intérpretes creen que “Las palabras ‘había sido velada de ellos” muestran que Lucas estaba pensando en un principio, fuerza o persona fuera de los corazones y mentes de los apóstoles” y luego agrega que esta interpretación “probablemente sea la mejor”, pero más bien las palabras que Jesús habló estaban veladas para que no las entendiesen porque no querían aceptarlas. El siguiente versículo (46) dice, “Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor”. Con razón sus palabras estaban veladas para que no las entendiesen. Nadie puede creer lo que no quiere creer.

      Si estas palabras estaban veladas por Dios, entonces Dios también puso el velo sobre el corazón de los judíos que no aceptaron a Cristo. Las palabras que Jesús habló no estaban veladas por Dios, sino por la creencia falsa que los apóstoles tenían acerca del Mesías. Para ellos, como para la mayoría de los judíos, el concepto de un Mesías que iba a sufrir no era nada aceptable. Esto bien ilustra que algunas de las verdades más claras de la Biblia, expuestas en palabras explícitas (no usando nada de lenguaje figurado) son rechazadas, debido a los prejuicios y creencias de gente religiosa. Por ejemplo, la necesidad del bautismo (inmersión) en agua para el perdón de pecados.

      -- y temían preguntarle sobre esas palabras. – Cuando no entendieron sus parábolas, le preguntaron. Véase 8:9. ¿Por qué no preguntan ahora? Tal vez porque no querían oír otra reprensión como Jesús dio a Pedro (Mat. 16:23) cuando éste dijo que no le convenía a Jesús padecer y morir.

¿Quién es el mayor? (Mat. 18:1-5; Mar. 9:33-37)

      9:46  Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor (22:24). – Obviamente los apóstoles pensaban que en el reino mesiánico habría oficiales mayores y otros menores, y querían los puestos más altos (compárese Mat. 20:21). Jesús acaba de decirles (v. 23) que “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame”, pero ellos no estaban pensando en negarse sino en exaltarse. ¿Cuántos discípulos siguen su ejemplo? Esta disputa continuaba hasta la misma noche cuando Jesús fue entregado, (22:24-27).

      “La verdadera nobleza, según el concepto de Jesús, no se determina por la notoriedad de uno ni por su control sobre otros hombres para manipularlos como quisiera. La razón primaria de esto es que, entre los hombres, el poder de regir sobre otros no implica necesariamente la habilidad de regir a sí mismo. Pero el hombre que pueda exitosamente servir a otros estando contento de hacer grandes a otros es el que tiene bajo control su propio espíritu también. Este rige sobre la ciudadela de su propia alma. (Prov. 16:32; 25:28)” (HF).

      9:47  Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí, -- Mat. 18:3, “De cierto os digo, que si no os volvéis (“a no ser que os hayáis vuelto”, FL; devolver; dar vuelta en el camino para ir hacia la dirección opuesta; Luc. 22:32; Jn. 12:40; Hech. 3:19) y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. {Mr. 10. 15; Lc. 18. 17}. – Para enfatizar este punto Jesús emplea el doble negativo, no entraréis de ninguna manera, porque hacerse como niños significa humillarse y los que no quieren humillarse y someterse a la voluntad de Cristo no entrarán en el reino. No solamente no seréis grandes en el reino, ni siquiera entraréis en el reino  (MRV). No hay “cristianos humildes” como si hubiera otros cristianos no humildes. Todo cristiano es humilde, pues si alguno no es humilde, no es cristiano.

      Desde luego, hay cualidades de niños que deben ser evitados (Mat. 11:16; 1 Cor. 14:20; Efes. 4:14; Heb. 5:13), pero la humildad es el punto principal bajo consideración en este texto. En esto “un niño es un dechado … de afectos tiernos, de confianza, humildad, docilidad, sencillez, prontitud para creer y obedecer … Orígenes sugiere la prontitud del niño para dejar el pesar, el temor y el enojo, y su descuido de las distinciones sociales entre sus compañeros”  (JAB). Otra cualidad que se debe imitar es que el niño depende enteramente de sus padres. “El niño, de naturaleza, es humilde en relación con las personas mayores” (ATR).

