Una palabra clave: permanecer
Aparece repetidas veces en los escritos del apóstol Juan
Juan 15, “4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”. Véanse también los versículos 9-11, 16.
Para permanecer en El es necesario que su Palabra permanezca en nosotros. Jn. 5, “38 ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis. 39 Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”.
1 Jn. 2: 6, 10,14, 17, 19, 24, 27-28. En estos versículos Juan habla de permanecer. La palabra de Cristo tiene que permanecer en nosotros para que nosotros permanezcamos en El.
Estos textos bien ilustran el significado verdadero de 2 Jn 9-11. El no extraviarse (no progresar o ir más allá) de la doctrina de Cristo equivale a permanecer en ella como ya había dicho repetidas veces en el evangelio según Juan y en su primera carta. Desde luego, permanecer significa simplemente que creemos, aceptamos y obedecemos su enseñanza (doctrina), Mat. 7:21; 12:50; Jn. 12:48.
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