      Mat. 18:4,  “Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos”. La pregunta fue, “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” y Jesús contesta, “cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos”. “Siguiendo los pasos de su maestro quien se humilló a sí mismo (Fil. 2:5-8), el discípulo debe tener humildad en mente, palabras y hechos (Fil. 2:2)” (JPL). Mat. 5:3, los pobres en espíritu son los humildes que reconocen que delante del Señor están en bancarrota espiritual y muy necesitados de la gracia de Dios. El que se humille al nivel del niño en su relación con otros es el mayor en el reino. Véanse también Fil. 2:3; Rom. 12:10.

      Es importante recordar que los apóstoles que disputaban sobre la cuestión de quién sería el mayor aprendieron la lección que Jesús les enseñó y con toda humildad sirvieron al Señor y sus discípulos, dedicando y aun sacrificando su vida por la causa de Cristo. Es interesante observar que el apóstol Juan escribió el evangelio según Juan sin mencionar su propio nombre; más bien, él habló de Juan el bautizador como si no hubiera otro Juan (HF).

      Algunos ejemplos sobresalientes de la humildad son los siguientes: (1) el centurión, 8:5-13; (2) la mujer cananea, 15:21-28; (3) la mujer pecadora que lavó los pies de Jesús (Luc. 7:36-50); (4) María, cuando ungió a Jesús (Mar. 14:3-9).    

      9:48  y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; -- El niño es el tipo del discípulo. Jesús se refiere a sus discípulos, porque son humildes como niños. Varios textos hablan de cómo fueron recibidos los “niños” (discípulos humildes) del Señor: Hech. 21:17;  Rom. 14:1; Hech. 28:14,15; Gál. 4:14; Col. 4:10.   

      -- y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; (10:16; Mat. 10:40; Jn. 13:20) porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande. -- 10:16, “El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió”; Juan 13:20. Los que recibieron a los apóstoles y otros discípulos enviados por Cristo a predicar recibieron a Cristo y al Padre. Recibir significa darles hospedaje y escucharles. El que recibe al representante de una persona eminente recibe a la persona eminente. ¡Qué pensamiento más alentador para los apóstoles de que ellos serían identificados con Jesús como Jesús estaba identificado con el Padre!

      El que persiga al discípulo de Cristo persigue a Cristo. Hech. 9:4, “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” ¿Cuándo persiguió Saulo a Jesús? Hech. 9:1, “Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor”.

      9:49  Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.  50  Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es. – Mar. 9:38-40 es texto paralelo. La siguiente cita es del comentario de Bill H. Reeves: “Parece que Juan relata este suceso en vista de lo que Jesús acabó de enseñar sobre el recibir a otros.. En lugar de recibir a esa persona, los doce apóstoles le prohibían (estorbaban), porque no era de su compañía particular.

      “Esta persona no sencillamente reclamaba echar fuera demonios, sino en realidad lo hacía, como lo indica el versículo siguiente. Jesús había comisionado a otros a salir a obrar milagros (Luc. 10:1, 9) que no eran de los doce apóstoles. La persona referida en este caso seguramente había sido investida de poder (compárese Luc. 24:49) para echar fuera demonios. (Nadie podía hacer tal cosa de por sí). Los doce sentían celos a ver a uno que no era de su grupo haciendo lo que podían hacer ellos solamente por haber sido delegado poder sobrenatural.

      “Este pasaje ha sido abusado por sectarios para afirmar que hay cristianos en diversas iglesias denominacionales y que en lugar de prohibir algunos a otros, más bien debe cada cual dejar que los demás vayan al cielo ‘por su propio camino’. ¡Pero este pasaje no justifica el denominacionalismo! No se trata de cosas no autorizadas por Cristo, sino de lo que Cristo ha autorizado para los suyos, no importando en dado caso cierta compañía o círculo de discípulos involucrado.

      “9:39 – Los discípulos hicieron mal en ‘prohibir’ a aquel siervo de Cristo, investido para echar fuera demonios. Jesús da la razón de por qué no prohibir a los tales; es que hacen milagros por la autoridad de Jesús (‘en mi nombre’) y por eso no deben ser prohibidos como si anduvieran hablando mal del Señor. No son enemigos de Cristo.

      “Es una cosa hacer una señal, un prodigio, una maravilla (Hech. 2:22), por autorización de Jesús, y es otra cosa reclamar hacer cosas en el nombre de Jesús (Mat. 7:22, 23). Estos últimos son ‘hacedores de maldad’, frase que según el texto griego significa más bien, ‘hacedores de lo que carece de legalidad’. Hacen sin ley divina; es decir, hacen por su propia autoridad y voluntad (‘en culto voluntario’, Col. 2:23).

      “Este pasaje no ilustra la popular filosofía de tolerancia para toda cosa religiosa, y tuercen las Escrituras (2 Ped. 3:16) quienes lo apliquen así. Cristo quiere que sus seguidores ‘todos sean uno’, como él y el Padre son uno (Jn. 17:21), y que hablemos ‘todos una misma cosa’ (1 Cor. 1:10). ¡El denominacionalismo no sirve a nuestro Señor!

      “9:40 – Estas palabras del Señor dan la razón de por qué no prohibir a obradores de Cristo de la categoría descrita en el versículo anterior.

      “Estas palabras de Jesús no justifican nada la neutralidad o la indiferencia en asuntos espirituales. No justifican la tibieza (Apoc. 3:16). Tratan solamente de quienes activamente obran según la autoridad de Jesús; los tales no obran en contra de Jesús que otros discípulos deban prohibirles.

      “Por contraste, véase Luc. 11:23, o Mat. 12:30”.

 

“Samaritanos... no le recibieron”

      9:51 Cuando se cumplió el tiempo (el principio del fin) en que él había de ser recibido arriba (9:22, 27,31), -- Jesús fue “recibido arriba” cuando ascendió al cielo (Hech. 1:9-11) pero esto sería después de su muerte y resurrección. Todo el lenguaje de Mateo, Marcos, Lucas y Juan es definido  (enfático) y no deja lugar para dudas en cuanto a lo que Jesús haría. No vino a la tierra para ver si podía ser nuestro Salvador. Algunos hermanos enseñan que nuestra salvación estaba en duda durante los treinta y tres años de la vida de Jesús, pues creen que en cualquier momento El podía haber pecado y arruinado todo el plan de Dios. Pero El no vino para ver si podía vivir sin pecar. No vino para ver si podía ser un sacrificio perfecto para expiar los pecados del hombre. Como Lucas dice aquí, Jesús ahora se dirige hacia Jerusalén para llevar a cabo el propósito por el cual vino a la tierra.

      -- afirmó su rostro para ir a Jerusalén (“y al cielo”, EG-NT). – “Nótese el enfático autos, él mismo, con una firmeza de propósito frente a las dificultades y los peligros…Lucas menciona en tres ocasiones a Cristo de camino a Jerusalén (9:51; 13:22; 17:11)” (ATR).

      9:52  Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.  – Otras referencias a los samaritanos, 10:33; 17:11, 16. Véase Juan 4:9, “judíos y samaritanos no se tratan entre sí”.

      9:53  Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén. – No rechazaron a los que atravesaran su país yendo hacia el norte (saliendo de Jerusalén), pero ellos consideraban el “ir a Jerusalén” como insulto a su lugar de culto en el Monte Gerizim (Jn. 4: 20) y no querían cooperar con los que iban al templo en Jerusalén.

      Juan 4 relata la buena obra que Jesús hizo en Samaria y la buena acogida que recibió. Tal vez en esta ocasión (Luc. 9:51-53) si hubiera llegado a Samaria para enseñarles, lo habrían recibido como en la otra ocasión, pero esta vez solamente pensaba pasar por su territorio rumbo a Jerusalén y esto provocó celos entre los samaritanos.

      Jesús fue rechazado por Nazaret (Luc. 4:16-30). Fue rechazado por los gadarenos (Luc. 8:37). Fue rechazado por los líderes religiosos de Jerusalén (Luc. 13:34; 23:1sig). Por último fue rechazado por muchos judíos que gritaron “¡crucifíquele, crucifíquele!”

      9:54  Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? – 2 Reyes 1:9-12. Aquí Jacobo y Juan muestran que merecían el apodo que recibieron (“hijos del trueno”, Mar. 3:17), porque estaban dispuestos a castigar a los samaritanos inhospitalarios. Compárese la conducta de Juan después, Hech. 8:14-25. Es algo admirable que estos apóstoles creyeran que tenían tal poder. Desde luego, con el permiso de Jesús lo habrían tenido, pero no se lo concedió.

      9:55  Entonces volviéndose él, los reprendió, -- Jesús corrigió a los apóstoles muchas veces, como aquí en este capítulo: versículos 41, 48, 50, 55.

      “Algunos antiguos MSS. dicen aquí:  Vosotros no sabéis de qué espíritu sois … Un número menor de MSS. añaden también: porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas (ATR).

      --. Y se fueron a otra aldea. -- ¡Imagínese! Rechazaron al Hijo de Dios, y El simplemente fue a otra aldea. La gente de muchos países tiene religiones falsas y rechazan al Creador, el único Dios vivo, pero El sigue año tras año haciendo que el sol salga sobre ellos y les envía lluvias y hace que sus campos les produzcan pan. Hech. 14:17; 17:25.

 

Lo que demanda el discipulado

(Mat. 8:18-22)

      9:57 Yendo ellos, uno (un escriba, Mat. 8:19) le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas. – Al observar el poder de Jesús (como también las multitudes que le seguían) el escriba se puso muy entusiasta, pero Jesús sabía la medida de su entusiasmo (HLB). La respuesta de Jesús nos hace pensar que este escriba tenía un concepto equivocado de lo que significa seguir a Jesús. Muchos quieren ser soldados al ver los uniformes, los desfiles, y al oír el aplauso, pero no consideran la miseria horrible del campo de batalla. Cristo quiere que veamos el cuadro completo y que calculemos gastos antes de inscribirnos en su ejército.

       Este hombre era impulsivo. ¿Qué sabía del costo de seguir a Jesús? Mat. 13:20, “Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo;  21  pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza”. Tales personas son “seguidores superficiales”. Hay algo en Jesús que capta el interés de la gente y creen que pueden ver la corona, pero no pueden ver la cruz.

      Este texto bien ilustra la actitud de muchos que profesan ser seguidores de Jesús. El primer problema es la falta de comprensión de lo que está involucrado en esta profesión. ¿De veras los apóstoles podían beber el vaso que Jesús iba a beber? (Mat. 20:20-22). ¿Entendía Pedro lo que decía cuando prometió, “Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte”?  (Luc. 22:33). Así también hoy en día muchos prometen seguir a Jesús sin tomar en cuenta lo que significa. Hay mucha profesión que viene sólo de los labios.

      Jesús no veía en él la sinceridad de Rut cuando ella prometió la misma cosa a Noemí: Rut 1:16, “Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios.  17  Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos”. Rut cumplió lo que prometió. Es posible seguir a Cristo “por dondequiera que va”; algunos lo hacen: Apoc. 14:4, “Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va”.

      Sin embargo, nos preguntamos, ¿entendió el escriba lo que decía? Le convenía preguntar, “Señor ¿a dónde vas?” porque repetidas Jesús fue rechazado por los hombres (Mat. 8:28-34, por los gadarenos; Luc. 9:53, por los samaritanos; Jn. 5:18, por los de Judea; Jn. 6.66, por los de Galilea; Mat. 27:23, “gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado!”). ¿El escriba de veras quería seguir a Jesús “adondequiera que” fuera? ¿Era un hombre realista o simplemente un hombre idealista?

      Ser emocional acerca de Cristo es bueno, pero para ser seguidor se requiere mucho más.

      9:58  Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.  – Jesús, siendo el Creador de todo, era dueño de todo, pero durante su tiempo sobre la tierra ni siquiera era dueño de una residencia personal, sino que llevaba una “vida peregrina” (ATR).

      ¿Quería Jesús desanimarlo? ¿Quería apagar su celo? No, pero es necesario calcular gastos. ¿Qué me va a costar ser discípulo de Cristo?  Mucha gente estaba encantada de los milagros de Jesús y recuérdese que por mucho tiempo durante su ministerio Jesús gozaba de mucha fama. Era un personaje muy popular. Muchos creían que la cosa más popular y aceptable sería seguir a Jesús de Nazaret, pero El siempre les decía con toda claridad lo que significaba el discipulado (Luc. 14:33; Mat. 10:34-37; 16:24; etc.). Como alguien ha dicho, El no “forró” la cruz. El dijo claramente que sería rechazado por los judíos. Mat. 16:21, “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día”. Iba a cumplir lo que Isa. 53 decía de el, que sería “despreciado y desechado entre los hombres”.

      Algunos se emocionan al oír los bonitos himnos y un sermón o dos muy elocuentes y disfrutar la asociación con buena gente y toman la decisión de ser bautizados sin tomar en cuenta lo que en realidad el Señor requiere de ellos.

      Cuando Jesús nació, los pastores lo encontraron “acostado en un pesebre” (Luc. 2:12). Vivía de la ayuda y hospitalidad de otros (Luc. 8:3; 10:6, 7). Era extranjero en su propio mundo, el mundo que El había creado. Cuando murió, fue sepultado en un sepulcro ajeno. 2 Cor. 8:9, “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”.

      El escriba que prometió seguir a Jesús “adondequiera que vayas” era un idealista y soñador. Jesús, sin embargo, no quiere seguidores “idealistas”, sino seguidores “realistas”. Hay mucho peligro en el entusiasmo momentáneo. Los que son movidos sólo por los sentimientos y emociones son como niños fluctuantes (Efes. 4:14).

      Muchos fueron afectados emocionalmente por los milagros de Jesús, como también por su popularidad y aun por su enseñanza diferente (Mat. 7:29; Jn. 7:46), pero todo esto no significa necesariamente que tuvieran convicción.

      Jesús conoce al hombre (Jn. 2:24,25). Conoce sus pensamientos. Juzgando por la respuesta de Jesús, este hombre no entendía lo que significaría seguir a Jesús. Lo veía como un hombre de mucha fama y podría haber pensado que sería provechoso materialmente ser su seguidor. Muchos quieren seguir a Jesús, pero le quieren seguir según sus propias ideas, sin tomar en cuenta lo que les puede costar. Jesús enseña que debemos sentarnos primero para calcular gastos (Luc. 14:28).

      9:59  Y dijo a otro (discípulo, Mat. 8:21): Sígueme. El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.  60  Jesús le dijo: Deja que los muertos (los que están muertos espiritualmente, Efes. 2:1; 1 Tim. 5:6) entierren a sus muertos (los que están físicamente muertos); y tú vé, y anuncia el reino de Dios. – Las obligaciones mundanas pueden ser atendidas por los que están muertos espiritualmente, pero Jesús le había dado a este discípulo otro deber más importante: el de anunciar el reino.

       Algunos creen que la expresión "permíteme que vaya primero y entierre a mi padre" significa "permíteme cuidar de mi padre anciano hasta que muera". Justifican esta explicación diciendo que si el padre de este hombre ya hubiera muerto, él habría estado en ese momento ocupado en el asunto de enterrarlo, pero no es posible probar tal teoría. Jesús no habla del futuro cuando su padre muriera, sino del tiempo presente, pues en ese momento los que deberían sepultar al padre de este discípulo estaban muertos espiritualmente, pero con el tiempo tal vez serían convertidos. Este texto es paralelo con Mat. 8:18-22 y en esa ocasión “Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro lado”; es decir, ya había dado la orden de salir. El siguiente versículo (23) dice, “Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron”. Esto es lo que aquel discípulo debería hacer y dejar que los familiares incrédulos se encargaran de enterrar a su padre que también era incrédulo (“sus muertos”).

      Jesús no criticó a los que sepultaron a Juan (Mat. 14:12), y los apóstoles no criticaron a los que sepultaron a Esteban (Hech. 8:2), pero a éste Jesús le había dicho, “Sígueme” (como había dicho a los pescadores, Mat. 4:18-22). Era necesario dar prioridad a ese mandamiento, no dejando que nada se lo impidiera. ¿Cuántos hermanos, llenos de pesar por haber muerto algún ser querido, descuidan por lo menos una (y a veces más) reuniones de la iglesia? En algunos países se gastan muchos miles de dólares para sepultar a los muertos y se presentan elogios elocuentes, sin tomar en cuenta la realidad del castigo eterno de los que mueren sin obedecer al evangelio de Cristo.

      Cabe mencionar también que si este discípulo hubiera sepultado a su padre, se habría quedado inmundo por una semana (Núm. 19:11-22). El punto es que cuando Cristo nos da un mandamiento no debemos dejar que nada interrumpa o estorbe nuestra obediencia.

      Esta es otra de las palabras (enseñanzas) de Jesús que parecen duras a algunos (“Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? Jn. 6:60). Se puede comparar con Mat. 5:29,30 (cortar la mano, sacar el ojo); Mat. 19:21 (vender lo que tienes); Luc. 14:26 (aborrecer a la familia), etc. Estos textos enfatizan la necesidad de poner a Cristo y su obra primero. Son buenos comentarios sobre Mat. 6:33, "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia", con énfasis en la palabra primeramente. Los que no pueden aprender esta sencilla lección no pueden ser cristianos. Nuestro Señor Jesucristo siempre mostró misericordia y compasión, pero al mismo tiempo siempre exigió lo primero de los que querían seguirle.

      Este mandamiento (“tú ve, y anuncia el reino de Dios”) es el mismo que oyeron Pedro, Andrés, Jacobo y Juan (Mat. 4:18-22) y ellos dejaron todo y “le siguieron". Es otro ejemplo de la obediencia que Cristo requiere. Este mandamiento es el mismo que oyó Mateo (Mat. 9:9). Jesús le dijo: "Sígueme". El no hizo excusas, sino que "Se levantó y le siguió". Este mandamiento es el mismo que oyó Felipe {Jn. 1:43): "Sígueme".

      Pero este “otro discípulo” no puso al Señor primero. No buscó primeramente el reino de Dios y su justicia, sino que puso otra cosa primero. No obedeció a Cristo, como lo hicieron Pedro, Andrés, Jacobo, Juan y Mateo. Dios siempre ha requerido lo primero. Ex. 13:2, “Conságrame todo primogénito”; Ex. 22:29, “No demorarás la primicia de tu cosecha”; 2 Cor. 8:5, “a sí mismos se dieron primeramente al Señor”.

      Jesús conoció a este discípulo, y sabía lo que tenía que decirle. Compárese el caso del joven rico. Lo que Jesús dijo a este joven también nos puede parecer algo severo, pero el Buen Médico sabe cuándo es necesario amputar la mano derecha y sacar el ojo derecho {Mat. 5:29,30;  18:8, 9).

      A veces la gente creía que la enseñanza de Jesús era dura. Juan 6:60,66, "A1 oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? ... Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, Y ya no andaban con él”. ¿Por qué dijeron esto? ¿Por qué volvieron atrás? Porque Jesús daba énfasis a lo espiritual y minimizaba lo material (“El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”, Jn. 6:63). Por esta causa la gente se escandalizaba.

      Mat. 15:12, " Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra?” ¿Por qué? Porque Jesús condenaba las tradiciones humanas enseñadas por los fariseos.

      Mat. 19:10, "Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse". ¿Por qué dijeron esto? Porque Jesús había dicho (v. 9) que " Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera”. La mayoría de los judíos creían que podían divorciarse por cualquier causa, y no les gustó lo estricto de la ley de Cristo. Por esta causa aun los discípulos se escandalizaban. Lamentablemente, hasta la fecha se escandalizan por lo mismo.

      Mat. 19:21,22, Jesús dijo al joven rico, "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, Y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones". Se escandalizó. La enseñanza le parecía muy dura. Mat. 5:29,30; 18:8,9 ¿No es dura la enseñanza de que sería mejor cortar la mano derecha y sacar el ojo derecho en lugar de tropezar y ser perdido?

      ¿Por qué requiere Jesús tantas cosas difíciles? Para evitar tropiezos; es decir, para quitar de nuestras vidas las cosas que nos estorban espiritualmente. Si no buscamos primeramente las cosas de  Dios no podemos ir al cielo. Por lo tanto, le dijo al discípulo, "Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos”... "y tú ve, y anuncia el reino de Dios". Es mandamiento "duro" pero también es dura la enseñanza de estos otros textos (Mat. 5:29, 30; 15:1‑12; Mat. 5:32: 19:9: Mat. 19:21: Juan 6, etc.), pero era y es enseñanza necesaria para la salvación. La amputación de la mano derecha sería muy severa y dolorosa, pero valdría la pena para salvar al alma (Mat. 5:29,30; 18:8,9).

      Al leer tales relatos recordemos que Jesús quiere que todos se salven. El sabía que este “otro discípulo” estaba en peligro de sepultar a sí mismo cuando sepultaba a su padre. Lo que Jesús dijo, pues, fue para salvar su alma.

      Recuérdese que la palabra “primero” es la clave para entender este texto. Otra palabra clave es “ve”. Jesús llamaba a este hombre para ser predicador de la palabra (compárense Mat. 10.1;  28:9; Luc.10:1). Sin embargo, el hombre responde que en ese momento él tenía otro asunto más importante que la obra de anunciar el reino. El acepta el servicio de Cristo. Acepta ser predicador de la palabra -- después. Está dispuesto a servir a Cristo – después. Dicho de otro modo, “Vayan adelante ustedes. Al rato les alcanzo. Después me junto con ustedes”. Obsérvese lo que dice el v. 57, “Y yendo ellos”. Jesús estaba trabajando constantemente. Jn. 5:17, “Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Luc. 13:32, “He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra”. Jn. 9:4, “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar”. Estos textos indican la urgencia de la obra de Cristo y El espera que sus siervos compartan este sentimiento de urgencia y responsabilidad. El tiempo es corto y tenemos que aprovecharlo al máximo.

      2 Tim. 2:3, “Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado”. 1 Cor. 9:24, “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.  25  Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.  26  Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire,  27  sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.

      Este hombre no rehusó seguir a Cristo, pero quería posponer su obediencia. Muchos se consuelan con el pensamiento de que un día van a obedecer. Interpretan esto como medio aceptar, pero no entienden es que el posponer es desobedecer.

      9:61  Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. – Seguramente todos dirían, “Fue muy razonable la petición de este hombre”. No es malo en sí despedirse de los seres amados. Hech. 18:18, “Mas Pablo, habiéndose detenido aún muchos días allí, después se despidió de los hermanos y navegó a Siria”.

      Sin embargo, Jesús conoció los pensamientos de este hombre y la petición que hacía significaba “mirar hacia atrás”. No era cuestión de simplemente decir “adiós” a la familia. El despedirse de los que estaban en su casa y el poner en orden los asuntos relacionados con su familia, dándoles instrucciones finales, etc., le sujetaría a un gran peligro espiritual. ¿Cómo puede el abrazo de los familiares amados ser peligroso? No es solamente peligroso, para  muchos es el abrazo fatal (mortal). Padres, madres, hermanos, abuelos, etc. han causado la ruina espiritual de muchas personas que se animan a seguir a Cristo, a predicar el evangelio y aun a viajar en tierras lejanas para anunciar la palabra. Les hacen pensar que si obedecen y siguen a Cristo, poniéndole primero en su vida, esto significa que ya no aman a sus padres, que no son leales a su familia, que son ingratos. Es verdad que debemos mucho a los padres y posiblemente a otros seres queridos, pero debemos mucho más a Cristo. Siempre recordemos quién murió por nosotros y quién nos juzgará en el día final.

      Conviene recordar los textos que nos enseñan sobre la relación entre el discípulo de Cristo y sus familiares. Primero, ¿qué pensaba Jesús de la relación con su propia familia? Mat. 12:48, “Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar.  48  Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?  49  Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.  50  Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre”. Luego, ¿qué nos enseña a nosotros al respecto?  Luc. 14:26, “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27  Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”.

      Aquí otra vez la palabra clave es “primero”. El hombre dice, “Te seguiré… pero… primero”. Esta es la ruina espiritual de muchas almas. Quieren servir a Cristo. Les gusta la idea. Creen que es importante, pero no lo más importante.     Jesús habla de la necesidad de exaltarlo por encima de los seres más queridos.

      9:62  Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto (bien adaptado, idóneo; compárese 2 Tim. 2:24, útil) para el reino de Dios. – Aun cuando se mira hacia adelante no es siempre fácil abrir surcos derechos, pero mirando hacia atrás es imposible hacerlo. La imagen de algún hombre que ara mirando hacia atrás presenta un cuadro ridículo. Los “surcos” de tal hombre serían un desastre. Y esto es precisamente lo que pasa con la vida de los que profesan “arar” por Cristo mientras siguen mirando hacia atrás a los familiares y amigos mundanos y la vida que disfrutaba con ellos antes de “convertirse”.

      1 Reyes 18:21, “Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra”. Oseas 10:1, “Israel es una frondosa viña, que da abundante fruto para sí mismo.  2  Está dividido su corazón”. El que mira hacia atrás es de doble ánimo (Sant. 4:8). No servía al Señor con todo el corazón; más bien, su corazón estaba dividido. Estaba distraído.  No tenía los ojos puestos en Jesús (Heb. 12:2). Fil. 3:13, “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,  14  prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Esto es no mirar hacia atrás.

      -- mira hacia atrás – Luc. 17:32, “Acordaos de la mujer de Lot”. Es difícil dejar las cosas y las personas que tanto amamos, pero no olvidemos la consecuencia. Si miramos hacia atrás seremos transformados en un monumento de fracaso y condenación. 2 Ped. 2:20, “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero.  21  Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado.  22  Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno”.

       El problema en este caso es el doble ánimo. Quería seguir a Jesús pero todavía tenía compromiso con los seres queridos. Luc. 9:22, “Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.  23  Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”. Cristo sufrió mucho para salvarnos y debemos estar dispuestos a sufrir por El.

      En estos versículos (Luc. 9:57-61) Jesús enseña que no aceptará como discípulo aquel que diga “te seguiré pero”. Esta es la prueba decisiva. El ser cristiano es todo o no es nada.

 

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